martes, 28 de febrero de 2017

Bowie, de Simon Critchley

Antes de que se cumpliera un año de la muerte de David Bowie, salió publicado este librito firmado por un afamado filósofo británico. Si me interesé por el mismo, entre el cúmulo de lanzamientos dedicados a la figura del Duque Blanco tras su muerte, es precisamente por venir de quien viene. Y es que al ser Simon Critchley filósofo antes que fan, que también, le suponía capacitado para abordar el asunto con un enfoque distinto. Y eso es exactamente lo que encontré en esta obra sobre "Bowie". El intenso esfuerzo de alguien que pretende descifrar el enigma Bowie pero en clave personal. Comprender cómo todas esas grandes canciones y hasta la propia existencia del músico, hicieron de la vida de Critchley algo mucho más interesante y rico. Huyendo de la insustancialidad durante el largo período de vida en el que ambos coexistieron en este mundo. 

El libro huye de las fechas y de las cifras. No importa cuantos álbumes vendió Bowie ni cuantas personas asistieron a aquel mítico concierto celebrado en nosedonde. No se describe ningún hecho importante en la vida de Bowie, ni se cae en cuestiones coloristas más propias de las revistas de papel cuché. Critchley traspasa la hipnótica y mediática apariencia del Duque para llegar hasta sus entrañas, también las de Ziggy y hasta las del Mayor Tom, logrando describir esa original visión del mundo que inspiró su música, aspecto, visiones y estrategias y, en definitiva, su forma de vida. Todo ello desde el particularísimo punto de vista de su autor. Un oyente que asimila en primera persona el mensaje contenido en las letras del músico, traduciéndolo en términos íntimos y personales. De ahí que Critchley nos hable de su vida a través de la experiencia de introducirse en los mundos que Bowie dibuja con sus letras.
"Los episodios que aportan a mi vida alguna estructura vienen con una frecuencia sorprendente de la mano de las letras y la música de David Bowie. Bowie hilvana mi vida como ninguna otra persona que conozca."
Interesante libro, pero solo para fans. O al menos, iniciados en la causa.

viernes, 17 de febrero de 2017

Dos libros del Rojo

Cuentan que la nave Curiosity, que se encuentra orbitando alrededor de Marte desde no se sabe cuando, se canta el cumpleaños feliz a sí misma todos los años. Estamos ante el que, probablemente, sea el aniversario más triste de todo el sistema solar. O no. También está el de los protagonistas de “Ultraligero” (Rasmia Ediciones, 2016) primera incursión en el mundo de la novela de Iván Rojo. Por cierto, un libro que se presenta en una edición muy cuidada, con una bonita cubierta protagonizada por una pintura original de Manuel Sáez.

La vida del hombre pájaro, nuestro protagonista principal, es la de alguien hastiado de vivir. Al menos de vivir de esa forma. Y es que a fuerza de padecer algunos de los sinsabores que sufren a diario tantos seres humanos, ha acabado convirtiéndose en una persona desesperanzada con una vida monótona y más bien aburrida. Nuestro héroe consume los días sorteando la apreturas económicas entre cervezas, partidas al FIFA y cópulas a desgana. Eso cuando no le toca ir a trabajar a uno de esos curros de mierda con los que se gana el pan. Bueno, también le gusta pasear sin destino conocido. Y hasta observar pájaros, para catalogarlos sirviéndose de los conocimientos adquiridos a través de alguna guía ilustrada. Todo eso a la espera de que llegue el fin. El momento en el que se produzca ese gran incendio negro que debe acabar con todo y con el que lleva soñando desde hace tiempo. Sin embargo, su horizonte vital cambiará cuando, de manera fortuita, se tope con nuestra protagonista femenina.

La herida es una mujer rota por fuera pero sobretodo por dentro. Alguien cuyo deterioro físico se antoja insuficiente para reflejar cuan grande es su vacío interior. Su vida es anodina, por decirlo suavemente. Porque más que viva, nuestra heroína se haya en los márgenes de la vida. Aquejada de una tetraplejia consecuencia de un terrible accidente, si se mantiene en este mundo es porque alberga la esperanza de cumplir con el último deseo de su hijo. Acudir hasta Estaca de Bares, en la costa gallega, donde confluyen el Cantábrico y la masa oceánica del Atlántico. El mayor corredor migratorio de aves de Europa.

