jueves, 25 de marzo de 2010

La maravillosa vida breve de Óscar Wao

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Junot Díaz moraba en mi casa desde hacía un tiempo, pero no fue hasta la semana pasada el que le presté la atención debida. Probablemente fuera porque nadie me insistió en que debía leerle, que me estaba perdiendo algo demasiado bueno como para dejarlo pasar, no lo sé… El caso es que tras terminarme “Las historias de Nueva York”, del amigo Enric González, y con el viaje a Nueva York cada vez más próximo, husmeé entre las decenas de libros sin leer que copan la balda superior de la estantería y allí que lo vi, “La maravillosa vida breve de Óscar Wao” (“La vida nunca ha sido fácil para Óscar Wao, un dominicano dulce, obeso y algo desastroso que vive con su madre y su hermana en un gueto de Nueva Jersey”). ¡¿Hostias Nueva Jersey?! ¿Eso no está al lado de Nueva York? Y así fue como empecé a leerme esta historia de sinsabores protagonizada por un joven dominicano residente en la tierra de Los Soprano, Yo la tengo o Bon Jovi ("...this is ain't song for the broken-hearted... ¡¡¡uooonggg uonnggg!!!...") .

Y es sin duda, de lo mejor que ha pasado por mis manos en los últimos tiempos. En primer lugar por como está escrito, en una especie de spanglish en el cual abundan términos como “bróder”, “jevitas”, “fokin”, “nerdismo” o “pariguayo”. Después por la compleja y muy original estructura narrativa, en diferentes capítulos que contienen voces cruzadas y saltos temporales (flashbacks y flashforwards) que nos explican la historia maldita de la familia Cabral (Abelard el padre, Beli la hija y Óscar Wao, el nieto nerdoso). Pero sobretodo porque me he hinchado a reír. Sí, así os lo digo, es una novela divertidísima, por voluntad expresa de su creador, ya que el trasfondo es un puto drama. La patética historia de un tipo que en algunos aspectos nos recuerda a Ignatius T. Reilly, genial personaje creado en su día por John K. Toole y protagonista de “La conjura de los necios”. En este sentido son impagables los numerosísimos apuntes a píe de página, capaces de poner un toque de humor hasta en la narración de las peores fechorías ejecutadas por Rafael Leónidas Trujillo.     

Y esa es otra gran virtud de la novela. Una cuidada recreación histórica de la vida en Santo Domingo durante el "Trujillato" y las consecuencias que, en última instancia, ello va a tener en Óscar. La (breve) vida de un Óscar que, según ha reconocido el autor, se inspira en la suya propia. La llegada a los 9 años a los EEUU, huyendo de su país. Las miserias que hubo de padecer en un gueto latino de Nueva Jersey, especialmente cuando su padre les abandonó y su hermano enfermó de leucemia. Su pasión por la lectura y su afición al sci-fi y el cómic... “la alienación de quien se siente ajeno a dos culturas, la hispánica y la estadounidense, pero también su desconcierto y admiración por el ser humano que sobrevive y se alza por sobre los problemas de ese contacto cultural”.

En fin que “La maravillosa vida breve de Óscar Wao” no me ha servido para preparar el viaje a Nueva York, pero da igual. Me lo he pasado de cojones. Altamente recomendable.

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PD. La novelita debió de gustarle a mucha gente. Le dieron el Pulitzer 2008. 

PD.II. Estoy en NYC... nos vemos. 

lunes, 22 de marzo de 2010

Esquelas curiosas


Según la wiki, una esquela “es una nota recuadrada en negro que publicada en un medio de comunicación o en un lugar público da noticia del fallecimiento de una persona (…). Las esquelas son publicadas por los familiares del fallecido pero también otras personas allegadas a él, como compañeros del trabajo, amigos, socios, etc.”

Lo cierto es que yo paso bastante de las esquelas. Cuando estoy leyendo el periódico nunca me fijo en ellas. Tal vez sea porque ofrecen un tipo de información que, si alguna vez me afectara (lagartoooo… lagartooooo), confío en que alguien me la haga llegar por otra vía. Pues bien, eso hasta ayer en que me dio por fijarme... y encontrar esta joya: 
Estaba en las páginas de El País de ayer domingo. ¿No me digáis que no es buena?

Y es que hay gente que tiene gracia hasta para estas cosas. Como los familiares de aquel buen hombre que dejó este mundo con la pena de no poder votar a Zapatero. Para que después digan que lo del voto por correo no sirve de nada. En fin, chapeau al señor J.L. Casaus. 

