jueves, 14 de marzo de 2013

Rita wants you...


Desde el pasado fin de semana estamos en plenas Fallas. Vale, lo sé, eso no es del todo exacto porque la fecha oficial de la plantá -oseasé, cuando todos los monumentos falleros han de estar correctamente colocados- es mañana viernes. Da lo mismo. Uno sabe que está en Fallas cuando ve a Rita alcoholizada y pegando botes en el balcón del ayuntamiento y eso ya ha pasado. A partir de ese momento los falleros, los churreros y los vendedores ambulantes de chuminadas varias están legitimados para campar a sus anchas por una ciudad que, por obra y gracia de los petarditos y las despertás, se transforma en un enclave de la Franja de Gaza. Pero es que encima aquí, a diferencia de en Palestina, lo peor no es el olor a pólvora sino el olor a refrito que desprenden los puestos de buñuelos de calabaza (pero sin calabaza). Insoportable.

Así que mucho ánimo a los que, como a un servidor, nos toca quedarnos en la ciudad durante estos días siendo víctimas de las arbitrariedades impuestas por la Junta Central Fallera, el Ayuntamiento y el resto de partícipes de esta confabulación blaverista internacional. Y aún más a todos aquellos pringados que, como a un servidor (again), les toca aceptar los desmanes propios de esta curiosa tradición valenciana mientras curran. Sí, sí, os hablo de no poder dormir por culpa de la jarana orquestada por la verbenita/disco-movil bajo tu casa que se pasa por el forro de los cojones cualquier disposición sobre contaminación acústica y aquellos para los que llegar a casa desde el trabajo se convierte en una auténtica aventura -sorteando fallas, casales, niñatos haciendo botellón y/o lanzando pequeñas bombas a los transeúntes…-.

¡Pero que coño! ¡¡¡ya está bien de renegar!!! Bienvenidas sean las Fallas 2013.

Señores... sean felices y no beban mucho. Que luego se acaba haciendo tonterías.

2 comentarios:

  1. Te cuento una anécdota respecto a los buñuelos de calabaza sin calabaza. Hace dos años un “tio del poble”, que hace unos buñuelos de miedo, decidió solicitar una licencia para vender buñuelos en la capital del Turia. Y claro, sus buñuelos, al tener calabaza, eran oscuros. Los turistas veían sus buñuelos y se iban a la “paraeta” de al lado a comprar los de viento. Total, que al pobre hombre no le compró buñuelos ni el tato y se tuvo que ir con el rabo entre las piernas.

    En fin, cosas que pasan en fallas.

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  2. Es que en la capi ni saben ni quieren saber... Visca la Ribera Lliure!!!

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