lunes, 31 de agosto de 2009

La tormentosa vida de Jean Seberg


En uno de esos espacios radiofónicos estivales de la cadena SER, se dedicaron a hablar de Vivien Leigh, Rita Hayworth y otras actrices malditas dentro del universo Hollywood. No tanto de su obra como de las tormentosas circunstancias vitales que las acompañaron. De entre los casos mencionados el más interesante es el de Jean Seberg, actriz estadounidense muerta en extrañas circunstancias en 1979. ¿Quién no la recuerda en “Santa Juana” (1957), “Buenos días tristeza” (1958), “La leyenda de la ciudad sin nombre” (1969), o muy especialmente en “Al final de la escapada” (1960)? Esta última, dirigida por Jean-Luc Godard, película clave en el despertar de la Nouvelle Vague.
Escena mítica de “Al final de la escapada” en la cual Patricia -Jean Seberg-, una aspirante a escritora que vende el Herald Tribune por los Campos Elíseos, se encuentra con Michel -Jean-Paul Belmondo-.

El caso es que la Seberg, pese nacer en un pueblecito de Iowa, donde triunfó fue en la vieja Europa. Aquí desarrolló casi toda su carrera. En parte obligada, tras la airada reacción con la que los fundamentalistas cristianos de su país acogieron su papel como Juana de Arco en la cinta arriba mencionada. Tampoco le ayudó una agitada vida personal, repleta de fiestas, abusos y parejas. De hecho los episodios más difíciles de aceptar para el puritanismo yanqui, fueron aquellos relacionados con su supuesta promiscuidad. Y es que la Seberg, pese mantener una relación más o menos estable con el escritor y diplomático francés Romain Gary, no le hacía ascos a compartir alcoba con quien le viniera en gana. Especialmente con jóvenes compañeros de rodaje o habituales de las fiestas a las que acudía. No parece extraño pues que su matrimonio acabara en divorcio. Lo mismo le ocurrió las otras tres veces que decidió pasar por la vicaría.

De todas formas y según cuentan sus biógrafos, la vida de la Seberg dista mucho de esa imagen de crápula que se nos ha legado. La incapacidad para engendrar un hijo y una personalidad frágil, además de una serie de sinsabores vitales, determinaron que desde pronto cayera en una profunda depresión, que le llevaría a suicidarse con tan sólo 41 años. Es verdad que las circunstancias del deceso no están del todo claras. Los médicos determinaron que la muerte le sobrevino por una sobredosis de barbitúricos, pero estuvo varios días desaparecida hasta que alguien encontró su cadáver en un basurero a las afueras de París. Esos días previos son un auténtico misterio y dan pie a todo tipo de especulaciones. En todo caso, sí sabemos que la actriz había intentado suicidarse en varias ocasiones.

Una cosa de la que me enteré y desconocía, es que la Seberg también estuvo investigada por el FBI. Tuvo que ver con su simpatía por los Panteras Negras. Lo cual, como no podía ser de otra forma, le trajo complicaciones con los sectores más reaccionarios de Hollywood, que orquestaron varias campañas de descrédito. Según parece, la relación con el colectivo le viene de una de aquellas fiestas de desbarre en la que acabó con el líder de la organización revolucionaria. Desconozco si es este mismo, pero también tuvo tratos con un primo hermano de Malcolm X. En todo caso, parece comprobado que la Seberg tenía ideas políticas cercanas a la extrema izquierda. Convirtiéndose en un peligro para la moral, la política y la sociedad americana de la época.

A modo de anécdota, comentaron como estuvo relacionada con España en uno de tantos capítulos extraños en su vida. Aquí conocería a un joven Ricardo Franco, futuro director de joyitas como “La buena estrella” (1997), comenzando un idilio que se mantuvo en secreto hasta hace pocos años. Una relación de amor-odio que años más tarde daría lugar a la obra póstuma de Ricardo, titulada “Lágrimas negras” (1999). Una película intensa y triste que nos habla de drogadicción, depresión, locura y amour fou, que según parece enmascara la relación que mantuvieron. Una historia de amor que nació maldita y que ambos implicados mantuvieron en secreto –el guión de la peli no es una transposición literal de los hechos-. Pena que dos personas con un universo interior tan rico, se acercaran en un momento tan complicado de sus vidas.

