miércoles, 12 de enero de 2011

El año del diluvio

Hay quien dice que el Planeta no es un premio guay. Que es demasiado comercial, centrándose en premiar a faranduleros televisivos como Fernando Sánchez Dragó, Maruja Torres, Fernando Schwartz o Boris Izaguirre. Aunque, si repasamos la lista de galardonados en estos casi cincuenta años de vida del premio, nos salen nombres ilustres como los de Ana María Matute, Juan Marsé, Vázquez Montalbán, Mercedes Salisachs, Antonio Skármeta o dos premios Nobel como Cela y Vargas Llosa. Tratándose del segundo premio literario mejor dotado del mundo, tan sólo superado por el Nobel de Literatura, si que parece un premio guay. Y es que llevarse seiscientos mil pavos bajo el ala, en el caso de ser el ganador (o unos ciento cincuenta mil en el caso de ser finalista) por escribir una única novela, debe de molar. Así pues, no entiendo la polémica suscitada tras la concesión de este premio a Eduardo Mendoza. Más aún cuando la obra del abuelote barcelonés mola. Y según me cuentan, ya que yo le he leído poco, en ocasiones mola mucho. Es cierto que Mendoza es un autor popular, hasta el punto de que algunas de sus obras se estudian en la Secundaria. Vale, correcto, ¿pero qué más dará? También son las obras de Salinger o Anderson de lectura obligatoria para los estudiantes norteamericanos y no por ello nadie los desprestigia. De ahí que no entienda el gran número de críticas que se han vertido contra el premio, a raíz de que el pasado 15 de octubre, día de Santa Teresa para más señas, se hiciese público que “Riña de gatos – Madrid 1936” de Eduardo Mendoza sería la novela ganadora en 2010.

Ok, vale, yo también me sé lo de la leyenda negra del Planeta. …que si los premios se pactan. …que si las obras premiadas son realmente libros de encargo a escritores consagrados que los escriben a cambio de money. …que si la editorial invierte tanto en ese premio es porque sabe que dándoselo a un escritor conocido le va a resultar más que rentable. …habiendo incluso quien afirma que Miguel Delibes no tiene un Planeta porque se negó a participar de lo que él consideraba una estafa mercantil. En fin, como diría Ronaldo (Nazario da Lima) nusé… Es posible (hasta probable) que los rumores sean ciertos, pero ello no quita que Eduardo Mendoza sea un buen escritor y “Riña de gatos – Madrid 1936” un muy buen libro, como me dice un amigo que se lo ha leído y de cuyas opiniones me fío.

Pero yo no quería hablar ni del premio Planeta, ni de “Riña de gatos – Madrid 1936” y ni siquiera sobre su autor, al que descubrí de forma tardía por una serie de cuestiones que ya expliqué aquí. Esta entrada iba a ser sobre “El año del diluvio”, uno de los libros más conocidos de Mendoza y probablemente de los más comentados y explicados en las aulas de literatura de los institutos españoles (¡hay hasta apuntes colgados en “El Rincón del Vago”!). Y es que me lo acabo de leer y me aparecido muy interesante. 

Al parecer la novela se inspira en un par de hechos históricos: las inundaciones que asolaron Cataluña a finales de la década de los cincuenta y el aniversario de la muerte del último maquis. Lo que en principio iba a ser una pieza teatral, al final se convirtió en una novela. Ese es el motivo de que “El año del diluvio” conserve rasgos propios del mundo del teatro como el asunto del escenario único, la preponderancia del diálogo entre personajes y algún que otro golpe de efecto de marcado carácter dramático. La historia transcurre en el campo catalán, durante un sofocante y lluvioso verano de la década de los 50. La súbita furia de los elementos, en forma de lluvias torrenciales e inundaciones devastadoras, transcurrirá en paralelo a la violenta irrupción del amor entre un rico terrateniente de costumbres relajadas y una joven monja angustiada por las cuestiones de la culpa y el pecado. Las circunstancias harán que la pareja se separe para siempre jamás tras consumar físicamente su amor. Para rebajar el tono dramático el autor se valdrá de una serie de elementos propios de las novelitas de aventuras, del folletín y de la picaresca española, amén de la ironía siempre presente en sus libros. Además, le reservará un papel estelar al mundo de los maquis y al espíritu del bandolerismo romántico y bienintencionado.

En fin, que “El año del diluvio” me ha parecido un librico seductor, divertido y a la vez facilito de leer, o sea, como a mi me gusta. Aunque no por ello carente de toda profundidad. Vamos, que me ha gustado.       

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