miércoles, 29 de junio de 2016

La tierra que pisamos

Comenta su propio autor que, de lo que realmente va “La tierra que pisamos”, de lo que nos habla con ese lenguaje tan directo y brillante marca de la casa, es de cómo nos relacionamos con la tierra y también de nuestra capacidad de resistencia. Se lo escuché decir hace tan solo un par de meses, en la presentación que de esta, su segunda novela, hizo en la Librería Bartleby de Ruzafa. Dijo eso y otras muchas cosas, como que su paisaje literario quedó fijado entre los cero y los diecinueve años en su Olivenza natal y en Torrijos, provincia de Toledo, donde se trasladó por motivos familiares. La verdad es que una vez leída esta novela -y la anterior- queda bien claro que la tierra que pisa Jesús Carrasco es aquella que va desde ese punto de la frontera portuguesa y la planicie castellana.

El libro nos sitúa a comienzos del siglo XX en una España rural y atrasada que ha sido invadida por el mayor imperio que Europa ha conocido. Un imperio sin nombre que, tras pacificar las tierras bárbaras, ha premiado a sus élites militares con haciendas en las colonias. Eso nos lleva hasta un pequeño pueblo de Extremadura donde reside el matrimonio Holman. Idílico remanso de paz y olvido en el cual se cuela, inesperadamente, un personaje asalvajado y aparentemente enajenado. Aquí se inicia una relación de inicial desconfianza y posterior empatía entre la sra Holman y Leva. Este último es un peculiar invasor que no se limita a ocupar el espacio físico de Eva y su marido, sino que termina por invadir su vida entera. El perfecto acicate para que nuestra protagonista busque el auténtico sentido de su vida y purgue sus demonios personales. Aquel y aquellos de los que su propia educación y sus particulares circunstancias la han desviado. 
 
La narración alterna el presente con el pasado, lo real con lo imaginado o más bien lo intuido por Eva, cuya visión de la gloriosa invasión va variando conforme profundiza en las enormes vicisitudes sufridas por Leva. La novela tiene un ritmo bastante lento, se estructura a base de capítulos cortos y su principal valor, además del estilo directo y conciso característico del autor, está en la capacidad de sugerir cosas. Con todo, me ha parecido inferior a “Intemperie”. Sin llegar a aburrir el libro va perdiendo fuelle con el paso de las hojas. De ahí que al final me haya dejado cierto regustillo amargo. Es lo que tiene empezar tan fuerte. En todo caso, me ha parecido un buen libro. Y sigo creyendo que Jesús Carrasco es una de las voces más interesantes de la literatura en castellano en la actualidad.

lunes, 27 de junio de 2016

No se puede

Nunca me he sentido tan próximo a Leo Messi como en la madrugada de ayer y eso que no vi la final de la Copa América Centenario y de haber tenido el ánimo como para verla, hubiese apoyado a Chile. Al astro argentino se le rompió el alma tras perder su cuarta final consecutiva con la selección. Ganaron los chilenos tras una tanda de penaltis en la que la estrella del Barça falló el suyo, el primero y probablemente el último que lance embutido en la camiseta albiceleste. "Para mí se terminó la selección. Ya lo intenté mucho, me duele no ser campeón con la Argentina y me voy sin poder conseguirlo".
Adiós muchachos compañeros de mi vida...” que cantaba Gardel...
Le comprendo.

Mi sentimiento es similar esta mañana, pero por algo mucho más importante. Cosas de la resaca electoral. El pueblo soberano ha decidido que sarna con gusto no pica. Y es que al final ha vuelto a triunfar la pinza, pero no la tan cacareada por la dirigencia socialista, sino la que se pusieron los españoles (y mucho españoles) en la napia a la hora de depositar su papeleta en la urna. Se confirma con ello que hay entre un 25 y un 30 por ciento de españolitos a los que se la suda todo. Se vota al PP siempre, por tradición y aunque les roben en su propia casa. Uno de cada tres votantes, ¡poca broma! Así evitan, por ejemplo, que el Coletas rompa la sacrosanta unidad nacional y nos traiga aquí a Maduro y a Ahmadineyad de asesores gubernamentales. Eso debe ser. 

