jueves, 21 de mayo de 2020

Lo de los Beasties


Durante estos días en los que todo Cristo anda flipao con la docuserie sobre Jordan y los putos Bulls, háganse un favor y dedíquenle un par de horas a lo que ha hecho Spike Jonze con los Beastie Boys. ¡Qué barbaridad de documental! Y que sí, que sí, que tratándose de quienes se trata, ni puedo ni quiero ser objetivo, pero insisto, ¡qué maravilla, joder! ¡Qué requetebién me lo he pasado con esta mierda! ¡Pero que gozada! Y qué grandes los Beastie Boys. Cuanto se les echa en falta… Así que, déjense de esas mierdas sobre dioses del balón Spalding –el año que viene Wilson-, sombre hombres-tigre que devienen en homicidas o patéticas dramatizaciones sobre judíos renegadosSo what'cha what'cha what'cha want -so what'cha want- I said what'cha what'cha what'cha want -what'cha want-… ¡Que le eches el ojo a “Beastie Boys Story”, so mendrugo! Eso es lo que toca…
Estamos hablando de un registro monumental en el cual se expone, organiza y analiza -alla maniera di Jonze, pero también a la de Mike D. y Ad-Rock-, la historia de tres chavales de Brooklyn que, con talento, empeño y algo de suerte acabarían convirtiéndose en uno de los referentes de la cosa esta de las rimas, los ritmos y la jerga apoteósica. Especialmente recomendado para fans, obvio, pero también para quienes no pasaron de aquella oda al desbarre, la farra y la cosa etílica titulada “(You gotta) Fight for your right (to party)”. Y es que, para fans como yo, este “Beastie Boys Story” resulta imprescindible. Pero incluso los neófitos deberíais acercaros para descubrir un gran espectáculo y, quién sabe, igual hasta os engancháis al flow de los Beasties y al rap en general. O no, pero lo pasareis bien, eso seguro.
Como he dicho más arriba, la cosa viene firmada por Spike Jonze, quien ya colaborara con los Beastie Boys en el mítico videoclip de “Sabotage”. Y es a él, supongo, a quien debemos la elección de un formato tan atípico. Se nos presenta como una suerte de performance en vivo y en directo, onda stand-up comedy, protagonizada por Ad-Rock y Mike D. Entre bromas, chistes y anécdotas más o menos jocosas, repasamos la trayectoria de la banda desde sus comienzos, apoyándose en numerosos registros visuales que se van proyectando a espaldas de los protagonistas. Asistimos a esos inicios como cuarteto hardcoreta, a la aparición en escena de Rick Rubin y el fulgurante éxito de “Licensed to ill”. A las giras con Run-DMC, los excesos y payasadas, la etapa rockstar y después la depre y el hartos de todo. También a la pugna con Def Jam, a la fallida migración a Columbia, la etapa californiana y el “mamá quiero ser artista” de Ad-Rock. A la impronta de los Dust Brothers en esa genialidad que es el “Paul’s Boutique”, con el subsiguiente hostiazo padre. La vuelta a los orígenes y el renacimiento, en muchos y variados planos, que supuso “Check Your Head” y después el pepinazo que fue “Sabotage” y ese referente para casi todo que es “Ill Communication”. Participamos de los viajes por el mundo de Adam “MCA” Yauch, a la creación de la fundación Milarepa, también a inmersión en la cosa socio-política, a la asunción de errores de juventud, al dolor ante la pérdida de amigos, después al nacimiento del glorioso “Hello Nasty”, el cáncer de Yauch y la grabación de un par de discos más antes de la muerte del amigo…  Y el fin de los Beasties.
Y es que los Beastie Boys fueron, por encima de todo, un grupo de amigos y coherentemente el proyecto terminó con la muerte de uno de ellos, a los 47 años y por culpa del puto cáncer. Y esa es una de las cosas más bonitas –sino la más bonita- que contiene este “Beastie Boys Story”. Cómo se rinde homenaje al hermano Yauch, en una suerte de loa como yo nunca había visto en pantalla. Los pelillos de punta y los lagrimales currando a destajo en muchos momentos, lo reconozco...

