domingo, 1 de mayo de 2011

Ampliación del campo de batalla

Iba a escribiros sobre cuanto me ha entusiasmado este libro del polémico novelista, ensayista y poeta francés Michel Houellebecq, pero no lo voy a hacer. Tan sólo os diré que es una puta genialidad que encierra una profunda y tristísima reflexión acerca de la incomunicación y de la soledad muy próxima al existencialismo e incluso al nihilismo. Y que esta trufado de tremendos pasajes como el que transcribo a continuación, en el cual se explican muchísimas cosas en poquísimo espacio. 
Véronique estaba en “análisis”, como suele decirse; ahora me arrepiento de haberla conocido. Hablando en general, no hay nada que sacar de las mujeres en análisis. Una mujer que cae en manos de un psicoanalista se vuelve inadecuada para cualquier uso, lo he comprobado muchas veces. No hay que considerar este fenómeno un efecto secundario del psicoanálisis, sino simplemente y llanamente su efecto principal. Con la excusa de reconstruir el yo los psicoanalistas proceden, en realidad, a una escandalosa destrucción del ser humano. Inocencia, generosidad, pureza… trituran todas esas cosas entre sus manos groseras. Los psicoanalistas, muy bien remunerados, pretenciosos y estúpidos, aniquilan definitivamente en sus supuestos pacientes cualquier aptitud para el amor, tanto mental como físico; de hecho, se comportan como verdaderos enemigos de la humanidad. Implacable escuela de egoísmo, el psicoanálisis ataca con el mayor cinismo a chicas estupendas pero un poco perdidas para transformarlas en putas innobles, de un egocentrismo delirante, que ya sólo suscitan un legítimo desagrado. No hay que confiar, en ningún caso, en una mujer que ha pasado por las manos de los psicoanalistas. Mezquindad, egoísmo, ignorancia arrogante, completa ausencia de sentido moral, incapacidad crónica para amar: éste es el retrato exhaustivo de una mujer “analizada”.

Tengo que decir que Véronique coincidía, punto por punto, con esta descripción. La quise tanto como pude; lo cual representa mucho amor. Ahora sé que derroché ese amor para nada; habría hecho mejor rompiéndole ambos brazos. No cabe duda de que ella tenía desde siempre, como todas las depresivas, disposición al egoísmo y a la falta de ternura; pero el psicoanálisis la trasformó de forma irreversible en una verdadera basura, sin tripas ni conciencia; un desperdicio envuelto en papel satinado. Recuerdo que tenía un tablón blanco donde solía apuntar cosas del tipo “guisantes” o “planchado”. Una tarde, al volver de la sesión, anotó esta frase de Lacan: “Cuanto más desagradable seas, mejor irán las cosas.” Sonreí; y me equivocaba. En aquella fase, la frase no era más que un programa; pero Véronique iba a aplicarla punto por punto.    
Entiéndase lo del psicoanálisis en un sentido amplio y sustitúyase el nombre de Véronique por cualquier otro que os guste más. La frase no tiene por que ser de Jacques Lacan.

2 comentarios:

  1. Pelos de punta. Insuperable fragmento. Lucidez en estado puro.

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  2. "La quise tanto como pude; lo cual representa mucho amor. Ahora sé que derroché ese amor para nada; habría hecho mejor rompiéndole ambos brazos."

    La verdad es que al tío eso de "lo políticamente correcto" como que no le va... y me parece bien.

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