50.
Damon Albarn - “Everyday Robots”
Este
2014 también será recordado por habernos traído lo último de
Damon Albarn. Un delicado trabajo de corte introspectivo firmado por
el que fuera líder de Blur y Gorillaz, demostrando así su capacidad para
escribir y producir música melancólica. ¡Mucho más cortavenas que todo lo que había hecho hasta el momento!
Colección de canciones pop en las que destaca por
encima de todo lo demás, hasta el punto de convertir la experiencia auditiva en algo sumamente especial, la interpretación vocal de Damon. Y es que el músico de
Whitechapel ha sido capaz de enfatizar ese aspecto hasta el extremo.
Sacándole mucho más partido que a las colaboraciones de gentes como
Brian Eno o la líder de Bat for Lashes con quienes ha contado para este disco.
49.
Stephen Malkmus & The Jicks - “Wig Out At Jagbags”
Me
hubiera gustado posicionar mucho más alto este disco, la
última genialidad del front-man
de
Pavement. Y
no solo porque Pavement sea una de mis bandas totémicas
de los 90,
que también. Pero bueno, Estebitan es otro de los damnificados por
la avalancha de novedades que sepultó a algunos de los discos con
los que más disfruté durante el primer semestre del año.
Pero no
es tiempo de excusas ni de lamentos. Es el
momento
de ensalzar las melodías deslabazadas, el rock juguetón y las
letras surrealistas de monsieur
Malkmus. Por ser el responsable de este “Wig out al Jagbags”,
disco alegre y optimista, a veces nostálgico. Quizás
el disco más pop en la ya larga trayectoria del músico
californiano. Un
álbum con el que puede
seguir presumiendo de personalidad y talante reconocible, pero
también de
tener el mejor flequillo del mundo mundial
después
del que
se gasta Bardem
en “No country for old men” (2007). He dicho.
48.
Los Waldners - “Eclipse Total Del Corazón”
Desde
Costa Rica con amor... más bien sin amor.
Buen
debut el de este cuarteto nacido en San José allá
por el
2011 y que practica una suerte de pop guitarrero y melancólico
cantado en un bonito castellano con deje tico.
“Eclipse
total del corazón” es un disco dulzón y adictivo, melancólico
que no tristón, en el cual destacan sus preciosas melodías.
Canciones que dibujan un panorama bastante plácido hasta que alguien
da la voz y Los Waldners deciden pasar a la acción, pisando el
acelerador, pero sin pasarse, ya sabéis, ¡que estamos hablando de
pop!
Estos
si que son "chulos"
y no esa mierda que cuentan en los aberrantes spots
de Desigual.
47.
Death From Above 1979 - “The Physical World”
El
reencuentro de estos dos tipos tras diez años de distanciamiento,
nos ha venido
de coña a todos aquellos que siempre hemos disfrutado con su manera
de hacer ruido. Y es que los viejos rockeros
nunca mueren, aunque se hacen viejos y aprenden de sus errores. Tal
vez por eso, a pesar de que, aparentemente, siguen la misma fórmula
que les hizo grandes, “The Physical World” se presenta como un
álbum más maduro e incluso sosegado (vamos, todo lo sosegado que
puede ser un álbum firmado por estos dos animales). Pareciera como
si Keller y Grainger hubiesen pasado de plantear sus soflamas sobre
una base de hardcore
pero con alma pop a la formula inversa, o sea, píldoras power-pop
con
alma hardoreta.
Obviamente hay cosas que nunca cambiarán: DFA'79
continúan siendo, básicamente, bajo y batería a toda mecha. Es
lo que siempre se le ha dado bien a los canadienses. Y que les
(nos) dure.
46.
Sharon Van Etten - “Are We There”
El
nuevo álbum de la folk-singer
de
New Jersey
destaca por los
portentosos arreglos instrumentales. Una pompa que, desde luego,
brillaba por su ausencia en “Tramp”
(2012), el
álbum con el que esta guapa treintañera se dio a conocer en
medio mundo.
