domingo, 31 de agosto de 2008

De aquellos pozos...


Que Daniel Day-Lewis es uno de los dos o tres mejores actores que tenemos en la actualidad es algo bastante obvio. Si no lo crees así, échale un ojo a “Pozos de Ambición” (There will be blood, 2007) de Paul Thomas Anderson, en dónde pone cara al protagonista principal. Una actuación magistral que le valió para obtener el Globo de Oro al mejor actor en la categoría de drama, así como el Oscar al mejor actor. Y ya sé que hay quiénes no están muy de acuerdo con esto. Sin ir más lejos tengo un amigo bastante desubicado, al que no convence el histrionismo de Daniel y me martillea en cada debate cinéfago con aquello de que “el británico siempre sobreactúa”. Pues bendito histrionismo… ¡Y viva la sobreactuación! Day-Lewis es capaz de llorar sin caer en el dramatismo facilón, sonreír y hacernos reír sin que resulte ridículo, hacer que sus personajes rezumen simpatía o antipatía y que de las dos maneras parezca verosímil. Alguien capaz de fumar con tremendo estilo y sin que resulte impostado, con la importancia que eso tiene en el mundillo de la actuación; que cuando bebe o come nos transmite sed y hambre, pero de verdad, con lo difícil que es… Resacoso, dormido, sereno, borracho, triste, radiante, tullido o hasta de espaldas a la cámara lo hace de puta madre… Y esta película no podía ser la excepción. El gachón está excelente, sin ningún género de dudas. Aunque le joda a mi broda’.

Premiada en el último Festival de Berlín, en la gala de los Oscars y por el Círculo de Críticos de Nueva York, la cinta es una adaptación de la novela “¡Petróleo!” que Upton Sinclair publicara en 1927. Narra la historia de un buscador de petróleo de Texas, que hace fortuna durante los primeros años del negocio, a comienzos del siglo XX. Transcurrido un tiempo y ya transformado en magnate, intentará adueñarse de un importante yacimiento ubicado en una pequeña población de interior. Encontrando la oposición de un predicador cristiano que se transformará rápidamente en la horma de su zapato.

La primera parte de la película es excepcional. Con apenas diálogos y casi sin música, sobresalen esas escenas iniciales en las que vemos cómo se va forjando el personaje. Los sufrimientos de quien acabará deviniendo en eso tan valorado por la sociedad norteamericana, lo del hombre hecho a sí mismo. La filmación es de un cuidado preciosismo, bellísima. Destacando los abundantes claroscuros que resaltan más si cabe la rudeza en los rostros y también lo duro de la empresa emprendida. Ya entonces y a través de la afilada cámara de P.T. Anderson vemos como ese hombre asume ser un canalla sin redención. Aunque no va a ser hasta la segunda parte que observaremos como el monstruo despliega sus alas. Ciego de ambición, no cejara en el empeño hasta convertirse en millonario. Comportándose como un miserable capaz de todo con tal de colmar sus ansias de riqueza. Y saciar su sed de petróleo, por supuesto.

Y es que, por si no había quedado claro, “Pozos de ambición” es la historia de una ambición desmesurada. El auge y caída de un ser humano cuya codicia le llevará hasta la destrucción moral y también física más absoluta. Obra oscura, deprimente y opresiva como pocas. La única pega es, por decir algo, el exceso de frialdad en algunas de las escenas. Aquellas que parecen filmadas no tanto para resultar claves en el desarrollo de la historia, sino para que el director se luzca. Y que nos quedemos con la boca abierta ante esa belleza quasi pictórica. ¡Bendito problema! Tampoco estoy de acuerdo con un metraje a todas luces excesivo. En esto sí creo que el director se equivoca. Debería haber acortado un poco hacia final, ahorrándonos ciertas teatralizaciones. Esas con las que recalca mensajes que tienen que ver con la eterna fricción entre el poder, la religión o la familia, y que ya habían quedado más que claros. Esa “violencia tragicómica con la que se resuelve el final” tal cual lo ha definido algún crítico.
A pesar de todo y con las reservas expuestas, me ha encantado la película. Siendo además una extraordinaria muestra de estilo. El del siempre interesante P.T. Anderson, director californiano también responsable de films como “Embriagado de amor” (2002), “Magnolia” (1999), “Boogie Nights” (1997) o Sidney (1996). Desde luego que merece la pena tragarse las más de dos horas y media de imágenes. Aunque solo fuera por la prodigiosa primera hora, por la fastuosa interpretación de Daniel Day-Lewis, por la primorosa planificación, por la bellísima fotografía, por su elegante tratamiento sonoro y porque, seamos serios, tampoco es que haya tantas obras maestras pululando por nuestros cines. Y esta no lo será, de acuerdo, pero se le acerca mucho. Y sino al tiempo…  

sábado, 30 de agosto de 2008

El mercader de la muerte


Sobre estas líneas Viktor Bout, más conocido como “el mercader de la muerte”. Más que un sobrenombre, un calificativo y a los hechos me remito. Encarcelado en Tailandia desde el pasado 8 de marzo tras ser detenido en un operativo conjunto de varios países, con asistencia de la Interpol. Es durante estos días cuando se habrá de resolver sobre su extradición a Estados Unidos o Rusia, para que responda por cargos de terrorismo.