En todo caso, seguiremos disfrutando con la Seberg actriz a través de su filmografía. Dónde fue capaz de hacernos muy felices a todos los aficionados al séptimo arte.

sábado, 29 de agosto de 2009

La soledad de los números primos


Mi tercera lectura estival ha sido este best seller obra de un joven becario de la Facultad de Físicas en la Universidad de Turín. “La soledad de los números primos”, que así se titula y a la que me acerqué sobre todo por lo seductor del título. Luego me he enterado que se trata del fenómeno editorial más relevante de los últimos años en Italia, del que se han vendido ya más de un millón de copias. Encima es la ópera prima del tal Paolo Giordano, quien ha sido galardonado con el Premio Strega por esta novela, sucediendo a “Como Dios manda” del gran Niccolò Ammaniti. Recordar que ese galardón es el más importante dentro de las letras italianas.

Con estos antecedentes la novela pintaba bien y cierto es que me ha gustado bastante. Es más, la he leído del tirón en una noche de insomnio. Y es que la forma que tiene el autor de acercarnos a la soledad y al dolor de los personajes protagonistas, te cautiva desde la primera página. Empleando un lenguaje sencillo que no simple, Giordano nos cuenta como decisiones puntuales pueden determinar el resto de nuestras vidas y como nuestros actos en el pasado pueden alterar la felicidad futura. Y a eso es a lo que se ven sometidos dos tullidos sociales marcados por sendos hechos acaecidos en su tierna infancia y que nunca lograrán superar. Pese a que se les presentará la oportunidad de expiar sus pecados, encontrándose mutuamente. Pero al igual que le pasa a los números primos gemelos, entre ellos siempre se interpondrá un número par.
“En una clase de primer curso Mattia había estudiado que entre los números primos hay algunos aún más especiales. Los matemáticos los llaman números primos gemelos: son parejas de números primos que están juntos, o mejor dicho, casi juntos, pues entre ellos media siempre un número par que los impide tocarse de verdad. Números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43. Mattia pensaba que Alice y él eran así, dos primos gemelos, solos y perdidos, juntos pero no lo bastante para tocarse de verdad.”

Y esta bella metáfora nos da la clave de la dolorosa y conmovedora historia de Alice y Mattia. Interesante ópera prima sí señor. Le seguiré la pista al señorito Giordano.

jueves, 27 de agosto de 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres


Me complica abordar este tema y es que, ¿cómo coño elaborar una crítica sobre una novela de la cual se ha escrito tanto? El libro de moda, sin ningún género de dudas. El que se ha leído medio mundo mientras el otro medio anda en ello. La causante de que varias editoriales de medio pelo se hayan hecho de oro repentinamente…

Pues bien, después de tragarme un montón de buenas críticas y observar el revuelo montado en torno a la novela, me decidí a incluir “Los hombres que no amaban a las mujeres” en la lista de lecturas veraniegas. Si bien, más que las críticas o las recomendaciones de amigos y compañeros de trabajo, lo que me animó fue una tertulia literaria en el programa de Julia Otero. En ella, algún especialista cuyo nombre no recuerdo, destacaba que lo que diferencia a las novelas de Stieg Larsson respecto a otros booms literarios como “Los pilares de la Tierra” o “El Código da Vinci”, es que este sueco escribía realmente bien. Prueba de ello -según el contertulio- es que mientras otras novelas de temporada son leídas mayormente por gentes que a lo largo del año tan sólo consumen un par libros, las de Larsson son devoradas por verdaderos aficionados a la cosa literaria. Lo que vendrían a ser personas con un criterio propio a la hora de elegir. En fin que, por todo eso y aprovechando que uno está de vacaciones y tiene mucho tiempo libre, decidí ponerme a ello. Con muchísima curiosidad y una pizca de desconfianza, que todo hay que decirlo. Al final me hicieron falta cuatro tardes para acabarme el libro, lo cual no sé si es bueno o malo y me explico. Leerse una novela de más de 650 páginas en cuatro ratos supone que la trama es amena, sencilla, está más o menos bien escrita y que la intriga tiene su interés. Y esa es la verdad con este libro, que uno se engancha con facilidad y no lo suelta hasta llegar al desenlace final. Pero eso no quiere decir que sea una obra maestra, ni tan siquiera significa que sea un buen libro. 

