miércoles, 26 de junio de 2019

Veinte discos con los que estoy flipándolo a mitad de año o segunda parte del da’ best albums of 2019 pa’ este menda (so far)


Hozando cual chancho entre las matas… Encontrar algún olvidado manjar, saborearlo y después gruñir mientras chapoteo en la charca. En esta fase me hallo, en pleno chapoteo y emitiendo refunfuños que no son tal, ya que estos veinte descubrimientos me producen alborozo y júbilo. Y vale que algunos son más obvios que el jacolarismo de Albert o que a Pdr esto del gobierno de coalición no le va nada bien. Pero oye, lo mismo me da que me da lo mismo. Pa’ mí solo está fantabulosa mid-season harvest, a ver si me atoro.

‘enga vaaaaaaaaa...  la comparto con tós vosotros. 
Ahí va això:

Fews, “Into Red”
Para comenzar el último trabajo de los sueco-americanos. Segundo en su corta trayectoria tras “Means”, con el que debutaran a comienzos del 2016. Lo de ponerlo en primer lugar no es porque lo considere el mejor de todos, sino para remediar un olvido. Juraba y hasta perjuraba que ya había hablado de “Into Red” en el anterior listado de gozos y recomendaciones. Se ve que no. Cosa del señor alemán ese, que no perdona a nadie. Lo cierto es que, si aquel primer álbum ya les colocaba en cabeza en la carrera de aspirantes a llenar el hueco dejado por Interpol, este lo confirma. Desde Malmö a San Francisco y pasando por Londres, la banda liderada por Frederick Rundquist continúa propagando su mensaje kraut-post-punk. Nada en “Into Red” se aleja de esa lógica a base de ritmos mecánicos, guitarras angulares y bajo machacón. Del gusto por la oscuridad, la sobriedad o la contención. Si bien, en esta segunda entrega y merced a la producción, hay ciertas concesiones a un alma más pop. Con melodías un tanto más luminosas que antaño. En todo caso ahí siguen, para bien y sin desviarse demasiado del camino emprendido hace apenas cinco años.

Better Oblivion Community Center, s/t
Artefacto musical confeccionado a cuatro manos: Las de la jovencita Phoebe Bridgers y las del más veterano Conor Oberst  -Bright Eyes, Desaparecidos…-, quienes ya habían colaborado en el debut de la cantautora californiana. Disco íntimo y reposado, decantado hacia la cosa folkie pero con algún ramalazo guitarrero. Con papel estelar para los juegos de voces. De hecho es en torno a estos que gravita todo el álbum y en donde el proyecto encuentra su sentido. Bueno en eso y en una química más que evidente entre las partes. Lo cual les ha dado para componer un puñado de canciones trufadas de microhistorias que rezuman melancolía y algo de tristeza. Al final son diez y no cambiarán el curso de la historia de la música, pero todas juntitas componen un más que interesante debut. Si es que el proyecto goza de continuidad, que está por ver.

Desperate Journalist, “In Search of the Miraculous”
El cuarteto británico sigue allí donde lo dejó hace menos de un año, cuando publicaran “You Get Used to It”. Abundando en esa fórmula que tan bien se mueve entre la escuela The Cure y el pop con tintes melancólicos al estilo Smiths. Incluyendo esos fraseos a lo Morrisey tan habituales en Jo Bevan. Esta búsqueda de lo milagroso refleja la continuidad de un sonido, el de un bonito proyecto musical que no parece destinado a llenar estadios. Ni falta que hace. No se hizo la miel para la boca del asno. El tercer largo en la trayectoria de Desperate Journalist también destaca por sus guitarras, por esos momentitos de oscuridad tenue y, sobre todo, por esa poética que los fanáticos reconocemos al instante. Creo que a estas cosas las llaman obra de madurez. ¿Y qué disco de los londinenses no lo es?

