martes, 9 de septiembre de 2014

Lost in Music

FACES
Mi padre, que odiaba la música pop, preguntaba: "Por qué tiene que estar tan alta?". En ocasiones se trataba de una reprimenda retórica, pero otras veces lo preguntaba con franca curiosidad. Porque el silencio era uno de sus proyectos. Anhelaba una vida silenciosa. Iba por la casa bajando el volumen de las cosas (la radio, la televisión, el tocadiscos) con expresión de dolor y luego cambiaba a otra de alivio exagerado cuando se erguía, exhalaba y decía: “Ahora sí, mucho mejor”. (Esta manía se extendía a una determinación tenaz por eliminar cualquier ruido interno extraño del coche de la familia – traqueteos, zumbidos, chirridos-, una lucha infructuosa teniendo en cuenta la edad del vehículo. Huelga decir que mis peticiones para poner un equipo de música en el coche fueron totalmente obviadas.) Mi padre también me decía otras cosas sobre el pop: que no entendía qué le veía, que a él todo le parecía igual, que no era más que ruido. Bueno, es posible, ¡pero qué ruido! Sobretodo si subías el volumen. Algunos temas te obligaban a ser generoso con el volumen, como “Pool Hall Richard” de los Faces, de 1973, que no tanto empieza como tropieza y luego convierte ese traspiés en una carrera. Y cuando lo oía lo bastante alto y la puerta del dormitorio estaba cerrada, podía correr con él, frente al espejo, simulando con las manos que tocaba una guitarra imaginaria, con el pulgar y el índice de la mano derecha apretados y pegados al muslo mientras le cantaba la letra a mi reflejo, si bien no era nada fiel a la realidad porque Rod Stewart, que cantaba, no tocaba la guitarra en esas canciones. Pero el disco era tan bueno que quería hacer las dos cosas a la vez, y si hubiera podido tocar también la batería al mismo tiempo, lo habría hecho. (Existe un ensayo de psicología que relaciona tocar la guitarra y fingir tocar la guitarra con la masturbación, pero creo que puedo rebatirlo con un par de frases. Tocar la guitarra no se parece en nada a masturbarse. Tocar la guitarra es mucho más difícil.)Sin embargo, a veces necesitabas el ruido por otras razones. Necesitabas comportarte como un adolescente, así que pasabas horas en el dormitorio, tumbado boca arriba en la cama, con un disco puesto y desbordado por una aflicción inconmensurable. Esos eran tus años de Samuel Beckett. Y en ocasiones el pop conseguía sacarte de ese estado, aunque a menudo te hundía más en él, que es donde querías estar. Entonces, le dabas la vuelta al single de “Pool Hall Richard” y ponías la otra cara, que era “I Wish It Would Rain” (“ojalá lloviera”, en inglés).
No hay nada como el pop para abstraerte, pero sucede al revés: no hay nada como el pop para centrarte en ti mismo. Ahí está el pop, esa fuerza positiva y extrovertida, capaz de acelerar el corazón y acelerar el pulso. Así pues, era extraña la naturaleza solipsista de todos esos placeres que encontrabas en él: las horas pasadas en el dormitorio (no solo, según Roddy Frame, sino a solas), los bailes sin nadie más, las imitaciones frente al espejo y pasar el rato a oscuras con los auriculares puestos, que sigue siendo mi manera preferida de escuchar cosas, hundirme en ellas y aislarme sin distracciones. En ese momento el pop no era la banda sonora de tu vida, era tu vida.
¿Por qué tiene que estar tan alto? Porque cuando está alto, el bajo se oye latir y la batería patalea y las guitarras se deslizan por toda la habitación y el conjunto te golpea en el pecho. Porque cuando está alto, no puedes oír nada más, en especial a las personas que te preguntan por qué tiene que estar tan alto.
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Lost in Music - Giles Smith (Ed. Contra).
Imprescindible para melómanos, melófagos y personas en tránsito entre una y otra condición. 

viernes, 5 de septiembre de 2014

Starewitch es el único Dios y Svankmajer su profeta (los Quay son directamente Satán pero desdoblado)

Ya hace unos días, a la vuelta del viajecito que me llevó a transitar por las dos capitales del porno europeo, escribí una entrada en la que declaraba mi fascinación por la muestra “Metamorfosis, visiones fantásticas de Starewitch, Svankmajer y los hermanos Quay” del CCCB de Barcelona. También os prometí un post al respecto. Así que, como lo prometido es deuda y yo, como los Lannister, siempre pago las mías, aunque a veces lo haga tarde y mal, pues aquí me tenéis.