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PD. He encontrado otra cojonuda: 
Manolo, crack!!!

jueves, 18 de marzo de 2010

Historias de Nueva York - Enric González



Tengo en gran estima a Enric González. Hasta no hace mucho, lo primero que hacía los domingos era abrir El País por el medio e irme directamente a la columna firmada por el periodista barcelonés. En ocasiones los temas tratados no me llamaban lo más mínimo, otras veces discurría sobre naderías por las que nunca se me hubiera ocurrido interesarme, el caso es que aún así, la maestría y el gracejo del periodista conseguían que leerlo fuese un auténtico en placer. Si hablo en pasado no es porque el bueno de Enric haya fallecido, Dios nos libre, es porque ya no existe esa tribuna fija dominical en la que uno podía refugiarse de los excesos de la noche del sábado. De natural un culo de mal asiento, ha dejado la tranquilidad de la redacción del diario en Barcelona, por la corresponsalía en Jerusalén. Y con ello nos ha privado, espero que sólo temporalmente, de lo mejor que nos traía la prensa dominical.

He de reconocer que mi idilio con González se remonta a hace relativamente poco tiempo. Un par de años, tres tal vez, no lo recuerdo exactamente. De lo que sí me acuerdo es de un desternillante artículo titulado “El ejemplo del koala”, publicado en el 2008 y con el cual me rendí definitivamente a sus pies. De ahí al cielo, Enric.

Además de su labor como corresponsal y articulista, Enric González ha publicado tres libros hasta el momento. Yo he leído los tres y tan sólo puedo decir que cada cual es más interesante. En los tres casos son el fruto de su estancia como corresponsal en ciudades bien distintas: En Londres surgieron sus “Historias de Londres”, como corresponsal en Roma redactó los artículos que se compilan en “Historias del calcio italiano” y por último en Nueva York nacieron las “Historias de Nueva York”, probablemente el mejor de todos ellos y del que me interesa hablar en estos momentos.

Aprovechando que la semana que viene, si no pasa nada extraño, me marcho unos días a desestresarme (¿?) a Nueva York, he decidido empaparme de espíritu neoyorquino a través de lo que dicen y cuentan otras personas que han pasado por allí. Y por encima de todas las crónicas sobre la Gran Manzana a las que he tenido acceso, están estas “Historias de Nueva York”. Un librito breve pero eficaz, que nace con el propósito de ser una guía de contexto sobre la ciudad, pero que esconde mucho más. Habla de una ciudad rugiente y fabulosa, en la que “el presente es tan poderoso que el pasado se ha perdido”. La ciudad de Woody Allen, pero también la de John Gotti y los clanes mafiosos, de Rockefeller y los millonarios sin escrúpulos, la de Rudy Giuliani y la casta de políticos demagogos y corruptos, la de los Yankees y sus archirivales los Mets, eternos perdedores… una ciudad maravillosa pero a la vez nada reconfortante.

“Nueva York no es el mejor lugar para digerir según qué noticias. No es una ciudad reconfortante. Comparte esa calidad con Venecia: son sitios a los que hay que ir, o en los que hay que estar, con el ánimo bien dispuesto. Maravillosos cuando el alma goza de salud, potencialmente fatales en días escasos de esperanza”.  

En fin, que me voy dentro de una semana. Ya os contaré mis impresiones a la vuelta.

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PD. Antes me he referido a que el libro no es sólo una guía sobre la ciudad, sino que esconde mucho más. Bien. El libro se erige en una suerte de homenaje póstumo a tres grandes periodistas, amigos de Enric González y con los que compartió grandes momentos en la ciudad que nunca duerme. Se trata de Ricardo Ortega, Julio Anguita y Juan Carlos Gumucio, los dos primeros caídos en el ejercicio de su profesión, en el marco de los conflictos bélicos surgidos en Haití e Irak.

sábado, 13 de marzo de 2010

Ojos violeta

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Cuando me fijé en que este libro se titulaba “Ojos violeta”, lo primero que me vino a la mente fue una bellísima estampa de los ojos de Elizabeth Taylor, otrora estrella del firmamento hollywoodiense, hoy día coleccionista profesional de maridos. Pero “Ojos violeta” no va de eso. Ni siquiera tiene algo que ver con la Taylor o con sus decenas de maridos y amantes. Aunque, a la vista del resultado, tal vez hubiera sido mejor.