Este ex oficial del Ejército Rojo nacido hace cuatro décadas en Dusanbé, capital de Tayikistán, tiene el dudoso honor de ser el mayor traficante de armas del mundo. Y es que tras la desintegración de la URSS, Bout se recicló para convertirse en un hombre de negocios. Se especializaría en la venta de armas, prestando servicios principalmente en África, Latinoamérica y Afganistán. Tras licenciarse en la Escuela Militar de Lenguas Extranjeras de Moscú, su destino fue Mozambique y Angola, donde le sobrevino el colapso de la URSS. Ambos países eran por aquel entonces escenario de violentos conflictos. Una gran oportunidad para Bout que vio ahí un nicho de mercado. Con apenas veinte años por aquel entonces, aprovechó su don de lenguas - habla con fluidez ruso, inglés, francés, portugués, uzbeko y varias lenguas africanas- y su aguda inteligencia para poner en marcha servicios de transporte aéreo con viejo equipamiento soviético. Ganándose la fama de garantizar vuelos a las regiones en conflicto más peligrosas. Y es que sus pilotos, veteranos aviadores soviéticos, se arriesgaban a ir allí dónde otros no querían.

Comenzó suministrando armas en Afganistán, primero a la Alianza del Norte antitalibán y después a los muyaidines. Más adelante se mudaría a Sudáfrica, manteniendo bajo control el abastecimiento de material armamentístico a las diversas facciones enfrentadas en las guerras de Angola, Liberia, Sierra Leona y el Congo. Además de distribuir armas, sus aviones volvían cargados de minerales, flores o hasta pescado, para su venta en los Emiratos Árabes Unidos. Tras un intento fallido de asesinato volverá a Moscú. Allí contactará con nuevos clientes y proseguirá con sus labores, incluyendo en sus negocios equipamiento militar pesado proveniente de Moldavia, Ucrania y Bulgaria. Llegando incluso a prestar sus servicios a la campaña estadounidense en Irak, cuestión esta confirmada por el periodista de la BBC y The Guardian Misha Glenny. Lo que motivó que su nombre fuese borrado, al menos temporalmente, de las listas de delincuentes más buscados por la Interpol. También está documentada su participación en turbios negocios en Colombia que implicarían a las FARC.

La personalidad de Viktor Bout contribuyó a su éxito. Tremendamente educado, muy inteligente y aún más ambicioso, pero a la vez prudente y modesto. De hecho su figura ha servido de inspiración para dos películas recientes del universo Hollywood. Se trata de “Diamante de Sangre” (2006) de Edward Zwick y “El señor de la guerra” (2005) de Mike Niccol. La alargada sombra de Bout se cierne tras la figura del contrabandista interpretado por Leonardo Di Caprio en la primera, y en el traficante de armas Yuri Orlov, a quien pone cara Nicolas Cage, en la segunda.

No se le conoce inclinación política alguna, lo que unido a su falta de escrúpulos, explica que al mismo tiempo proveyese a sendos contendientes de un conflicto armado en Afganistán o Angola. O que le vendiese su mercancía a diferentes guerrillas revolucionarias y también a las milicias presidenciales que las combatían. Además se le conocen negocios de otra índole, como el transporte de fuerzas de paz de la ONU en Somalia y Ruanda, de negociadores de paz en Filipinas, el envió de suministros al Programa Mundial de Alimentos a África o de materiales humanitarios a Sri Lanka. Esa participación en varias misiones para las Naciones Unidas, en los mismos lugares devastados por las armas que sus empresas habían suministrado, define muy a las claras de que tipo de personaje estamos hablando. Genio y figura hasta la sepultura el amigo Viktor.  

viernes, 29 de agosto de 2008

Esto te destruirá

Esta aterradora frase es la carta de presentación de la última de esas bandas surgidas de entre las Grandes Llanuras y el Llano Estacado. Sería interesante un estudio sobre esta nueva hornada de bandas tejanas, tanto por su calidad como por la predilección por nombres apocalípticos. Tan solo recordar que también provienen de aquellos parajes Lift to Experience…and you Will Know us by the Trail of Death o Explosions in the Sky. Al parecer y en el caso que nos ocupa, la elección se debe a un chiste. Una suerte de homenaje jocoso a los pésimos nombres de algunos grupos locales de metal.

This Will Destroy You, que así se llaman los zagales, son un cuarteto de San Marcos formado en el año 2005. Cuentan en su haber con dos discos publicados por la discográfica Magic Bullet Records. Un EP de presentación del año 2006, que atiende al nombre de “Young Mountain” y por el que recibieron muy buenas críticas, y el fantástico elepé homónimo del presente año que justifica esta entrada. La banda está formada por los guitarras Chris King y Jeremy Galindo, el baterista Andrew Miller y el bajista Raymond Brown, quien además se encarga de la programación.

