He leído por ahí que la publicación de “La fábrica de avispas”, debut literario de Iain M. Banks, autor más conocido por sus novelitas sci-fi, supuso un auténtico bombazo en las Islas Británicas. Vamos, que desde ese momento autor y obra pasaron a la difusa categoría del culto literario, si es que eso significa algo hoy día visto lo visto y sobretodo leído lo leído. Y es justo ahora, tres décadas después de su aparición y con el autor ya criando malvas cuando este menda se ha acercado hasta los mundos interiores de Frank Cauldhame, el sociópata adolescente protagonista de la novela.
“Hace años que no mato a nadie y no pienso volver a hacerlo nunca más. Fue solo una mala racha que estaba pasando”. Con esta abrumante lógica de perturbado justifica Frank sus crímenes. Porque el amigo es un asesino familiar que despunta en las ligas menores pero no aspira a llegar hasta el profesionalismo. Al menos eso es lo que él cree, porque sus razonamientos y los descubrimientos a los que iremos asistiendo a lo largo del libro, nos llevan a pensar otra cosa. En este sentido la mencionada fabrica de avispas viene a ser la obra cumbre del universo Frank. Un cachivache oracular en el cual lee el futuro mediante el sufrimiento y muerte de estos insectos. Telita…
Con todo y aunque de lo leído pudieráis extraer lo contrario, no es esta una historia de psychokillers. Es más, Banks ni siquiera se recrea en detalles escabrosos, ni aún a la hora de narrar los estrambóticos crímenes perpetrados por el chavalín.
Entiendo que allá por los ochenta la lectura de esta novela resultara estomagante. Hoy día no me lo parece en absoluto, salvo que seas un cagarrita con el estómago más sensible que el de un koala. Con todo no me ha parecido un mal libro. Y aunque al principio cueste cogerle el ritmo, a medida que van pasando páginas consigue que te sumerjas en el maravilloso mundo de Frank Cauldhame. Uno que no comparte con el resto de la humanidad y a Dios gracias.
martes, 31 de marzo de 2015
domingo, 22 de marzo de 2015
Acuérdate, oh misericordiosísima Virgen de Guadalupe, que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro ha sido abandonado por tí...
Es
evidente que Guadalupe Plata no han inventado la pólvora.
Su fórmula -y
mira que abuso
de esta
palabreja en mis posts
musicales-
apela al blues
de
toda la vida de
Dios.
Música
de raíces negras convenientemente electrificada, tal como hicieran
todos
aquellos hermanos que en los años 30 marcharon
hasta el norte industrial de
los estates
para
ganarse el pan.
En
definitiva y
a lo que iba es que originalidad,
lo
que se dice originalidad en
la receta Guadalupe
Plata,
pues cero
patatero.
Lo
cual no quita que el trío de Úbeda haya sabido llevar todo ese
bagaje de negritud sureña hasta nuestro sur y
cantando en castellano, lo que no es poco, sonando
tremendamente veraces y -¡oh sorpresa!- contemporáneos.
Venían
los chicos capitaneados
por don
Perico de Dios hasta
Valencia para
presentarnos su tercer trabajo. Un disco homónimo, como los dos
anteriores, que
les sitúa de nuevo en el Olimpo del rock surgido de entre las
entrañas de la piel de toro. Álbum con una llamativa portada muy
acorde a la imagineria y a la estética que la banda andaluza se
gasta. Álbum sin titulo como ya he dicho, para no perder la
costumbre, lo cual será una
jodienda para todos aquellos que, dentro de unos años, comiencen a
buscar el material que ahora,
de forma incomprensible,
están
dejando
pasar. Aunque
eso ya es (o será) otra historia. Y no
seré yo quien
se halle en semejante
tesitura.
Ya
llevo unos añitos
deleitándome con esta propuesta aparentemente intrascendente que,
paradojicamente -y aquí me
la juego-,
llegará mucho más lejos que la
practicada por otros
popes del indie
patrio
tan
acostumbrados ellos
a
recibir
ventoleras
y hasta huracanes a
favor de causa. Y
sino tiempo al tiempo.
Todo
transcurrió en el
marco de una
sala Wah Wah que colgó el cartel de no hay billetes, como no podía
ser de otra manera. En un ambiente de sudoración y falta de aire que
le iba la
mar
de bien a lo que allí se venía
a ofrecer.
Nunca
“Rata” y “Huele a rata”, tocadas una a continuación de la
otra, cobrarán tanto sentido como
lo hicieron anoche.
Aunque
bueno, también “Serpientes negras”, sobretodo vistas algunas
actitudes del a veces poco respetable. Muy puntuales, eso sí. Y
en ese contexto fue como Guadalupe Plata fueron
desempolvando
todo su repertorio, desde “Tormenta” a la popular “Calle 24”, desde “Milana” a “Oh! My Bey!”. Hipnotizando a un público con muchas ganas de mandanga que se entregó a los ebdetenses desde
el minuto uno al noventa y tres, descuento en forma de bises incluido. Hasta el punto de que no nos hubiera importado disfrutar
de una prorroga e incluso, si se hubiera terciado, llegar a penaltis. Gran concierto el
ofrecido por los jienenses,
si señor. Uno
de esos en los que cobra sentido aquella afirmación, demasiadas
veces gratuita, de que las bandas crecen en los directos. Guadalupe
Plata sí son una banda de directo. Es más, con el escaso bagaje que
me da el haberles visto un par de veces diré que son sobretodo eso.
