lunes, 10 de noviembre de 2008

Pánico a una muerte ridícula


Hace un año o así me harté reír con “Un funeral de muerte”, comedia negra dirigida por Frank Oz. En ella asistimos a las peripecias de una mal avenida familia que se ve abocada a preparar el funeral del patriarca, recientemente fallecido. La cosa se enreda cuando en plena ceremonia aparece un desconocido que afirma ser el amante secreto del difunto. El sujeto, un enano interpretado por Peter Dinklage, se matará accidentalmente en el transcurso del sepelio. Lo cual, por las circunstancias y el contexto en el que se produce, resulta una muerte bastante ridícula. El asunto me recordó un caso real producido hace unos años en Ucrania y en un contexto similar. Allí el finado había pasado al otro barrio tras ingerir un licor casero adquirido en el mercado negro. Lo tronchante del asunto es que algún crack –no sabemos si amigo, enemigo, familiar o lo que fuera del difunto- tuvo la brillante idea de servir el mismo brebaje durante las exequias. El resultado no se hizo esperar: diez fallecidos entre los asistentes. Cumpliéndose aquello que reza el refrán que de un entierro salen diez más. Sucedió en la localidad de Zabolotye en junio de 1988.
Pero vaya, que lo del funeral ucraniano no es la excepción. Si buscas un poco por Internet puedes toparte con decenas de casos en los que personas, algunas de ellas ilustres, mueren de las formas más grotescas. Que hasta para morirse hay que hacerlo con dignidad, que la red es muy mala y se chotean de uno. Y eso no es nuevo, pasa de toda la vida, desde la antigua Grecia. O si no que se lo cuenten al dramaturgo Esquilo o al filósofo estoico Crisipo. El primero murió cuando un quebrantahuesos soltó un caparazón de tortuga sobre su cabeza, confundiéndole con una roca. Que hay que tener mala follá…  ¡Y puntería! Además de un buen melón para que el puto pajarraco lo divise desde las alturas. Del fundador de la gramática griega cuentan que murió partiéndose la polla de su burro borracho, cuando intentaba comerse unos higos. Esto sí que es morirse de la risa, literalmente. Lo curioso es que esa causal, causó furor en la antigua Grecia. A la muerte de Crisipo de Solos, hemos de sumar la del adivino Calcas, la del filósofo Quilón de Esparta, la del pintor Zeuxis o la del poeta cómico Filemón, todos por ataque de risa. Y es que estos griegos sí que sabían pasarlo bien.

Ya hace unos años la banda madrileña Def Con Dos sacaría un álbum que incluía un tema con este estribillo: “electrocutarte al cambiar una bombilla, suicidarte sin mirar la Primitiva, ahogarte en la piscina, de un barco, desnucarte en la bañera fornicando…” La canción se titula “Pánico a una muerte ridícula” y el álbum, “Alzheimer”, lanzado originalmente en 1989. En ella se habla de este tipo de sucesos, mencionando varios casos reales de extraños decesos a los que podríamos tildar de poco honrosos. Porque hay peña que tiene que montar el número hasta para morirse, como el amigo Kenneth Pynian, que falleció a causa de una peritonitis tras practicar sexo con un caballo. Al parecer, el tipo retrasó su visita al hospital, suponemos que por vergüenza, ya que se hubiera visto obligado a relatar el incidente. Lo curioso es que ese caso ocasionó que el estado de Whasington legislase y criminalizase la zoofilia. ¿Y que me decís del caso de Claude François? El popular “Clo-Clo”, ídolo de la generación ye-ye francesa junto a Dalida, Sylvie Vartan o Johnny Halliday. Y es que el espabilao tuvo la ocurrencia de ponerse a cambiar una bombilla del cuarto de baño, recién salido de la bañera y sin secarse. El resultado lo podéis intuir: “Clo-Clo” a la brasa… “electrocutarse al cambiar una bombilla…”