El nuevo álbum, del que ando enganchado desde hace semanas, confirma el talento de unos músicos que parecen nacidos para la composición instrumental y la turbulencia rítmica. Situándose desde pronto en la primera división del post-rock mundial y eso con apenas trece temas en su haber. Un conjunto de piezas que raramente bajan de los siete u ocho minutos y en las que se alternan momentos de suavidad con otros de intensidad arrebatadora. Ciertamente nada nuevo en un panorama musical plagado de propuestas similares. Más aún cuando su fórmula evoca a la de amigos y vecinos como Caspian u otros de quiénes ya os hablé por aquí con motivo del Wintercase - San Miguel 2007. También es verdad que, prestando atención a algunos de los cortes del álbum como “A Three-Legged Workhorse”, “Threads, Leather Wings” o especialmente a “Burial on The Presidio Banks”, observamos que las maneras son más sedosas y melódicas que las de sus compañeros de correrías. Contagiando una calma y hasta una pausa allá donde aquellos trasmiten inquietud. En ese sentido las composiciones de This Will Destroy You contienen un engaño. Nos embargan con esa calma arrulladora que parece definitiva, hasta que el éxtasis guitarrero irrumpe de sopetón. Pero sin crescendos, ni medias tintas, ni pollas en vinagre.

Y vaya, que si los he traído hasta aquí es porque les veo presente y mucho futuro. Eso y que se han marcado un trabajo de nanas post-apocalípticas acojonante. Para enmarcar.

domingo, 24 de agosto de 2008

Richard Kelly y las drogas

Tengo por costumbre darle una oportunidad a todas aquellas cintas dirigidas por realizadores cuyas obras previas me hayan gustado. Supongo que no es ninguna rareza. Me consta que a muchos cinéfagos les pasa tres cuartos de lo mismo.
En estas que Richard Kelly, cuya ópera prima fue la estimulante “Donnie Darko”, presentó en 2006 y en Cannes su última producción titulada “Southland Tales”. Y aquí el amigo se dispuso a verla. Si lo llego a saber me paso el estreno por el forro de los cojones. ¡Qué cosa más mala mon dieu! Os aconsejo no perder ni un segundo viendo semejante paja mental con pretensiones de profundidad. De traca no, lo que va después.

Me debería haber escamado que esta cosa no llegara a estrenarse en nuestras pantallas tras participar en el mencionado festival. Tal vez porque nuestras distribuidoras se asustaron ante el cúmulo de malas críticas y vaya, que por una vez estaré de acuerdo con su proceder. Y es que no es para menos. Este engendro de diarreico argumento no se puede soportar. Consigue que nos replanteemos el supuesto buen hacer del director en su película anterior. Yo, por si acaso, paso de revisar “Donnie Darko”, no sea cosa que constate que el cuelgue de Kelly viene de lejos.

Joder y es que da rabia, porque mira que la peli tenía mala pinta, pero aun así me arremangué e hice el esfuerzo de tragarme las dos horas largas de infumable metraje. Estaba advertido. La peli no es que sea mala sino muy mala. Me lo habían dicho. Lo había leído. Sin ir más lejos a Carlos Boyero, por aquel entonces aún en El Mundo, quien en su columna semanal afirmaba cosas como que “es imposible describir la empanada mental del tal Kelly, su facilidad para empalmar tonterías con pretensiones alegóricas y simbolistas”. Y a mí que me dio igual. Que si Boyero está loco y/o es un hater y tal y Pascual…

Pero es que encima la película está protagonizada por un saco de músculos otrora estrella del Pressing Catch. Y entre los secundarios aparece peña como la médium enanizada de “Poltergeist”“Buffy la Cazavampiros”, el tío que le hacen pajas metiéndole dos dedos en el ojete en “El Viaje de Pirados”, Christopher Lambert -el anti-actor-, el alguacil mayor de Juzgado de Guardia, Justin Timberlake con chotilla y cicatriz taleguera y… tarara tatá… ¿Alguien da más? Pues sí… Hay más. Mucho más. Cómo que la peli se anuncie como comedia de ciencia-ficción, con elementos de thriller político y cine de catástrofes. O traducido al idioma de la calle, una suerte de Chris Marker empanado tras fumarse un porraco XXL con alguno de los hermanos Wayans, adaptando una historia de Graham Greene y montada por el puto James Cameron…  ¡Toma Jeroma pastillas de goma! A ver cómo lo veis. 
La trama, o lo que quiera que sea eso, se sitúa en Los Ángeles durante el año 2008. Se ha producido un ataque nuclear en Texas, que tiene como consecuencia una carestía generalizada de electricidad y carburante. Pero mira tú por donde una empresa alemana dirigida por paranoicos, descubre una energía alternativa que solucionará el problema. El Fluid Karma™  procedente del océano y que altera la rotación de la tierra (y que algunos pensamos es la droga que se chutó el director para filmar tamaño bodrio). Ante ello, un amnésico director de cine que es a la vez un alto cargo del Partido Republicano (¿?), una reina del cine porno reconvertida en popstar, dos hermanos gemelos policías a cada cual más inútil, una directora de cine que financia su obra chantajeando a peña y un colectivo guerrillero de ideología neo –marxista, deciden enfrentarse a una gran conspiración mundial de no se sabe muy bien quien o qué, para instaurar el caos. Conclusión, por h o por b pero el fin del mundo está al caer. Todo ello contado con muy poca gracia, si es que esto es una puta broma del señor Kelly. Y envuelto en una retórica filosófica y pseudo-intelectual que da como fruto un film muy, pero que muy ridículo. En este sentido no tiene precio aquella escena en la que la señorita zampabollos amenaza con suicidarse si el personaje al que pone cara y poco más Dwayne “the Rock” Johnson no se saca la chorra en medio de Venice Beach, para practicarle una felación. Como lo oyes.

