Una vez escuché decir a un conocido freak de la farándula nacional, que más
vale tener buen humor que en el culo un tumor. La verdad es que más razón no
podía llevar. Llevado al ámbito de lo musical (¡toma triple salto mortal!) y
relacionado con mis experiencias conciertísticas
en otras ciudades del Estado, puedo afirmar que es mejor vivir en una ciudad de tamaño medio repleta
de salas pequeñas por las que no se prodigan los grandes nombres del panorama musical
actual, cierto, pero en las que no suelen faltar actuaciones de esas otras
bandas que están en un segundo plano para los medios especializados (y que
tanto me gustan a mí), y que aún no están infectadas por la enfermedad del
cretinismo de estrellita del rock, copador de estadios y mega teatros atestados
de teenagers y foreveryoungs… Lo digo porque ayer la Corde y un servidor gozamos
como enanos y en primera fila con las Black Dirt Sessions de los norteamericanos Deer Tick. Una
banda que, con este tercer álbum, ha alcanzado cotas próximas a la excelencia
musical. No en vano en esta bitácora, dirigida y controlada por este humilde
servidor, “The Black Dirt Sessions” fue aupado hasta el quinto lugar en el ranking de mejores álbumes del 2010. Y si siguen en esa línea, no descartemos
que posteriores lanzamientos del cuarteto de Providence alcancen aún mejores
posiciones, pasando del diploma olímpico a las medallas.
El cuarteto apareció en escena poco puntual y
visiblemente alcoholizado, especialmente en el caso de su líder John McCauley,
uno de los tipos más carismáticos del nuevo rock estadounidense. Pero no
importó demasiado, con sus dos primeras interpretaciones, entre las que se
incluía la maravillosa “Choir of Angels”, ya se habían desquitado. El concierto
transcurrió entre el intimismo elegante que destilan buena parte de los cortes
de su último álbum y la apoteosis rockera
con la que cerraron muchas de sus canciones, acudiendo en repetidas ocasiones a
la espontaneidad, con un papel muy destacado para el guitarrista Ian O’Neil
(antiguo guitarrista de los geniales Titus Andronicus) y ese pedazo de batería
(en sentido físico y musical) que se dejó los brazos y las manos en la
actuación de anoche.
Por lo demás lo mejor de la velada fue cuando
tocaron “Piece by piece, and frame by frame”, la mencionada “Choir of Angels”,
la preciosista “Goodbye Dear friend”, las deliciosas “Mange” o “When she comes
home” y muy especialmente cuando sonaron
“Twenty miles” y “I will not be myself”, posiblemente sus dos mejores composiciones
hasta el momento. Tampoco estuvo mal la elección de covers, una de Middle Brother, grupo paralelo de McCauly que yo
desconocía hasta anoche y que no pinta nada mal, y para sorpresa final “La
Bamba” cantada en un más que decente castellano y el mítico “Oh boy” de Buddy
Holly & The Crickets.
En fin, que estuvo de cojones. ¡Y que ustedes se lo perdieron! Vosotros,
que no Johann Wald, presentador estrella de MTV
España, que no sé que coño pintaba allí. Es más, en un momento dado coincidimos
en los urinarios de la sala, hombro con hombro, nosotros dos y el teclista de
Deer Tick, haciéndose realidad aquello tan castizo del “picha española nunca
mea sola”. Aunque ahora que lo pienso… …el único español era yo!!!