miércoles, 21 de marzo de 2018

Unos cuantos discos de principios de este año con los que estoy flipándolo o da’ best albums of 2018 pa’ este menda (so far)


El primero es el reciente trabajo de Jeff Rosenstock, titulado “POST-”. Tercer álbum en solitario del otrora líder de los desaparecidos Arrogant Sons of Bitchet y Bomb the Music Industry! que te puedes debes descargar gratuitamente desde su Bandcamp porque es una puta bomba. Punk Rock ultra vitaminado y mineralizado con el que el músico de Long Island arremete contra los responsables de la precaria situación social de su país y muestra sus reparos a la elección presidencial del innombrable señor con un felpudo oxigenado a modo de cabellera. Diez cortes memorables que integran un discarro casi sin altibajos en el que, si acaso, sobresalen tres aspirantes a himnos para este 2018 como son “USA”, “Beating my Head Agaist a Wall” o “Left Them Win”.  

Continuamos con el nuevo material de ese geniecillo rubio nacido a orillas del río Mississippi que atiende al nombre de  Kyle Craft. “Full Circle Nightmare”, que así se llama su segundo álbum, no es tan deslumbrante como su antecesor pero mantiene esos ecos a Bob Dylan y ese aroma al “Hunky Dory” de El Duque Blanco que tan bien le sentaban y sientan. Tan energético como antaño, quizás se echa en falta algo de histrionismo y opereta, pero se compensa con creces gracias a la omnipresencia de la espléndida banda de acompañamiento. Con todo, se confirman las enormes expectativas puestas en el muchacho tras la publicación del glorioso “Dolls of Highland” (2016).     

Lo de Ezra Furman es una cosa muy seria. El tipo lo ha vuelto a hacer y no sé cuántas veces van. Sin duda es uno de los mayores talentos de la música surgidos en los últimos tiempos. “Transangelic Exodus” es otra puta maravilla más a anotar en el ya extenso currículum de este treintañero de cabello cambiante. Un álbum algo más introspectivo y bastante más implicado con la realidad del país que le vio nacer, en comparación a sus seis anteriores entregas. Pareciera como que al tipo le importase una higa aquello de ser comercial o no y hace y graba lo que le sale del pié. Y bien está que así sea. En definitiva estamos ante otro maravilloso disco del chicagoan que, para no perder la costumbre, crece escucha tras escucha. Además encierra gemas como “Love You So Much” o ese espatarrante  “I Lost my Innocence” a modo de despedida y cierre.  

De Shame se puede decir que son el enésimo proyecto de post-punk deudor de aquellas provocadoras bandas surgidas a finales de los setenta en la pérfida Albión. La huella es más que evidente si nos remitimos a The Fall. Desde South London, estos cinco jóvenes debutan con estas estimables “Songs of Praise” que atraparán a todos esos seguidores de Iceage o Eagulls entre los que, cómo no, me encuentro.

Por supuesto hay que hablar de este “Twin Fantasy” que es la reedición –más bien re-grabación- de aquel icónico álbum publicado por Car Seat Headrest en el 2011 a través de Bandcamp y que se convirtió al poco en una pieza de culto. Doloroso álbum con el que Will Toledo nos hacía participes de sus demonios personales y al que ahora vuelve, una vez ya vencidos, en una muestra de madurez que trasciende lo meramente musical. Aprovechando aquellas letras cojonudas y sus preciosas melodías, el de Leesburg ha enchulado el álbum de una forma tan brillante que no creo pueda defraudar a nadie.         

Supongo que el debut de los bristolianos IDLES  se titula “Brutalism” porque era imposible denominarlo de cualquier otra forma. Un disco donde el frenesí y la intensidad vienen marcadas por una batería machacona cual caja de ritmos que apenas decae en sus cuarenta y pocos minutos de duración. Eso y una dicción amenazante a lo Johnny Rotten al cargo de un vocalista que parece el primo hermano de Jason Williams de los Sleaford Mods y que en todo momento se muestra dispuesto a meterte un cate. Punk brutal a trallón para cagarse en todo bicho viviente como solo los ingleses saben hacerlo. ¿Es repetitivo? Pues sí, de la hostia… ¿Y qué?    