¿Pero hay algo bueno en la película? Pues no sé qué decir. Tal vez que algunas de las canciones que suenan son chulas: algo de Moby, de los Pixies, The Killers y algún esbozo de Sigur Rós, pero poco más. Bueno sí, la aparición relámpago de George W. Bush creo que para criticarlo. Aunque ahora que lo pienso, no lo tengo tan claro. Que las chicas que salen son guapas y los tipos están mazaos, si es que eso es un valor cinematográfico, que no lo creo, pero vete tú a saber…

Y esto es “Southland Tales”, un tremendo cagarro. Una mierda como un castillo. Un ñordo catedralicio. Un cerro de mojones de vaca apilados. Eso si es que se la puede calificar de película. Más bien sería un delirio psicotrópico que sirve para confirmar que los efectos de las drogas sobre las personas son siempre devastadores. Ejemplificado en la figura de su perpetrador Richard Kelly, hasta las cejas de Fluid Karma™. 

sábado, 23 de agosto de 2008

Retomando a Thoureau


“Camina por la tierra dos años
sin teléfono, sin piscinas, sin mascotas
… sin cigarrillos.
Libertad absoluta. Un extremista
un viajero de lo estético cuyo hogar es el camino.
Después de dos años intrincados,
llega la aventura final y más importante.
La batalla culminante para matar…
al falso ser interno y concluir
victorioso la revolución espiritual.
Sin estar ya más envenenado
por la civilización, él huye…
camina solo por la tierra
para perderse en la naturaleza”

Alexandre Supertramp (Chris McCandless). Mayo de 1992


Anoche por fin vi “Into the Wild”, película dirigida por Sean Penn en el 2007  en la que adapta la odisea de Christopher Johnson McCandless, basándose en el diario de este y también en las investigaciones realizadas por el periodista de la revista Outside, Jon Krakauer, recogidas en su libro “Hacia rutas salvajes” (1996).

Más allá de las buenas interpretaciones al cargo de Emile Hirsch, Marcia Gay Harden o Hal Holbrook, la excelente fotografía de Eric Gautier, o esa joya que es la banda sonora de Eddie Vedder, lo más interesante de la cinta es la historia de Chris McCandless. Un tipo carismático y bonachón, excéntrico en la utilización de sus recursos personales, convencido de su misión en la vida, demasiado confiado y un tanto asceta. Las fotografías que se conservan sobre él, una de las cuales ilustra este post, muestran a una persona extremadamente delgada, rayana en lo famélico cual Jesucristo contemporáneo. Si bien, lo que más llama la atención es su pose autosuficiente y ese rictus alegre, que es como él se sentía rodeado de la naturaleza salvaje.

Fue en abril de 1992 y a meses de iniciarse la Olimpiada de Barcelona, cuando este joven de 24 años rompió con una apacible vida burguesa para seguir su sueño de refugiarse en la naturaleza. Dejando atrás a familia y amigos, marchó hacia los agrestes territorios de Alaska para sobrevivir a la soledad, al frío y a los osos. Cuatro meses más tarde encontrarían su cadáver en avanzado estado de descomposición. Estaba dentro de la carcasa de un autobús extraviado, entre una maraña de vegetación y nieve. Tiempo después se supo que, antes de morir, McCandless había recorrido el norte del continente en su coche, haciendo autostop, en tren, en canoa o simplemente andando. Aquellos que entraron en contacto con él en su travesía lo recuerdan como un muchacho tranquilo y silencioso, aunque también como un ser humano poseído por fantasmas personales. Alguien que huía de un modelo de civilización representada por una familia de clase media disfuncional, la suya y de una mala relación paterno filial.

Devoto de la literatura rusa, de Ralph Waldo Emerson y Thoreau, de Kerouac y, por supuesto, del aventurero Jack London con quien compartía el amor por los paisajes desoladores de Alaska. Chris creía a pies juntillas en la máxima lockeana que reza “el héroe se hace grande frente a las fuerzas desatadas de la naturaleza” y sus diarios, encontrados tras su muerte y que son una suerte de diálogos con Tolstoi y el resto de autores mencionados, dan fe de ello. En ellos habla de una vida y de unas experiencias sin que lleguemos a tener claro cuánto hay de realidad, que es ficción o si es algo aspiracional. Todos están escritos en tercera persona y utilizando alter egos. De ahí surge con fuerza lo de Alexander Supertramp o simplemente Alex, el principal de sus dobles y aquel que aseguraron conocer todos aquellos con los que se cruzó durante el viaje.

