miércoles, 25 de noviembre de 2015

Elogio al cine de Larraín

El tipo tiene mi edad. Bueno, no exactamente. Sería un mes mayor que yo atendiendo a los exactísimos cálculos de longevidad de mi señora madre. Lo que quiero decir es que Pablete es un pipiolo, como este menda, pero su trayectoria cinematográfica ya es equiparable a la de realizadores nacidos dos, tres y hasta cuatro décadas antes que él. Pablo Larraín es hijo de Hernán Larraín, senador y presidente de la UDI -los fachosos de Chile-, y de Magdalena Matte, ex-ministra de Vivienda y Urbanismo en el gobierno de Piñera. Sin embargo los mensajes de sus películas poco o nada tiene que ver con muchas de las mociones secundadas por sus progenitores. Y es que, antipinochetista declarado, no se corta a la hora de manifestar que “la derecha es responsable directa de lo que pasó con la cultura en esos años, no solo con la eliminación y la no propagación de ella sino, también, en la persecución de autores y artistas". O "la derecha en el mundo no tiene mucho interés por la cultura y eso revela la ignorancia que probablemente tienen, porque es difícil que alguien disfrute o se encante con cosas que no conoce". No parece casualidad por lo tanto que el cuarto largometraje del director chileno fuese “No” (2012). Aquella cinta en la que Gael García Bernal interpreta a un publicista que desarrolla la campaña en favor del no en el plebiscito de 1988, para impedir que Augusto Pinochet continúe en el poder. Emocionante película que supone una anomalía dentro de la filmografía del realizador chileno. Y es que, a diferencia de lo que ocurre en el resto de su obra, “No” despliega entusiasmo y positividad, como no podía ser de otra forma dado la temática y el mensaje a transmitir. Si bien, esa metáfora colorista de la transición política chilena, no renuncia a la amargura del recuerdo, para lo cual se sirve de imágenes extraídas de documentales y programas televisivos de la época.

Más allá de “No”, quizás su película más reconocida hasta el momento, Pablo Larraín es responsable de “Fuga” (2006), “Tony Manero” (2008), “Post Mortem” (2010) y “El Club” (2015). También colaboró en la serie de televisión “Prófugos” (2011), emitida por HBO Latinoamérica, y tiene previsto presentar el próximo año un biopic sobre Pablo Neruda. A falta de visionar esa “Fuga” que supuso el debut del santiaguino en la gran pantalla, tan solo puedo afirmar que el tío es un fenómeno. Hay que rendirse a la obra y al buen hacer de este hombre. Alguien por quien merece la pena pagar la entrada del cine. Y cada vez quedan menos.

Post Mortem”, “Tony Manero” e incluso “El Club”, son películas con un toque de desasosiego que difícilmente dejan a nadie indiferente. La primera de las tres narra la historia de un empleado en la morgue de un hospital de Santiago durante los días previos al golpe. Es una película deliciosamente turbia protagonizada por un personaje de esos que se recuerdan por siempre. Mario, un administrativo cuyo cometido es pasar a máquina los informes de las autopsias en el depósito de cadáveres del hospital. Un tipo que fantasea con su vecina, una atractiva bailarina de cabaret, que desaparece misteriosamente el 11 de septiembre. Además del personaje, magistralmente interpretado por Alfredo Castro, también destaca Antonia Zegers, a la sazón ex-esposa y madre de los dos hijos del director.

Dos actores que también participan en “Tony Manero”, posiblemente mi cinta favorita de entre todas las mencionadas. Y la más sórdida de todas ellas. Se sitúa, al igual que “Post Mortem”, en el difícil contexto social que supuso la dictadura de Augusto Pinochet. Aquí el protagonista es un tal Raúl Peralta -otra vez interpretado de forma magistral por Alfredo Castro- que vive obsesionado con la idea de remedar a Tony Manero, el personaje de John Travolta en "Fiebre del Sábado Noche". Esas ansias de interpretar a su gran ídolo y su anhelo por ser reconocido como una estrella del mundo del espectáculo, le empujan a hacer lo que sea para cumplir su sueño. Vamos, que quien se entrometa ya sabe lo que le espera. La película es dura. Por momentos cercana al mal rollo. Sobretodo en un par de escenas que no revelaré y que son de esas que dejan marca.

Ya para acabar referirme a “El Club”, la última película presentada por Larraín y con la que obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Berlín. En ella también participan el mencionado Alfredo Castro, la Zegers y otros habituales del universo Larraín como Jaime Vadell y Marcelo Alonso. La premisa es chula pero jodida. ¿Que hace la Iglesia con aquellos curas cuyas debilidades aconsejan apartarles de la luz pública? Pues antes que entregarlos a la justicia, que sería lo suyo, taparlos y taparse como institución a través de la técnica del retiro. Vamos, que se les oculta en casas de reposo, con sus cuidadores-controladores, sometiéndoles a una serie de estrictas reglas de convivencia que, entre otras cosas, les permita pasar inadvertidos ante los laicos residentes en el enclave escogido. Allí habrán de pasar el resto de sus días todos estos curas descarriados, colaboracionistas con regímenes con comportamientos poco cristianos, cuando no directamente pedófilos. Y de eso va "El Club". De una comunidad de este estilo sita en un remoto pueblo costero del Chile actual. Del día a día de estos curitas en ese retiro. De como purgan sus pecados y esconden sus miserias. Y de como, algunas veces, ese terrible pasado vuelve y todo aquello que parecía sólido se transforma en líquido cuando no en gaseoso.

Vean el cine de Larraín, bien que merece la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...