Atentos
a esta secuencia de imágenes. Sobre estas líneas la primera: foto de un hayedo
sito en algún lugar de la Gran Bretaña, patria del pintor británico David Hockney. El caso es que el bueno de Hockney, máximo exponente del pop-art por
aquellas latitudes, encontró este paraje recorriendo las pequeñas carreteras
vecinales próximas a su domicilio, en Yorkshire. Le pareció un escenario ideal
para protagonizar su nueva composición pictórica, con la que pretendía plasmar
el efecto de las estaciones sobre un mismo paisaje.
Veamos ahora como con el primer cuadro de la serie representa el verano:
Un tiempo
después Hockney volvió al mismo lugar para capturar los efectos del invierno:
No hace
mucho, el artista se acercó de nuevo al paraje para comenzar a trabajar en el
tercer cuadro que formaría parte de la composición, correspondiente a la
primavera. Para su sorpresa, el hayedo había desaparecido y no pudo hacer otra
cosa que recoger el instante con su cámara fotográfica:
Al
parecer, el propietario de estas tierras fue seducido por los euros que le
reportaría talar los árboles y dejar espacio libre a la próxima construcción de
un apeadero. Y es que poderoso caballero es don dinero...
“Para mí el acercamiento a esa pequeña cantidad de madera tenía algo de grandiosidad, como el acercamiento a algún maravilloso gran templo, y los árboles, por sí mismos, eran muy grandes, muy arquitectónicos, muy majestuosos. Estaba realmente apegado a ellos. Fue como ir a una pequeña villa o pueblo y descubrir pasada la noche que la gente había arrasado una gran iglesia que había resistido ahí 900 años.”
Cierto que no es la primera vez que la mano del hombre acaba con un bonito
paisaje, pero este vez, el ya de por sí lamentable acontecimiento, conlleva que
no podamos ver terminada la serie de pinturas. Dos cuadros menos y
un páramo más.
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