Fontaines D.C., “Dogrel”
No exagero si afirmo que este trabajo, junto a otro que aún no se ha publicado y que no desvelaré por aquello de no mentar la bicha, están en mi top de los más esperados 2019. ¡Hete aquí con el depositario de gran parte de mis esperanzas musicales presto a defraudarlas! Pero ni atisbo de ello, vaya. El debut del quinteto dublinés es magnífico. Rutilante. No solo no decepciona, sino que ofrece mucho más de lo prometido con aquellos anticipos en forma de canción que fueron colgando en redes. Lo que ofrecen Fontaines D.C. es una suerte de post punk de taberna, repleto de amargura pero también con un halo de romanticismo beodo. Ese que te puede citar un verso de Joyce, Beckett o Yeats entre eructos cerveceros y al acabar se pide otra pinta. Un post punk o lo que cojones sea esto, que navega entre la influencia de The Pogues y Joy Division. Vaya, que de tan sui generis no sé si habría que llamarlo de cualquier otra forma. Y con unas letras de tal calidad literaria que harían sentirse orgullosos a cualquiera de esos grandes de la poesía irlandesa arriba mencionados. No sé si merece la pena añadir mucho más. ¿Qué “Dogrel” es simplemente uno de los mejores discos de este 2019? Sí. Va a serlo.

Aldous Harding, “Designer”
La señorita Hannah Harding nos regala una tercera entrega de ese pop amable y aparentemente sencillo, también cabaretero, donde el principal protagonismo recae en la parte vocal. En esa voz dulce y arrulladora que la madre naturaleza le otorgó. Con una preciosa dicción y una variedad de registros, que ya quisieran para sí otras cantautoras con guitarrita. Fantástica herramienta a la que saca todo su potencial, dibujando metáforas, alegorías y metonimias en el marco de unas letras que de tan crípticas se tornan indescifrables. Lo cual me parece una puta maravilla. En la poesía y esto lo es, siempre es preferible la sugerencia a la literalidad. Además están esos complicados juegos de palabras que ya son marca de la casa. Un conjunto de nueve temas que, en lo instrumental,  prescinden de adornos innecesarios. Aun así consigue sumergirnos hacia las profundidades al igual que pasaba en “Party”. Si bien y a diferencia de aquel, “Designer” presenta diferencias en el apartado rítmico. Vaya, que es un tanto más animado y menos oscuro. Y a aquella receta que en ocasiones recordaba a Cat Power, ahora le ha añadido algo del folk tradicional escuela Van Morrison. Hay que reconocer que este giro le sienta como un guante a la neozelandesa.

Vampire Weekend, “Father of the Bride”
La banda de Ezra Koenig, ya sin Rostam como contrapeso compositivo salvo en un par de temas de este álbum, es uno de mis placeres culpables desde que debutaran a comienzos del 2008. Es por eso que siempre recibo como agua de mayo cualquier material con su rúbrica. Incluyendo un disco como este, a priori excesivo por mor de los dieciocho cortes que lo integran. Y en algún caso, para más inri, abusando del autotune. El caso es que me da igual, yo estoy encantado con el padre de la novia. Y no solo eso, es que el disco me parece estupendo. Lleno de ideas locas, cierto, a veces mezclando el agua con el aceite, también. Pero sobre todo alejándose de su zona de confort hasta mucho más allá de lo que sus (tali)fans estaban dispuestos a permitir. E insisto, a mí todo esto me parece fenomenal. Y lo digo no tanto como fan, que lo soy, sino como pringao que lleva ya unas décadas consumiendo tiempo y dinero en estos menesteres. Por cierto que, digan lo que digan “Sunflower”y la guitarrita de Steve Lacy molan un huevo. ¡Ea! De hecho hasta la participación de la sosaina de Danielle Haim, quién colaboradora no sólo cantando en tres de los cortes, sino en todo el álbum con guitarritas y coros, me parece positiva. Vaya, que nunca pensé que alguien así pudiese sumar a este proyecto.

