“Animales Nocturnos tiene para mí un doble juego, por una parte es mi propia forma de ser, un creador nocturno, una persona que funciona de noche, cuando el silencio me rodea y las oscuridades y sombras se vuelven más sugerentes. Y por otro lado, están los rincones umbrosos del inconsciente y de los sueños de donde surge el material de mis pinturas. También esa búsqueda de los sutiles lazos entre la memoria y el olvido, las pulsiones y la contención, los miedos y los enfrentamientos, todo ello envuelto por la siempre hermosa y sugerente luz de la noche”
Imágenes del inconsciente, de hadas
y demonios, con pasajes oníricos repletos de animales -salvajes y domésticos-
combinados con innumerables objetos cotidianos. De eso va la pintura realista y
a gran escala de este particular creador. Porque sí, una de las cosas más
destacables es el tamaño de unos cuadros que impresionan al toparse con ellos.
La exposición del GAM se compone
de diecisiete obras dotadas de ese sello bien personal en el que se respira desde
la herencia de los grandes del barroco –especialmente Velázquez- hasta la visión
romántica de autores como el suizo Heinrich Füssli.
Algunas de las obras se presentan en formato un tanto más pequeño, destacando en ellas los rostros quasi feéricos de personajes femeninos en primerísimos planos, confrontados o solo compartiendo espacio con perros, gatos u ovejas. En esta categoría brillan con luz propia tres titulos: “3 niñas”, “Laura y las ovejas” y “Sofi”. Este último es, a mi modo de entender, el mejor de ellos. Con esa cría de facciones perfectas rodeada de unos canes con un gesto que se debate entre lo amenazante y lo protector.
Algunas de las obras se presentan en formato un tanto más pequeño, destacando en ellas los rostros quasi feéricos de personajes femeninos en primerísimos planos, confrontados o solo compartiendo espacio con perros, gatos u ovejas. En esta categoría brillan con luz propia tres titulos: “3 niñas”, “Laura y las ovejas” y “Sofi”. Este último es, a mi modo de entender, el mejor de ellos. Con esa cría de facciones perfectas rodeada de unos canes con un gesto que se debate entre lo amenazante y lo protector.
Los cuadros de mayor tamaño
suelen mostrar complejísimas representaciones de naturaleza salvaje, en las que
aparecen ciertos elementos disonantes. De ahí que al contemplarlos nos pueda producir perplejidad o simplemente asombro. Fantástico resulta “Acteón”,
con esa pincelada tan matérica y sobre todo por el genial tratamiento de los
blancos. Aspecto este que destaca no solo aquí. También en otras obras como “La
fuente”. O incluso más, ya que con la fuente y esos ciervos abrevándose, da la impresión de que Lorca se ha
sacado de la manga una suerte de pintura marmórea. Qué decir de “El árbol de
los gatos”, “El jabalí dorado” o “La niña de los gatos”, para un servidor lo más
espectacular de toda la muestra. Y es que el del jabalí, en vivo, es acojonante. Con ese bicho cosido a dentelladas en el marco de una composición muy expresiva y en la que resaltan los amarillos intensos. También los rostros de los gatos –o de ese único gato Bombay o
Habana Café que se repite- que protagonizan las otros dos pinturas, son
tremebundos. Cómo el autor ha sido capaz de captar la mirada del animal y cómo esta se
posa directamente sobre el espectador… Resulta casi mágico. O sin el casi.
Me ha encantado lo que hace este
muchacho.
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