martes, 23 de diciembre de 2008

Robert Mulligan (1925 - 2008)

Nos acaba de dejar otro de los grandes del mundillo del celuloide. Lo ha hecho en su casa, con 83 años y como consecuencia de una afección cardiaca. Recientemente también falleció Paul Newman, con una mayor resonancia en los medios escritos. Y lo puedo entender. No tanto la nula cobertura de muchas de las principales cabeceras respecto al deceso de Robert Mulligan. Y es que este tío es el autor de esa joyita del séptimo arte titulada “Matar a un ruiseñor” (1962), que adapta la maravillosa novela homónima de Harper Lee. También se le recuerdan otras películas como “El Otro” (1972), particular  aproximación al cine de género a la que ya me referí en una entrada anterior; O la celebérrima “Verano del 42” (1971), historia sobre tres jóvenes deseosos de perder su virginidad que llegó a ser calificada de película generacional y cuya banda sonora, al cargo de Michel Legrand, alcanzó un tremendo éxito. Tras una veintena de títulos más, cerraría su trayectoria con la flojísima “Un verano en Louisiana” (1991). Una cinta que ostenta el dudoso honor de ser la presentación en sociedad de la enésima “novia de América”,  Reese Witherspoon. Igualmente destacada fue la labor de Mulligan en el medio televisivo. De hecho allí comenzó su despegue. Ganando un Emmy por el telefilm “La luna y seis peniques” de 1959, una adaptación de la novela corta de Somerset Maugham.

Con todo, quien sentirá realmente la muerte de Mulligan es Gregory Peck. Y es que Peck encarnó a Atticus Finch, el honrado abogado y padre de familia protagonista de “Matar a un ruiseñor”, sin duda uno de los papeles de su vida. Actuación que le valdría el Oscar al mejor actor principal. Una película preciosa, repleta de enseñanzas y personajes memorables, que todo el mundo debería ver una vez en la vida, al menos.  


“-Podéis practicar con latas, pero nunca disparéis a un ruiseñor -¿Por qué Atticus? - El ruiseñor es el único pájaro que no actúa por interés o por hacer daño, él dedica su vida a cantar para hacernos felices sin esperar recibir nada a cambio. Así que lastimar o perjudicar a un ser inocente, sería como matar a un ruiseñor.”
Quizás el problema de Mulligan fue tener una filmografía demasiado variada. Lo que ocasionó que se le achacase cierta falta de estilo propio. Una valoración que yo, sinceramente, no comparto. Tampoco François Truffaut, admirador confeso del cine de Mulligan y que se manifestó en desacuerdo con el sentir mayoritario de la crítica. No obstante eso explicaría que su obra se haya visto relegada a un espacio menor, frente a la de otros grandes maestros. Y otros no tan grandes, pero con mayores dotes mercantiles.

Dicho lo cual, descanse en paz Maestro.

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