miércoles, 7 de diciembre de 2011

Enric González: Sobre la tiranía

Hierón ejerció como tirano en la colonia griega de Siracusa hace 26 siglos. Unas décadas después de su muerte, Jenofonte le hizo protagonista de un diálogo breve en que el tirano debatía con el poeta Simónides sobre las ventajas y las desventajas del ejercicio del poder. En 1948, Leo Strauss (presunta figura paterna del neoconservadurismo) escribió On Tyranny, un ensayo denso y enigmático, en el que diseccionaba el diálogo de Jenofonte. On Tyranny, del que ignoro si existe edición en castellano, exige al lector grandes esfuerzos, pero, como es habitual en Strauss, ofrece una recompensa extraordinaria: enseña al lector a leer.
Eso no es ninguna paradoja. Poquísimas personas son capaces de seguir el hilo entre las palabras y la mente del autor y captar por completo el juego de dudas, engaños, rectificaciones y decisiones azarosas que intervienen en la composición del texto y en su interpretación posterior. Perdón por la digresión.

Strauss utiliza su análisis del Hierón de Jenofonte para demostrar tres tesis. Una la hace obvia el propio Jenofonte: el tirano tiene como característica el sentirse incomprendido por la sociedad, sacrificado y agobiado por el poder que él mismo ejerce. La segunda es algo más compleja, aunque hoy tiende a ser comúnmente aceptada: la sociedad y su estructura de poder, sea cual sea, tiende a sofocar el pensamiento crítico, que para Strauss es consustancial a la filosofía.

La tercera tesis es la que interesa realmente a Strauss, y establece que las sociedades (y sus filósofos) tienen grandes dificultades para detectar la aparición de las tiranías. Salvo en los casos más zafios, la tiranía se propone como una forma nueva y superior de gobierno participativo, como una fórmula de progreso, como una respuesta a determinados poderes fácticos, como una iniciativa de los sectores más desprotegidos y como una solución frente a las dificultades de la época. En los años 30, el nacional-socialismo fue interpretado de esa forma por la mayoría de los alemanes y por muchísimos europeos.
Cada fenómeno tiránico es novedoso y muestra características específicas.
Conviene plantearse, porque es una de las grandes cuestiones de nuestra época, si lo que llamamos proyecto europeo muestra los síntomas de una tiranía.
Basta hablar con cualquiera de los técnicos que ejercen el poder en la Unión Europea, un entramado legal e institucional tan complejo que supera a los dirigentes políticos, para comprobar que se sienten afectados por el cansancio y la incomprensión de los que se quejaba Hierón: ellos, abanderados de la razón, están condenados a lidiar con los desastres ocasionados por la cerrazón populista de los partidos, por la mezquindad de los ciudadanos, por la incompetencia de los líderes y por la avidez insaciable de los mercados financieros.
La validez de la segunda tesis de Strauss es obvia. Cualquier oposición al proyecto europeo en su actual forma es descartable porque, según la verdad aparentemente establecida, su alternativa es el caos.
La tercera tesis no vale como prueba. Que no detectemos características tiránicas en una determinada formulación política no significa que sea una tiranía. Sí significa, sin embargo, que puede serlo.
La cesión de soberanía monetaria efectuada por los Estados firmantes en Maastricht se realizó en beneficio de una entidad técnica, el Banco Central Europeo. Ahora, como supuesta solución a la crisis del euro, se propone la cesión de la soberanía fiscal a otro ente técnico bajo límites de maniobra muy estrictos. Los electores europeos, quizá con la excepción parcial de los alemanes, ya no podrán decidir si quieren más o menos impuestos, si quieren revaluar o devaluar su moneda, si prefieren una dosis de inflación (que actúa como impuesto redistributivo) o una dosis de desempleo (que beneficia a las rentas del capital frente a las del trabajo).

En términos prácticos, la tiranía suele identificarse con la represión más o menos violenta de la crítica. Puede pensarse que en los próximos años, en los que se empobrecerá de forma drástica la vida de quienes dependen de rentas del trabajo o de la asistencia pública, ese fenómeno se convertirá en una de las características de la gobernanza europea.
Entramos en una época interesante, en el sentido de la célebre maldición china. 
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El artículo ha sido publicado por Jot Down Cultural Magazine. Tan sólo me queda aplaudir a Enric González. Un grande sí señor...

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