Es más, a la vista de esto último, podríamos afirmar que la Van
Etten ha subido de nivel. Y
no entro a medir la distancia que ha puesto de por medio entre el
ahora y sus dos primeros discos (“Because I was in love” de 2009 y “Epic” de 2010). Y
es
que Sharon ya
no es simplemente otra chica con guitarrita, sino
una verdadera cantautora capaz de dotar a sus composiciones de un
revestimiento mucho más acorde a lo que nos cuenta. En este sentido,
sus temáticas continúan siendo las mismas. Ahí
la evolución no ha sido grande. Su vida musicada continúa siendo un land
of pain
en el que acumula fracaso tras fracaso y desengaño tras desengaño. Y ahí que sigue haciéndonos
partícipes
de sus
purgas y miserias
amorosas.
Vamos, lo mismo que hacía Alanis
Morissette, pero con más
gracia
y distinción. Destructivamente
atrayente.
45.
Toumani & Sidiki Diabaté
-
Toumani & Sidiki
El
toque exótico de la lista viene protagonizado por dos músicos de
Mali. Galardonados con el Grammy al mejor álbum de World Music 2014,
los Diabaté, padre e hijo, nos han regalado un bonito y fresco
artefacto musical que hará las delicias de los aficionados a la
música africana y -¡que coño!- a la música en general. Lo digo
porque un servidor no es que sea fan incondicional de estas músicas,
pero bueno, tampoco se mantiene ajeno a las joyitas que descubre, muy
de tanto en tanto, provenientes de cualquier rincón del planeta. Esta es una de ellas.
Don
Toumani Diabaté, para los que no lo sepáis – yo era uno de
esos- es un instrumentista mundialmente reconocido como el mejor
intérprete vivo de kora, una especie de laúd africano que tiene la
friolera de 21 cuerdas. Su hijo Sidiki es la estrella emergente del
género y es que de casta le viene al galgo. El diálogo musical
entre ambos se transforma en una delicia sensorial bastante difícil
de describir. En ocasiones parece que escuchemos el sonido de un
arpa, otras el de un piano y hay momentos en los incluso pareciera
como si sonara una suerte de flamenco relajado.
Un disco que se convierte en una experiencia sumamente enriquecedora.
44.
Cold Cave - “Full Cold Moon”
Este álbum contiene un trallazo como “A little death to laugh”
y aunque solo fuera por eso ya merecería entrar en esta lista. Pero
es que es mucho más que eso y ahí están “People are poison”,
“Oceans with no end” o “Nausea, the Earth and me” para
corroborarlo.
“Full
cold moon” es un recopilatorio de todos aquellos singles que Wesley
Ensold ha ido publicando a través de su sello Heartworm Press durante los últimos tiempos. Doce composiciones enmarcables dentro
de la mejor tradición dark
wave surgida
del país de las barras y estrellas. Un ciclón industrial en el cual
los desbocados sintetizadores y los loops
afilados rodean al oyente en plena influencia de gentes como Cabaret
Voltaire, New Order, Depeche Mode o Suicide.
43.
Helms Alee - “Sleepwalking Sailors”
Dicen
los que saben de esto que “Sleepwalking sailors”, tercer álbum
del trío Helms Alee, tiene un punto de mayor accesibilidad que sus
dos discos anteriores. Estoy de acuerdo. De alguna manera, esta peña
de Seattle ha sabido convertir en digerible toda aquella energía
sludge
y
post-hardcore
que antaño campaba a sus anchas sin orden ni concierto. El resultado
es un disco potente en el cual las ráfagas de distorsión y los
gritos marca de la casa se complementan con momentos de calma. Un
artefacto en el que no faltan toques
de stoner,
marañas sónicas dignas del mejor math-rock
e
incluso cierta cadencia pop
en las armonías de apoyo.
Un conjunto de canciones que se enroscan sobre si mismas, subiendo
tan rápido como se despeñan, pero que, aunque parezca difícil de
creer, se escapan de esa clase de complejidad virtuosista que tanto
aleja a este tipo de bandas de un público más amplio.
Retorciendo
las similitudes hasta el extremo, os diré que en algún momento me
han venido a la cabeza ecos a los Filter del “Short bus” (ya sé
que lo flipo, pero eso es lo que hay).
42.
Sleaford Mods - “Divide And Exit”
Jason
Williamson, líder de los Sleaford Mods, es un bocazas que
pa'qué...