Y es que el resultado no ofrece duda. Las lecturas al mismo tampoco. La fidelidad de ese electorado resiste pruebas que cualquier democracia desarrollada difícilmente soportaría. Como decía Jesús Maraña esta mañana, estamos a años luz de cualquier otra referencia en occidente. Aunque quizás no tan lejos de esa deteriorada Venezuela a la que tanto recurren algunos. Rajoy puede que sea un hijoputa, pero es nuestro hijoputa y eso es lo que importa. Muy triste todo.

Alguien me dijo alguna vez que la gente no se queja realmente de la corrupción, tan solo de que no les llegue su parte del botín. Al final va a ser que tenía razón. Eso o que este es un país de pre-mentales y cuñaos. O las dos cosas a la vez, que es lo más probable. Borreguismo ilustrado. Nada para el pueblo pero con el pueblo.

Hoy es 27 de junio, jornada post-electoral. San Cirilo de Alejandría, día en el que el sol se pone más tarde. Y yo estoy devastado. Se confirma aquello que demasiados pronosticaban pero yo me negaba a ver. Este país no tiene arreglo. Nunca lo tendrá. Tan solo cabe huir de él como de la peste. Echar a correr sin mirar atrás y llegar lo más lejos posible antes de que se ponga el sol. Dejar toda esta mierda de una vez por todas. Me gusta pensar que el nuevo amanecer se producirá en un entorno mejor. Una pizca, no mucho más, algún lugar en el que exista un mínimo resquicio por el que la esperanza pueda colarse. Tampoco es mucho pedir ¿no? 

viernes, 24 de junio de 2016

A propósito de Warcraft, the movie

"Warcraft" es un juego de estrategia, además de un videojuego, muy exitoso entre adolescentes y post-adolescentes. Transcurre en un ambiente épico donde los humanos se enfrentan a los orcos, a otras criaturas fantásticas y a gentes de mal vivir. Algunos tienen poderes y todo. Inexplicablemente para quien suscribe estas líneas, la cosa tiene una legión de adoradores dispuestos a gastarse los cuartos en sus distintas versiones, además de en las novelas y cómics, tarjetas coleccionables, figuritas de monstruitos, camisetas y hasta gayumbos, amén de todo tipo de mondongos relacionados con esta versión de baratillo de "El Señor de los Anillos". Pero bueno, Sheldon, Leonard, Wolowitz y Kunal son megafans, así que calleu ignorants...

Duncan Jones también es súper fan. Y por eso el hijísimo ha decido dirigir "Warcraft, el origen", en lo que parece va a ser la primera entrega de una saga cinematográfica llenasalas. Producto absolutamente prescindible creado única y exclusivamente, con el ánimo de sustraerle la paga semanal a la chavalada. Es triste, pero cierto. Más porque quien anda detrás es el vástago de David Bowie, responsable de  "Moon" (2009) y "Código fuente" (2011). Y es que, lo siento Duncan, pero el fanatismo respecto al videojuego no te excusa de nada. De hecho, precisamente por eso, deberías haber tomado distancia del proyecto. Nadie puede tomarse tan en serio el ridículo universo "Warcraft" y querer plasmarlo en una película. Y es que esto último se nota taaaaaanto... que produce vergüenza ajena. Suena todo tan a refrito de tantísimas cosas (malas), tan a cutrez, tan a batiburrillo de estupideces, es todo tan absurdo, los personajes son tan grotescos, la trama es tan burda, el sobreabundamiento de efectos y escenarios generados por ordenador es tan evidente... Vamos que el proyecto es indefendible. En definitiva que el film es un mojón de primer orden. Un ñordo de dimensiones catedralicias. Y su responsable, el amigo Duncan, demuestra una carencia total y absoluta de personalidad en la dirección. Es una lástima, la verdad. A ver si es capaz de recuperarse de esta. Aunque ahora mismo tengo mis dudas. 

miércoles, 22 de junio de 2016

Un tal Juan y otros que tampoco son científicos

El pasado jueves en el Magazine, casi de rebote, pude asistir a un bolo en el cual descubrí a dos pedazo bandas bien diferentes entre sí.