Un documental cálido, introspectivo, divertido, conmovedor y necesario. Elogio de la juventud, pero también de la madurez y que contiene una preciosa oda a la amistad protagonizada por dos buenos tipos de cuerpo presente - Adam Horovitz y Mike D.-  y la impronta del que se fue –Adam Yauch-. Remarcar lo de buena gente, algo no tan habitual en este medio y menos aun en los tiempos del éxito a cualquier precio. Una cuestión que ya me olía cuando vi “The Punk Singer”. Otro recomendable documental, este sobre la figura de Kathleen Hannah, activista y artista que además es la señora de Horovitz, en donde se puede apreciar la relación tan chula que tienen. Y ello pese a provenir de movimientos que representan cosas tan aparentemente distantes.

jueves, 14 de mayo de 2020

El mercader de alfombras, de Pillip Lopate


Ahora mismo soy incapaz de determinar cuándo ocurrió exactamente. Ya ha pasado tiempo desde aquella vez en que le eché el ojo a esta novelita. No sé bien que es lo que me llamó la atención, ya que no conocía a su autor, ni acostumbro a leer la contraportada de los libros - ¡Sacrilegio! -. Tampoco es que su portada llame al optimismo, con esa sobriedad tan característica de los Libros del Asteroide, en este caso, además, en un gris bastante anodino enmarcando una mejorable foto del edificio Chrysler. El caso es que ahí estaba el librito de marras, llamando mi atención desde un estante en una desaparecida librería del Cap i Casal. Y lo compré. Y me lo llevé a casa en dónde lo deposité en las baldas altas de otra estantería. Luego me mudé y acabó en algún armario y luego me volví a mudar, esta vez fuera del país, y terminó dentro de una caja. Podría decirse que todo se debe a una suerte de corazonada. El barrunto de que aquello podría molar. Pero suavecito, si atendemos a los años que han tenido que pasar para rescatarlo del domicilio familiar e hincarle el diente… Porque ha sido aquí y ahora, cuarentena mediante, cuando me he sumergido en la historia de este vendedor de alfombras neoyorquino, hijo de inmigrantes iraníes que profesan el zoroastrismo, como Zubin Metha o Freddy Mercury. Con estos pergaminos no es difícil comprender que el amigo sea una de esas personas a las que les cuesta encontrar su lugar en el mundo.

La narración nos sitúa a finales de los 80 en un Manhattan en plena vorágine gentrificadora. Situación que amenaza la existencia de este hombre culto e insatisfecho a perpetuidad, incapaz de asumir cualquier cambio, por pequeño que sea. Alguien que se refugia en la idea de que, si se convence de que los problemas no le afectarán, estos terminarán por convencerse también y voilá… De hecho, descubriremos que es así como ha ido sobreviviendo durante más de cuatro décadas. Pasando desapercibido por la vida y convencido de que esta se ha olvidado de que él anda por ahí, refugiado entre alfombras persas en su tiendecita del Upper West Side. La cosa cambiará radicalmente con la aparición de los nuevos propietarios del edificio en el que tiene su negocio. Lo que se concreta en un aumento inasumible del precio del alquiler y la sombra del desahucio en el horizonte. Y ese problema, a diferencia de todos los anteriores, amenaza con no desaparecer. Si a eso le sumamos aquello de que a perro flaco… La cosa se pone fea.

Es justo en ese punto donde arranca la trama de “El mercader de alfombras”, novela de 1987 que es, creo, la única obra de Phillip Lopate traducida al castellano. Un judío neoyorquino, profesor universitario y muy aficionado al jazz que, según he leído, no tiene ni puta idea de alfombras. ¡Ah! Y que protagonizaba aquel documental que Scorsese dedicó a la Estatua de la Libertad. Aunque cualquiera lo diría. El hombre debió de documentarse a base de bien. También sobre zoroastrismo aka la religión más antigua que se conoce y de la que, siendo sincero, no tenía ni puta idea… Más allá de saber del profeta Zaratustra - vía Nietzsche -, o que de alguna manera influyó en el nacimiento de “Juego de Tronos” o “Star Wars” –vía la BBC-.
“A veces era demasiado duro consigo mismo. Otras veces, adornaba sus aspectos más mundanos y veía, por ejemplo, su falta de agresividad comercial como una especie de heroico comedimiento y su ineficacia como integridad. Era como si buscase consolarse de la pobreza de su vida diciendo: Todo va bien. No puedo fracasar en nada porque no intenté hacer nada.”