“Los hombres que no amaban a las mujeres” cuenta una historia de mentiras encubiertas, incluye reflexiones de tipo moral y una violencia desmedida por parte de aquellos que no estiman en demasía al mal llamado “sexo débil”. Pero las mentiras son tantas y se tocan temas tan variopintos, que el equilibrio general de la novela se resiente y mucho. Encima los personajes protagonistas son inverosímiles. Especialmente la señorita Lisbeth Salander, una veinteañera sin preparación y con Asperger que sin embargo es un hacha en el uso de las nuevas tecnologías, siendo la investigadora más eficiente que uno recuerde dentro del extenso mundo de la ficción literaria. Con todo, el secreto con el que se inicia la novela es lo más interesante. Esa desaparición sucedida hace treinta y tantos años en una pequeña isla sueca propiedad de una poderosa familia. Cómo a pesar del despliegue policial, no se encontró rastro de la muchacha. Sin embargo el tío, empresario retirado de más de ochenta años, vive obsesionado con resolver el enigma antes de morir. Para eso contrata a un periodista de investigación en horas bajas que será quien en última instancia resuelva el entuerto -en estrecha colaboración con la señorita Salander -. Esa investigación es el hilo conductor de la novela y por desgracia, en torno a ella, se desarrollan otros conflictos y surgen otros hilos argumentales que no hacen sino enturbiar la trama. Y no es que me disgusten las novelas negras que tiran de historias paralelas, flashbacks o incluso que incluyan Macguffins –como es el caso de las protagonizadas por el inigualable Kurt Wallander-. Simplemente es que aquí, me parece demasié. Vaya, que tengo la sensación de que Larsson ha querido tocar demasiados palos.

Al final de la carrera tampoco es que me haya disgustado. “Los hombres que no amaban a las mujeres” cumplió con la función encomendada. Entretenerme en estos días de calor, que ya es algo. Eso sí, no es la obra maestra que nos han querido vender, ni de lejos.

lunes, 24 de agosto de 2009

Lecturas veraniegas: "La información" (M. Amis)


Pocas veces me ha costado tanto terminar un libro como esta. Y eso a pesar de estar en plenas vacaciones de verano, disponiendo de todo el tiempo del mundo. El caso es que mi aproximación a los mundos dibujados por Martin Amis no ha sido todo lo satisfactoria que hubiera deseado.

“La información” fue publicada por el novelista británico en 1995 y versa sobre la peculiar relación de amistad entre dos escritores cuarentones residentes en Londres: Richard Tull y Gwyn Barry. A pesar de que Richard fue el primero en probar las mieles del éxito, desde muy temprano su carrera y por extensión el resto de su vida, caerá en picado. Por el contrario Gwyn, mediocre estudiante y peor escritor, lleva una trayectoria inversa a la de Richard, alcanzando la fama en el mundo entero con una ingenua y seductora utopía por la cual editores y agentes de medio mundo se lo rifan. Además su vida personal es maravillosa, tras casarse con una bella y riquísima heredera miembro de la aristocracia británica. Es por eso el que, consumido por la envidia, Richard dedica todos sus esfuerzos en joderle la vida a su amigo, a quien cada vez soporta menos. Lo que él no sabe es que el sentimiento es mutuo.

Vale que la novela presenta momentos divertidos, con un humor muy inglés, y que toda ella destila mala leche y malsana ironía, pero es que está escrita con una pedantería y una afectación que consigue que uno acabe hasta los huevos de Gwyn, de Richard, de Martin Amis y de todo el puto Imperio Británico. Es más, si no fuera por esos puntuales momentos de divertimento, no me la acabo ni de coña. Porque mira que se hace lenta, pesada y hasta aburrida, con esas rayadas y sinsentidos intelectualoides que no llevan a ninguna parte. Y es que, más que disfrutar de la lectura, al final la he acabado padeciendo. Terrible.

“Una novela deslumbrante de un autor imprescindible”, comenta la crítica. Por lo que a mí respecta, ya tengo suficiente deslumbramiento, no sea que me quede ciego. Y al menos por el momento, me voy a permitir prescindir de él. Una vez y no más Santo Tomás que reza el dicho. 

domingo, 2 de agosto de 2009

El guardián del vergel


“El guardián del vergel” fue la primera novela de Cormac McCarthy. Es, además, la más complicada de leer de todas ellas, pese a sus escasas doscientas veinte páginas. Publicada originalmente en 1965, no sería hasta mucho tiempo después y con la justa reivindicación de McCarthy, el que esta historia de antihéroes alcanzase cierta notoriedad. Hoy día nadie duda que estemos ante un clásico de la literatura norteamericana.

La acción se sitúa en una pequeña comunidad rural de Tennessee en periodo de entreguerras. Una época claramente marcada por la ley seca y la gran depresión que asoló los EEUU. Encima debe ser más o menos el tiempo y el lugar en el que el Premio Pulitzer 2006 pasó su infancia y adolescencia. Allí, en el medio de campos, ríos, caserones y graneros, cohabitan tres supervivientes: Un joven maleante que se busca las habichuelas como buenamente puede; su tío, un octogenario con la cabeza llena de recuerdos y pecados por expiar; y un muchacho huérfano de padre que comienza a descubrir la vida.

