domingo, 22 de noviembre de 2009

La República de Užupis

En una de mis últimas entradas me referí a Nocilla Dream, la extraña novela firmada por Agustín Fernández Mallo y que tan buena acogida tuvo entre crítica y público. Pues bien, rebuscando entre la maraña de historietas y artículos contenidos en ella, me encuentro con numerosas referencias a las micronaciones, diminutos países inventados sobre los que, por desgracia, hay poca información en castellano. De hecho, Fernández Mallo llega a mencionar Sealand, la primera y más famosa de todas las micronaciones. Creada al final de la Segunda Guerra Mundial sobre una plataforma marina abandonada, originalmente destinada a la defensa británica, su andadura comienza cuando un tipo toma posesión de ella y la declara estado independiente, con nombre, escudo, bandera y demás símbolos patrios.

Y así suelen nacer las micronaciones, con un un visionario, un rebelde, un caradura, un ricachón o un loco, que toma posesión de algo y lo declara república independiente (como en el anuncio del Ikea). Si bien es cierto que existen otras muchas que son más bien ejercicios de fabulación, juegos de fantasía o incluso de experimentación artística, sin tener serias intenciones independentistas.

En todo caso, raro es el año que no aparecen noticias referentes a la creación de alguna nueva. Normalmente sin reconocimiento legal y en ocasiones ni siquiera con un territorio real, cosa que no importa a sus fundadores y primeros súbditos. Así nacieron, por ejemplo, el Reino de Nueva Suevia, el Cordial Reino de Kelterspruf, el Gran Ducado de Farallonus, la República Popular de Wolfenstein, el Principado de Freedonia, el Principado Hutt-River o mi favorito: El Reino de los gays y las lesbianas (creado en 2004 por una serie de activistas homosexuales de Australia que dejaron el país y se fueron a un arrecife de coral. Se supone que protestaban por la negativa de su gobierno a reconocer el matrimonio gay. Desconocemos si siguen allí o si fueron devorados por los tiburones.) También entran en esta categoría los microestados creados por algún millonario con delirios de grandeza, que se compra una isla y funda allí su reino. Es el caso de New Utopia, una isla del Caribe adquirida por un millonetti con la idea de montar un aeropuerto sobre el mar y un hotel.
[Si queréis saber más sobre este fenómeno visitad la Liga de los Estados Secesionistas o Micronations]
Todo esto para llegar a la República de Užupis. Situada en el casco antiguo de Vilnius y recientemente declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, nos encontramos ante una especie de micronación creada por artistas y bohemios que aprovecharon la separación física de un antiguo barrio de la capital lituana, por el cauce del río Vilna (de hecho “Užupis” en lituano significa literalmente "en el otro lado de un río"). Y es que hace tres años, en un viaje que me llevó por las repúblicas bálticas, me di de bruces con esta realidad que hasta entonces desconocía. Paseando por sus calles pude observar como su población está compuesta basicamente de artistas, mochileros y otras gentes de mal vivir. Y es que todo el distrito está repleto de galerías de arte, curiosos cafés, locales de música, talleres, caserones ocupados...

El caso es que el barrio se declaró república independiente en 1997, con su bandera, moneda, día nacional (el 1 de abril) y Presidente electo. Incluso cuentan con un ejército propio, que está compuesto por 12 hombres (¿sin piedad?). Aunque supongo que este poderoso ejército no ha llamado la atención de los EEUU para incluirlo en la estructura de la OTAN. Con todo, lo más interesante es su Constitución de 41 artículos. Expresión de su soberanía popular, cualquier visitante puede ver una copia de la misma, en varios idiomas, sobre una serie de paneles metálicos colgados en la principal calle de la República. Su clausulado reconoce a los nacionales de Užupis "el  derecho a la individualidad", " a no tener derechos”, "a ser felices", "a ser desgraciados", o mi favorito  “los perros de Užupis tienen derecho a ser perros”.

En fin, un sitio muy recomendable en el cual darse una vuelta, si os pilla por Vilnius claro está. Una ciudad que, por cierto, contiene otra rareza digna de ser visitada: la primera estatua consagrada al gran Frank Zappa.

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