El título hace referencia a una novela escrita en el 2004 por el norteamericano Stephen Woodworth y que me acabo de leer. Uno de los últimos lanzamientos editoriales incluidos dentro de la colección roja & negra, de la editorial Mondadori. Magnífica serie literaria dirigida por Rodrigo Fresán, a la que debemos el habernos dado a conocer obras extraordinarias como “El poder del perro”, de la que ya os he hablado unas cuantas veces, o “Delitos a largo plazo”. Sin embargo, en esta ocasión no han estado muy acertados.

El rollo que se gasta Woodworth consiste en mezclar novela negra con ciencia ficción. Aunque al final se queda en una paja mental sin gracia ninguna, muy prototípica en cuanto a su desarrollo y fatalmente resuelta. De hecho, por la forma, que no por el fondo, me ha recordado a la horrorosa “No se lo digas a nadie” de Harlan Coben, uno de los peores libros que me he leído en mi vida, pese a que, de forma inexplicable, goza de buena consideración entre cierto sector de la crítica literaria. En esta ocasión tenemos a un asesino en serie que se dedica a eliminar a los “Violetas”, un colectivo de seres humanos que están dotados de la capacidad de albergar las almas de los muertos. Se trata de humanos nacidos con habilidades psíquicas especiales, que ayudan a resolver crímenes actuando como médiums o canales de los muertos. El signo que los distingue es, precisamente, sus ojos de color violeta, bien bonitos, como los de la Taylor.

Es aquí donde aparece Dan Atwaker, un agente del FBI que, auxiliado por la “Violeta Natalie Lindstrom, se las ingeniará para dar con la pista del violeticida. Mientras lo consigue, iremos descubriendo las oscuras motivaciones de nuestro amigo el asesino, que todo sea dicho, son más simples que el mecanismo de un chupete. Por supuesto que, al final, lograrán detenerlo antes de que concluya su previsible plan. 

“Ojos violeta” es el primer volumen de la tetralogía fantástica que Woodworth ha dedicado al universo de los “Violetas”, su “gran aportación” al mundo de la literatura. Los chicos de Mondadori aseguran la publicación de los tres tomos que continúan la serie y que se titulan “Manos rojas”, “Sangre dorada” y “Habitaciones negras”. A mí que no me esperen. Ya he tenido suficientes “Violetas” para lo que me resta de vida. Vamos, que si el asesino hubiera conseguido completar su plan maestro, no dejando ni un “Violeta” sobre la faz de la Tierra, no me hubiese importado lo más mínimo. Y es que ya lo decía la canción: Violeta bueno, Violeta muerto".

Menudo truño de libro.

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PD. Lo único medianamente interesante, es que gran parte del libro se desarrolla en San Francisco. Aunque da bastante risa el retrato simplón que da de Tenderloin, el barrio de los malos malosos…. Uuuuuuuuuuuhhhhhhhh!!!

PD II. Nunca mais.

viernes, 12 de marzo de 2010

Yo la tengo, diez años después


El pasado miércoles por la noche, mientras los franceses del Olympique de Lyon eliminaban al Real Madrid de la presente edición de la Champions League, yo acudí a una céntrica sala de mi ciudad para ver la actuación de Yo la tengo. Desde entonces he estado meditando como enfocar esta crítica. Después de pensarlo y para no ofender a nadie, he decidido ser breve y conciso: Una ESTAFA. Nada más que añadir.

...o bueno sí:

1. No se puede aspirar a hacer un buen concierto si tu tracklist se centra en los cortes de un disco como “Popular song”, mediocre a más no poder.
2. Sintiéndolo mucho Yo la tengo no está en su mejor momento. Hace tiempo que dejó de ser una banda de referencia y eso se nota. Siendo precisos, eso pasa desde los tiempos "Electr-O-Pura" o del "I can hear the heart beating as one", más o menos, y de eso hace ya mucho tiempo. Cierto es que después compusieron alguna cosita interesante (el "Summer sun" no está mal), pero sin conseguir frenar su descenso a los infiernos (musicales). 
3. La puesta en escena del trío es, por decirlo suavemente, mejorable.
4. Y el sonido, sobretodo al comienzo de la actuación, de puta pena.
5. El amigo Ira Kaplan no es Jimi Hendrix, por mucho que él lo crea, o lo que es peor, que  sus fans crean ver en él al guitar hero de Seattle redivivo. Lo digo por esas canciones en las que usa y abusa de “la tensión de las cuerdas”. Unas explosiones sonoras que, en las más de las veces, no hacían sino destrozar lo poco aprovechable del repertorio exhibido. 
6. Vale que tocaron dos horas largas y que atendieron a las peticiones del respetable... Ok... son majetes y enrollados, eso nadie lo discute... mi madre también lo es y no por ello me cobra 30 mauros para verla canturrear versiones de Carlos Cano. Y eso que no lo hace nada mal.
7. Y sí, ya se que las críticas del concierto fueron sublimes. Aunque desconozco si esos críticos asistieron al mismo concierto que yo. Ahora, tengo la impresión de que la benevolencia con la que se les juzga se debe más a su trayectoria, con un glorioso periodo inicial que nadie discute, pero con un triste presente que no se puede esconder. En fin, allá cada uno. Un famoso crítico musical del Rolling Stone, allá por los inicios de la publicación, dejó acuñada aquella frase de "the song, not the singer". Yo lo tengo claro, otros parece que no.
8. [...]

