Stephen
Malkmus & the Jicks “Sparkle hard”
El
séptimo disco del que fuera líder de Pavement tras salir de su zona de confort,
nos devuelve a ese Malkmus irónico, inteligente y en
ocasiones sincopado, que ya brillaba en “Wig out at Jagbags” o en “Real
Emotional Trash”. Aunque nunca de forma tan brillante y sobre todo con la solidez
que nos muestra aquí. Este “Sparkle hard” conjuga el preciosismo folkie con la
psicodelia marca de la casa, respetando el glorioso legado de Pavement–en
cortes como “Shiggy” de forma más que evidente-. Eso sí, alejándose del
noventerismo lo suficiente como para que nadie tenga la tentación de acusarlo
de perseguir glorias pasadas. La verdad es que no acogía con tanto entusiasmo
un nuevo trabajo de este mozo desde su álbum homónimo tras la disolución de
Pavement. Un disco que, por cierto, acabó por aburrirme. No creo que me pase
igual con este. ¡Si hasta la colaboración de Kim Gordon en esa especie de boutade
que es “Refute” me parece maravillosa!
Daniel
Avery “Song for Alpha”
Le estoy cogiendo yo el gustirrinín a eso de los paisajes
sonoros, la verdad. Si bien, siendo rigurosos, este disco no es propiamente un
exponente de esa fórmula. De hecho algún purista me espetaría, no sin razón,
que esto ni se le acerca. Es techno oscurete y repetitivo, lo acepto. Con todo,
la manera con la que yo estoy disfrutando de él, o mejor dicho, el como he ido
dejándome embargar por esta suerte de electrónica relajada y hasta sensual, me
genera idénticas sensaciones a las de escuchar a David Cordero por poner un ejemplo.
Vale, siempre y cuando me hubiese tomado un tripi en alguna rave y estuviera de
bajón. También lo acepto. Porque el nuevo trabajo del diyéi y productor
londinense recuerda más a Autechre y a los primeros –y no sé si últimos ya que
me borré de esa historia- Aphex Twin. Estructuras machaconas que se envuelven
en un reverb grandilocuente y con unos sintetizadores que en ocasiones evocan el
universo sonoro de “Blade Runner”. De hecho este álbum podría ser una versión
alternativa un tanto más bailonguer y trallera de la mítica banda sonora de
Vangelis. Estoy muy loco, lo sé.
Dream Wife s/t
Me ha costado reconocerles el mérito a estas jovenzuelas de
Brighton, en la Pérfida Albión, que practican una suerte de punk-rock con muchísima
actitud. La de pegarte con la guitarra en toda la cabeza, para que me
entendáis. Cierto es que sus composiciones aparecen trufadas de momentos en los
que, tras bajar el pistón, derivan hacia sonoridades un tanto más poppies que
le van de perlas al conjunto. Pero bueno… A lo que iba. La cosa es que en
varios sitios pintaban este debut poco menos que como el disco del año. Y
hombre, como que tampoco tanto. De ahí mi natural alejamiento respecto a un
trabajo que, retomado tardíamente y casi a regañadientes, me parece de notable
alto. El trío británico – islandés nos ofrenda un álbum con once cortes que
dejan sin resuello y en los que no hay material de relleno. ¿“Love without
reason” quizás? ¡Los cojones! Por cierto, mención muy especial para la
vocalista Rakel Mjöll, alumna aventajada de la escuela Kathleen Hanna de Riot
Grrrls y sin cuya participación nada sería lo mismo.
Els Jóvens s/t
No podía faltar por aquí la original propuesta de este
súper grupo valenciano que, partiendo de la rica tradición de la tierra que les/me
vio nacer, es capaz de actualizarla de una forma muy digna, deslizándose a
través de los senderos del pop. Y es que el disco de debut de la banda de Sant
Vicent del Raspeig no es un mero homenaje a jotas valencianas y cants de batre.
