La
rebeldía es la calidad del rebelde, la cualidad de quien se opone a
la autoridad de forma activa o pasiva, del que se levanta ante la
injusticia. Todos estamos en la obligación de ser rebeldes de una u
otra forma. Es una obligación moral. Un deber para con nosotros y
nuestros semejantes. Es por ello que debemos oponernos a los actos y
procesos de los que tenemos plena consciencia sobre su ilegitimidad.
Y ya sé que parece de perogrullo y hasta puede que lo sea, pero no
viene mal recordarlo en estos días aciagos que nos toca vivir.
"Yo
soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, porque nadie me ha
tratado con amor, porque nadie me ha querido nunca oír" que cantaba
una afectada Jeanette. Rebelde porque no hay otra manera de vivir en
este mundo plagado de injusticias. Debes serlo porque sino acabarás
convertido en un tiralevitas, confirmando aquello
de que este es el país del vivan las caenas.
Todo
eso y mucho más debieron de pensar los autores de los relatos
incluidos en "El modorro y otros cuentos libertarios".
Personajes con orígenes y de trayectorias tan dispares como Rafael
Barrett, Blasco Ibáñez, Flores Magón, Ernesto Herrera, Baldomero
Lillo, Juan José Morosoli, Pi y Arsuaga, Azorín, Pi y Margall,
Teresa Claramunt, Ricardo Mella, Herminia Brumana, Joaquín Dicenta,
Octavio picón y Joan Salvat Papasseit.
Y
es que detrás de una preciosa portada firmada por Manuel Sáez,
encontramos veinte historias escritas entre finales del XIX y
principios del XX, cuyo hilo conductor tiene que ver precisamente con
el concepto de rebeldía. Con el ansia de libertad. Cuentos
libertarios, como reza en el título, que reivindican ese valor
esencial e imprescindible para cualquier sistema democrático.
Cuestión esta que demasiados y no solo con el affaire "Grexit",
parecen haber olvidado. Y es que la libertad no es eso con lo que se
llenan la boca Rajoy & Cia día sí y día también, para goce de
sus huestes y demás acólitos. Lo que estos cuentos plantean no son
cosas rescatadas de un pasado lejano y ya olvidado, sino cuestiones
que, a veces de forma diferente y otras no tanto, siguen candentes. No hace falta acudir hasta las escalinatas del Partenón para darse cuenta
de ello.
Además
de la referencia a los historetistas y a Manuel Sáez, es de justicia mencionar al
resto de artistas gráficos. Y es que las fantásticas ilustraciones de David Gálvez, Jorge Pablo Hernández, Santiago
Larrosa y Javier Lapuerta engrandecen aún más el impacto de los relatos que introducen.
Una gran lectura veraniega. Compradlo y por supuesto leedlo. O leedlo y después compradlo. Supongo que aquí también opera la milonga aquella de la propiedad conmutativa. Digo yo...