Una interesante lectura protagonizada por un personaje de esos que dejan huella, aunque no sé si para bien o para mal. Y con un final abrupto que me ha parecido sencillamente brutal. Supongo que hasta tiene moraleja, aunque lo mismo me da.¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Estamos solos en la galaxia o acompañados?” Pues eso. Y sí, es verdad que, quien haya leído a Auster –tanto al malo, como al bueno- reconocerá su universo. Pero aparte de eso poco que ver, xé…

Por cierto, que, mientras escribo todo esto, suena en el reproductor lo último de otro ilustre judío gringo, como Lopate. Aunque bueno, lo cierto es que este nació en Tel Aviv y se crió en la otra orilla del río Hudson… Os hablo, por supuesto, del regreso apoteósico de Eef Barzelay con el que muy probablemente sea su mejor álbum (por encima de “The Ghost of Fashion” o “Your Favourite Music”, que se dice pronto). Y es que lo nuevo de Clem Snide es una maravilla inesperada que nos llega tras un lustro de silencio. Para este regreso, el hombre se ha arrimado a uno de los Avett Brothers, además de contar con peña de los Band of Horses y se nota… De ahí que “Forever Just Beyond” –de horrorosa portada, que todo hay que decirlo-, presente un sonido clásico de raíces que le aleja de sus trabajos anteriores. Un álbum redondito en el que destacan cortes como “Roger Ebert”, “Forever just beyond”, “Sorry Charlie”, “Emily” o “Some Ghost”, y que nos recuerda aquello que cantaba Peret de “no estaba muerto…”Aunque no sé si cabe definir como parranda al sinnúmero de desgracias vitales acumuladas por el bueno de Eef, durante los últimos cinco años.

domingo, 3 de mayo de 2020

La década prodigiosa de Brian de Palma


Hablando con un amigo sobre la maravillosa experiencia que supone sumergirse en el metraje de “Impacto” (1981), aún hoy y transcurridos cuarenta años desde su estreno, me soltó una frase con la que no podría estar más de acuerdo: “De Palma es todo lo que yo le pido al cine” (Sorry por el entrecomillado, pero creo que la frase fue más o menos esa). Sobre todo, en lo que se refiere a aquellas cintas filmadas por el director de Newark desde comienzos de los setenta, hasta mediada la década de los ochenta. Y eso a pesar de todos los Travoltas, Melanies y otros mariachis que participan de las mismas. Porque Brian demuestra estar por encima de eso y mucho más. Siendo capaz de facturar un cine con vocación de entretenimiento que además está muy –pero que muy- bien rodado. Divertimento en estado puro, no exento de homenajes, a veces poco sutiles, pero siempre logrados (a Godard, a Antonioni, Mario Bava, a su amigo Coppola y muy especialmente a Hitchcock). En una serie de tramas que te agarran por la solapa y no te sueltan hasta su resolución. Y que no resultan para nada ridículas, aunque a veces transiten por el alambre. Y a una impostada sencillez, más aparente que real. Incluyendo un sinnúmero de escenas tremendamente arriesgadas en lo visual, en lo estético y en lo compositivo, expresado así de forma genérica. Una colección de películas dotadas de esa condición tan valorable en el mundo del cine –y del arte en general- que tiene que ver con aquello de envejecer bien.
Podría decirse que esta década dorada se inicia con “Hermanas” de 1973. Un thriller esotérico y mórbido, con el que De Palma saltaría a la fama. La historia de dos hermanas siamesas con caracteres opuestos, el marido de una de ellas y una gacetillera entrometida que aspira a formar parte de las grandes ligas del periodismo. Una trama con marcado aroma hitchcockiano que, de alguna manera, fue evocada por David Cronenberg en la mítica “Inseparables”. En todo caso, las que situarán a De Palma como uno de los autores más importantes del momento, serán esas dos obras de género fantástico que rueda a continuación. Hablo, por supuestísimo, de “El fantasma del paraíso” (1974) y de “Carrie” (1976). La primera es un musical de terror, cuya partitura fue íntegramente escrita por el compositor y cantante Paul Williams –que además la protagoniza-. Un musical de culto, muy en la línea con “The Rocky Horror Picture Show” y que contiene guiños a Bowie, a “El Fantasma de la Ópera” o al mito de Fausto. Respecto a “Carrie”, ¿qué decir? ¿Quién no la ha visto? Magnífica adaptación de la conocida novela de Stephen King que, vista hoy, resulta un alegato claro contra el bullying en las aulas, en clave malrollera. Repleta de inolvidables escenas – hete aquí con la bloody scene- y de olvidables actores –hete aquí con los rizos rubios del Gran Héroe Americano-. Lo que no impidió que fuera un éxito descomunal.
Ese mismo año –el glorioso 76, ejem- el realizador norteamericano presentaría “Fascinación”, otro homenaje confeso al maestro británico del suspense. En ella, un tipo que ha perdido a su familia en el fatal desenlace de un secuestro, acaba topándose, un porrón de años después, con una joven que es el vivo retrato de su difunta señora. Y sí, el guiño es vertiginosamente obvio, aunque aquí el rol de la Novak lo cumpla Geneviève Bujold. Después vendría “La furia”, de 1978, una confusa trama que combina elementos del thriller y el cine fantástico. Adorada por algunos y odiada por otros muchos, me parece la más floja de sus creaciones durante este periodo. Con todo, incluye un conjunto de secuencias impactantes que, por sí solas, ya justifican su revisión.
El inicio de los ochenta queda reservado para “Vestida para matar” (1980) y la mencionada “Impacto” (1981). Dos joyitas que nos muestran al De Palma más desatado. La primera destaca por su enfermiza sensualidad y por las deliciosas dosis de misterio, gore y fetichismo. Mientras que la segunda lo hace por algo similar, amén de varios momentos visualmente brutales. Una suerte de “Blow Up” versión De Palma, protagonizada por un joven John Travolta que aquí está sorprendentemente bien. De hecho, su participación en esta película - una de las favoritas reconocidas por Quentin Tarantino-, le valió el papel de Vincent Vega en “Pulp Fiction”.     