Marie y Lionel, oseasé The Limiñanas, ya son unos veteranos en estas lides del garage o el psycho-garage que dicen los moernos. De hecho este menda ha disfrutado lo suyo con algunos de los discos de la banda de Perpiñán que anteceden a este fantástico “Shadow People”. Nunca tanto, bien es cierto. Y es que la parejita nos regala en este 2018 un álbum oscurete y repleto de tremendas atmósferas que, sin ningún género de dudas, es lo mejor que han parido hasta el momento. Un cacharro opresivo y con tendencias machaconas que se aleja un tanto de la idea que se tiene de la bella Francia. Bien es cierto que ahí colaboran gentes provenientes de otras latitudes como Anton Newcombe -The Brian Jonestown Massacre- o el pesado de Peter Hook. También paisanos como Bertrand Berlin.

Marie/Lepanto es el enésimo artefacto colaborativo del siempre brillante Will Johnson, aquí junto a Justin Kinkel-Schuster –que ver con Bernardo y sí con los Water Liars-. La asociación da como resultado este “Tenkiller”, bonito álbum de folk-rock que es a la vez tierno y oscuro, a veces introspectivo y otras más psicodélico. Es verdad que tiene momentos en los que el talento de Johnson nubla por completo la aportación de su compañero de fatigas, pareciendo como si estuviéramos ante un nuevo trabajo de Centro-matic. Como muestra “Inverness”, sin duda uno de los mejores cortes del álbum. O hasta de South San Gabriel cuando suena “Famished Raven”. ¿Me parece mal? Pues qué queréis que os diga… No. Más bien al contrario. Con todo no siempre es así y hay mucho espacio para el lucimiento conjunto en un álbum que requiere de un par o tres escuchas reposadas para apreciar todos los matices. Disfrutable tanto para fans de Crazy Horse como de los Jayhawks. Y por supuestísimo para los del maestro Johnson.        

El “I’m Bad Now” supone la evolución lógica y coherente de Nap Eyes tras la publicación de “Whine of the Mystic” en 2015 y “Thought Rock Fish Scale” en 2016. Solo hace falta una escucha para percatarse. Delicioso indie-rock introspectivo y repleto de sutilezas en el que se aprecian ecos a Jonathan Richman con o sin sus Modern Lovers, o hasta de Lou Reed con o sin la Velvet Underground. Por ponerle algún pero, hubiese molado que desarrollaran un pelín más la visceralidad que se esboza en temas como “Judgment” o “Sage”, que por otra parte son de lo mejorcito del álbum. Bueno, quizás lo han dejado para próximos trabajos y me parece muy bien. Lo cierto es que a la banda de Nueva Escocia le está quedando una hoja de servicios la mar de interesante.  


MarDev Records fue el sello que se sacaron de la manga los chicos de Nada Surf para auto editarse, cuando la gente de Elektra -con bastante poca vista- decidiera pasar de ellos. Este 2018 y con motivo del quince aniversario de “Let Go” -para muchos entre los que no me incluyo su mejor disco-, e l trío neoyorquino se ha embarcado en una gira que les está llevando de aquí para allá. Con motivo de la efeméride, el mencionado sello ha publicado dos bonitos discos homenaje al ópus magnum de 2002. Uno más redondito al cargo de bandas angloparlantes y que se titula “Standing at the Gates: The Song’s of Nada Surf’s Let Go”. Otro un tanto más irregular protagonizado por bandas españolas titulado “Tu Aura Brilla Más: Let Go/Nada Surf, 15 Aniversario” Con todo le he pegado más escuchas a este último, no sé si por proximidad o simplemente a modo de particular homenaje a una banda con la que he disfrutado tantísimas veces desde mi tardo adolescencia y que siempre ha tenido a España como segundo hogar. Hay versiones muy chulas al cargo de Lagartija Nick o, sorprendentemente, de los Niños Mutantes. Responsables de una maravillosa reinterpretación de “La tormenta del ‘77” que no desmerece al original ni a la versión anglófona, también muy chula y que está ejecutada por los Manchester Orchestra. Destacables también en este último son las piezas revisitadas por Ron Gallo, Ed Harcourt, Rogue Vague o William Tyler.