El mundo de la música ofrece varios casos dignos de mención. Y es que es una buena cantera de frikis y colgados de diferente gama, pelaje o condición. Uno de los fallecimientos más cómicos fue el de Mama Cass, la cantante grandota de The Mamas & the Papas. La buena mujer murió atragantada mientras se zampaba un sándwich, aunque algunos afirman que se trata de una leyenda urbana. Pero vaya, ¿no me digáis que no os viene a la mente el affaire de Bush y la galletita salada? Solo diré que morirse atragantado hubiera sido una muerte apropiada para un personaje tan indigno. Retornando a la cosa musical, como no hablar del guarrete de Michael Hutchence, cantante de los INXSque perdió la vida pajeándose. Mickey apareció asfixiado en la habitación de su hotel con una bolsa en la cabeza. Se la colocó para, según parece, aumentar el placer mientras se masturbaba. Que hay que ser inútil para morirte haciéndote una gallola, pero bueno, allá cada cual con su manera de aliviarse. Me pregunto si en el biopic que se está preparando, se hará mención al bochornoso episodio.

Más original fue lo del músico barroco Jean Baptiste Lully, uno de los introductores de la ópera en Francia. Murió por gangrena tras clavarse un bastón de compás en el pie, mientras marcaba el ritmo de una pieza musical. Como para que le echasen en cara falta de energía en la dirección. O Billy Murcia, miembro original de los New York Dolls, quien tras una noche de juerga, con pasote de todo tipo de sustancias, quedó inconsciente. Su novia, que también andaría bastante perjudicada, se acordó de que el café ayuda a espabilarse. Así pues, se fue a la cocina a preparar litros de café y cuando le pareció que ya tenía suficiente, cogió la cabeza de su novio, le abrió la boca y comenzó a abocarle el mejunje. Nada dañino, debió de pensar la muchacha, potencial premio Nobel de algo. Pues hombre, si estás inconsciente, te abren el gaznate y empiezan a meterte litros de café como si fuera agüita del río, lo normal es que la cosa no acabe muy bien ¿no? Vamos, que no hace falta ser un lince para entenderlo. ¿Y que me decís del bueno de “Poolie” Neuman? El conocido trompetista de Count Basie o Lionel Hampton, muerto por una hemorragia en el pene, tras reventarle algo por ahí abajo debido al exceso de presión.

También el mundo del cine ofrece su tributo a esta categoría de indignos fallecimientos. ¿Os acordáis de Divine, la musa obesa y travestida de John Waters? Pues murió por ahogamiento al verse impedida para darse la vuelta en la cama mientras dormía. Sin salirnos del universo cinematográfico, varias son las películas que han recogido algunos de estos casos con mayor o menor fortuna. Por ejemplo “Open Water” (Chris Kentis, 2004), angustioso film que relata las últimas horas de Tom y Hielen Lonergan, desaparecidos en 1998 al ser olvidados por la barcaza que los había transportado a la gran barrera de coral, para una práctica de buceo en grupo. El responsable de la embarcación alegó que los dejó accidentalmente, tras un conteo incorrecto. Impagable sería ver el careto de los dos buceadores al salir del agua y no ver la barquita… Debieron pensar, ¿esto es una puta broma? Y no. Otra cinta que cuenta una muerte ridícula es “Grizzly Man” (2005) de Werner Herzog. Este documental se centra en la figura del norteamericano Timothy Treadwell, un flipado que presumía de vivir entre los osos grizzly sin que le pasase nada. Pues va a ser que no era del todo cierto. Su obsesión por estos plantígrados le ocasionó la muerte a él y a su pareja Amie Huguenard. Y es que los osos alaskeños decidieron consumir la sabrosa carne y menudillos de tamaño colgado y señora. Que las amistades duran lo que duran…

Capítulo aparte merecen aquellos inventores que en su búsqueda por descubrir lo que sea, fueron capaces de someterse a todo tipo pruebas con fatales consecuencias. De todos los que he encontrado y os aseguro que se cuentan por centenas, mencionaré a Thomas Migdley, ingeniero y químico estadounidense. El hombre falleció en 1944 cuando, suponemos que accidentalmente, se enredó con las cuerdas de un aparato que había diseñado para poder levantarse de la cama. Que menuda mierda de invento, vaya. Así pues muerto por estrangulamiento. O muerto por la ciencia, al igual que el físico ruso Alexander Bogdanov, quien en búsqueda de una fórmula mágica para rejuvenecer, decidió que era una buena idea el realizarse una transfusión de sangre desde un paciente aquejado de malaria y tuberculosis. Como no podía ser de otra forma, murió a causa de la infección. Nadie debió de explicarle el porqué de que hubiera tantas ratas en el jodido laboratorio. Y ya por último este otro que si bien no es exactamente un inventor, “como si lo siriese”. Un coleccionista de cosas tecnológicas que se asfixió con una máscara de submanirismo estropeada. El tipo se agenció un equipo de los que utilizaban los hombres rana de la marina rusa y quiso repararlo, pero no le fue bien. Cuando lo probó en su habitación, simplemente se asfixió.