No se nos pueden escapar las similitudes con la filosofía de vida de uno de sus autores de cabecera, el mencionado Henry David Thoreau. Escritor, poeta y filósofo trascendentalista que en su obra más conocida, el “Walden”, narra sus años viviendo en una cabaña en la reserva de Walden Pond, en Massachusets. Un proyecto de vida solitaria, al aire libre, cultivando sus propios alimentos y escribiendo sus vivencias, con el que pretendía demostrar que la vida en la naturaleza es la única posible para aquellos que ansíen liberarse de las esclavitudes que impone la sociedad. Idea que no difiere mucho del leitmotiv del viaje de McCandless. “La vida que lleva la mayoría de la gente me parece insatisfactoria. Siempre he querido vivir experiencias mucho más ricas e intensas”, escribiría en uno de sus diarios. No lo logró del todo. Lo que sí consiguió fue ser rescatado del olvido después de su muerte convirtiéndose, gracias a Jon Krakauer y ahora a Sean Penn, en una leyenda. Y es que, tras la publicación del libro se produjo lo que muchos vinieron a denominar como “el fenómeno McCandless”. Jóvenes que van hasta Alaska para desafiarse a sí mismos y emular la aventura de Chris, o simplemente para hacer un viaje de peregrinación hasta este autobús – ahora santuario- en el que pasó sus últimos días.

Placa homenaje fijada dentro del santuario dedicado a Chris McCandless
No puedo terminar esta entrada sin comentar que no todo el mundo tiene esa visión heroica o romántica de lo que hizo. Muerto por inanición en las proximidades del Parque Nacional Denali, sin mapa alguno y desconociendo que había un puente a pocas millas de su asentamiento, además de varias cabañas de emergencia con suministros…  Eso hace que muchos lugareños no simpaticen demasiado con el chico. Más aún cuando se comprobó que algunas de las cabañas estaban destruidas y los suministros estropeados. Especulándose con que fuera obra del propio McCandless, en esa búsqueda por llevar hasta las últimas consecuencias su idea de vivir con lo mínimo y valiéndose de sus propios medios para abastecerse.

Soñador o iluso, loco o más cuerdo que todos nosotros, en todo caso no fue el primero ni tampoco será el último en embarcarse en una aventura de este calibre. La propia película se hace eco de esto mencionando a Everett Ruess, artista y escritor norteamericano que emprendió una odisea similar a comienzos del siglo XX. Un precedente más cercano que el de Thoreau, cuya experiencia se sitúa a mitad del siglo XIX.

viernes, 22 de agosto de 2008

“¡Por el Zeitgeist de tu madre, entréganos la pasta!”


Siguiendo la recomendación de un buen amigo, me he leído una novela del escritor británico, de origen húngaro, Tibor Fischer. Nacido en 1959 en Stockport, más tarde licenciado en la prestigiosa Universidad de Cambridge, se erige como uno de las mayores promesas de la literatura tras ser seleccionado por la revista Granta entre los veinte mejores jóvenes novelistas británicos. Corría el año 1993 y acababa de debutar con “Bajo el culo del sapo”. Un año después aparecería “Filosofía a mano armada”, su segunda obra publicada y de la que os hablo aquí.

Lo mejor que puedo decir es que desde la primera hasta la última página no he parado de reír. Eso y que ha supuesto una amenísima lectura para estos calurosos meses de verano. No es poca cosa. Hoy día resulta difícil encontrar novelas tan bien escritas y que opten por lo cómico antes que por lo trágico o el dramón. Cierto es que sus personajes no son verosímiles, que las situaciones son bastante absurdas, que la historia se hila sobre acontecimientos y casualidades increíbles, pero al final da absolutamente igual. Resulta divertidísima.

El protagonista responde al nombre de Eddie Féretro y es un regordete profesor de filosofía de la Universidad de Cambridge. Un tipo caradura, depravado y borrachín que guarda algún parecido con el mítico Ignatius T. Reilly de “La Conjura de los Necios”. Un vivales aparente pero que, tras una gruesa capa protectora, esconde un alma desencantada con la vida y con la filosofía. Perseguido por la policía a causa de un asunto bastante turbio, desembarcará en Francia, patria de Montaigne. Su verdadera referencia filosófica e incluso vital. Por casualidad conocerá a Hubert, un delincuente habitual proveniente de los bajos fondos y enfermo crónico. Y juntos formarán una banda de atracadores que vivirán mil y una aventuras canallescas, a cada cual más surrealista. En su empresa se servirán tanto de los razonamientos de los grandes de la filosofía, como de metralletas último modelo. Siguiendo la lógica socrática que reza aquello de “una vida sin examen no merece la pena ser vivida”, los dos integrantes de “La Banda del Pensamiento” –así se harán llamar- iniciarán una desenfrenada carrera a lo largo de la geografía francesa para robar -y filosofar- en bancos y restaurantes de tres tenedores, para después fundirse lo robado -y continuar filosofando- allí donde les place.
“Te parece posible que tú, una ruina sin talento e infraeducada, y yo, una ruina sin talento y sobreeducada, podríamos conseguir algún puesto de sueldo razonable? –Lo dudo muchísimo. –¿Y no sería más eficaz caminar hasta ese banco que tenemos delante y despojarlo de su lucro?”

Este particular viaje o huida hacia cualquier parte sirve para que el desilusionado protagonista recupere las ganas de vivir, redimiéndose de muchos de los traumas y complejos que le han acompañado a lo largo de su vida y que el autor desvela a través de flashbacks intercalados a lo largo de la historia. De igual forma observaremos una evolución en Hubert, quien tomando al profesor como su maestro irá cultivando el intelecto con la lectura de los clásicos y “zeteando” que es gerundio. Investigando en la lengua de nosotros.