Y aquí es donde se unen los destinos de ambos en una suerte de viaje redentorio con el que concluye “Ultraligero”. Un tránsito hacía esa soledad alada que tanto ansiaba la Pizarnik.

Y eso es “Ultraligero". Gran novela de temática cotidiana, fiel a ese estilo cultivado durante años por el autor en su obra poética y también en los relatos. Historia cruda y hasta descarnada en la que, cómo no, hay un pequeño espacio para la esperanza. Y con ese tremendo final... Que por algún motivo ha hecho aflorar en mí las mismas emociones que después de leer este poema de Iván, incluido en su último poemario “10.000 caballos de guerra” (Versátiles editorial, 2016):
Un descomunal oso de peluche

más amarillo que el sol

cuelga por las orejas

de un tendedero

a la altura de

Cádiz 44.

Las entrañas de espuma

le asoman por un agujero en el abdomen.

Pero él sonríe, sonríe de pinza a pinza.

Una especie de dios extraño y observante,

de una amabilidad siniestra,

cuya presencia en el cielo

confiere al tráfico,

a los peatones,

a los comercios,

a la ciudad entera,

un aire de irrealidad.

Como si todo lo que sucede aquí abajo

fuera un juego.

Como si todos nosotros

fuéramos los juguetes

de un niño cruel

y perfecto

como solo un niño puede serlo.

Probablemente así sea.
El poema se titula “Juguete Roto” y es uno de los cincuenta y dos que integran esta maravillosa compilación. El cuarto libro publicado por el patraixero tras “Pantano” (Sven Jorgensen – 2014),La vida salvaje” (Rasmia – 2015) y la novela “Ultraligero” reseñada más arriba. Otra buena muestra del universo normcore a la valenciana en el que tan bien se desenvuelve el autor. Realismo magro y a la vez lírico -¡y hasta onírico!-, algunas veces despiadado, que nos remite a lo mejor del género. Y es que el hombre sigue ensanchando sus horizontes literarios y algunos os lo estás perdiendo. No te hagas eso. Debes leer al Rojo.

jueves, 16 de febrero de 2017

Ensayo con público de E, en la Rambleta o el Ram Club que mola más...

"Cualquier tiempo pasado fue anterior", que decía el fenómeno aquel de la melena miembro de Les Luthiers. Y no lo digo por la banda, E -o (A Band Called) E-, proyecto colaborativo que aúna los destinos musicales de la siempre interesante Thalia Zedek (Come, Uzi...), con los de Jason Sanford (Neptune) y Gavin McCarthy (Karate). Me refiero a la escasa peña que se dio cita en el recinto en el cual se celebraba el evento. Y es que, ¿os acordáis cuando las salas de la capital del Regne se llenaban para disfrutar de bandas como Come? Ah! ¿Qué no? La verdad es que yo tampoco. Ni siquiera recuerdo que Come vinieran a Valencia. El caso es que lo mismo me da que me da lo mismo. Los que no vinieron se lo perdieron. Peor para ellos. También para quien pusiera la pasta en esta gira. Y para la sala, supongo.

En fin, a lo que iba, que me enredo... Yo sí que me presenté. ¿Cómo no? Si el trío de Boston se ha sacado de la manga un artefacto musical explosivo, con el que bordean lo industrial, incluso el math rock, aunque sin renunciar al legado indie rocker del cual sus miembros fueron partícipes en los noventa. Y es que el peso de esas décadas de experiencia dentro de la escena alternativa de su ciudad se notan. Y de ese esfuerzo nace este plástico que es como muy de sus bandas matriz, pero también diferente a cualquier cosa que hayan grabado antes. Con un resultado final que, quizás, demuestra un mayor peso en la ecuación de Sanford y sus Neptune. Un álbum de debut homónimo caracterizado por un sonido que es a la vez frío -por momentos incluso marcial- pero también emotivo. Y es que en “E”, de E, también hay espacio para la emoción. La contenida y de la otra, como pudimos apreciar en el show de anoche.
La titawa aspasial de Yeison
Conciertarro en el que, como os dije antes, no había ni el Tato. Hasta el punto de que aquello parecía más una suerte de ensayo con público, en el que los dobles de Jim Jarmush, Rosana afuegolentotumirada y Mr Proper se enfrentaban a un puñado de habituales de la movida, incluyendo a los que pasan de gañote a todos los conciertos celebrados en esta puta ciudad. Algunos permitiéndose el lujo de llegar tarde, que tié webs... Aunque a los E todo esto les importó poco. Se comportaron como si estuvieran en un pabellón rebosante de enfervorizados fans. Destaparon el tarro de las esencias y se dedicaron a tocar esas estructuras repetitivas, quasi hipnóticas, que al parecer son marca de la casa. Y sonando como el trueno, que todo hay que decirlo.