Mención aparte merece “El precio del poder” (1984). Trabajo de encargo que, en su día, recibió más palos que una estera y que vendría a ser un remake actualizado y a la vez una secuela de la grandiosa “Scarface, el terror del hampa” (1932). Sumamente violenta y provocativa, cuenta con una de las mejores interpretaciones que yo jamás haya visto: La de Pacino en el papel de Tony Montana. Hoy día considerada un clásico, en su época fue destrozada por la crítica, con el consiguiente fracaso comercial.
Y ya para finalizar, mi favorita de toda su filmografía –también la de Patrick Bateman-: “Doble cuerpo” (1985). El de una Melanie Griffith imponente en esta cinta de género. Fantabuloso homenaje a “La ventana indiscreta”, repleto de morbo y erotismo alla maniera di Brian. Y es que para mí -y algún que otro crítico con mayores conocimientos en la materia-, este thriller terrorífico e hipersexualizado representa el cenit del virtuosismo de este director. Y poco más tengo que añadir. Luego de esta vendrían una serie de films, más o menos interesantes, que ya marcan el declive del hombre que hizo debutar a Robert de Nirosin apoplejías, al menos visibles-. Si bien, no me puedo ir sin destacar una cinta de entre toda esa producción posterior. Se trata de “Ojos de Serpiente” (1998), que cuenta con un Nicolas Cage en una de sus escasas actuaciones remarcables. Frenética historia con un desagradable trasfondo político, que comienza con un plano secuencia de tropecientos minutos que quita el sentío. ¡Absolutamente espectacular! Una peli que sí estaría a la altura de las del periodo glorioso de Brian de Palma.
Y eso es lo que venía a contaros. ¡Cómo he disfrutado estas semanas de confinamiento revisando, incluso descubriendo, a este De Palma! En parte gracias al catálogo de Filmin… Al César lo que es del César. Y sí, ya sé que podría haber mencionado a Eliot Ness, al sargento Tony Meserve o a Carlito Brigante, pero xé, my post, my rules…
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...