La verdad es que ya quisieran muchos novelistas “serios” alcanzar con sus obras el grado de divertimento que consigue Tibor Fischer en su “Filosofía a mano armada”. Gran historia. Mucho más que hilarante. Un feliz descubrimiento. Gracias Rojo.

jueves, 21 de agosto de 2008

¿Quién fue Arthur Cravan?


Hace unos años quedé prendado de la fascinante figura del artista, boxeador y poeta suizo Fabien Avenarius Lloyd, conocido como Arthur Cravan. Fue como consecuencia del visionado de aquel fantástico documental dirigido por Isaki Lacuesta y titulado “Cravan vs Cravan”(2002).

Acudí a verlo a la Filmoteca sin saber mucho del mismo, desde luego nada sobre su director. Operando como reclamo las menciones que había obtenido en el Festival Internacional de Cinema de Catalunya –Sitges- del 2002, incluyendo el premio del público y el “Citizen Kane” al director revelación. La verdad es que fue un gran descubrimiento. Se trata de un falso documental que fabula sobre las extrañas circunstancias que rodearon la vida de este personaje, desaparecido en el golfo de México y sin dejar rastro en 1918. El director catalán filma la experiencia de otro boxeador y artista que va a iniciar una investigación que lo habrá de llevar tras los misteriosos pasos de Cravan. Desde su Suiza natal hasta México, pasando por París, Londres y Barcelona.

A raíz de todo ello me interesé por la figura de Arthur Cravan. Y buscando me topé con este sobrino de Oscar Wilde, que además fue comediante, precursor del movimiento dadaísta, poeta del absurdo y amante de Mirna Loy. Alguien que se atrevió a burlarse de Apollinaire y su esposa -Puesto que yo he dicho: “He aquí una que necesita que se le levanten las faldas y se le meta una gran... en cierto sitio”, yo pido simplemente que se debe entender: “He aquí una que necesita que se le levanten las faldas y se le meta una gran astronomía en el Teatro de Variedades” -, o de ganarse la vida como boxeador ocasional. Protagonista de un legendario combate contra Jack Johnson, por aquel entonces campeón mundial de los pesos pesados, disputado en la Monumental de Barcelona.

Pues bien, todo esto me vino a la cabeza el pasado domingo, gracias a un fenomenal artículo de Vicente Molina Foix en El País Semanal. “Las vidas misteriosas de Cravan” permitió que me reencontrara con esta enigmática figura, además de darme a conocer aspectos de su vida que desconocía por completo. Leed el artículo enlazado, merece la pena.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Un bestia llamado Gipi


Si hay un cronista mordaz de la Italia actual ese es Gian Alfonso Pacinotti, más conocido como Gipi. Ilustrador, historietista y realizador digital ocasional, cuya impronta queda reflejada semanalmente en su tira para La Republicca. También es conocido por dar conferencias sobre la historieta en varias academias de bellas artes de su país natal. Pero si lo traigo hasta aquí no es por eso, sino por ser uno de mis autores favoritos. De él he devorado cuanto hay publicado en España y siempre espero nuevo material. El rasgo más característico de su estilo es ese dibujo abocetado tan expresivo y la utilización de colores desvaídos. Si bien, algunas veces recurre a la ilustración a dos tintas y la verdad es que no sabría decir en cuál de los dos formatos lo prefiero. Todo para dar forma a unas historias muy sentidas y con una fuerte carga de profundidad. Para muestra su última obra publicada en España y titulada “S.”. Doloroso homenaje póstumo a su padre, de quien no es capaz de pronunciar ni el nombre. De ahí que se refiera a él en todo momento por la inicial que da título al álbum.

Nacido en Pisa en el año 1963, comenzará a publicar ilustraciones y relatos breves a partir de 1994 en la revista satírica Cuore. Pero sería en Blue, una revisa erótica, donde aparecería su primera historieta completa. A partir del año 2000 se dedicará en paralelo a la realización de cortos y largometrajes digitales a través de SantaMariaVideo – TV. Ya en 2002 comenzará a trabajar con la editorial boloñesa Coconino Press y en el tercer volumen de su revista Black publicará “Las cinco curvas”. En el quinto y sexto número de la misma revista aparecerán otras dos historias firmadas por el pisano: “El boxeador” y “Las caras en el agua”. Su primer trabajo monográfico, publicado en el 2003 por la misma editorial, es una colección de cuentos titulado “Exterior noche”. El volumen contiene cinco historias cortas incluyendo la mencionada “Las cinco curvas” y en una segunda edición “Las caras en el agua”. Desde su publicación el autor se convirtió en una referencia del nuevo cómic italiano. Con esa manera tan especial de reflejar la cotidianeidad de su Italia y que le ha hecho merecedor de diversos premios. Además de que sus obras estén editadas en toda Europa y los EEUU.

Tras el sonado debut vendría “Apuntes para una historia de la guerra”, publicado en 2004. Para muchos, entre los que me incluyo, su mejor obra hasta la fecha. Con la que conseguiría el prestigiosísimo galardón a la mejor obra en el Festival Internacional del Cómic de Angoulême 2006, amén de un sinfín de premios nacionales e internacionales. En mayo del 2005, aparecerían publicadas en Italia “Los Inocentes” y “El Local”, mientras que “S.” y “Hanno Ritrovatto la Machina” saldrían en el 2006. Esta última aún no ha sido traducida al castellano. Y es una pena, porque casi todas las obras de Gipi ya están disponibles en la piel de toro gracias a Sins Entido. De hecho se ha convertido en una autor muy popular aquí e incluso ha recibido el premio a la mejor historieta gráfica en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona 2008 con “S.”.

