En
sus relatos, Charles Baxter apuesta por vidas pequeñas,
insignificantes a los ojos del Creador, pero inabarcables en manos de
quien las padece. El autor opta por la descripción detallada de los
trasiegos
cotidianos, conflictos mínimos y/o
pequeñas frustraciones que acaecen en la vida de sus protagonistas,
mayoritariamente parejas
mejor o peor avenidas.
Aunque lo mejor de todo viene
al
final de
cada cuento.
Nada
de epifanías.
Así
que no esperéis
que ninguna gran verdad os
sea
revelada. Ni
falta que hace.
“Grifo”
recoge, en algo más de 500 páginas, los veintitrés
mejores
cuentos de este brillante narrador nacido en Minneapolis y
del
que ya os hablé (la
mar
de
bien)
aquí y también aquí.
De
hecho, algunos ya habían sido incluidos en el “Viaje de invierno”
como los que dan título a aquella y a esta compilación. El caso es
que da igual repetir. Siempre es un gusto leer, aunque se trate de
releer, a quien posee una prosa tan fabulosa. Un tipo dotado de
una sensibilidad
especial para
captar
la
voz del estadounidense medio, hasta
el punto de que podrían nombrarlo portavoz de ese muermo de colectivo. Me refiero a las mal
llamadas clases medias norteamericanas. Gentes que
habitan
en enormes áreas residenciales repletas de casas con idéntica
apariencia (como las que ilustran la magnífica portada de RBA) y que la mayoría conocemos a través del cine. Junglas
humanas en donde casi nunca sucede nada. O sí y ahí es donde
interviene el
ojo de Baxter, descubriéndonos como entre
sus paredes, jardines, garajes, patios traseros y
callejuelas transcurren un sinfín de historias
mínimas escondidas
a
la vista de los demás.
“Se acercó apresuradamente a darle mano a Ellickson, y lo atrajo hacia él en un amago de abrazo.
-Bueno. ¿Qué ha pasado?
-Lester, siento como si el pecho me fuera a estallar – Dijo Ellickson.
-¿Dolor? ¿Te duele el pecho?
-No, es más bien como un peso.
-Bueno, entonces deberíamos ir a a urgencias. Yo ya no soy un médico de verdad.
-Quiero que me examines. Por favor.
Lester miró a Ellickson con su expresión ardillesca, tragicómica.
-¿En serio? De acuerdo – dijo-. Quítate la camisa. Quiero auscultarte el corazón.
Ellickson hizo lo que le decía.
Lester se colocó los auriculares y aplicó el estetoscopio al pecho de Ellickson.
-Lester, mi mujer está embarazada.
-Shhh.
-No me deja hablar con Alex.
-Shhh. Estoy escuchando tu corazón.
-El tío de al lado es un asesino que vive en una nave espacial. Y yo lo único que quiero en esta vida es tomarme una copa.
-¿Quieres hacer el favor de callarte?
Por fin Lester bajó el estetoscopio. Un cardenal cantaba en el tilo de la calle, al otro lado de la puerta mosquitera. El aire olía a humedad, como si se avecinara una tormenta justo por debajo de la línea del horizonte, más allá del alcance de la vista, y aunque brillaba el sol Ellickson creyó oír el rugido del trueno.
-Bueno- dijo Lester, sonriendo-. Hay una noticia buena y otra mala.
-Dime la mala primero- le pidió Ellickson.
-Sigues vivo – le dijo el médico.
-¿Y cuál es la buena? - preguntó Ellickson.
Lester se encogió de hombros. -La misma – dijo.
Muy recomendable.
Para interesados en la causa: Baxter = Un poquito de Updike, algo más de Cheever, y un muchito
de Carver. Ahí es ná.
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