jueves, 16 de noviembre de 2017

Diamont Dancer - "Shapes"

Llevo unos días metido de lleno en un proyecto de música ambient facturado en la terreta. Tras él andan Pau Roca (La Habitación Roja, Lost Tapes) junto al diyéi y productor Nacho Marco y la cosa atiende al nombre de Diamont Dancer. Na’que ver con la canción de Bill Callahan. El caso es que acaban de “debutar” con este delicioso artefacto sonoro titulado “Shapes”, en honor a sus siete cortes con nombre de formas geométricas. Temas instrumentales, absolutamente hipnóticos y que podemos encuadrar dentro de ese cajón de sastre por todos conocido como sonido experimental. Se trata de un disco conceptual, como no podía ser de otra manera, que nos remite a cosas variopintas del ayer y de hoy. Algunas influencias son bien evidentes, como la huella del combo Fripp-Eno, las texturas escuela Orbital o incluso el alma atmosférica de unos Mogwai. Otras no tanto, o quizás más puntuales, como cierta deriva en algún tema que, perfectamente, podría encajar en la banda sonora de “Drive”, amén de picotazos que remiten a las celebérrimas “Tubular Bells”. También aprecio algo de las melodías minimalistas alla maniera di David Cordero y su “rumor del oleaje” y en definitiva a esa teoría de los paisajes audibles patentada por R. Murray Schafer. Si bien, esto último parece algo más forzado. Ahora que lo pienso lo de Mike Oldfield también.

Lo cierto es que ya hace meses que me llamaron la atención. Y es que, los organizadores de la Filmoteca d’Estiu 2017 tuvieron la brillante idea de inaugurar el ciclo con un pase especial del clásico de Eisenstein “El acorazado Potemkin”. Lo de especial es porque venía acompañado del directo de Diamont Dancer, ejecutores de una particular y novedosa banda sonora. Y así, con los dos miembros del proyecto colaborativo cara la pantalla, es como realmente les descubrí. ¿Y el maridaje? Pues bastante bueno, la verdad. Por momentos mucho. Hasta cojonudo. Sobretodo al inicio de la película, pero también ya hacia el final, en varias de las escenas que transcurren en el puerto de Odesa. Hasta el punto de que ahora, la archiconocida escena de la escalera -aquella de la madre que es alcanzada por la bala de un cosaco y el cochecito con su bebé acaba rodando escaleras abajo-, no solo me recordará al final de “Los intocables de Eliot Ness”, a la descacharrante secuencia inicial de “Atrápalo como puedas 33 1/3”, o aquella divertida escena de “Bananas” en la que Woody Allen se queda compuesto y sin novia. Y a Dios gracias que así sea.

 
Pegarle una vuelta al disquito. Paga la pena.  

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