Tampoco cae en el insípido revival tan presente hoy día en esta, en aquella y
casi en cualquier latitud. Es un álbum de pop cantado en valenciano y rico en
instrumentación -tradicional y no tradicional-, con unas letras muy curradas en
las que se refleja un imaginario propio que me resulta bastante próximo. El
fantasma de Al Tall está presente y aún más el de Pep Laguarda i Tapineria,
como máximo exponente de esos músicos valencianos que bebieron de la tradición
para hacerla propia en sus canciones. ¿Algo de Caetano, Kiko
Veneno y hasta del maestro Dylan? ¿Por qué no? Todo en once cortes con temáticas
contemporáneas entre los que destacan un bonito homenaje al futbolista Paco
Alcacer o una curiosa versión de los Magnetic Fields -“Crec que em falta un cor
nou” – ¡Ah! También incluye un recadito para el primer presidente negro en la
historia de España. Ya sabéis a que delincuente me refiero.
Toundra “Vortex”
¿Qué decir de lo nuevo de Toundra? Pues que “Vortex” es
otro de los firmes candidatos a álbum del año para esta bitácora. Y es que,
aunque parezca imposible y necesariamente lo sea en algún momento, la banda
madrileña lo ha vuelto a hacer. Vamos, que se ha vuelto a superar con este, su
quinto largo en una ya épica trayectoria dentro del competido mundo del rock instrumental,
el metal progresivo, el post-rock o como rayos queramos definir su sonido. Siguiendo
sus propios pasos y sin alejarse de aquello para lo que nacieron, Toundra confirman
de manera definitiva su ingreso dentro de la élite post-metalera mundial. Al
mismo nivel o hasta por encima de muchos de sus referentes. En lo que al disco
se refiere señalar que está algo más próximo en intensidad al que fuera su
tercer trabajo y un tanto más alejado del (II). El caso es que da igual. Parecen
bendecidos por el santoral en pleno. “Vortex” no tiene desperdicio y es difícil
elegir cuál de sus ocho cortes es mejor. Ahora mismo escogería “Tuareg” y ese
apoteósico cambio de mitad hacia el final y también el single “Kinston Falls”
que tiene pinta de sonar como un trueno en el directo. Bueno, al igual que
“Cruce Oeste” ¡Qué coño! Vale, lo sé, estoy salivando con la idea de verlos en
directo de nuevo.
Dumb “Seeing green”
Yo que pensaba que había
descubierto la pólvora con esta joven banda de Vancouver y el que creía era su
debut discográfico. Y mira, resulta que no. Los gachones llevan ya un tiempo en
la brecha y con éste, tres álbumes en la mochila. El caso es que ando bastante
pegado a este “Seeing Green” desde que escuché a su vocalista, un tal Franco Rossino, explicar que el álbum gira en torno a
la figura de un joven confundido y cabreado que, sin darse cuenta, es víctima
del mismo condicionamiento capitalista en el que todos los occidentales somos
criados. Menuda gilipollez, ¿no? Vamos, que el discurso no podría ser más
huero. Pero bueno, gracias a esa mierda de declaraciones me llamaron la
atención. Y menos mal, porque me encanta su rollo. Esa fórmula que va entre
los Devo más rockers y, por poner a alguien más de ahora, los Ought del gran a
la par que escuchimizado Tim Darcy. Algo del macarrismo de los Parquet Courts
también les veo, pero igual es cosa mía. El caso es que hete aquí con catorce
canciones que suenan urgentes y atemporales. Envueltas entre ritmos nerviosos y
algo aceleradas, con sus buenas dosis de riffs de guitarra y un desempeño
martilleante a cargo del batería.
