miércoles, 24 de junio de 2009

Vacas, cerdos, guerras y brujas

Comentaba Marvin Harris, afamado antropólogo ya fallecido, que su propósito en esta obra era dar respuesta a una serie de curiosos enigmas. ¿Por qué el tabú religioso prohíbe a judíos y musulmanes comer carne de cerdo? ¿Cuál es el motivo de que los hindúes veneren a las vacas? ¿Por qué surgen los movimientos mesiánicos en Palestina o en la Europa medieval? ¿Cómo interpretar el machismo o la belicosidad de ciertas culturas?

Comenta en el prefacio que la idea surgió mientras daba una clase en la Universidad de Columbia, hablando de las causas del tabú indio sobre el sacrificio de las vacas. Al finalizar su exposición un estudiante alzó la mano y le preguntó por la prohibición judía sobre la carne de cerdo. A partir de esta anécdota, Harris se embarcará en la compleja tarea de dar una explicación racional a todas esas preguntas. Fruto de sus investigaciones nace este “Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura” publicado originalmente en 1975 -traducido por primera vez al castellano en 1980-.

El libro está compuesto de once capítulos en los que Harris va enlazando las diferentes cuestiones con una estructura similar. Primero nos descubre los particulares usos y costumbres de alguna sociedad, etnia, pueblo o religión de las que pueblan este mundo. Después nos relata la explicación que los propios miembros del grupo le dan a sus comportamientos. Por último, desde postulados racionalistas, el autor trata de ofrecer una explicación inteligible. Y una vez solucionado el enigma, enlaza con el siguiente tema que será objeto de estudio en otro capítulo.
“Harris considera emic a las explicaciones que una comunidad considera válidas sobre sus actos y etic a las explicaciones científicas que un observador externo da a esos mismos actos. Así, cuando una madre de una comunidad muy pobre explica que a los niños que nacen enfermos ‘se los lleva Dios pronto al cielo porque son angelitos’ (perspectiva emic), el antropólogo ve una realidad muy distinta: a esos niños se les alimenta y protege poco para provocar que mueran pronto, porque suponen una carga imposible de asumir (perspectiva etic). En otros términos, etic alude a todo lo que es infraestructural, es decir, a aquellos elementos de una sociedad que no se perciben a simple vista, pero condicionan decisivamente la vida de ésta, aunque los afectados no sean conscientes de ello. Un ejemplo es la explicación que da de las cíclicas guerras rituales entre la etnia de los maring, en Papuasia. Harris las explica recurriendo a la causalidad infraestructural o etic: las guerras rituales se producen durante intervalos cíclicos en los cuales, por razones ecológicas, escasean los alimentos. Si la disminución de los alimentos es la causalidad etic o infraestructural, las justificaciones que los propios maring dan para entrar en guerra son lo fenoménico, lo que el observador puede ver, es decir lo emic.”

Entre las cosas más interesantes del libro, está la explicación al asunto del amor que los hindúes profesan por las vacas. Para ello Harris recurre, entre otras cosas, a la comparación entre el eficiente sistema de explotación de los bovinos en los EEUU y el –supuestamente- deficiente uso que de ellos se realiza en un país como la India. Tras leer el capítulo, podemos entender que esa veneración ancestral se basa en un sistema de explotación muy adecuado a las circunstancias y condiciones del superpoblado y empobrecido subcontinente.

Me han encantado los capítulos explicativos del “potlatch” -impulso de prestigio-, así como los que hacen referencia al mesianismo ancestral de nuestra civilización. Sobre todo el titulado “El secreto del Príncipe de la Paz”, que trata aspectos fundamentales de la implantación de determinados dogmas en las sociedades cristianas. Cómo Jesús, posiblemente uno de tantos zelotes guerrilleros de Palestina, hoy día es visto como un señor de la paz cuando, al igual que otros muchos, era un iluminado al frente de un ejército de antisociales. En lo referente al “potlatch”, vemos como ciertos pueblos están tan hambrientos de aprobación social, que la competencia se convierte en un fin en sí mismo, dejando de lado un cálculo racional de los costos materiales. Harris nos habla de los kwakiutl y otras tribus aborígenes de las islas de Norteamérica, pero a mí me ha venido a la cabeza como ese “impulso de prestigio” ha sido heredado por los dirigentes del país de las barras y estrellas.

Maravilloso estudio el firmado por este gran maestro de las ciencias sociales. Y aunque ya tiene sus añitos, no ha perdido un ápice de su vigencia.

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