No me preguntéis porqué, pero también ando colgadísimo de esta marcianada minimalista titulada “Glass” y que se gestó en el marco de  la conmemoración del 110 aniversario del nacimiento del arquitecto Philip Johnson. Los hacedores son Alva Noto & Ryuichi Sakamoto que al parecer se desplazaron hasta la Casa de Cristal del susodicho en Connecticut,  para fijar micrófonos de contacto en las paredes de vidrio y frotándolas con mazos de goma, generar tonos que combinaron con otros ruiditos generados con cuencos, teclados y yo que sé que más. El resultado es un único corte de treinta y siete minutos absolutamente hipnótico, etéreo  y misterioso con el que la pareja retoma su senda colaborativa tras la banda sonora de “El Renacido” (“The Revenant” – 2015).

Descubrí hace tiempo a Lucy Dacus. Fue gracias a un Tiny Desk Concert en el cual la cantautora de Richmond venía a presentar unas pocas canciones de su disco de debut. Dos años después y con solo veintitrés primaveras en su haber -¡quien las pillara!-  nos regala diez nuevas historias incluidas en un elepé que se titula precisamente “Historian”. En él ahonda en esa particular manera de construir melodías suaves y trufarlas de ramalazos roqueros, casi siempre contenidos y supeditados a su cálida a la vez que profunda voz. En el global, el disco se aleja un tanto del slowcore de “No Burden” (2016), incorporando algunos arreglos e incluso algunas cadencias jazzísticas, que enriquecen el sonido iniciático. Sigue pareciéndome una artista notable y con muchas cosas que contar.

“Criminal” es lo nuevo del proyecto de rock industrial montado por Luis Vasquez bajo la etiqueta The Soft Moon. Y sí, digo de rock industrial, aunque con más rabia y más garra si cabe respecto a su antecesor, el genial “Deeper” (2015), que a su vez continuaba el nuevo camino emprendido por el artista californiano tras la publicación de “Zeroes” (2012). En alguna parte he leído que este disco deberían haberlo grabado Nine Inch Nails, si es que al autor de “Head Like a Hole” o “March of the Pigs” aún le queda alguna esencia encerrada en el tarrito. No podría estar más de acuerdo. Es poner a sonar “Burn” y a continuación “Choke” y después “Give Something” y comprobar como The Soft Moon se ha transformado en aquello en lo que debió haber derivado el agotado proyecto de Trent Reznor. Vamos, que el tito Vasquez se lo ha comido de un bocao.       

“Pissing Stars” supone el segundo álbum en solitario de quien fuera miembro de Thee Silver Mt. Zion o los imprescindibles Godspeed You! Black Emperor. El canadiense Efrim Manuel Menuck, considerado con justicia como un músico de culto y con amplia experiencia transitando entre los senderos del post-rock y abanderando la causa experimental. Nos ofrece aquí una vibrante entrega sobre la desesperanza y hasta el desgarro en la era Trump que, según parece, haya su fuente de inspiración en el romance vivido entre la estrella de la televisión Mary Hart y el hijo del conocido traficante de armas saudita Adnan Khashoggi (wtf!?). Disco repleto de largos desarrollos instrumentales construidos a base de drones, guitarrazos, sintetizadores y algún aporte vocal. Sobre todo en aquellas partes más “luminosas”. ¡¡¡Que haberlas haylas!!!    