Primero fue Tall Juan, proyecto apunkarrao de Juan Zaballa, espigado argentino fan del "rojo de Avellaneda" y residente en la Gran Manzana. En Queens concretamente, como otrora los Ramones y lo que hoy día queda de ellos, supongo. Mítica banda por la que Juan profesa admiración ¡aunque no hace falta que lo jure! Visto, o mejor aún oído, lo que propone es evidente que bebe de esa fuente.
Me encantó la puesta en escena y la defensa de sus, aún, no demasiadas composiciones. Cuestión esta última que a buen seguro enmendará con el tiempo. Al menos eso espero, porque el tipo me pareció muy talentoso. 
Más allá de las evidentes virtudes de canciones como "Why Not?" o "Falling Down", ambas incluidas en el setlist de la noche, moló su pose, esa actitud entre un Elvis electrificado y un Jon Spencer con o sin sus Blues Explosion.
Muy, pero que muy chulo.

Después fue momento para los lyoneses Not Sciencists, en formato power trío o más bien ultrapower por como sonaron. Y es que la actuación de estos ex-miembros de Uncommonmenfrommars y No Guts No Glory sobrevoló sobre nuestras cabezas como si de fuego valyrio se tratase. Punk rock a todo trapo, muy pero que muy rocoso. Canciones engarzadas sin apenas interludios, que transformaron el show en un muro de sonido dejándonos sin resuello. Afortunados de nosotros.
Brutales.

Antes de todo tocaron The Obleans, de aquí del terruño, pero poco puedo contaros de lo que no vi. Lástima, O no, la verdad es que no lo sé.

Y eso es to..to..todo amigos...

sábado, 18 de junio de 2016

Yo también fuí al Festival de les Arts. Penitenciagite.

Vale, sí, fui al Festival de les Arts y no había dicho ni . Y es que, me he pasado estos días meditando sobre mi experiencia en el que, algunos pretenden, sea el festival musical hegemónico de la primavera valenciana. Y la verdad es que, al final de la carrera, fue menos malo de lo esperado. Bueno, mejor dicho, no llegó a la categoría de zurullo, tan solo a la de caquita de oveja. Y baratico, que eso es de agradecer, no solo en lo a que al precio de la entrada se refiere, también en el coste de privar.

Se presentaba esta segunda edición con Manel, The Strypes y los Drums como cabezas de cartel. O al menos, como propuestas más interesantes para un servidor. Ellos y el resto de bandas clónico-vetustas que hacen las delicias de la muchachada. Alguna vez alguien debería explicar en que se diferencian el tal Izal, Miss Cafeína, Supersubmarina, Sidecars y demás mondongos. Y es que cada vez resulta más complicado distinguirles entre sí. Por no hablar de que, a santo de qué el modelo debe ser, sí o sí, Vetusta Morla. Que no me parece ni bien ni mal, de hecho respeto a la banda de Tres Cantos, ¡pero hostia puta! que hay miles de bandas más a las que copiar, ¡cojones! No cuesta nada ser original aunque tan solo sea para aprovecharse de angustias ajenas. Eso por no hablar del ritmo de publicación de discos que se gastan los gachones. No Vetusta sino los mencionados vetustos. Cualquiera diría que compran estribillos al peso y con eso ya les vale para parir discos año tras año. Eso satisface a ese público entregado de antemano. Aunque quizás lo que les hace grandes (jeje) es que hacen música para oídos poco exigentes y que lo de ir a verles/escucharles es una escusa para emborracharse, salir, ligotear y, a ser posible, meterla en caliente. Desde esa óptica nada a oponer. Desde la estrictamente musical sí y mira que lo siento peña, pero es que el tal Izal es aborrecible. ¡Si lo reivindica hasta Pdr Sncz! Ostia què voleu???