Stop staffs!!!

jueves, 11 de marzo de 2010

Lillágoras, sofista y esteta del balón


Ayer vi en el Telediario como Juanma Lillo, actual técnico de la UD Almería, se deshacía en elogios con Pep Guardiola, su discípulo y amigo. Ya son varias las veces en las que Lillo ha salido a la palestra defendiendo, no se de qué, al actual técnico del FC Barcelona. Los medios de comunicación han visto el filón y cuentan mucho con la pedantería del tolosarra cuando se trata de hablar del de Santpedor. Lo de pelotear a Guardiola vende en estos momentos y en ese cometido no hay nadie como Lillo, vendedor estrella de la fábrica de "pelotas". Ojo, no pretendo criticar con esta entrada que se le de bombo a Guardiola, el cual se merece esto y mucho más por todo lo que lleva conseguido al frente de su equipo. Lo que me molesta es la omnipresencia de Lillo que, con su jerga pedante e intencionadamente confusa, acaba siempre sacando pecho por haber “descubierto” al Pep entrenador (“nació para ser entrenador”). Se ve que es más fácil obtener tus minutos de gloria a costa del trabajo de los demás, porque si nos hemos de remitir a su trayectoria, no ha hecho méritos como para tener semejante cobertura mediática.

Cuenta el técnico vasco, que ese descubrimiento se produjo cuando ambos coincidieron en los Dorados de Sinaloa, de la Primera División Mexicana, en la temporada 2005 - 2006. Allí se hicieron muy amigos y también “quedaron enamorados de la nítida salida del balón de los conjuntos aztecas”, aprendiendo mucho con ello. El caso es que podría haber aplicado sus conocimientos al club que le pagaba por aquel entonces, porque los pobres Dorados acabaron esa temporada descendiendo de categoría.

A mi Lillo no es que me caiga mal, pero me parece que no da la talla para estar donde está. Su curriculum como entrenador no pasa de mediocre y tan sólo su labia le ha hecho aparecer de vez en cuando en televisiones y radios. Parece un futbolista frustrado que quiso ser filósofo y acabó por ser entrenador… pobre UD Almeria. El típico que sabe explicarle a todo el mundo como se hacen las cosas, pero después es incapaz de aplicarse el cuento a sí mismo.

Además con Lillo me pasa otra cosa. Es de esos tipos que me provocan que cambie de canal en cuanto aparece en pantalla. Decía Laura, en una reciente entrada en su blog, que si alguien quiere que su hijo no lea y prefiera salir de farra salvaje, poniéndose de coca hasta las trancas, nada mejor que obligarle a ver alguna de esas patéticas tertulias literarias que nos ofrecen las noches televisivas. Pues con Lillo pasa algo parecido, si uno quiere que sus hijos se hagan obesos y se enganchen a la videoconsola, la fórmula consiste en ponerle en sesión non stop las “obras escogidas” de Juanma Lillo. Seguro que se le quitan las ganas de hacer deporte para toda la vida.  

Decía Bakunin en las páginas de "Dios y el Estado" que "la Iglesia puede convertir a un genio en charlatán y a un charlatán en un genio" La tele también puede.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Surf-O-Rama '2010


Transcurridos un par de días desde que se puso el cierre al Festival Surforama 2010, con la cabeza más despejada y con un recopilatorio de The Shadows sonando en mi reproductor, paso a relataros mi visión de lo allí acontecido. Para esta edición, la organización había distribuido las actuaciones en tres días, los que iban del 4 al 6 de marzo. Ni del jueves 4, ni de la matiné celebrada el sábado, os puedo decir nada. Nos hacemos mayores y necesito racionar las salidas nocturnas y los consiguientes desbarres alcohólicos, para no acabar mal. Además quería disfrutar en plenitud de la música, al fin y al cabo el motivo fundamental para asistir a este tipo de eventos, a pesar de lo os digan esa plaga conocida como los fibers.