Dentro del universo de las músicas etéreas se encuentra este disco, el cuarto publicado por esta cantante, pianista y organista sueca “amiga” de Varg Vikernes. La muchacha responde al nombre de Anna Von Hausswolff  y su álbum del 2018 “The Dead Magic”. Compuesto por cinco largos cortes que hallan su punto a mitad de camino entre la propuesta de los primeros Swans y los siempre fantabulosos Dead Can Dance. De hecho, guardando las distancias, hay un claro parecido entre la voz de Anna Michaela Ebba Electra von Hausswolff y la estupendísima Lisa Gerrard. Se trata de un álbum muy atractivo, tremendamente hipnótico, que seguro hará las delicias de todos aquellos fanáticos de la darkwave. Pero los de verdad. No esa peña que se ha subido al carro en marcha y no sabe ni donde están ni hacia donde van. Que en Valencia de esos los había a puñaos.

Los parisinos Heliogabale no son precisamente unos recién llegados a este mundillo de las armonías, los berridos y la matraka. “Ecce Homo”, que no es de este 2018 sino del pasado 2017, es su séptimo largo en ver la luz. Sin embargo hasta ahora no les había prestado ninguna atención. Es por ello que no puedo establecer comparativas, ni opinar sobre la evolución de su sonido. Lo único que puedo decir es que he flipado unas cuantas veces con este disco en lo que va de año. Mola esa voz casi desganada de Sasha Andrès, cantando en francés, en el marco de unas composiciones intensísimas y que destacan por su singularidad.       

Y ya para acabar –y para que acabéis de alucinar, lo sé- voy con la banda sonora del último éxito cinematográfico basado en un personaje de la Marvel. Me refiero, cómo no, a Black  Panther. The Album Music From and Inspired By, tras el cual andan Kendrick Lamar, The Weeknd, SZA. Tremendo álbum de hip hop que incluyo en mi lista de placeres culpables y en cuyas garras caí por culpa de ese puto amo que es Kendrick Lamar, el responsable máximo de que esta cosa fluya. Cincuenta minutejos de nada repletos de colaboraciones y duplas para explorar los límites del rap, el R'n'B, el afro soul y hasta el electro-pop más comercial y bailongo.
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Y eso es todo… Por ahora… A la espera de lo que nos vaya ofreciendo el año en curso. Y a expensas de comprobar si algunos de los discos que ya se anuncian, cumplen con las expectativas generadas. Muy especialmente aquellos cuyos adelantos me han puesto los dientes largos. Me refiero a lo nuevo de los santiaguinos Baikonur, cuyo single “Karellen” me hace salivar cada vez que lo escucho. También A Perfect Circle que vuelven tras catorce años de silencio, que se dice pronto. Y lo cierto es que tanto “The Doomed”, como “Disillusioned” o “TalkTalk, suenan de coña. A lo de siempre, es cierto, pero es demasiado  tiempo sin saber del señor Keenan. Hay que confiar. O el nuevo EP de unos Desperate Journalist en los que tengo puesta mucha fe y más tras paladear “It Gets Better”. Por no hablar de los prolíficos hermanos Savage y sus Parquet Courts, cuyas dos nuevas canciones están de puta madre;  o del siempre solvente Jack White, de quien me gusta esa sintonía con coros a lo “Bohemian Rhapsody” titulada “Over and Over and Over”. También unos tipos de los que tengo escasa información y que atienden al nombre de Spielbergs. Sé que son noruegos y que eso de “We Are All Going to Die” es una verdad inmutable, a parte ser un pepinazo que me retrotrae a cuando los Japandroids molaban. Y lo nuevo de Will Haven que ya sabemos se titulará “Muerte” e incluirá “El Sol”. Canción que está bien berraca que diría Pablo Escobar. Vamos, para no perder la costumbre. O ya por último, al resultado de la colaboración entre mis paisanos Tórtel y Alberto Montero, de la que no esperaba mucho a priori, pero que me ha sorprendido gratamente con “Nada será igual” y más aún con “La Puerta Dibujada”.    
Y ahora sí que sí... C’est fini.                       

jueves, 15 de marzo de 2018

4 3 2 1...