Antes de entrar en materia quiero reafirmarme en lo que dije de que la exposición es una auténtica maravilla. Para ser más exactos dije “una puta maravilla”. Lo es. Me lo sigue pareciendo aún. Y lo digo ahora, cuando ya han pasado un par de semanas desde que la vi y, lógicamente, el recuerdo comienza a difuminarse.

Estamos hablando de una exposición enorme, en sentido cualitativo pero también cuantitativo, que nos lleva a través de la obra de cuatro figuras esenciales del cine de animación. Unos tipos que, aún perteneciendo a geografías y generaciones distintas, habitan un mismo universo en el cual se entremezclan la ciencia y la magia, la realidad y la leyenda, el sueño y la vigilia... Y es que, con sus lógicas particularidades, es bastante sencillo encontrar un imaginario común, fantástico y hasta tenebroso en la obra del ruso-polaco Ladislas Starewitch, el checo Jan Svankmajer y los norteamericanos Stephen y Timothy Quay. Un ámbito en el cual se reflejan tradiciones y mitologías populares junto a referentes gráficos, literarios y hasta científicos comunes que pasan por las novelas de Kafka, las pinturas de Ensor, el cuento tradicional de hadas, los estilismos literarios de Bruno Schulz, Sigmund Freud y el mundo de los sueños, los relatos de terror clásico, la animación de siluetas de Lotte Reiniger, los mundos insanos de El Bosco, las historias de los hermanos Grimm, la ciencia preilustrada, la alquimia, el surrealismo de Salvador Dalí, las fantasías de Felisberto Hernández, la alquimía, el mundo de las marionetas, Goya, Buñuel, Grandville y hasta Archimboldo.

La muestra está compuesta por 550 piezas entre dibujos, esculturas, fotografías, pinturas, pósters, figuras y marionetas y es que, no solo de audiovisuales vive el hombre. Si bien ni siquiera todos los audiovisuales son creaciones de los autores a los que se dedica la muestra. Y es que se ha tratado de establecer referentes literarios, artísticos, filosóficos, cinematográficos e incluso científicos, que nos ayuden a entender los cómos y porqués de estos genios. Con todo y con eso la muestra está consagrada principalmente al cine. A las proyecciones de unos raritos que se resistieron/resisten en cumplir con las convenciones narrativas que la modernidad les ha impuesto. Y es que, como algunos críticos apuntan, frente al mundo de lo adulto y lo correcto, la imaginación de Starewitch, la provocación de Svankmajer y los personajes en eterna convalecencia de los hermanos Quay se postulan como una invitación a la libertad.
Es evidente que David Lynch, Tim Burton o Wes Anderson te recomendarían esta exposición...
Lo dicho, un pasote. Como las marionetas de este hombre: 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Septiembre de 2014. A POR VILMOS TRADITIONAL MUSIC SESSION aka TODOS SOMOS VILMOS aka IN VILMOS WE TRUST...

Y es que Vilmos no puede escaparse. De ahí que muchos tranvías de Budapest aún hoy día congreguen a furibundas huestes de adictos a la destrucción, onda “The Purge: la noche de las bestias” pero bien organizado, a la caza de este tío, obispo para más señas, que pasó a la posteridad por defender a los judíos en su Hungría natal durante el nazismo. Si bien, según leo en la Wikipedia -”palabra de Dios, te alabamos señor...”-, al final el gachón murió a manos del Ejército Rojo, quien asaltó su residencia de Györ. El asunto es que no sé si a Vilmos le hubiese gustado esta lista homenaje, aunque quien sabe. Porque es cortita, mucho más de lo normal, y variadita como casi siempre. Viene influenciada por muchas cosas, gentes y hasta imágenes, destacando poderosamente la de monseñor Cañizares con su capa magna en modo “hola soy tu monstruación” que todos hemos padecido en días recientes. Me da que esto último no hubiera sido muy del gusto de Vilmos. Por lo del color rojo y tal, ya me entendéis. Pero bueno, no creo que eso le importe mucho a nuestro Cañete episcopal. 

Bueno, dejo el repertorio de chorradas y os dejo con una nueva compilación de canciones que nos han de introducir en el inicio del nuevo curso escolar. Septiembre, mes de grandes lanzamientos musicales. A ver que nos depara.
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