Frigs “Basic Behaviour”
Estos también son de Canadá, pero de Toronto como los
Raptors de Serge Ibaka y DeMar DeRozan. Al igual que Dumb, tampoco son nuevos
pero casi. El álbum ya llama la atención desde esa impactante portada con una
chica de espaldas y desnuda, encadenada dentro de un acuario en el que hay unas
calas flotando. Esa sensación de incomodidad y hasta de mal rollo es la que
logran trasladar en una decena de cortes de ambientación densa a los que hay
que sumar unas letras tremebundas obra de su lideresa Bria Salmena. Melodías
oscuras, incluso pesadas, construidas a base de riffs repetitivos que se
contraen y hasta tiemblan, a los que sumar un bajo machacón, onda post-punkarra,
con la voz de la mencionada Salmena como guinda. Una señorita que, en muchos
momentos y a causa de la dicción, me recuerda a Jehnny Beth de Savages. Sobre
todo en “Waste”, en donde también destaca ese gorgoteo nirvanesco etapa “Bleach”. Aparte de este tema, me maravillan “Taking Pictures” o “Doghead”, a
la postre mi favorita de todo el álbum. También “Solid State” y esa línea de
guitarras que me recuerda un poco a las reaparecidas Breeders, pero cuando
molaban. O por qué no, el onirismo de “Gemini”. Un pedazo de disco, sí señor.
No
hay tres sin cuatro que diría aquel… Si
se inventara el refrán, claro está. Aunque bueno, si prescindimos del resbalón
que supuso -a mi parecer- “Local Business”, este sería el tercer gran álbum en
la trayectoria de la banda de New Jersey. Vale
que este “A productive cough” me parece inferior a “The most lamentable
tragedy” y al superlativo “The Monitor”. Y es que era muy difícil mantener el
nivel. Con todo, siguen manteniendo ese espíritu de borrachera, entre el punk
más macarra y el folk americano, que viene siendo su seña de identidad desde los
comienzos. Lo cual no es poco. De hecho es mucho. Conste también que entré raro
en el disco. Como me ha pasado en casi todos sus discos. En
este caso andaba un tanto escamado tras leer que esto iba a ser un disco de
baladas. Que Patrick Stitckles quería dotarlo de un enfoque más suave, evitando
así la proliferación de esos himnos roqueros que trufan sus
anteriores trabajos. ¡Los cojones! Bueno, lo de mis atributos va por el asunto
de las baladas. Lo otro puede que sea verdad. De hecho “A productive cough” es
más clásico, por definirlo de alguna manera. ¡Incluso versionan el “Like a Rolling Stone”!
Ahí es ná. Pero bueno… Lo cierto es que “A real talk” y “Home alone” no serán himnos, pero como
si lo fueran. Tremendas canciones. Como a otro nivel ese bonito cierre que es “Mass
transit madness (Goin’ loco)”.
Marmozets “Knowing what you know now”
Buen pepino el que nos ofrecen
las metalizadas gentes de Roadrunner. Y en parte extraño. Y es que estamos ante
un tremendo disco de post-hardcore con voz femenina al frente. La de Becca
Macyntare quien junto a su hermano Sam lidera esta banda nacida en West
Yorkshire hace no mucho. Lo de extraño lo decía por la presencia de la vocalista
y no me tildéis tan pronto de machirulo que ahora os lo explico. Vamos, que para
alguien tan acostumbrado como este menda a una escena en la que los
desempeños vocales corren al cargo de tiarrones como Jakob Bannon de Converge o
el tipo de Gallows, esto le descoloca. Para bien, se entiende, por eso aparecen
en este listado. También es verdad que este “Knowing what you know now” no es
exactamente un disco de hardcore. O no es solo eso. Es rock súper vitaminado y
mineralizado que diría Súper Ratón. Moviéndose como pez en el agua entre la
propuesta de las bandas mencionadas más arriba y otra más suave si queréis, que
podría venir representada por gentes como los Blood Red Shoes. Eso sí, si esto
últimos tomaran anabolizantes. En todo caso, la sombra de estos paisanos es más
que evidente en temas como “Major System Error”, sin duda el principal
aspirante a jitazo del álbum.
