martes, 27 de enero de 2009

Peñaaaaaaaaaaaazo...


Cuenta Julián Gállego (1919 – 2006) en su obra “Visión y símbolos en la pintura española del Siglo de Oro” (1972), que la importancia de esta pintura radica en presentar un concepto lo suficientemente homogéneo y peculiar como para que quepa hablar de una escuela, única y diferenciada del resto, tanto desde el punto de vista temporal como espacial. Al final de las tropecientas páginas repletas de anécdotas, citas, datos y chascarrillos, llegamos a la conclusión de que los pintores españoles del XVII se caracterizan por representar, a través de diversos medios, la idea de lo trascendente envolviéndolo en una pintura supuestamente realista que en realidad es una clara referencia a algo mucho más profundo. ¡Mira tú si es sencilla la conclusión ! En un parrafito he resumido la idea plasmada por el viejo profesor en su opus magnum. Y es que, para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Pero el hombre necesitaba mostrarnos sus inabarcables conocimientos artísticos y su don para enlazar palabras. O eso o la editorial le pagaba por número de páginas, cuestión esta que explicaría mogollón de cosas.

No es que dude de la erudición de este prestigioso intelectual aragonés, considerado de forma unánime como un maestro en la crítica de arte, siendo además miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y formando parte del Consejo Científico del Museo del Prado. Lo que cuestiono es su capacidad para transmitir conocimientos, aspecto este que no se consigue con un simple volcado de infinitos datos sobre las páginas de un libro o vomitando palabros ininteligibles ante una audiencia de aspirantes a historiador o meros interesados en la cosa artística. Y es que todo el conocimiento acumulado por don Julián nos es presentado en su libro a través de un finísimo hilo conductor que hace que nos perdamos cada dos párrafos. Y así no se puede. Encima el lenguaje es de un barroquismo que echa para atrás. Vaya, que me sabe mal decirlo, pero el librito de marras es una joya. Lamento tener que expresarlo así, con el cadáver del viejo profesor aún fresco. Así pues, tan solo desearle a don Julián Gállego que descanse en paz. Al menos tanto como yo he descansado después de terminarme semejante ladrillo. ¡¡¡La hostia puta!!!

Nada recomendable. Ni aunque te obligue algún profe de la carrera. Hay otras maneras de aprender que no resultan tan perjudiciales para tu salud.

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