Por allí desfilaron prácticamente todos los cortes incluidos en su único álbum hasta el momento, más alguna que otra cosita. Creí reconocer alguna versión, pero no estoy del todo seguro. De lo que sí lo estoy es de la solidez que mostraron empalmando los catorce temas que integraron el recital, con tan solo el pequeño parón previo a los bises. Abrieron con “Regatta” y cerraron con “Great Light”. Por el camino quedaron “I Want to Feel Good”, “Treeline” o las tremendísimas “Candidate” y “The Archer”. Poca broma. Tan solo se echó en falta “Water”. Pero bueno, ¿que queréis? Más triste es robar que decía aquel. 
 

viernes, 10 de febrero de 2017

Bacalao (con C)

A estas alturas ya sabemos que el bacalao no es solo un pescado blanco o azul, dependiendo de si se presenta fresco o en salazón. Bueno, puede ser que si te criaste a orillas del Atlántico portugués, dónde ese pez es el rey de la cocina, desconozcas la existencia de otras acepciones. Desde luego que no será así si naciste en esta terreta en la que me parieron y te movilizaste en el ambiente de la fiesta en los noventa. El problema es que ha habido una suerte de intoxicación en lo que al bacalao musical respecta. O sea, al bakalao con k. Que fue en lo que devino todo un movimiento cultural que fue capaz de poner a Valencia a la vanguardia europea. Os hablo, cómo no, de esa mierdaca electrónica a base de ritmos rápidos y repetitivos, cantaditas y sonidos editados, con los que gran parte de la chavalada del país se ponía hasta las trancas de viernes a domingo. Ese ruido con pretensiones, esa anti-música a la que odié con toda mi alma durante mi juventud, pero que hacía las delicias de los protagonistas de aquel conocido reportaje emitido por el Canal Plus en el año 93.
Conocido mediáticamente como la Ruta del Bakalao (o Ruta Destroy), fue heredera directa de algo más que interesante a lo que algunos se refieren como "la movida valenciana". Nacida en los años ochenta (o incluso a finales de los setenta), en plena Transición y con un cariz vanguardista, transgresor y hasta underground, esta movida supone el mayor periodo de esplendor cultural que se ha vivido por estos lares. Aquí se alumbraron algunas de las discotecas y pubs más innovadores del país, se pincharon vinilos de gentes a los que nadie conocía y se programaron conciertos de reputadas bandas en horarios imposibles. También se consumieron drogas. Primero mescalinas, luego de otro tipo. Y todo eso dio como fruto el mayor movimiento de clubbing a lo largo y ancho de la piel de toro. Con consecuencias a medio plazo sobre la forma de ocio nocturno practicada en todo el país.

De todo esto nos habla “¡Bacalao! Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980 – 1995”, escrito por el periodista y diyéi barcelonés Luis Costa. Libro construido a base de entrevistas con los principales actores de la escena musical valenciana en aquel momento. Por allí transitan los precursores a los platos, los empresarios de la noche que montaron los garitos, los responsables de tiendas de importación imprescindibles en aquellas fechas, algún periodista musical y músicos de aquí y de más allá. De hecho uno de ellos, Shaun Ryder de los Happy Mondays, llega a decir cosas como que “[...] todo estaba ocurriendo antes en Valencia que en Ibiza”. En términos parecidos se manifiestan Mark Burgess, de The Chameleons o Andy Jarman de “A Popular History of Signs”.

Un libro muy interesante que nos acerca a lo que realmente ocurrió y que va mucho más allá de lo que la mayoría de la gente recuerda. Algo importante y que está muy por encima de esa imagen distorsionada, repleta de mascachapas y chimobayos, a la que muchos accedimos por culpa, aunque no solo, de los medios de comunicación.

Os dejo esta interesante listica con la banda sonora del libro...
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