Hay
quien dice que el Planeta no es un
premio guay. Que es demasiado comercial, centrándose en premiar a faranduleros televisivos como Fernando
Sánchez Dragó, Maruja Torres, Fernando Schwartz o Boris Izaguirre. Aunque, si
repasamos la lista de galardonados en estos casi cincuenta años de vida del
premio, nos salen nombres ilustres como los de Ana María Matute, Juan Marsé,
Vázquez Montalbán, Mercedes Salisachs, Antonio Skármeta o dos premios Nobel como Cela y Vargas Llosa. Tratándose del segundo premio literario mejor dotado del mundo, tan sólo
superado por el Nobel de Literatura, si que parece un premio guay. Y es que llevarse seiscientos mil pavos bajo el ala, en el caso de ser el ganador (o unos
ciento cincuenta mil en el caso de ser finalista) por escribir una única novela, debe de molar. Así pues, no entiendo la polémica suscitada
tras la concesión de este premio a Eduardo Mendoza. Más aún cuando la obra del
abuelote barcelonés mola. Y según me cuentan, ya que yo le he leído poco, en
ocasiones mola mucho. Es cierto que Mendoza es un autor popular, hasta el punto
de que algunas de sus obras se estudian en la Secundaria. Vale, correcto, ¿pero qué más dará? También son las obras de Salinger o Anderson
de lectura obligatoria para los estudiantes norteamericanos y no por ello nadie los desprestigia. De
ahí que no entienda el gran número de críticas que se han vertido contra el premio, a raíz de que el pasado 15 de octubre, día de Santa Teresa para más señas, se hiciese
público que “Riña de gatos – Madrid 1936” de Eduardo Mendoza sería la novela ganadora en 2010.
Ok,
vale, yo también me sé lo de la leyenda negra del Planeta. …que si los premios se pactan. …que si las obras premiadas
son realmente libros de encargo a escritores consagrados que los escriben a
cambio de money. …que si la editorial
invierte tanto en ese premio es porque sabe que dándoselo a un escritor
conocido le va a resultar más que rentable. …habiendo incluso quien afirma que
Miguel Delibes no tiene un Planeta porque
se negó a participar de lo que él consideraba una estafa mercantil. En fin,
como diría Ronaldo (Nazario da Lima) nusé…
Es posible (hasta probable) que los rumores sean ciertos, pero ello no quita
que Eduardo Mendoza sea un buen escritor y “Riña de gatos – Madrid 1936” un muy
buen libro, como me dice un amigo que se lo ha leído y de cuyas opiniones me
fío.
Pero
yo no quería hablar ni del premio Planeta,
ni de “Riña de gatos – Madrid 1936” y ni siquiera sobre su autor, al que descubrí
de forma tardía por una serie de cuestiones que ya expliqué aquí. Esta entrada
iba a ser sobre “El año del diluvio”, uno de los libros más conocidos de
Mendoza y probablemente de los más comentados y explicados en las aulas de
literatura de los institutos españoles (¡hay hasta apuntes colgados en “El Rincón del Vago”!). Y es que me lo acabo de leer y me aparecido muy interesante.
Al
parecer la novela se inspira en un par de hechos históricos: las inundaciones
que asolaron Cataluña a finales de la década de los cincuenta y el aniversario
de la muerte del último maquis. Lo que en principio iba a ser una pieza
teatral, al final se convirtió en una novela. Ese es el motivo de que “El año
del diluvio” conserve rasgos propios del mundo del teatro como el asunto del escenario único, la
preponderancia del diálogo entre personajes y algún que otro golpe de efecto de
marcado carácter dramático. La historia transcurre en el campo catalán, durante un sofocante y lluvioso verano de la década de los 50. La súbita furia
de los elementos, en forma de lluvias torrenciales e inundaciones devastadoras,
transcurrirá en paralelo a la violenta irrupción del amor entre un rico
terrateniente de costumbres relajadas y una joven monja angustiada por las
cuestiones de la culpa y el pecado. Las circunstancias harán que la pareja se
separe para siempre jamás tras consumar físicamente su amor. Para rebajar el tono dramático el autor se valdrá de
una serie de elementos propios de las novelitas de aventuras, del folletín y de la
picaresca española, amén de la ironía siempre presente en sus libros. Además, le reservará un papel estelar al mundo de los maquis y al espíritu del bandolerismo
romántico y bienintencionado.
En
fin, que “El año
del diluvio” me ha parecido un librico seductor, divertido y a la vez facilito de leer, o sea, como
a mi me gusta. Aunque no por ello carente de toda profundidad. Vamos, que me ha gustado.
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