Indignu [lat.] “Umbra”
El cuarto largo del colectivo de
Barcelos es, probablemente, lo mejor que han grabado hasta el momento. Y ya es
meritorio tras aquel fantástico “Odyssea” que presentaran en 2013 y con el que
les conocí, Bboyz mediante. Disco que, como su propio nombre indica, resulta
oscuro y hasta tenebroso. Desde luego bastante más que sus predecesores. No es
para menos, teniendo en cuenta de dónde surge la inspiración. Ellos mismos han
declarado que estas seis piezas, principalmente instrumentales, recogen todo el
dolor y la profunda tristeza generada por todas aquellas almas arrasadas por el
fuego en los incendios acontecidos en Portugal, durante el verano de 2017. Así se
explica que les haya quedado este trabajo de tintes apocalípticos, repleto de
guitarras furiosas y también de esas orquestaciones grandilocuentes que ya
aparecían en “Ophelia”. Aunque ahora estén más presentes y produzcan un efecto desgarrador.
Además, como novedad y en orden a apuntalar ese mensaje entre doloroso y
nostálgico, en dos de los cortes –“Nem só das cinzas se renace” y “Levitação do Sahara”-
incorporan las voces de referentes de la actual escena musical portuguesa:
Manel Cruz y Ana Deus. Estremecedor el primero de ellos.
Khruangbin “Con todo el mundo”
Brillante nuevo trabajo el que nos presentan estos
virtuosos del rock ambiental, la psicodelia, el soul internacional y hasta el
funk. Álbum sophomore, por seguir la jerga del deporte profesional gringo. Un discarro
al que le he pegado numerosas vueltas de un tiempo a esta parte y que se erige como
disco de confirmación. Y es que tras aquel interesante “The Universe smiles
upon you” en el que el trío de Houston se inspiraba en el thai-funk de los
sesenta, ahora completan y hasta perfeccionan su sonido a la vez que amplían
horizontes. Porque este “Con todo el mundo” se mueve más hacia el sonido funk y
el soul con tintes arábigos o saharianos. Le veo cosas incluso del pop gabacho
sesentero. El caso es que la ecléctica fórmula con la que los texanos hicieron
fortuna no permanece intacta, pero sigue mostrándose bajita de revoluciones,
que no sosegada, lo cual se agradece y mucho. Según cuenta la bajista Laura
Lee, la historia tras el título del álbum viene de su abuelo. ¿Cómo me quieres?
Le preguntaba este cuando era una cría. “Con todo el mundo” respondía ella. Y
en ello que andan. Dejándose influenciar a lo largo y ancho del planeta para definir
un sonido que es muy accesible pese a lo alejado y variopinto de las fuentes de
las que se nutre.
Mint Field “Pasar
de las luces”
Más allá de Julieta Venegas, de los
narco-crímenes y de las jodidas pipas Tijuana - que creo no son de allí- la
capital de la Baja California también es capaz de ofrecer cosas bonitas. Es el
caso de este hipnótico elepé titulado “Pasar de las luces”. Segundo largo al
cargo de un par de veinteañeras a las que yo ubicaba en Seattle, vaya usted a
saber por qué. Envolvente trabajo con el que me lo he pasado pipa tumbado en la
cama, cuando los días de frío y lluvia comenzaron a asomar por estas latitudes.
Compuesto por nueve cortes que transitan entre el shoegaze, el
dream pop e incluso el mundillo lo-fi, su sonido remite a bandas como Slowdive, Cocteau
Twins o This Mortal Coil. También le encuentro referencias a cosillas más
actuales, por ejemplo lo que hacen DIIV. Siento que en “Pasar de las luces” la nostalgia
y la belleza campan a sus anchas, generando una bonita conexión con las cosicas
de adentro. Y eso mola. Un vibrante compendio de sonidos de antaño, repleto de cadencias
lentas y ambientaciones oscuras que hará las delicias tanto de los degustadores
del buen pop, como de los adictos a la darkwave. ¡Y qué viva México coño!
Human Tetris “Memorabilia”
También quedé prendado de este “Memorabilia”,
segundo largo de la formación moscovita Human Tetris y primero tras su
refundación. Y es que el largo periodo de reflexión autoimpuesto y la necesaria
incorporación de nuevos miembros, les ha venido la mar de bien. Por lo pronto
han parido un álbum que, si bien sigue el esquema de los EPs precedentes y de
aquel interesante “Happy way in the maze of rebirth” de 2012, ofrece una mayor
riqueza compositiva. Y sobre todo que suena más maduro. La cosa sigue fluyendo
entre el shoegaze y el post-punk a la rusa que sería la manera de definir un
inconfundible sonido surgido de las calles de Moscú. Entonando en inglés, eso
sí. Ruidos elegantes, sintes ochenteros, ecos a Joy Division y/o Interpol
–“Long Flight”-, a The Cure “A company”-, aunque más a los Smiths creo yo
–“Another day”, “Warm memory”-. ¿Cómo no te voy a querer?