Drahla, “Useless Coordinates”
Uff. A ver cómo presento a estos… Voy a probar va… Sin ser exactamente lo mismo y siendo evidentes las diferencias con FRIGS, este álbum me genera idéntica sensación de incomodidad y claustrofobia que aquel “Basic Behaviour”, el largo con el que se dieron a conocer las huestes de Bria Salmena. Estos Drahla son una banda originaria de Leeds con una fórmula art-rock, por definirla de alguna forma, tan particular como fascinante. Iba decir original, pero no sé si tanto, ya que tienen ese toque entre ominoso y sexy de los primeros Kills (“Keep on your Meanside”) y un enfoque similar en lo rítmico, a gentes como Ought. Resultando mucho más densos que estos últimos, obviamente. También parece evidente la similar forma de cantar de Lucien Brown, a la sazón responsable de las letras, con la de Kim Gordon. Con unas letras bien chulas, muy poéticas, que recrean una serie de imágenes fragmentadas harto inquietantes. En lo musical destacan por las siempre dominantes líneas de bajo, por unas guitarras a lo Gang Of Four y también, cómo no, por ese saxofón casi esotérico que aparece y desaparece a lo largo del álbum. De hecho este último, junto al spoken word, es lo que convierte a la propuesta musical de Drahla en algo tan especial. Al final “Useless Coordinates” resulta un trabajo excitante y feroz, como ese estímulo para vivir que da título a uno de sus mejores temas.

Sasami, s/t
El primer proyecto propio de Sasami Asworth - anteriormente había colaborado en discos de Curtis Harding, Hand Habits o Wild Nothing, además de formar parte de Cherry Glazerr- contiene diez temas de pop ecléctico de tendencia atmosférica. Interesante propuesta en tonos cálidos e introspectivos que destaca por unos pasajes marcadamente shoegaze. Sonado debut en el cual la artista californiana es responsable de casi todo y del cual participan gentes como Devendra Banhart o Dustin Payseur de los Beach Fossils. Añadir que en algunos momentos y sé que fuerzo un poco la cosa, me recuerda un tanto a lo que hacía Laetitia Sadier con Stereolab. Poca broma. Y algo de exageración I know.

Yawners, “Just Calm Down”
La primera vez que escuché a Yawners, creí que eran la nueva propuesta millennial guitarrera proveniente de algún rincón de Gringolandia. Y resulta que no, que son de Madrid, o al menos es por donde andan habitualmente. Leo por ahí que “Just Calm Down” era uno de los discos más anhelados para este 2019. Al menos en lo que al panorama nacional se refiere. No es mi caso, como deduciréis. Encima se me pasó en su momento el escueto “Dizzy”, su anterior referencia publicada en el 2015, así que… El asunto es que suenan de coña. Y no dan vergüenza ajena cuando cantan en inglés como la mayoría de grupos españoles que recurren a la lengua de Shakespeare -y del doctor Greg Graffin-. Incluso molan –mucho- cuando utilizan el castellano en “La Escalera”. Único tema en lengua indígena incluido en el álbum  y que espero no sea el último. Una propuesta fácil y ruidosa de indie rock súpervitaminado que bebe del espíritu noventero y más aún del punk rock que hizo fortuna en los primeros años de este siglo.

The Get Up Kids, “Problems”
Esto de los Get Up Kids, volviendo tras ocho años de silencio, vendría a ser como en “El retorno del Jedi”, cuando Luke decide abandonar su formación junto a Yoda para acudir a rescatar a su amigo Han, prisionero de Jabba en Tatooine. Aquí los Jedis, viejunos y gordacos pero Jedis a fin de cuentas, serían Matt Pryor & Co mientras que Han Solo somos tós nosotros. ¿Y Jabba the Hutt? Yo que sé tíos… ¿Bad Bunny? ¿Los 40 Principales? ¿Radio:3? La verdad es que la comparación se me ha ido de las manos… En todo caso y retomando la cuestión, decir que estoy muy satisfecho con este regreso. No esperaba ya demasiado del quinteto de Kansas. Sin embargo, lo que me he encontrado en “Problems”, son doce píldoras de rock vibrante y emocional que para nada desmerecen todo lo bueno que nos habían regalado con anterioridad. Con mención especial al mítico “Something to write home about” de 1999, que de solo mencionarlo ya se me ponen los pelillos de punta. Y es que “Satellite”, “The problem is me”, “Salina”, “Lou Barlow”, “Common Ground”, “Waking up Alone”, “Brakelines”… suenan a otra época. A esa en la que la despreocupación y el despiporre eran mi modus vivendi. Tiempo de litronas a media tarde, bocatas en cualquier parte y resacas de dos minutos. Si acaso las había. Y de comerse una y contar veinte como en el Parchís y sin que nadie cuestionara nada, en una suerte de machirulismo naif muy de aquel siglo. Gioventù, divino tesoro, te ne vai per non tornare mai più!”       