Paso a relatar unos cuantos casos más, bastante recientes. Afectan a desconocidos y es probable que os suenen, ya que han sido recogidos por diferentes medios. Primero el de una tipa que murió en California el pasado año, participando de un concurso radiofónico. El reto consistía en beber la mayor cantidad de agua posible en quince minutos y sin ir a orinar. La chica murió por hiperhidratación tras ingerir más de siete litros y medio de agua. El concurso tenía como reclamo “retén tu pipí por una Wii”. Concluiremos que eso sí que es morirse por conseguir una videoconsola y no lo de guardar cola en la puerta de la Fnac durante las Navidades pasadas. Ese mismo año, pero en la India, el Teniente de Alcalde de Delhi murió despeñado desde el balcón de su casa, tras ser pateado por una horda de furibundos macacos. Manda huevos que lo que no fue capaz de hacer ningún delhiense tuviesen que hacerlo unos putos monos. Y nosotros somos la especie superior… Ja. En mayo del presente año y en la civilizada Suiza, un joven murió al caer desde el balcón de su hotel, en el marco de una competición de escupitajos. Según parece el menda tomó demasiada carrerilla, perdiendo el equilibrio y precipitándose a la calle desde una altura de más de siete metros. Genio y figura el muchacho. Después dicen de los de pueblo. O aquel chorizo californiano que murió después de atravesar el techo de la tienda de bicicletas que intentaba robar. Lo hizo ensartado por la linterna que se había colocado en la boca, para dejar las manos libres… En fin…

Dos casos más ya para terminar. Además vienen con moraleja. El primero tiene que ver con Allan Pinkerton, fundador de la famosa agencia de detectives. Muerto a causa de una fuerte infección provocada tras morderse la lengua al resbalar y caer sobre la acera. La lección a aprender aquí es que cuando valláis por la acera, cuidadín de tropezar con los bordillos -¡o con las putas líneas del enlozado! Eso y que no vayáis con la lengua afuera, así no os la podréis morder. Hacedme caso, que lo ha dicho el médico cabrón de “Saber Vivir”. El segundo tiene como protagonistas a dos estudiantes universitarios de Houston, arrollados por un tren durante la noche del Viernes Santo de 1997. Al parecer, tras colocar unas monedas en los raíles, se alejaron para observar desde la distancia pero sin percatarse de que estaban colocandose sobre otro juego de vías y de que arribaba un tren de alta velocidad. La moraleja aquí podría ser que no hay que dejar pasta allí dónde no toca, pero no… Lo que yo concluyo de este asunto es que, hoy día, a cualquiera lo aceptan en la Universidad. Y es que macho, ¿qué hacían dos tíos con los huevos peludos poniendo moneditas en las vías? Eso los hacen los niños de diez años, ¡so mendrugos!

Y podría seguir ad eternum, porque casos hay para dar y tomar. Pero vaya, que si os interesa, los buscáis vosotros mismos, que yo estoy hasta los huevos de esta entrada. Así pues me despido con un caso ridículo que me queda cerca en términos de tiempo y espacio. Y es que las páginas del Levante-EMV recogen la noticia de un señor que ha fallecido por las quemaduras ocasionadas por el fuego de una paella. Que joder, mira que hay formas tontas de morirse, ¿pero achicharrarse haciendo una paella? También es verdad que no hay forma más valenciana de pasar a mejor vida que esa. Aunque bueno, yo por si acaso voy a dejar de hacer paellas, que tampoco soy tan valenciano. Y hasta de cocinar, no sea cosa que muera abrasado por el caldo del puchero. Veremos qué opina la parienta... Y ahora sí, punto y final. Hostia puta, que m'ha quedao largo…
“Onanismo casero desbocado
en la cocina del lord diputado.
Bolsa de plástico en la cabeza
y en el muslo las ligas de la asistenta.”

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