Parquet Courts
“Wide awake!”
Los discos de Parquet Courts y
sus miembros molan todos, no nos vamos a ir por las ramas. Da igual que esté la
familia en pleno, o los hermanos Savage junto a Daniele Luppi –más Karen O-, o
que Andrew vuele en solitario, o que junto a Austin Brown y otros “fichajes”
monten algún quilombo bajo la etiqueta Parkay Quarts… Todas sus mierdas huelen
bien y es un don que les ha otorgado Dios. Alabado sea. Así que cuando antes lo
aceptemos mejor para todos. Este “Wide awake!” no podía ser la excepción. Señalar
que la incorporación a las labores de producción del conocido Danger Mouse no ha
supuesto ruptura alguna en el sonido de la banda. Y yo que lo saludo, a pesar
de haber leído cada cosa por ahí… El inicio del álbum con ese himno macarra que
es “Total football” no podría resultar más representativo de esto último. Una de
las mejores canciones del álbum, por cierto. Junto a “Almost had to start a
fight/In and out of patience”, “NYC observation”, “Tenderness” y ya en otra línea
mucho más funky, “Violence” o hasta la que da nombre al álbum. Bueno, en otra
onda algo más relajada están “Mardi Gras Beads” y ese experimento organístico
llamado “Before the water gets too high” que también son súper chulas. Y las
seis restantes. ¡Qué coño! ¡Larga vida a la incontinencia creativa de esta
peña!
Dylan Carlson
“Conquistador”
Siendo gran fan de Earth - banda madre de este gachón que
aunque solo fuera por el descomunal “Hex; Or printing in the infernal method”,
ya debería entrar en el Hall of Fame de la música- no le había prestado
atención a los discos que el colega del KurtCo firmaba con su nombre y
apellido. Y eso sabiendo que Earth es básicamente el proyecto en solitario
Dylan Carlson. Su único miembro constante y quien realmente corta el bacalao en
ese glorioso artefacto, referente del drone universal. Eso hasta ahora, cuando
que me he topado, casi por casualidad, con este fantástico “Conquistador” con
el que el artista de Seattle amplía horizontes. El propio Carlson reconoce que el
álbum es una continuación de aquel “Concrete desert”-nº 15 en mi lista de álbumes 2017- ejecutado a dos manos junto al productor británico The Bug. Y es fácil
apreciar esa continuidad a pesar de sonar tan diferente. El disco está estructurado
en cinco cortes a base de riffs lentos e incendiarios que definen unos
ambientes arenosos, casi desérticos y que podrían ser perfectamente la
Mexámerica dibujada en las novelas de Cormac McCarthy. Tremendo el primer
corte – ¡de más de trece minutos!- y “Scorpions in their mouths”. Y muy bonita
la portada con su esposa Holly de perfil. Quien además participa del álbum al
mando de la percusión. No sorprenderá a los acólitos a la causa. Ni falta que
hace.
Arctic Monkeys “Tranquility base hotel & casino”
¡¡¡Booooomba!!! Pues sí tíos, soy uno de esos a los que
“Tranquility base hotel & casino” les parece un discazo. Y parafraseando a
Iñaki Sáez “me importa treinta y tres” lo que opine la prensa seria. ¿Que no
tiene nada que ver con lo que hacían hasta ahora? Obvio. ¿Qué os decepciona el
nuevo material? Pues para resolver eso tenéis un par de opciones: Poner a rodar sus discos anteriores en sesiones non-stop hasta que se os pase el berrinche, o
directamente fingir que este nunca ha existido. O las dos. Elija su propia
aventura. ¡Y ojo! Me siguen gustando más los Arctic Monkeys de “AM”, lo
reconozco. Pero este cambio de registro con Alex Turner a la pianola, acicalado
cual dandi en una peli de James Bond y bebiendo los vientos por el Bowie de
“Station to Station” me parece tremendo. Ea! Y ahora zurradme si queréis. Ya de
paso os diré que a mí el “Whatever people say I am, that’s what I’m not”, el
“Favourite worst nightmare” o el “Humbug” no me dicen una mierda. El “Suck it and see” sí que lo tolero y al
“AM” lo adoro. En definitiva que este es el segundo en mis preferencias, ¿os
queda claro? ¿Os parece bien? Ale... I a plorar a l'era.