Continua

[...]

Viene de aquí

Faraón & Los Sarcófagos, “La maldición”
No sé quiénes son esta peña y ni siquiera cuantas molondras computan en total. Tampoco tengo claro si son jienenses o benidormers ya que he leído las dos cosas. Solo sé que llevan una onda entre la cosa punk, el pop oscurete y una suerte de revival de Los Nikis que mola bastante. Eso y unas referencias a la hoy denostada Movida que no se agotan con la mención a los perpetradores de “Marines a pleno Sol” o “La hormigonera asesina”. Los ecos a La Mode, o incluso al Aviador Dro, son hasta más evidentes. El caso es que han parido esta cosa titulada “La maldición”, que creo es su debut largo. Un álbum adictivo y que se consume en un plis plas, con esos catorce temas que dan para escasos veintiséis minutos de música. A menos de dos por canción de media. Échale… Con una temática predominantemente espacial, futurista y con unas gotitas de surrealismo cañí. Alcanzando cotas superiores de frikez con sendos homenajes, bien particulares, a Burt Lancaster y a la mismísima Faraona. De parte del Faraón, que la cosa tiene su aquel.

The Proper Ornaments, “6 Lenins”
Me enganché a este álbum porque encontré en él algo de lo que se perdió con la ruptura de mis añorados Ultimate Painting (no te lo perdonaré jamás James Hoare. ¡Jamás!). Bueno, de hecho estos Proper Ornaments son básicamente el amigo James y su colega Max Claps, así que no es difícil que suenen a lo que suenan. Parece ser que el rompebandas de cabecera, una vez disuelta su asociación con Jack Cooper, centró esfuerzos en la creación de este trabajo con de The Proper Ornaments. Y he de reconocer que me he tenido que tragar el cabreo y medio perdonarle. Porque le ha quedado un trabajito bien chulo. El nuevo álbum se titula “6 Lenins” y, a diferencia de toda su discografía anterior, viene con el sello de confianza de Tapete Records. Un valor seguro. No hay desperdicio alguno en el catálogo ofrecido por los alemanes. Incluye una decena de temas de folk pop psicodélico, bastante calmo, que destacan por sus guitarras cristalinas. Cierto es que, en sus momentos más ruidosos, recorren vías que les acercarían a la Velvet. Pero son los menos y la referencia obvia continua siendo The Beatles y los Byrds. Para no perder la costumbre, vaya.