En la actualidad Gipi se halla inmerso en la terminación de un nuevo álbum que al parecer se titulara “Mi vida mal dibujada”. Según expone el autor en su blog personal, se trataría de una falsa autobiografía. Hay colgadas varias páginas y viñetas a modo de anticipo y la verdad es que promete.

jueves, 7 de agosto de 2008

"Tropa de Élite", buen cine made in Brazil


Ciertamente no es algo habitual que en nuestra cartelera asomen películas brasileñas. A lo sumo un par por año y eso en el mejor de los casos. Es una lástima, porque las que se estrenan suelen distinguirse por su altísimo nivel. Y es que ya pasó la crisis para el audiovisual brasileño, originada tras el cierre de la Agencia Estatal de Distribución y Producción –Embrafilme-. Primero con la promulgación de la Lei do Audiovisual de 1994 y después con el decreto aprobado por el ejecutivo de Lula en 2004, que duplica el número de salas donde deben exhibirse películas de producción nacional. De esta forma se ha conseguido que la realización de películas brasileñas haya superado las 500, aumentando además y de forma considerable el número de espectadores en las salas. La otra consecuencia va a ser la eclosión de nuevos valores del cine brasileño, integrando lo que la crítica ha tenido a bien en denominar como “la Retomada”.

Ese nuevo cine trata numerosos temas que reflejan el Brasil actual, ese que escapa del tópico de tierra de samba y fiesta. De entre sus producciones, las más impactantes a mi parecer son aquellas relacionadas con la violencia y la vida en las favelas. Un mundo oscuro, violento y bastante desconocido para nosotros los occidentales, a pesar de que en ocasiones tenga un espacio en la sección de sucesos de nuestros informativos. En este marco han surgido algunas cintas con visos de convertirse en clásicos del cine contemporáneo. Entre estas joyitas del séptimo arte, éxitos de taquilla que además han recibido numerosos premios en festivales internacionales, se incluyen “Estación Central de Brasil” (1998) dirigida por Walter Salles, “Ciudad de Dios” (2002) dirigida por Fernando Meirelles, o “Tropa de Élite” (2007) dirigida por José Padilha y de la que nos vamos a ocupar aquí.

Desde que fuera galardonada con el Oso de Oro de la Berlinale 2008, marqué a “Tropa de Elite” como una de las películas a ver durante el presente ejercicio. De hecho, miles de españoles ya han pasado por el cine en el escaso mes que lleva en cartelera, con muy buena recepción y buenas críticas generales. Nada que ver con lo que ha supuesto en Brasil. Un auténtico fenómeno según he leído. No solo eso, la prensa se hacía eco de como el film ha alterado el comportamiento de la población y de la policía en Brasil. Sin ir más lejos durante el pasado Carnaval de Río, cuando el pantalón y la camiseta negra con el siniestro escudo del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE) -una calavera atravesada por un machete y dos pistolas- se convirtieron en el disfraz estrella. Además de que el capitán Roberto Nascimento, el brutal policía que protagoniza el filme, se erigió en una especie de héroe nacional brasileño.

Ayer me acerqué a los cines Albatros para echarle un ojo. Y he de decir que la película no es solo lo que cuentan, sino mucho más. La historia del mencionado Nascimento, comandante de un cuerpo de élite de la policía de Río, que quiere dejar su puesto pero no puede. No soporta vivir con el estrés de su trabajo, más aún ahora que está a punto de ser padre, pero antes necesita encontrar al sustituto adecuado. Con ese fin comienza a instruir a los aspirantes, de entre los que destacan Neto y Matías, dos amigos de la infancia. Con este trasfondo Padilha refleja con crudeza los tejemanejes y las corruptelas de la policía de Río y su relación con los narcotraficantes de las favelas. Por si no había suficiente, la acción se desarrolla en el marco de la preparación de la inminente visita del Papa Juan Pablo II a esta ciudad, para el Encuentro Mundial de las Familias.

La cinta no deja títere con cabeza. Retrata a una policía corrompida hasta los huesos y en dónde las prácticas fascistas son el pan nuestro de cada día. También a los deshumanizados traficantes, para los que la vida no vale nada. Pero también a las clases medias y altas de su país, cuyas acciones y omisiones quedan señaladas como origen del narcotráfico y de esa violencia que espanta pero que no solo no se condena sino que se alienta. 
Además de ofrecernos muchos aspectos sobre los que reflexionar, “Tropa de Élite” está muy bien rodada. Resulta trepidante y, a grandes rasgos, muy impactante en lo visual. Altamente recomendable, sí señor.

martes, 5 de agosto de 2008

Sábado - Ian McEwan


Todo transcurre en una jornada de sábado, en las veinticuatro horas que necesita la Tierra para girar 365 grados sobre su eje. No hace falta más. Henry Perowne, un prestigioso neurocirujano casado felizmente y con dos hijos, se dispone a realizar sus rutinas sabatinas, o sea, sacar del garaje su flamante deportivo y pasearse con él por las calles de Londres, visitar a su enferma madre, jugar al squash con su colega Jay Strauss y más tarde hacer la cena para degustarla en familia... Además este sábado es especial, porque viene su hija desde París para pasar unos días. Sin embargo, el 15 de febrero de 2003 empieza de forma diferente a lo esperado. Perowne, que se ha despertado a una hora inusual, presencia a través de su ventana como un avión en llamas sobrevuela Londres. Y a partir de ahí encadena un cúmulo de hechos poco habitúales en una vida por lo común apacible y exenta de sobresaltos. Lo que, por otra parte, le llevará a tomar decisiones y concluir cosas infrecuentes para un ejemplar exponente de la tradición científica como él. 