El viernes actuaron primero Los Infraseres, que debieron pasar sin pena ni gloria por el tablao. Después fue el turno del proyecto conjunto de Fernando Pardo (Los Coronas) y los Imperial Surfers, denominado Fernando Pardo y los Imperial-Tones (un dechado de originalidad!!!).Y para cerrar, nada mejor que esa marcianada de banda de versiones de los Ramones en clave surf y que atiende al nombre de los Ramonetures (Los Ramones + los Ventures). Precisamente la actuación de estos últimos era la más esperada de la noche y posiblemente de todo el festival. Era la única actuación que los chicos de Mel Bergman, guitarrista original de los Phantom, iba a dar en España. Si a eso le unimos que todo lo que suene a Ramones, más allá que sea en clave surf o no, congrega a cientos de personas en esta ciudad, pues os podéis imaginar como se puso la sala. Y la espera bien mereció la pena. Asistimos a una potente actuación en la cual Ramonetures desgranaron la práctica totalidad de su disco tributo a los chicos del Hey oh! let’s go!!! Un elepé compuesto por dieciseis temas, casi todos ellos interpretados esa noche. Imprescindible para cualquier fan de los Ramones. Pero como servidor no lo es, pues ni lo tiene ni se lo compró en el stand de ventas que había en la sala. Lo que no quita para que disfrutara como un enano durante su actuación.

Aunque si tengo que elegir algo de lo presencié esa noche, sin duda alguna me quedo con el pedazo de concierto que nos ofrecieron Fernando Pardo y los Imperial-Tones. Una actuación que hubiera sido redonda, si el amigo Fernando no se hubiera empeñado en ejercer de humorista entre canción y canción. Con todo y con eso fue una pasada, un ejercicio de virtuosismo al cargo de estos cinco músicos curtidos en mil batallas y que ostentan el honor, desde mi humilde opinión, de ser los artífices de algunas de las mejores versiones de Dick Dale que uno recuerde.

De los conciertos del sábado, tan sólo decir que los Born Losers estuvieron correctos, pero sin más. No es que lo hicieran mal, simplemente no les lució. Encima tuvieron la mala suerte de compartir escenario con dos bandas que les pasaron por encima, resultando los claros perdedores de la velada. Al menos así le hicieron honor a su nombre... quien no se consuela es porque no quiere... Aunque el mítico surfero californiano Eddie Bertrand, tampoco anduvo muy sobrado. ¿Pero cuál fue la diferencia con los "nacidos perdedores"? Pues hombre, que Eddie Bertrand es un mito viviente, mientras que a estos barceloneses no los conoce mucha gente más allá de nuestras fronteras. Lo cierto es que muchos nos habíamos dado cita allí, con el casi único propósito de ver, en vivo y en directo, al genial guitarrista de los 60. Uno de los pioneros del surf, primero formando parte de The Bel-Airs y posteriormente al frente de los imprescindibles Eddie & The Showmen. Estamos hablando del tipo al que muchos responsabilizan de la explosión de la música surf en la soleada California.

Para cerrar la noche y la edición 2010 del Surforama, nadie mejor que The Kongsmen, también de Barcelona. Desde mi punto de vista y atendiendo a criterios exclusivamente musicales, lo mejor de la noche. Los reyes del rock’n’roll simiesco, enfundados en sus caretas de gorila, se lo curraron a base de bien. Consiguiendo con ello que todo el respetable bailoteara con sus fantásticos riffs de guitarra y su particular manera de entender e interpretar los sonidos más surferos.

