Mi
primer acercamiento a la extraña
prosa de Roberto Montero González -Montero
Glez. para
los amigos y también para los enemigos-
ha sido ha través de “Pistola y cuchillo”. Se
trata de una novelita corta a través de la cual el
escritor madrileño revive
los
últimos días de José Monge Cruz
aka
el
Camarón de la Isla.
Antes
de sumergirme en este libro ya
conocía
algo de la vida, milagros, formas y temas de Montero a través de un puñado
referencias buenas y otras no tanto
que
son fácilmente
localizables en
la
red de redes. Y es que su realismo
sucio y
hasta
macarra,
su
estilo físico
por definirlo
de alguna forma, y
ese gusto por la reiteración,
le han grajeado no pocos detractores. Si
bien y
para
ser justos,
la
relación de fuerzas con el
ejército de
incondicionales y
feladores profesionales está
bastante equilibrada. Y
es que parece evidente que Montero Glez. desata tanto pasiones como
odios, lo
que ya
es motivo suficiente para que este menda quiera acercarse hasta su
universo. Por
otro lado está
la temática del libro. Y
es que hay
quien vende
“Pistola
y cuchillo” como la obra definitiva sobre
Camarón de
la Isla. Lo
cual, para un vástago
de gaditanos
y,
consecuentemente, camaronianos
acérrimos,
que además
se
educó entre
los lamentos
y
quejíos
de
esa voz quebrada y jonda
como ninguna, un libro como este no podía pasar desapercibido.
Lo
cierto es que una
vez terminada “Pistola
y cuchillo”, he confirmado aquello de que Montero
Glez. es
un escritor tremendamente particular.
Y
eso que aún
no tengo claro si me alineo
entre los haters
o los
lovers a
la causa. Para
eso necesito algo más de chicha y
este libro me ha sabido a poco. Aunque
sí
tengo claro que, por el
momento,
su propuesta me interesa bastante.
Montero
es un autor de aquellos que se preocupa
más por el cómo
se cuentan
las cosas
que por lo que cuenta en sí, lo cual, a
priori, no
es ni bueno ni malo sino todo lo contrario. Y
es con
esa preponderancia de la forma sobre
el fondo como
el
autor nos
introduce en la vida del
Camarón camino de la muerte. Entramos con él en la mítica Venta
Vargas, lugar sagrado del flamenco donde el genio de San Fernando,
enfermo pero sin resignarse a morir, deberá tomar una de las
decisiones más duras de su vida. Decisión
que involucra al propio autor, a un gallo de pelea y a una serie de
personajes secundarios especialistas, como el
propio Camarón,
en los diálogos a golpe seco y en la sabiduría del cante jondo.
Había
leído que Montero Glez. bebe de la mejor tradición castiza que
ensayaron Cela y sobretodo Umbral y he de decir que algo de todo
eso
hay. Narrativa
que respeta los postulados del realismo
sucio pero
a
la hispánica, con arquetipos sacados del mundillo de las tabernas,
los tablaos,
las peleas de gallos, los toros y el gitaneo. Un
relato
absorbente que
gustará tanto a los fans
de Camarón
como
a los de Bukowski.
Eso
sí, de novela definitiva sobre el maestro ná
de
ná.
Existen mejores libros para introducirse en la obra de este gitano
rubio cuya leonina cabellera fuese inmortalizada por el gran Alberto
García-Alix.
“Al
rico camarón de la bahía, al rico camarón de la bahía, lo pesco
de noche y lo vendo de día”.
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