viernes, 9 de enero de 2009

La elegancia del erizo


Reconozco que no soy yo muy de leer best sellers. Y no porque me considere parte de alguna elite intelectual que considera un sacrilegio acercarse a la literatura de masas –más quisiera-. Tampoco creo que todo aquello que triunfa a gran escala es necesariamente malo. Es más sencillo que todo eso. En primer lugar está el tema de la pasta. Cualquier superventas literario viene publicado por alguna editorial tipo Anagrama o Seix Barral y en edición rústica, por lo que el librito suele tener un coste por encima de los veinte lereles. Teniendo en cuenta la cantidad de libros que compro al año, salvo que tenga confianza ciega en el autor –hablemos de un McCarthy, por ejemplo-, no estoy dispuesto a soltar, así por las buenas, tamaño estipendio. En segundo lugar está el escaso rigor en las campañas de marketing que las editoriales utilizan para promocionar sus nuevos lanzamientos. Y es que tras varios chascos, prefiero desconfiar de esos cientos de obras maestras que año tras año nos depara el panorama editorial… Y no me hagáis volver sobre el tema de los putos “Pilares de la Tierra” por favor…

Con todo, durante estos gélidos días me he visto dándole una oportunidad a Muriel Barbery y a “La elegancia del erizo”. Un libro que, os he de reconocer, no me ha disgustado del todo pese a lo que ahora os contaré. Incluyendo un efectista final rayano en lo absurdo. Ojalá que la adaptación cinematográfica que ya se anuncia a bombo y platillo, cuente con un director y/o guionista valiente, capaz de rectificarlo. Con todo, la gracia de esta historia tan francesa, reside en sus dos personajes principales. Renée, una portera de un acomodado bloque de apartamentos de París y Paloma, la hija pequeña de una familia burguesa que habita en el inmueble. A través de las reflexiones de ambas, siempre por separado, Barbery nos ofrece una exaltación a la belleza de las personas que nos rodean y una crítica mordaz a la burguesía francesa, de la cual ambas, aunque de diferente forma y en distinto grado, son esclavas.

¿Cuál es el problema?  Pues que todo resulta un tanto artificioso. El personaje de la portera es increíble, por muy de acuerdo que uno esté en que no hay que dejarse guiar por las apariencias para juzgar a las personas. Y la inteligencia de Paloma reside en una dosis de escepticismo cínico y existencialista que se antoja demasié para una niña de esa edad. De hecho acaba resultando una sabihonda que desprecia y critica todo cuanto la rodea. Eso por no hablar del cúmulo de reflexiones a cada cual más pedantes. O la ridícula glorificación de todo lo que tenga que ver con el Imperio del Sol Naciente.

Pero vaya, aunque parezca contradictorio y seguramente lo sea, “La elegancia del erizo” me ha resultado una lectura entretenida. Incluso amable. Con algunos episodios brillantes en los que la Barbery logra que nos creamos aquello de que es posible alcanzar la felicidad gracias a la amistad, el amor o el arte. Aparte de que algunas de sus críticas, siempre en plan destroy, resultan descacharrantes. También hay que reconocerle a la autora que está razonablemente bien escrito. Si bien el estilo, a veces, resulta innecesariamente sobrecargado y algunos párrafos transitan entre lo farragoso y lo estomagante.

Como probablemente sabréis, Muriel Barbery  es una profesora de filosofía que se ha convertido en la revelación literaria en Francia, galardonada por esta novela con el Premio de los Libreros y situándose como una de las escritoras preferidas por crítica y público. Parece que aquí en España va por idéntico camino. O en Italia, como pude comprobar en un reciente viaje. Veremos cómo evoluciona el fenómeno. Y la autora, claro está.   

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