Reconozco que de no ser por una extraña confluencia de circunstancias, hubiese pasado de este libro. Primero y principalmente porque tiene la friolera de mil páginas, que se dice pronto. Y hombre, es verdad que en peores plazas hemos toreado, como también que desde hace ya mucho, cualquier novela con una extensión superior a las 500 hojas se me antoja una empresa inabarcable. También debido al autor, el siempre resultón Paul Auster, con el que he disfrutado bastante a lo largo de mi vida adolescente –y más allá-,  pero que ya lleva un tiempo enlazando truños y repitiéndose con esos argumentos que lo ceden todo a la contingencia y lo inesperado. Por todo eso no había previsto leer este “4 3 2 1…”, el regreso literario del premiado autor norteamericano.

El caso es que hoy por hoy ando bastante ocioso aquí, al otro lado del charco. Y un buen amigo tuvo a bien el regalarme este ladrillo, incluyendo una bonita dedicatoria, para que me acompañara en el tránsito intercontinental. Así que no hubo tema. Y bien está, ya que he disfrutado mucho de la lectura de este “4 3 2 1…”. Obra que se me antoja bastante diferente respecto a todo lo que le había leído a Auster. Una suerte de gran novela americana, como a los críticos les gusta denominar a este tipo de libros. Algo para lo que, en palabras del propio autor, venía preparándose durante toda la vida. No sé si tanto. Si bien los siete años de silencio desde su anterior lanzamiento no están nada mal.

El libro incluye varias novelas en una. Las cuatro protagonizadas por Archie Ferguson, trasunto de su creador, al menos en la parte sustancial. El único hecho coincidente en las cuatro historias es su punto de partida: el nacimiento de Ferguson un tres de marzo de 1947 en Newark. A partir de ahí son varios los caminos que se abrirán, desarrollándose a nuestros ojos de forma paralela. En cada uno de ellos vemos como nuestro héroe afronta los resultados de sus diferentes decisiones a la hora de abordar el amor, la amistad, la familia, el deporte, el arte y hasta la movilización política. Como telón de fondo asistiremos a algunos de los más importantes acontecimientos que marcaron la segunda mitad del siglo XX, especialmente en los EEUU.

Podríamos establecer que esas cuatro versiones de la historia de Archie vienen  a responder esa pregunta que tortura a nuestra especie desde que Eva cogió la jodida manzana. Aquello de ¿qué hubiera pasado si en lugar de tomar aquella decisión hubiera decidido alguna otra cosa? Si en vez de hacer aquello hubiera hecho lo contrario o sencillamente no hubiera hecho nada.

Además el libro encierra un cúmulo de recomendaciones literarias y cinematográficas increíble. Especialmente interesantes en lo que a la lista de películas se refiere. Y es que la cinefilia de los cuatro Archies le sirve a Auster para hablarnos de la obra de gentes como Robert Bresson, Billy Wilder, Marcel Carné, Lewis Milestone, Akira Kurosawa, Jean Vigo, Federico Fellini y hasta de las comedias de W.C. Fields o las del gordo y el flaco.

No sé si es la mejor novela de Paul Auster como muchos –quizás demasiados- se han atrevido a afirmar. Sí puedo decir que es muy buena. Sorprendentemente buena incluso. Y que la he disfrutado un montón a pesar de la exagerada y hasta innecesaria extensión. Eso y que aquel estilo minimalista en el que algunos quisieron ver reflejado a Beckett, pasó a mejor vida. Ahora la cosa va más en la línea de Philip Roth y sus epopeyas hebraicas. Definitivamente estamos ante el Auster menos austero que uno recuerde. Lo cual, a estas alturas, es hasta bueno. Supongo.
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