Pasando a lo meramente artístico (y la música lo es fans de baratillo, o al menos debería serlo), deciros que el primer día vi, así de seguidito, a Ángel Stanich, a Manel, The Dandy Warhols, Siberian Wolves y The Strypes. Y aunque me dejara por el camino a Senior, a los Fratellis o incluso a We Are Sciencists, la sensación que me quedó fue de satisfacción. No solo eso. De no ser por la jornada del viernes hubiese calificado mi paso por el festival de auténtica mierdaka. Y es que el cartel del sábado telita...

El principio de todo fue con Ángel Stanich, trasunto peludo y psicotrópico del mismísimo Dylan, que nos deleitó con una selección de sus mejores composiciones en clave roquera. Y cómo no, esa temazo titulado “Carbura!” que tantas cosas buenas anticipa en el devenir artístico del santanderino. Después acudimos prestos a la puesta en escena de “Jo Competeixo”, cuarto disco en la trayectoria de Manel. He de deciros que, dadas las circunstancias, no estuvo mal. O sea, los que sigáis este blog ya sabéis que soy bastante fan del cuarteto barcelonés. El problema es que la evolución pseudo-electrónica del último elepé no mola. Siguen viviendo de sus letras, sí, que continúan siendo buenas, pero ya no es lo mismo de antes. Han perdido parte de la frescura que les hizo grandes. Sin embargo, pasando por encima del hecho de que gran parte del setlist estaba integrado por sus últimas composiciones, hubo espacio para recuperar y disfrutar el jaranismo primigenio de sus dos primeros álbums. Aparcando esos delirios a lo Vampire Weekend que tan mal les sientan. Aiiii Dolors si tot hagués anat per eixe camí... Tras los catalanes y en el mismo escenario, asistimos al que, sin ningún genero de dudas, fue el mejor show del finde. Para mi sorpresa, no os lo voy a negar. Y es que el espectáculo revival que se sacaron de la manga los Dandy Warhols fue de aúpa. Un repaso a lo mejor de su etapa en Capitol en la que no podían faltar jitazos como “Boys Better”, “We Use to Be Friends”, “Good Morning”, “Bohemian Like You” o la gloriosa “Not If You Were The Last Junkie On Earth”. Increíble. Disfruté como un enano. Incluso con sus nuevas canciones que, todo hay que decirlo, no suenan nada mal. Tras este inesperado momento de éxtasis fue momento de hacer un break y meterse algo no alcohólico en este maltrecho cuerpo próximo a la cuarentena. Lo del break es relativo, porque nos fuimos directos al concierto de mis paisanos Siberian Wolves. Y a pesar de la ridícula ubicación -en un escenario separado de una gradería por una suerte de ría con sorpresa- los tipos sacaron adelante la encomienda con buenísima nota. Merece la pena este dueto setabense con esa peculiar visión de la música mediterránea, entre el grunge de primera generación y lo psicodélico de toda la vida, amén de evidentes reminiscencias a bandas actuales como Royal Blood o mis amados Japandroids.
Ya para acabar la jornada y a modo de despedida y cierre, nos empapamos de la propuesta de los adrenalíticos Strypes. Jovencísima banda irlandesa de rock a toda mecha que vienen petándolo desde que publicaran su magnífico debut “Snapshot” (2013). Y eso es a lo que vinieron hasta Valencia, a petarlo. ¡Y vaya si lo consiguieron! Tan solo decir que este menda, absolutamente derrengado a esas horas, fue capaz de sacar fuerzas de flaqueza para botar y cabecear ante tamaña demostración de actitud. ¡Impresionantes!
Y de ahí a casa sin pasar por la casilla de salida. Mortet.

que ver con lo vino el sábado. Segunda jornada del festi de la que me voy a ahorrar comentar nada, salvo que Arizona Baby estuvieron correctos y reivindicativamente acertados, Holy Paul divertidos en el lago de las caídas, Hurts muy por encima de lo que suelen enlatar (lo que tampoco es decir mucho) y The Drums elegantes como siempre, pero excesivamente lánguidos para lo que esas horas de la noche requerían.