En fin, un buen festival, bastante bien organizado y al que sólo le sobró el espectáculo de danzas polinesias entre banda y banda. Un pelín ridículo, la verdad. Con todo y con eso, seguro que nos vemos en el Surforama 2011… let’s go surfin’!!!

lunes, 8 de marzo de 2010

Cayendo en picado

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Una de las cosas con las que más disfruto en esta vida es con el cine. Me encanta sentarme en una butaca ante la pantalla o apalancarme en el sofá de mi casi ante el televisor para ver una buena película. Es más, el mero hecho de ver cine ya me produce placer, independientemente de que la película sea peor o mejor (si es buena, por descontado que disfruto más). Y es que, como ya he dejado escrito en alguna ocasión, más que un cinéfilo me considero un cinéfago, consumidor de cualquier cosa con apariencia cinematográfica que caiga en mis manos. ¿He dicho cualquier cosa? Pues me he equivocado, quise decir “casi” cualquier cosa. Incluso a mi poco exigente paladar le cuesta tolerar algunos productos. Por eso eludo ver cualquier engendro, aka película, de la cual participe la señora (o señorita) Sandra Bullock.

Pero mira tu por donde, este año parece que va a ser el de esta mujer. Anoche, sin ir más lejos, ganó el Oscar a la mejor actriz principal por su participación en “The blind side” (John Lee Hancock, 2009), aún por estrenar en España. Hace unas semanas, por ese mismo papel, fue galardonada con el premio a mejor actriz dramática en la ceremonia de entrega de los Globos de Oro. Me lo expliquen. Porque si hay una actriz mala, que digo mala, nefasta, dentro del actual panorama cinematográfico esa es Sandra Bullock. La tipa que perpetró “28 días”, “Prácticamente magia” o “Miss agente especial 1 y 2” (la tres está al caer) no puede, y remarco NO PUEDE, ganar un Oscar. Coño, ¡que no!, que unos premios que se consideran serios no pueden/deben incluir en su palmarés a gente como Sandra Bullock… isn't posible y punto… estoy dispuesto a aceptar el que le dieron a Julia Roberts en el 2000 por “Erin Brockovich”, ok, “aceptamos pulpo como animal de compañía”, pero a la Bullock ni de coña  ¡¡¡por favor!!!

Y es que desde que tuviera lugar la primera ceremonia de entrega de los premios Oscar, el día 16 de mayo de 1929, nunca se había caído tan bajo. Hostias, que uno repasa el palmarés del premio y ve como lo han honrado señoras del nivel de Meryl Streep, Hellen Mirren, Emma Thompson, Shirley McLane, Katharine Hepburn, Diane Keaton, Simone Signoret, Loretta Young, Claudette Colbert… ¡y  ahora Sandra Bullock!... manda huevos.   

Para los carcamales de la Academia hollywoodiense ha sido suficiente con que la Bullock sea considerada la reina del “slapstick” amable, con sus habituales toñas y su seguido de patochadas supuestamente graciosas/simpáticas. Y como a la mindundi le ha dado ahora por reciclarse y dárselas de actriz dramática, pues han decidido que estaría bien recompensarla por su demostrada solvencia y variedad de registros, ¿que tal? Así de barato está ganar un Oscar hoy día. Serán los efectos de la crisis… Aunque ya puestos, cualquier día nominarán a Jean Claude Van Damme. Y visto lo visto, es hasta injusto que no lo hayan hecho ya por interpretarse a si mismo en "JCVD". De seguir esa línea, no le descartemos para futuras ediciones. 

Aunque lo más marciano de todo, es que la tía ha ganado en un mismo año el Oscar y su némesis, el Razzie Award (en este caso por “Loca obsesión” - Phil Traill, 2009). Todo ello suena muy coherente y muy razonable. ¿Se puede ser el mejor y el peor actor en un mismo año? Sandra Bullock puede. Yes she can!!!

viernes, 5 de marzo de 2010

Retorno al cine carcelario

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De entre la enorme cosecha de películas que nos deparó el pasado año 2009, dos de las que más me gustaron fueron “Celda 211”, dirigida por Daniel Monzón y la recientemente estrenada en España “Un profeta”, del francés Jacques Audiard. Ambas tienen en común, que su desarrollo fundamental transcurre dentro de una prisión, bien es cierto que en circunstancias muy diferentes. Pero en ambos casos eso le sirve de pretexto a su  director para mostrarnos como se las gastan un buen número de tipos duros privados de libertad.  

