viernes, 18 de junio de 2010

La puta y el cornudo


Seguimos con la vorágine futbolera que nos embarga en estos días de Mundial. El genial titular de El Mundo al que me referí ayer, me ha llevado a recordar una divertida anécdota sobre rivalidades futbolísticas que le leí/oí (creo) a Enric González. Y digo creo, porque ahora mismo no obra en mis manos “Historias del calcio, ese magnífico compendio de artículos escritos por González para El País sobre la Serie A italiana y cuya lectura recomendé hace ya un tiempo.   

Al parecer, a la hora de meter el dedito en el ojo ajeno, la hinchada del Hellas Verona es una de las más hijas de puta. Se podría pensar que los civilizados residentes de la rica ciudad del norte, en la que vivieron su romance Romeo y Julieta, sacan sus peores instintos cada vez que acuden al Stadio Marcantonio Bentegodi. Cuestión esta que, por desgracia, no es exclusiva de los veroneses. En fin, a lo que iba. Hace ya unos años, cuando el Diego (Maradona) aún jugaba en el Nápoles, hubo un domingo en el que el Verona se enfrentaba al entonces poderoso equipo napolitano. Los veroneses, con toda la mala follá del mundo, además de insultar y burlarse de sus vecinos pobres del sur –“negros, gitanos, esto es Italia africanos…”-  les dedicaron un ofensivo cartel que rezaba tal que así: "Forza Vesuvio". Lo que los tifosi del Verona pedían era que el volcán Vesuvio, a cuyos pies se encuentra Nápoles, arrasase de una puñetera vez esa ciudad. Obviamente eso no sentó nada bien a los napolitanos, que no dejaron que la cosa acabara ahí. Cuando unos meses después al Verona le tocó devolverle la visita al Nápoles, las autoridades se esperaban lo peor, por lo que extremaron las medidas de seguridad para un partido calificado de máximo riesgo. Sin embargo, cuando el once veronés saltó al campo, no ocurrió nada. La gente se mantuvo tranquilamente sentada en sus asientos, sin apenas silbar, casi sin hablar y sin hacer ruido, pero desplegando un gigantesco cartelón con el siguiente mensaje: "Giulietta'na zoccola e Romeo un gran cornuto” (Julieta era una zorra y Romeo un gran cornudo). Así que, mientras los del norte se reían de los del sur -la zona menos desarrollada y rica de Italia- con malas formas y peores palabras,  éstos últimos, supuestamente menos cultivados, les respondieron con finas ironías, aludiendo al sacrosanto símbolo de la ciudad de Verona, los dos jóvenes amantes creados por la pluma de William Shakespeare, en el fondo una puta y un cornudo, lo cual es una verdad como un templo.   

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