Con este punto de partida Ian McEwan nos adentra en una de las constantes de su obra: el terror. Mostrando sus diferentes rostros y como este se apodera de las existencias más serenas, como la de esta familia tipo que protagoniza la novela. La angustia ante lo irracional, la amenaza del caos sobre el orden, la búsqueda de la seguridad y la consecución de la felicidad en definitiva. Además en “Sábado” se aprecian como claros referentes el 11-S y también la guerra de Irak. De hecho el sábado en cuestión es el día de las manifestaciones en contra de la invasión norteamericana celebradas en Londres. En este sentido tiene mucho interés la oposición de diferentes puntos de vista sobre la guerra en boca de Perowne y sus dos hijos. También sobre el resto de la actualidad. Hay que tener en cuenta que el propio autor ha manifestado que las ambiguas opiniones expresadas por boca del padre son las suyas propias en el momento de escribir esta novela. McEwan siempre ha sido claro –y polémico- a este respecto.

Un aspecto que atrae del libro es el pormenorizado estudio que realiza sobre aspectos relativos a la neurocirugía y la medicina en general. Para ello McEwan estuvo dos años viendo trabajar a los profesionales en los quirófanos del Hospital Nacional de Neurología y Neurocirugía de Queens Square en Londres, como viene recogido en los agradecimientos del final. No olvidemos que el británico es uno de los escasos novelistas que introducen la ciencia en la narración de una manera natural, como componente de la cultura humana. Ello le sirve para defender un punto de vista científico de la realidad, así como criticar la visión fantasiosa e ingenua de parte de la producción literaria que vive al margen del desarrollo de la cultura científica.

“Sábado” es, en definitiva, una historia 100% McEwan. Quien por otro lado es uno de los autores más interesantes de las letras contemporáneas. Atípica en su desarrollo, creo que es una de las mejores novelas de quien seguramente sea el ciudadano más ilustre de Aldershot.  

lunes, 4 de agosto de 2008

El ligre, un friki del reino animal

¿Es un tigre? ¿Es un león?... ¡Noooooooooo! ¡Es un f… ligre!

¿Pero qué broma es esta? Eso nos preguntábamos la primera vez que vimos esta mierdaca de cartel. Llegamos a pensar que era una invención fruto de la desesperación de Ángel Cristo y sus compañeros de gremio ante la caída continuada en las cifras de espectadores que acuden al circo. Pero no. Y sí, lo sé, he mencionado al ex de Bárbara Rey. ¿Qué pasa? Ya ha llovido de aquello, vaya…
De esta guisa apareció ese primer ligre en cautividad para ser mostrado por los pueblos de España. En plenas festividades navideñas la ciudad apareció empapelada con carteles del Circo Mundial en los que se anunciaba el espectáculo estrella de la temporada…

Ya ya... ¿Pero qué coño es el ligre -en inglés liger-? Pues exactamente eso, mitad lion, mitad tiger. El híbrido producto de cruzar un león y una tigresa. Enorme felino que llega a medir hasta 4 metros y pesar 400 kilos, debido a la particular herencia genética legada por sus progenitores, ya que al no recibir ningún gen inhibidor del crecimiento no va a parar de crecer durante toda su vida. Ese es el motivo de que todos los ligres macho conocidos sean estériles. No es así para las hembras, que en algunos casos pueden aparearse con tigres para dar una descendencia denominada tiligre, o con un león resultando un leligre.

Lo cierto es que tanto en el ligre, como el tigrón o tigón -que vendría a ser el caso contrario, o sea, un cruce entre un tigre y una leona-, son creaciones del ser humano en su pretensión de parecerse cada vez más a Dios. De no mediar su mano no existirían por dos motivos claros: son pocas las zonas en las que coexisten ambas especies y encima se trata de dos animales con hábitos claramente diferenciados, nocturno el tigre vs diurno el león. Por todo ello el cruce natural difícilmente se hubiera producido.

Dicho lo cual, es de justicia que desde esta humilde bitácora se rinda homenaje al ser más friki del reino animal y que forma parte de mis recuerdos de juventud. Más aún con ese ridículo nombre, seguramente acuñado por algún zoólogo argentino. Bienvenidos seáis al mundo animal pues. Y eso va por los ligres, los tigrones, los tiligres, los leligres y los titigones del mundo. Porque sí amigos, también existen los titigones. Al menos se conoce la existencia de uno en la Shambala Preserveen California, nacido tras una noche loca de bailongueo animal y asado de menudillos protagonizada por un tigre y una tigrona.
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