miércoles, 5 de septiembre de 2012

La guerra del fútbol


En junio de 1969 Honduras y El Salvador se enfrentaron por la clasificación para el Mundial que se celebraría al año siguiente en México, en dos polémicos partidos que acabaron degenerando en un conflicto fronterizo pronto bautizado como "la guerra del fútbol". Obviamente lo que realmente impulso este conflicto no fue el fútbol en sí, sino los intereses económicos de las oligarquías dominantes de ambos países, si bien el detonante (y a la vez la cortina de humo que ocultó el problema raíz) fue el deporte rey.

Estamos en un momento histórico en el cual la nueva y pujante burguesía hondureña quería desembarazarse del yugo de las exportaciones salvadoreñas que lastraban su desarrollo. Por otro lado, la burguesía salvadoreña no quería perder sus privilegios en Honduras ni dentro del Mercado Común Centroamericano (a su servicio y al de Guatemala, las dos “potencias” económicas de la época).

A eso hay que unir otra cosa. Durante los años precedentes habían llegado a Honduras cerca de trescientos mil campesinos escapando de El Salvador -el país más pequeño y más densamente poblado de Centroamérica, cuya tierra estaba (y está) controlada por un puñado de terratenientes-. Allí se establecieron de forma pacífica hasta que, a mediados de los sesenta, el gobierno hondureño decidió conceder a sus campesinos la propiedad de esas tierras de cultivo. Eso supuso, de facto, el que los campesinos salvadoreños tuvieran que emprender el camino de vuelta a su país. Y que El Salvador se negara a recibirlos. A partir de ese momento la tensión entre los vecinos irá en aumento, estimulada por una prensa descerebrada y patriotera que ayudó muy mucho en el tráfico desenlace final, acaecido tras la disputa de los mencionados partidos de fútbol.

El caso es que el polaco Ryszard Kapuscinski, uno de los mejores reporteros de todos los tiempos, decidió acercarse por allí. Llegó a Tegucigalpa horas antes de que estallara la guerra y dejó para la historia este mítico reportaje sobre los cinco días de enfrentamientos en los que consistió esta guerra fraternal.

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