Este puente
de fallas, huyendo del infernal ruido y del olor a pólvora, nos acercamos a
Bilbao. No había ganas de jarana, la verdad y a falta de mejor plan, decidimos que
estaría bien inflarnos a base de pintxos y txacolí, y ya de paso visitar
la retrospectiva dedicada a Takashi Murakami en el Guggenheim. Habíamos
visto en los informativos algunas de sus obras y resultaba interesante. Esa mezcla
de aspectos del arte tradicional japonés junto al anime y
el manga, además de la cultura pop, bien valía el
esfuerzo.
Una vez allí decir que la amplia muestra destaca por las pinturas planas o “superflat”
características del artista. Con motivos recurrentes como el famoso Mr.
DOB, una especie de gato Doraemon representado en diferentes
actitudes y con fondos y coloraciones variadas. También los temas tradicionales pasados por la batidora de referentes culturales de Murakami. En
estos últimos se aprecia la influencia del nihonga, estilo
pictórico japonés de fines del XIX al cual dedicó años de estudio.
También son chulos sus estampados de flores, de rabiosa actualidad desde que el
artista adquiriera el derecho a diseñar una línea de bolsos y complementos para
Louis Vuitton.
Por
otro lado están sus polémicas esculturas ultra sexualizadas. Destacando las de
dos de sus personajes más conocidos: “My Lonesome Cowboy” e “Hiropon”.
Ambos con evidente dependencia de los modelos del manga o
del hentai. El primero es un personaje masculino con el pelo pincho
a lo Son Goku, que se está galloleando a lo grande. La escena
representa al susodicho con el miembro erecto y en el momento de expulsar todo
el amor que lleva dentro en forma de espiral artística. Lo cachondo es que una réplica de este personaje fue subastada por Sotheby’s durante el pasado 2008 por la cifra de 15 millones de dólares. Frente a la figura del cowboy podemos
observar a “Hiropon”, jovencita semidesnuda provista de unas desproporcionadas
pechugas y de cuyos pezones surge un hilo de leche materna formando una comba. La
chiquilla es representada en acción de saltar ese fantasioso arco compuesto de
fluidos maternos. Desconozco por cuanto ha salido (o saldrá) a subasta esta
escultura, pero conociendo las dotes mercantilistas del señor Murakami…
(Las
agresivas prácticas comerciales del artista japonés quedaron patentes con esos
mini coleteros con motivos florales que se vendían en la tienda del museo al
módico precio de 18 euros la pieza. O una mísera camiseta de Fruit of the
Loom por nada más y nada menos que 45 aurelios. ¡Con due
coglioni Takashi!)
Como teníamos
algo de tiempo antes de salir a comer y ya que estábamos por allí, pasamos a
ver la exposición “Quiero creer” de Cai Guo-Qiang. ¡Y menos mal! Porque
la muestra del artista chino es tanto o más espectacular que sus habituales
espectáculos pirotécnicos que tendrían su cenit durante la celebración de los
Juegos Olímpicos de Pekín. Vaya, que os instó a que vayáis a verla. Me parece algo
digno de ser visto y, teniendo en cuenta que va a permanecer en Bilbao hasta el
próximo 6 de septiembre, sería una cagada que os la perdierais.
La obra de Cai nos enseña las posibilidades creativas de la pólvora, que no
sólo sirve para organizar mascletaes, sino también composiciones
efímeras en lienzos blancos y sobre óleos con figuras representativas -los
famosos “dibujos con pólvora”-. Pero es que además de las obras expuestas, están
los vídeos en los que se recogen sus grandes montajes realizados a lo largo y
ancho del mundo. Entre ellos destaca uno que montó en una antigua zona militar
de Alemania y que es brutal.
El trabajo expuesto incluye también grandes instalaciones como “Inoportuno”: Ocho
coches atravesados por hilos de luz y dispuestos de manera que conforman un círculo
cerrado, con los que el artista ha querido reflejar los diferentes momentos de
un vehículo que va cayendo tras explosionar. También me gustó una que titula
“Patio de la recaudación de la renta de Bilbao”. Está compuesta por una serie
de esculturas de arcilla que se están creando o desmoronando mientras se circula
a través de ellas. Existe una clara alusión al inexorable paso del tiempo que
acaba con todo. Al parecer la obra se inspira en “Patio de la recaudación de la
renta”, otro conjunto de esculturas ubicado en Pekín que viene a representar el
momento en el que los soldados imperiales expoliaban la cosecha de arroz
obtenida por los campesinos. Una de las más importantes manifestaciones
artísticas del arte de propaganda del régimen comunista, por si no había
quedado claro.
También
me encantó una sala en la cual el artista había dispuesto los restos de un naufragio.
Se trata de un navío japonés desde el que se vierten toneladas de porcelana
blanca. Una composición magnética y de gran fuerza visual, como casi todas las
instalaciones recogidas en la muestra.
Vamos,
que al final me lo pase pipa viendo la obra de sendos orientales. Y evité que el fallero de turno me reventara los tímpanos, que no es cosa menor.