miércoles, 24 de diciembre de 2008

El antropólogo inocente


No recuerdo si alguien me recomendó este libro, o simplemente leí una buena crítica en algún suplemento cultural. Lo cierto es que por una cosa o por otra, me decidí a comprarlo. De no ser así, ¿a santo de que iba a interesarme por un estudio sobre las costumbres y creencias de los dowayos? Porque eso es el “Antropólogo inocente”, un libro centrado en una tribu de parias que habita al norte de Camerún y que es marginada por las demás comunidades de la patria del hermano Samuel. Una pieza literaria insólita de la cual se ha dicho que “combina el candor y colorido de los relatos de los primeros exploradores con un agudo ingenio y un desternillante sentido del absurdo” (Roger Sandall, Encounter Magazine)No conozco al amigo Roger pero hasta donde llegan mis –limitados- conocimientos sobre la materia, estoy bastante de acuerdo.

El autor de este trabajo es Nigel Barley, doctor en antropología por la prestigiosa Universidad de Oxford. Quien, según el mismo cuenta, se vio “obligado” a dedicar dos años enteros de su vida al estudio de una tribu extraña, para poner en práctica toda la teoría aprendida en las clases. Es por ello que, repasando todas las posibilidades que le ofrecía el mundo y atendiendo a la sugerencia de un amigo, los dowayos fueron su elección. Para lo cual se tuvo que desplazar hasta un remoto territorio al interior de Camerún e instalarse en una choza de barro. Estamos en 1978 y esta iba a ser la primera experiencia de campo de su autor. Lo que éste no sabía es que casi fue la última. Finalizado el estudio, se incorporaría al Museo Británico y allí le editarían este libro en el que narra sus vivencias. El caso es que, de ser planteado como una pequeña curiosidad, acabaría convirtiéndose en un superventas gracias al boca a boca. De hecho, la edición española que yo adquirí es la número veintidós. Cosa seria.

Como ya he comentado, “El antropólogo inocente -Notas desde una choza de barro-” es un libro sobre antropología, pero no hay que asustarse. Es sumamente divertido y ni tan siquiera es un estudio al uso, sino más bien un cuaderno de viajes que narra las desventuras de un inglés en el culo del mundo. Al inicio Barley describe con todo lujo de detalles las dificultades para llegar hasta el país Dowayo. Unas tienen que ver con la compleja burocracia camerunesa, que hace que la expedición del más simple de los documentos, poner un simple sello y no digamos lograr determinados permisos, se transforme en una odisea. Luego está el tema de los problemas financieros con los que hubo de lidiar Barley durante su estancia. Y es que, pese a ser beneficiario de una sustanciosa beca, vio como el rocambolesco sistema bancario, unido a los vericuetos del derecho internacional y de nuevo a la burocracia, le dejarían sin recursos. Viéndose obligado a pedir préstamos a todo bicho viviente y a malnutrirse con los escasos productos que ofrece la tierra de los dowayos. Básicamente mijo.

Además de descubrirnos un mundo oculto, con una civilización escasamente occidentalizada aún a finales de los setenta, se agradece que Barley no incurra en esa tendencia irritante y buenista, que consiste en ensalzar cualquier cosa que tenga que ver con sociedades primitivas como la dowaya. Cualquiera que haya visto ciertos documentales de La2 o del Canal 33 sobre prístinas comunidades africanas o amazónicas, sabrá de lo que hablo. Tampoco es que se dedique a criticar todo lo que ve, vaya. Se limita a tratar de explicar unos modos de vida que ni enjuicia ni cataloga de mejores o peores. Manifestando extrañeza ante determinadas situaciones, ritos o creencias, que no entiende, pero siempre con amplitud de miras y voluntad de comprensión. Y empleando un estilo fácil en inteligible para el iletrado en cuestiones antropológicas. Y tirando de humor cuando hace falta. De hecho ese refinado sentido del humor inglés del que no se salva nadie -ni siquiera él mismo-, es lo que hace diferente a este estudio. Consiguiendo que algo que podría haber resultado intragable, acabe siendo una lectura amena y divertida, además de interesante. Una suerte de estudio científico livianito, redactado por alguien que comparte el ingenio de los Monty Python.

Las partes más graciosas son, sin ningún género de dudas, aquellas que hacen referencia a las dificultades con las que se topa un occidental medio en África: el clima, las costumbres, los cultos, la alimentación y las enfermedades. Así, por poner un ejemplo de esto, cuando sufre una grave infección en las encías y no le queda más remedio que acudir al dentista, Barley nos cuenta como “dentro había cierta cantidad de instrumentos dentales en un estado lamentable y un gran diploma de la Universidad de Lyon, lo cual me tranquilizó un poco”. Tras explicarle su problema a un tipo grandullón, éste agarró unas tenazas y sin más dilación le arrancó los dos incisivos: “Según declaró, los dientes estaban podridos. Me quedé sentado como un pasmarote (la sangre me corría por el pecho de la camisa) y traté de hacerle comprender que ya podía emprender el siguiente paso del tratamiento” […] “No resulta sencillo discutir en un idioma extranjero faltándole a uno dos incisivos. Al final, el individuo se irrita y me dice que si no estoy satisfecho llamaría al propio dentista. Así es, el que me había arrancado los incisivos no era dentista, era mecánico, y también arreglaba relojes. Había caído en la trampa de creer que cualquiera que se encontrara en un consultorio dental con una bata blanca y preparado para sacar muelas era dentista.”

Después de sobrevivir a este tipo de situaciones, incluyendo enfermedades varias, desastres de todo género y condición, a la hostilidad de algunos lugareños y por encima de todo, al aburrimiento, el país Dowayo y Camerún -y África en general- marcarían la vida del joven investigador. No es casual que el libro acabe de la siguiente forma:
“Varias semanas después de mi retorno llamé por teléfono al amigo cuya conversación me había decidido marcharme al campo.- Ah, ya has vuelto.- Sí.- ¿Ha sido aburrido?- Sí.- ¿Te has puesto muy enfermo?- Sí.- ¿Has traído unas notas a las que no encuentras ni pies ni cabeza y te has dado cuenta de que te olvidaste de hacer todas las preguntas importantes?- Sí.- ¿Cuándo piensas volver?Me reí débilmente. Sin embargo, seis meses más tarde regresaba al país Dowayo.”

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