¿Y de Love Of Lesbian no dices nada Sulo? Pues sí, que una buena mierda para Santi Balmes y sus adláteres. Y otra para ti por preguntar. 

¿Y esa foto de cabecera? ¡Yo que sé! Está petado, así que será el jodido concierto de Izal. ¿Acaso importa?

¿Y no pones más? ¿Ni siquiera enlaces? ¿O videos? ¡Pues no! ¿Q te crees que es esto? ¿El Mondosonoro? 

lunes, 13 de junio de 2016

Galápagos

Me importa una mierda Charles Darwin y su teoría de la evolución biológica a través de la selección natural. Otra cosa sería que el guiri se hubiera centrado en la involución, fabulando en un marco que se antoja tremendamente sugestivo para el hacedor literario. Sin embargo, el barbudo naturalista desdeñó tamaña oportunidad decantándose por la senda del rigor científico. Craso error enmendado por Kurt Vonnegut en una de sus obras mayores: “Galápagos”.

Y sí, cómo os figurareis el título hace referencia a esas islicas, declaradas Patrimonio de la Humanidad en el 1978. Archipiélago sito en el océano Pacífico y perteneciente a la República del Ecuador, conocido principalmente por sus numerosas especies endémicas, los estudios de Darwin y cómo no ese mal del siglo XXI llamado turismo. De ahí que uno pueda bucear entre peces de colores, practicar surf sobre tiburones martillo, avistar orcas desde Roca Ballena, fotografiar al emblemático piquero de patas azules, molestar a las tortugas gigantes en el entorno de sus criaderos o simplemente tostarse al sol con un daiquiri en la mano en su célebre playa de arena de coral.

Estamos ante una de las novelas referenciales de este escritor estadounidense fallecido en abril del 2007. Obra de ciencia ficción, pero no tanta, con altas dosis de humor negro en la que, para no perder la costumbre, Vonnegut ofrece su visión crítica de la sociedad. Y es que, imbuido por el espíritu del darwinismo social y del otro, se dedica a cuestionar las virtudes del cerebro humano desde una perspectiva evolutiva.

Tenemos ante nosotros a un reducido grupo de personajes que, a mediados de los ochenta, naufragan en las Galápagos a bordo de un crucero. Pero no es realmente un viaje de placer tal como se configuró inicialmente. Nuestra tropa llega allí huyendo de los efectos de una crisis financiera mundial que ha paralizado Ecuador, el Perú y la economía mundial en general. Después sabremos que una enfermedad infecciosa convierte en estériles a todos los seres humanos del planeta, excepción hecha de nuestros náufragos. De ahí que, en el siguiente millón de años, los descendientes de estos acabarán por convertirse en el nuevo ser humano dos/punto/mierda. Una suerte de mamíferos de piel aterciopelada, con hocico, pseudo-aletas y un cráneo aerodinámico como el caparazón del Palau de les Arts.

La historia nos la narra el espíritu de Leon Trout, hijo del recurrente personaje de Vonnegut Kilgore Trout. Un veterano de guerra que se ve afectado por las masacres del conflicto, deserta y se instala en Malmö, dónde trabaja y muere decapitado en un astillero. En la primera parte de la novela nos va presentando a los diferentes personajes y sus bizarras circunstancias. En la segunda nos describe el inicio de la involución propiamente dicha. El cómo la sobrevalorada especie humana devendrá en una suerte de hombre foca pre-mental absolutamente imbécil y por ello absolutamente feliz. Un gran libro.
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