Niño de Elche
“Antología del cante flamenco heterodoxo”
Detrás de un título aparentemente presuntuoso y hasta
pedante, se esconde una auténtica maravilla que pone patas arriba, nuevamente,
el anquilosado mundo del cante. Pantagruélico álbum doble o triple –según
formato- compuesto por 27 composiciones del flamenco más revolucionario y
transgresor que jamás se haya hecho. Y es que el compadre se siente comodísimo en su papel. Desfilando entre palos, siempre adaptados y hasta reinventados conforme a su particular
imaginario, que va desde Shostakovich hasta José Val del Omar, pasando por Tim
Buckley, Mikel Laboa, Lola Flores y hasta Guy Debord. Fandangos, peteneras,
seguiriyas, malagueñas, saetas, tanguillos, polos, martinetes y también rumbas
o hasta una canción de cuna, siempre pasado por su prisma y cantadas con esa
gloriosa voz con la que su madre lo trajo al mundo. Con esta antología, Francisco
Contreras parece dejar atrás aquello del kraut-flamenco –penosa etiqueta que no
sé a quién se le ocurrió- para demostrar que lo suyo es flamenco a secas. Renovador y
lleno de referentes contemporáneos, cierto, pero fiel al excelso patrimonio
legado por el género musical más español. Con todo, lo más acojonante
del zagalón es cuando se pone político. En este disco casi siempre. Escuchad “Recitando a Eugenio Noel”. Tremebundo es poco.
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C O D A
Pues mira... Respecto
a Baikonur y su “Nihil per saltum” y al “Boarding
house reach” de Jack White, necesito darles su tiempo. Le he pegado un par de escuchas a cada uno y requieren
más atención. Pero ambos prometen.
La vuelta de A Perfect Circle pues
como que no. Ya ni siquiera me parece que “Disillusioned” o “TalkTalk suenen
tan de coña como dije la otra vez. Lo he intentado pero Dios sabe que no he
podido. Mil perdones. Esperemos a ver qué tal el nuevo material de Keenan junto
a su banda madre, los seminales Tool. Si es que nos regalan de una puñetera vez
lo que vienen tanto tiempo prometiendo. Aunque no confío mucho.
Tanto el de Desperate
Journalist como el de Spielbergs
son bastante chulos. Sobretodo el primero, que sigue la línea del “Grow up”
–Nº19 en mi lista de álbumes 2017- . Pero son EPs y por algún motivo he
prescindido de formatos cortos para elaborar esta entrada. De lo contrario hubiera
tenido que tomarlos en cuenta junto al de José
González & the Brite Lites, el de Osorezan, el de El Último Vecino y hasta el de Protomartyr (aunque de este tan solo escuché una
canción… je je).
Como ya se intuía con “El Sol”, anticipo del nuevo álbum de Will
Haven, “Muerte” es buena mierda.
A reventón, como siempre. Con todo, tanto este como el de Between the Buried and Me los
guardo para próximas entregas. No tengo el cuerpo para metaleros ahora mismo.
Y
ya por último me queda el proyecto entre Tórtel y Alberto Montero, del cual os dije que me había sorprendido gratamente alguna canción. Al
final no he llegado a escuchar integro “Alucinados”, que es como se titula la
colaboración. También es verdad que ahora mismo hay un disco de Alberto sobre
la mesa y con bastante mejor pinta: “La catedral sumergida”. Veremos.
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