¡Pero es un puto genio! Además de un tipo bastante interesante por
las cosas que dice y como las dice. Digamos que es un Boyero musical
surgido del extrarradio londinense y con un toque de inmediatez
trascendente a la que es imposible resistirse.
Sleaford
Mods, la banda, viene a ser la propuesta de un par de punkarras
metidos a raperos y eso tiene su gracia, pero también sus
limitaciones. Respecto a estas últimas,
la
principal de ellas es evidente: los ritmos no pueden ser más
básicos. Vamos, que un servidor con un organillo Casio, de aquellos que se regalaban a quienes ya nos acercamos a la cuarentena para
la Comunión, es capaz de sacar bases más elaboradas que las
generadas por Andrew Fearn. Pero haciendo de la necesidad virtud,
hasta de esa simpleza sacan partido. Por contra las letras son su
gran fortaleza. En ellas sacan a relucir todo el desespero y la rabia
que tienen dentro, atacando a sus bestias negras que son muchas y
variadas. Y es que el odio es una fuerza poderosísima y eso lo
sabemos todos. Y si encima uno utiliza el cockney
para expresarlo...
Una
auténtica “almorrana musical”, en palabras del gran Kiko Amat,
que mola mucho más que The Streets con quienes les han llegado a
comparar.
41.
Benjamin Booker – s/t
Según
he leído, la historia de este compay
es un ejemplo de eso que se viene en
llamar “el sueño americano”. Aunque bueno, según yo lo veo,
parece
más un arrieritos somos hispano versión
iuesei.
Y es que, según cuentan,
el joven Benjamin
quería currar en la NPR, la radio pública norteamericana, pero no
le dejaron. Ese
despreció le determinó
a
marcharse
desde
su Florida natal hasta Nueva Orleans, la
cuna del jazz, donde
se agenció una guitarra con la intención de convertirse
en una especie de guitar
hero.
Al final el tío llegó
a ser
tan brillante
en el manejo de las seis cuerdas, que llamó la atención de quienes
le habían cerrado la puerta. Esta vez se la abrieron de par en par. Y así
fue como el señor Booker consiguió su sueño de formar parte de la
radio, pero no
como entrevistador
sino
como
entrevistado.
Lo cierto es que el disco de debut de Benjamín Booker ha caído como un bombazo entre la crítica especializada de los Estates. Con una fórmula que el Rolling Stone define como blues-punk-rock, el guitarrista mulato la está petando. Y no es para menos. Sus riffs de guitarra, pero sobretodo su particular timbre de voz, bien lo merecen. Y esa fórmula que puede parecer blues del de toda la vida, pero que no lo es. O sí. ¡O yo qué sé! Pero suena diferente, especial, cuando, a priori, pareciera que nos va a ofrecer algo mil veces escuchado en otros tantos músicos de color.
Vamos, que con este álbum sin título, Benjamin Booker se ha ganado el ser considerado como una de las grandes promesas de la música estadounidense.
Lo cierto es que el disco de debut de Benjamín Booker ha caído como un bombazo entre la crítica especializada de los Estates. Con una fórmula que el Rolling Stone define como blues-punk-rock, el guitarrista mulato la está petando. Y no es para menos. Sus riffs de guitarra, pero sobretodo su particular timbre de voz, bien lo merecen. Y esa fórmula que puede parecer blues del de toda la vida, pero que no lo es. O sí. ¡O yo qué sé! Pero suena diferente, especial, cuando, a priori, pareciera que nos va a ofrecer algo mil veces escuchado en otros tantos músicos de color.
Vamos, que con este álbum sin título, Benjamin Booker se ha ganado el ser considerado como una de las grandes promesas de la música estadounidense.
Los primeros diez que pones y ya puedo ir picoteando cosas que no me he llevado al oído, mire usted (uy, que Aznariano esto último). El regreso de Death Above ha sido muy grande y el de Malkmus igual. Lo del flequillo me ha dado para unas risas, Espero con ansías las continuaciones.
ResponderEliminarSiempre ha sido usted muy aznariano... jejeje
ResponderEliminarYo espero su lista Monsieur,,, ¡Ya tarda!