La novela resulta compleja porque McCarthy se dedica a sumar párrafos en los que nos cuenta anécdotas, algún recuerdo y desarrolla los pensamientos de cada uno de los personajes de forma bastante inconexa. No existe una línea narrativa concreta sino que párrafo tras párrafo vamos adquiriendo una visión impresionista de los hechos. Cuesta un tiempo ir captando hacia dónde va todo e incluso, a veces, se hace difícil saber quién protagoniza las acciones. Más aún cuando McCarthy suma a las intervenciones de estos tres personajes, la de un coro de secundarios que a la postre darán las claves que permiten entender la novela.

Con todas las dificultades, me ha parecido un gran libro, como no podía ser de otra forma viniendo de quien viene. Una narración metafórica, casi poética, que esconde una emotiva reivindicación de los valores perdidos en el tiempo. Literatura con mayúsculas al cargo de un tipo como Cormac McCarthy, junto a Philip Roth, los dos mejores escritores que aún nos quedan vivos. Y que nos duren.  

sábado, 1 de agosto de 2009

The National (GDS)


Primera entrada del mes para retomar la sección más maltratada de este blog, la del “Grupo de la Semana”, que esta vez va para The National. 

Pedazo de banda formada en Cincinnati en 1999 y que cuenta ya con cinco discos en su haber. Mi primera aproximación a su música fue a través del tema “Son”, incluido en el álbum homónimo con el que debutarían allá por el 2001 y gracias a una lista de reproducción de la hoy decadente Last.fm. Ya por aquel entonces quedaría prendado de la profunda voz de barítono de su front-man Matt Berninger, quien junto a dos parejas de hermanos, los Dessner y los Devendorf conforman The National. Su fórmula no es que sea novedosa, transitando los senderos de la cosa alternativa, el art rock y asomando la cabecita en eso que algunos llaman rock adulto, reflejando una variedad de influencias que van desde los Tindersticks a la Joy Division, pasando por Nick Cave o hasta Bruce Springsteen. Quien, por cierto, colabora en el último disco de la banda, al igual que Sufjan Stevens, protagonista de esta sección no hace mucho. Al final, todo eso metido en la baticao, nos da ese sonido tan reconocible que no deja grumos pero sí bastante poso.

“Son”
Reconozco no haberles prestado la atención necesaria hasta hace bien poco. Y eso que siempre los tuve en mi radar y me fui agenciando todos sus discos desde el debut, hasta su último trabajo, el excelente “Boxer” del 2007. Una seguida de compilados a cada cual más notable, contando con el EP “Cherry Tree” de 2004 y los elepés “Sad Songs for Dirty Lovers” del 2003 y muy especialmente el “Alligator” del 2005, que tengo rallado de tanto escuchar. De hecho es gracias a este último el que The National enderezaran una carrera que, en algún momento, estuvo próxima a descarrilar. Gracias a él o mejor dicho a causa del mismo, Matt, Aaron, Bryce, Bryan y Scott dejaron sus empleos y se trasladaron a una discográfica como Beggars Banquet, dejando la suya propia. Y es que, según reconoció uno de los Bessner en una entrevista, hasta ese momento andaban más preocupados en administrar un sello que en componer canciones. Bien está lo que bien acaba y “Alligator” fue el primer éxito rotundo del quinteto de Ohio. Nombrado disco del año en varias publicaciones, el segundo según Uncut, lo que les otorgó una visibilidad y unas perspectivas de las que habían carecido hasta ese instante.

“Mistaken For Strangers
Dicho lo cual, me reitero en que nunca me los tomé demasiado en serio hasta ahora, con “Boxer”. Un disco mucho más redondo en todos los sentidos que “Alligator”, aun cuando aquel tenga la fama y hasta la mística y, como indico más arriba, disfruté muchísimo con él. Por esos ritmos secos, ese romanticismo sucio y unas letras crípticas que lo hacen tan sugerente, incluso sexy. Por esos arreglos instrumentales, las cuerdas, los teclados, esa voz de Berninger más atractiva que nunca. Y por incluir un buen puñado de joyitas, con textos dignos de un ganador del Pulitzer, como en “Mistaken for strangers”, “Brainy”, “Apartment Story”, “Start a War” o “Fake Empire”.Confío en que desde su residencia en Brooklyn, a donde se han trasladado recientemente, sigan llegando buenos álbumes repletos de buenas historias.

Por cierto que he visto en el MySpace de la banda, que en verano marchan de gira por los EEUU. A ver si hay suerte y después la promoción cruza el charco y que haga escala en la capital del Turia. Por pedir que no quede… 
“Apartment Story”

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