El interés por filmar lo que ocurre entre los muros de una prisión, es algo que se repite desde los albores del séptimo arte, siendo ya muchas las películas que se han hecho con esta temática. No todas ellas siguen idéntico patrón, pero al menos sí suelen abordar, de forma más o menos acertada, las complejidades de la condición humana. En todas ellas la cárcel es un personaje más, en ocasiones el auténtico protagonista, otras veces compartiendo galones con los presos del penal (como en “La leyenda del indomable”), o con los policías y/o funcionarios de la prisión (“La milla verde”, “Brubaker”). En un gran número de estos films, la trama se centra en los planes de fuga de uno o varios de los prisioneros. Son tantas de hecho, que podríamos considerarlo como un subgénero dentro del cine carcelario. Aunque incluso entre estas últimas existen claras diferencias. No es lo mismo el carácter verbenero de la aventura en la que se embarcan Michael Caine, Stallone, Pelé y el resto de participantes en “Evasión o victoria”, que la amargura de “Papillon”, por mucho que Franklin J. Schaffner se preocupara de edulcorar la historia de ese para de infelices brillantemente interpretados por Dustin Hoffman y Steve McQueen.  

Además, gracias a este genero, hemos incorporado a nuestro imaginario míticas prisiones como Sing Sing, San Quintín, Folsom o, sobretodo, Alcatraz. ¿Quién no ha visto alguna película cuya historia transcurra en los confines de la Roca?  Títulos como “Fuga de Alcatraz” de Don Siegel, o “El hombre de Alcatraz” de John Frankenheimer, en las que se narra la fuga protagonizada por Frank Morris y los hermanos Anglin, o el paso por este penal de Robert F. Stroud, “the birdman of Alcatraz”. Recientemente tuve la suerte de poder visitar la isla de Alcatraz, ubicada en el centro de la bahía de San Francisco a pocos kilómetros de la costa. Allí pude ver una exposición sobre las diferentes visiones que el mundo del cine ha dado de esta mítica prisión federal, hoy día clausurada. También pude ver la ruta que siguieron los fugados retratados en la película de Siegel y los “muñecos” que hicieron servir para hacerles creer a los vigilantes que se hallaban durmiendo en sus celdas. Igualmente, me enteré que “Birdman” Stroud era un tipejo malcarado con el que había que tener mucho cuidado y que nunca tuvo su clínica para pájaros en esta prisión. En realidad Stroud tuvo sus aves en la Penitenciaría de Leavenworth en un período anterior a ser transferido a la Roca. Ahora que lo pienso fue una visita muy interesante. 
En fin, sigo con lo mío.

Como veis cine carcelario se ha hecho mucho y muy variado. Hay buenas películas, menos buenas, regulares y directamente malas. Y las mejores de todas ellas, al menos para un servidor, son dos joyitas del cine francés: “Un condenado a muerte se ha escapado”, dirigida en 1956 por Robert Bresson, y “La evasión”, dirigida en 1960 por Jacques Becker. Dos clásicos del cine en general que merece mucho la pena que veáis, si no lo habéis hecho ya. 
Pues bien, sin llegar a esas cotas de excelencia, tanto la española “Celda 211” como la francesa “Un profeta”, han de ser consideradas como dos buenas películas. E incluso muy buenas.

A la española casi podríamos calificarla como un film de acción. Daniel Monzón retrata con maestría un motín carcelario, destacando el vigor en el manejo de las cámaras y la crudeza de las imágenes, con una mención muy especial para la escena del suicidio con la que se abre la cinta. Igualmente, hay que ensalzar el magnífico trabajo realizado por los actores. Muy especialmente Luís Tosar, en el papel de “Malamadre”, el tipo que corta el bacalao entre los presos, y el irregular Antonio Resines, interpretando al policía hijoputa de apellido Utrilla. Una historia trepidante que no da tregua al espectador y sin hacer concesiones a los espectadores (¿quién necesita un happy end?)

Por el contrario la cinta francesa “Un profeta”, es más un drama carcelario de los de toda la vida (pero de los buenos!!!). Narra la estadía en prisión de Malik El Djebena, un paria proveniente del extrarradio de alguna ciudad francesa, y de como irá creciendo en todos los sentidos durante los seis años que permanecerá en prisión. Pese a ingresar a los diecinueve años sin saber leer ni escribir, saldrá convertido en un auténtico capo. Es valiente y aprende rápido, por lo que no tardará en hacerse imprescindible para uno de los líderes entre los presos de nombre César, un mafioso corso. Acabará por ser un excelente negociador y ejecutor, magnífico motivando a los suyos, brillante en la planificación de “negocios”... coño, ¡si saldrá hablando italiano! En definitiva, lo que Audiard nos plantea es la historia de un chaval, que llega a una posición que nunca habría alcanzado de no haber estado en prisión.