No os los perdáis si os pilla cerca y con la cartera llena.
Por
cierto y
ya para acabar, comentar que
los cachivaches que calza el señor Martos son una auténtica pasada.
Agur ratas de dos patas...
lunes, 2 de marzo de 2015
Restless Roque en el Crazy Club
Ni
Jellyfish, ni la
Electric
Light
Orchestra
han
sido nunca
santo
de mi devoción. Bueno,
en el caso de Jellyfish
me
mantengo en mis trece, no así en lo que respecta a la banda
de Jeff Lynne. Y
es que, conforme he ido sumergiéndome en la extensa obra del
cantante,
compositor
y
productor
de Birmingham, he ido cogiéndole
cariño a
la formación con
la que
se
hizo celebre.
Y si bien le sigo
prefiriendo
con The
Iddle Race y,
por supuestísimo, con los Traveling Wilburys -el
supergrupo que formó junto a George Harrison, Bob Dylan, Roy Orbison
y Tom Petty-,
cada vez me mola más el rollo sinfónico comercialote practicado
por la E.L.O.
Todo
esto para introducir a El Inquieto Roque, para algunos
los Jellyfish españoles, siempre
y cuando
el cantante de la mítica banda californiana hubiese sido el
mencionado Jeff Lynne. ¿Y
quien es este hombre? Pues un talentoso
músico valenciano que, tras
unos añitos picando
piedra, puede vanagloriarse de haber
firmado
uno
de los mejores discos nacionales publicados
durante el
pasado 2014, “3D”. Enorme colección de melodías que, sin embargo, no
tuvo toda la repercusión que seguramente merecía. Tal vez por eso
lo pasé por
alto a la hora de elaborar mi lista anual de recomendaciones. Bueno,
por eso y porque ni
siquiera lo
había escuchado.
Mi
desquite se está produciendo justo
ahora, a comienzos de este 2015. En
gran parte por culpa de
-o más bien gracias a-
una
web
gringa
a la que no recuerdo como llegué y que califica “3D” como el mejor
disco de pop
melódico publicado en el 2014 de entre los cantados en lengua diferente a la usada por Shakespeare o Lebron James.
Desde entonces hasta ahora me he puesto las
pilas,
recuperando el tiempo perdido y ya son varias las semanas con este “3D”,
tercer trabajo de Roque Esteban bajo la
etiqueta El
Inquieto Roque, como banda sonora. Pero nada mejor para acabar de resarcirme como acudir al
concierto que ofreció el pasado viernes en El Loco. Un
concierto fantástico.
Mejorando incluso la mejor de mis expectativas. Y
es que la particular voz de Roque suena aún mejor en el contexto de
una actuación en vivo. Alucinante, en serio. También
los juegos vocales junto a otros
miembros de la banda. Protagonistas de varios de los mejores momentos
musicales
de la velada.
Por ahí desfilaron todos los jitazos
incluidos en este “3D”, desde ese “Hay algo muy dentro de mí” que tanto me recuerda a
“Mr. Blue Sky”, pero también a la “Señora azul” de Cánovas,
Rodrigo, Adolfo y Guzmán, hasta la maravillosa “Me siento
transparente”, mi favorita del álbum. Canciones bien cosidas y
mejor interpretadas en las que se aprecian guiños a lo mejor del
power pop anglosajón, pero también a los Beach Boys más eufóricos. Y todo ello ejecutado en un bonito y cristalino castellano, que nunca llega a caer en el
abismo del ridículo. Y eso que en ocasiones se arriesgan a transitar
por el alambre en canciones como “Chiliburguer”, sin duda, una de las más divertidas.
He
dicho ya que me
encanta el último disco de El Inquieto Roque. Pues
eso.
domingo, 1 de marzo de 2015
Marzo de 2016. DEGEIM PASSAR EL CALORET AND WHAT GODZILLA SAID, EL CALORET OBEYED... I QUATRE ANYETS MÉS DE VERGONYA A LA VISTA...
Porque
no sólo de caloret vive el hombre. Aunque tampoco a base de
J&B cuestión esta que alguien debería explicarle a la señora alcaldesa. Así que aquí os
dejo con este pedazo de lista plagada de novedades, algunas esperadas y otras no tanto. El gran José
González, el fantástico avance del que será el segundo álbum de
los Alabama Shakes, la vuelta al ruedo de unos Blur que siguen
sonando decentemente, amén de otras cositas firmadas por
gentes diversas como Colleen Green, Guadalupe Plata, Villagers, Avishai Cohen
Trio, Hidrogenesse, Iron & Wine, Kitty, Daisy & Lewis,
Magnolia Shoals, Modest Mouse, The Mountain Goats, Sufjan Stevens,
The Tallest Man on Earth, Twerps, Waxahatchee, Pond, Two Gallants o
Viet Cong... Juntamente a varios discos que aún arrastro del pasado
2014 y de los que me resisto a separarme. U otros que,
incomprensiblemente, no llegué siquiera a conocer. Entre estos últimos merece una
mención muy especial el de los australianos The Solicitors y como no, el tercer álbum firmado por mi paisano El Inquieto Roque.
Y
sí, ya lo sé, Elvis Perkins no está y debería estarlo. Pero esa cuenta la
debe rendir él y no yo. O Spotify. O el sello discográfico que, hasta donde yo sé, es él mismo...
Y ya está todo... Así que, ¡ale! a passar-ho bé amb la llista i
el puto caloret.