viernes, 16 de mayo de 2008

El Greco, pintor maldito o emblema de la modernidad


“Toledo 1900”. Con este evocador título, se presenta en Valencia una exposición itinerante con algunas de las obras más representativas de Doménikos Theotokópoulos, conocido por todos como El Greco. Hasta el próximo 15 de junio el Museo de Bellas Artes – San Pío V, expondrá 28 pinturas del gran maestro cretense afincado en Toledo. 23 de las cuales salen por primera vez de su emplazamiento en el Museo de Toledo. Uniéndosele otras cinco que se custodian aquí en Valencia, en el Colegio del Patriarca y en el propio Museo de Bellas Artes.
Pintor maldito y olvidado durante siglos, que es reivindicado con esta exposición. Por enésima vez, cierto, pero no por ello es menos necesario. “Toledo 1900” nos da la oportunidad de descubrir esos aspectos tan impactantes en su pintura y que tanta influencia tuvieron en la gestación del movimiento impresionista. La muestra permite apreciar su canon anatómico alargado, el empleo de esa pincelada tan marcada, o la utilización de esos colores antiacadémicos al estilo de lo que se vino a llamar “pintura escurialense”. Con sus azules metálicos, rojos desvaídos y verdes brillantes… Una pintura libre, matérica y antiacadémica, como la de los artistas que surgirían desde París a finales del XIX. Y es que hay quien afirma que el impresionismo, como estilo que no como movimiento, va a surgir en Toledo en el año 1900. Cuando los Monet, Pizarro, Renoir y demás redescubran la obra del pintor griego. Desde entonces se convertiría en un símbolo para una intelectualidad, cautivada por su pintura rara y deforme.

No anda tan lejos aquella época en la que se consideraba a El Greco como un pintor menor, dentro del panorama artístico español. Llegando a ser calificado de enfermo. Alguien que pintaba así de raro solo podía hacerlo como consecuencia de alguna patología visual. Nada más lejos de la realidad. Su genialidad, manifestada a través de sus cuadros, está fuertemente condicionada por un sentimiento místico muy presente en la España del siglo XVI. Este misticismo religioso que se plasma con rotunda claridad en obras como “Las lágrimas de San Pedro” o el “San Juan Bautista”, ambas presentes en la exposición. Y que no son sino visualizaciones de aquellas ideas y sentimientos que San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús plasmaban en sus escritos.

Y así es como El Greco se erige en emblema de la modernidad. Convirtiéndose en uno de sus referentes. Alguien cuya una impronta podemos encontrar en la mayoría de pintores de principios del siglo XX. Destacando a los “valencianos” Sorolla, Domingo, Pinazo, Fortuny o los Benlliure, a quienes también se puede contemplar en el Museo de Bellas Artes.

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