Para concluir, mencionar otra cosa que tienen en común “Celda 211” y “Un profeta” y que antes no he mencionado. Ambas han sido las grandes triunfadoras de los premios concedidos por las academias del cine de sus países de procedencia. Eso sí, no podrán verse las caras en la carrera de los Oscars, ya que “Celda 211” no ha sido nominada a mejor película de habla no inglesa. Un premio que este año va a estar muy caro, competir contra las últimas creaciones de Michael Haneke ("La cinta blanca") y Juan José Campanella ("El secreto de sus ojos") no va a ser nada fácil. 

martes, 2 de marzo de 2010

Maderos de Ken Bruen

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Me ha costado Dios y ayuda dar con un ejemplar de esta novelita policíaca protagonizada por Jack Taylor, el detective privado y ex – policía protagonista de la serie creada por el irlandés Ken Bruen. Y pensareis: “¿coño, a Santo de qué tanto interés por agenciarte ese libro?”. Pues simplemente por tratarse de una de las escasas tres recomendaciones que Don Winslow, el autor de la magnánima “El poder del perro”, realizó en el curso de la entrevista digital que concedió a El País hace un par de semanas. Y para un servidor, a día de hoy y mientras no me defraude, lo que diga el señor Winslow va a misa.

El libro comienza con el amigo Jack Taylor siendo expulsado de la policía por su incurable alcoholismo. O más bien por emborracharse y no saber controlar sus instintos violentos, en especial contra los ilustres representantes de los poderes establecidos de su ciudad. Esto último será lo que verdaderamente le cueste el puesto. A partir de ese momento, sin trabajo, sin familia y sin expectativas, Taylor se arrastrará por todos los bares de su ciudad natal, Galway. Pues bien, será en uno de esos míticos pubs irlandeses, entre tragos de Jameson y pintas de Guiness, cuando nuestro protagonista decida convertirse en detective privado. Llevado por los efectos euforizantes propios de la ingesta masiva de alcohol, a Taylor le dará por pensar que él, con sus años de experiencia como policía, podría llegar a ser el Sherlock Holmes local. Y todo empieza a tener sentido cuando una angustiada madre decide confiarle la investigación de las circunstancias del suicidio de su hija. Lo que en un principio parecía un caso sin aparentes complicaciones, muy pronto y con el desarrollo de las primeras pesquisas, se revelará como algo mucho más complejo. Y con profusión de corruptelas y otros elementos sordidos.

Con todo, la gracia del libro radica en no ser lo que aparentemente es. O sea, que no es exactamente lo que entendemos por una novela negra o policíaca. Vale que el personaje de Jack Taylor responde al arquetipo de antihéroe cínico, autodestructivo y duro como una roca tan habitual del hard boiled clásico y su correspondiente versión cinematográfica: el film noir. Pero en esta ocasión la historia policíaca o detectivesca no es lo primordial, sino que actúa más bien como un MacGuffin sin apenas relevancia. Una mera excusa argumental que nos permite acceder a las interioridades de un ex policía en plena bajada hacia los infiernos del alcoholismo, con sus anhelos y sus miserias y con millones de pecados por expiar. Ok hay un caso, pero termina siendo del todo secundario. De hecho, casi desde el principio sabemos en que va acabar todo. Y lo poco que hay por descubrir se nos desvela en los dos primeros capítulos.   

Si a eso le sumas que está escrita con mucha gracia (casi toda en forma de diálogos, en ocasiones muy ingeniosos) y que abundan los “homenajes” bibliográficos, apuntes musicales y cinematográficos (que en contra de lo que pudiera parecer, no van en detrimento de la obra convirtiéndola en un ejercicio de pedantería e impostura intelectualoide), tan sólo puedo concluir diciendo que la novela me ha gustado mucho. Por cierto que, en relación con el tema de los “homenajes”, alguno de los libros citados por Bruen tienen muy buena pinta, así que, por si logro encontrarlos, permanezcan atentos a sus pantallas… próximamente en su bitácora favorita.

Por todo lo dicho, porque lo que se cuenta es muy interesante, por que es lúcida, sintética y corta y ya se sabe que “lo bueno si breve dos veces bueno”, os recomiendo encarecidamente la lectura de “Maderos – Un caso de Jack Taylor”.

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“Nunca tuve intención de matarle.
Se abusa más allá de lo tolerable de una expresión corriente: Me dejé llevar. Se utiliza para disculparlo todo desde
las palizas conyugales
hasta
conducir borracho.
Bueno, pues me dejé llevar. Lo que empezó como un ejercicio de intimidación acabó en asesinato.”
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