viernes, 9 de noviembre de 2012

Viaje de invierno


Hablamos de “Viaje de invierno” de Charles Baxter, no confundir con aquel maravilloso ciclo de lieder de idéntico nombre, compuesto por Schubert inspirándose en poemas de Wilhelm Müller (Sí, sí, el Suloki también le tira a la clásica… poquito, pero menos es nada). Lo cierto es que el viaje en el cual nos embarca el autor norteamericano no anda tan lejos de aquel que causó una “impresión heladora y sin concesión al encanto o a la felicidad lacrimógena” a la crítica musical del XIX.

¿Pero que es “Viaje de invierno"? Pues un libro fresco, imaginativo y aparentemente sencillo, en el que se nos habla de vidas pequeñas que gravitan sobre el abismo de los deseos, el miedo, la tragedia imprevista y que también, ¡como no!, gozan con los momentos de gracia. Baxter es capaz de sacarle partido a los detalles más insulsos de la vida en esta compilación de pequeñas historias, casi todas ellas protagonizadas por parejas. El libro está en la línea de la mejor tradición literaria norteamericana y su genero estrella: el relato. Evoca, por temática y por estética, a gentes como Richard Ford, coetáneo de Baxter, pero también a William Faulkner, John Cheever o a su majestad Sherwood Anderson.

De entre los cuentos destacan “Alegría inesperada”, historia de un matrimonio que ha perdido a su hija de tres años y se marcha de vacaciones al sur para desatascar un dolor que se halla en punto muerto: "Hicieron el amor para matar el tiempo, con desapego, mientras en el televisor encendido echaban una película de Lana Turner", cuenta el narrador. En “Saul y Patsy empiezan a sentirse a gusto en Michigan” asistimos a la nueva vida de ambos después de una mudanza y en sus conversaciones detectamos una pena latente y un esfuerzo por disimularla. “El locutor” es la historia de un niño o de una muerte, la de su abuela. Un niño que juega a ser mayor grabando sus comentarios sobre la vida imitando el trabajo de su padre: "Bueno, amigos, hoy he jugado con mis trenes. Mami me ha llevado a una tienda a comprar una gorra". La maestra de "Grifo" es capaz de aceptar (e incluso alentar) los errores de sus alumnos porque así “la vida es más interesante”. Y no le falta razón. “El undécimo piso” cuenta la extraña relación entre un padre y un hijo que, a pesar de la distancia (y el continuo distanciamiento), se entienden más de lo que parece. “Atardecer de domingo en el río Hurón”, relato que cierra el libro, viene a ser como un homenaje al placer de contar historias, al arte de sacar partido de los detalles más insulsos. El narrador pasea la vista por un prado la tarde de un domingo y nos va contando lo que ve. Entonces dice: "Mientras me adormezco, pienso en toda la gente que hay aquí, en el hermoso movimiento de los domingueros, y por un instante pienso incluirlos en algún cuento. Pero es imposible. No hay relato aquí". Hace una breve pausa y sigue contando más.

Aunque, sin ningún género de dudas, el relato estrella de la compilación es aquel que le da título: “Viaje de invierno”. Es la historia de Harrelson, un estudiante perpetuo de doctorado, que recibe una llamada de socorro de su novia aislada en una gasolinera. Está borracho y puede conducir a duras penas, pero aún así, tras un viaje algo accidentado, logrará rescatarla. Como os habréis imaginado, el amigo Harrelson es un loser prototípico.

Y eso es todo. Historias en la que apenas hay epifanías, historias en las que apenas hay revelaciones al final del cuento. Impresiones momentáneas cuyo sentido es despertar emociones. Y ya está. ¡Un tipo grande este Charles Baxter! Y eso que, cuando comencé el libro, no pensaba que alcanzaría a gustarme tanto. Es más, ahora que estoy escribiendo sobre él, me he dado cuenta de que aún lo aprecio más.

¡Hala! Y ahora os dejo con el Winterreise:

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