Acabo de leerme del tirón “Gorazde: Zona Protegida”, del
periodista e historietista norteamericano Joe Sacco. Y tengo que decir que me
ha gustado mucho. Es una novela gráfica que habla de las atrocidades
cometidas por las fuerzas serbo-bosnias en enclaves de la Bosnia
oriental. Precisamente aquellos en los que se produjeron las mayores
matanzas de musulmanes durante la Guerra
de los Balcanes entre los años 1992 y 1996 y en donde,
sorprendentemente, la ONU y
los medios internacionales prestaron menos atención. Sacco se basa en los
recuerdos y las opiniones de los residentes en Gorazde, municipio del cantón de Prodinje Bosnio, al este del país.
Para ello, Sacco se desplazaría hasta allí a comienzos del año 1996, casi al
final del conflicto. En su estadía se dedicó a entrevistar a los escasos moradores
de un enclave que contaba con 25.000 habitantes al comienzo de la guerra. Y
con ello traza un relato de supervivencia. El de los bosniacos residentes en el
valle del Drina, en poblaciones como esta, pero también Visegrad, Zepa,
Rogatica o esa Srebrenica de infausto recuerdo para todos nosotros.
A través de un dibujo hiperrealista y empleando únicamente el blanco y negro,
Sacco nos muestra los padecimientos de un pueblo sometido a las purgas del
ejército de la autoproclamada República
de Sprska durante tres años largos. Los violentos bombardeos, las hambrunas
y los periodos de carestía que marcaron a todas las personas allí sitiadas. Cómo tras la firma de los Acuerdos de Dayton, aquellos que pusieron fin a la guerra, esos
ciudadanos musulmanes comprenderían que habían sobrevivido y se abría ante ellos un nuevo panorama, incierto, pero nunca peor que el soportado.
Como comenta el propio autor, este libro “es
tanto la historia de la práctica muerte de una ciudad como la historia de los
primeros nuevos pasos de una ciudad hacia la vida”. Un relato claustrofóbico en el que Joe Sacco es capaz de transcribir el horror
de la guerra en un rincón olvidado de Bosnia, alejado de las cámaras de
televisión. Y vaya si lo consigue. Magistralmente.
En relación a lo anterior, mencionar que este verano pude visitar otro enclave
bosnio castigadísimo en esta guerra entre hermanos: la ciudad de Mostar.
Exceptuando el entorno del famoso puente de Mostar, rehabilitado para
suerte de todos, el resto de la ciudad presenta decenas de edificios en ruinas
y otros que se mantienen milagrosamente en pie, repletos de cicatrices en forma
de agujeros de bala y piezas de artillería. Y eso en Mostar, no hablemos ya de
las pequeñas poblaciones de su entorno en las que pululan refugiados de un
sitio para otro vendiendo frutas o cacharrería para turistas.
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