Billie Eilish, “When we all fall asleep, where do we go?”
¿No encontraste nada más comercial, Suloki? ¿El año pasado la Rosalía y ahora esto? Altra vegà fideus, mante??? Pues sí… ¿Y qué pasa? Como os pongáis chulitos todavía os cuelo al Tangana ese… Ahora en serio (¿?), me gusta mucho lo que ofrece esta niña. Y me alucina que, con tan solo diecisiete añitos, haya sido capaz de parir esto. Que sea un fenómeno mundial me da lo mismo. Por mucha promoción que reciba, que lo sé y sino el Spotify ya se encarga de recordármelo cada diez minutos. Pero que lo sea con un debut en el que pasa de un género a otro con total libertad, transitando entre el R&B, el pop, el soul, la cosa electrónica y lo que se le ocurra, con esa naturalidad, no deja de sorprenderme. Por no hablar de ese bonito halo de oscuridad que lo envuelve todo y que, de alguna forma, le aproxima a lo ofrecido por la neozelandesa Lorde en su debut. Pero mucho mejor que esta última, vaya. El caso es que el disco me parece buenísimo. Y sorprendentemente maduro. Dicen que es por el hermano, quien anda al cargo de la producción. ¡Pero es que el gachón también es un crío de veintiuna primaveras! En fin… Ella misma ha declarado que “When we all fall asleep, where do we go?” está inspirado en las pesadillas, las suyas, en el insomnio, el suyo también, y en ese mundo de nuestro subconsciente que existe entre el sueño y la vigilia. Y los enteraos de la cosa musical comentan que lo que ofrece Billie entronca con la sensibilidad musical de las nuevas generaciones. Pues mira, si a la chavalada le da por escuchar esto y descartar a toda la purria de chatarreros que pululan por los senderos del trap, ya me doy por satisfecho. ¡Y pago cubata! No, en serio, el disco es cojonudo. Insisto. ¡Y yo no bebo cubatas leñe! 

Henryk Gorécki, Beth Gibbons and the Polish National Radio Symphony Orchestra, “Symphony Nº 3 (Symphony of Sorrowful Songs)”
Me metí en esto porque de un tiempo a esta parte me ha dado por lo clásico. Mejor dicho por lo clásico moelno. Y ahí destaca sobremanera lo que hacía este compositor polaco ya fallecido, o su paisano aún vivo Krzysztof Penderecki, quién dirige aquí a la Orquesta Sinfónica de la Radio Nacional Polaca. Lo cierto es que esta onda me sienta la mar de bien en este momento vital. Que no es que sea malo, pero requiere de estos ambientes etéreos en algunos instantes. Estamos ante un lanzamiento de este año pero no es una obra original. De hecho la pieza tiene los mismos años que un servidor –telita-. Y creo que es la pieza clásica más vendida en la historia. Vaya, que Henryk Gorécki no es cualquier descubrimiento sacado de un blog de tercera o directamente desde el bandcamp. Así que valiente reto el de Beth Gibbons metiéndose en este fregao como soprano. Y yo que se lo agradezco. Le/s ha quedado una sinfonía de canciones que se sienten no solo tristes, sino también oscuras. Hasta peligrosas. Una auténtica delicia. Y es que no solo de rock vive el homo suliens. Aunque no le haría ascos a algo nuevo de Portishead. Que ha pasado demasiado tiempo desde "Third"

Peter Doherty & the Puta Madres, s/t
No sé si llamar a esto resurrección ya que ni Pete Doherty, ni sus Babyshambles, ni siquiera los Libertines anduvieron nunca en mi radar. Vamos, no pasaron ni cerca. El tema es que, lo califique como lo califique, me está gustando mucho el regreso discográfico de este ilustre poeta, músico, compositor, pintor, actor, modelo y ex novio de Kate Moss. Además de protector de los erizos. Si bien, por encima de todo, Pete siempre fue un pintamonas y un farlopero de tres al cuarto. El tema es que, fruto de la extraña conjunción entre Pete y el combo The Puta Madres, a quienes no tengo el gusto de conocer, tenemos este tratado de garage a bajas revoluciones con una mijita de psicodelia. Lo mejor que se puede decir de las once canciones que lo integran, es lo bien que homenajean a don Johnny Thunders. Otro ilustre amigo de la dronja. Este sí un puto genio de la cosa musical, con una trayectoria intachable. Pero vaya, que todo el mundo tiene derecho a segundas oportunidades. Y hasta a terceras. Me parece un gran trabajo el que ha firmado Pete. Obra de un artista que, al fin, parece haber madurado. Say Hallelujah!!!

Business of Dreams, “Ripe for Anarchy”
El segundo álbum en la trayectoria de Corey Cunningham es un brillante ejercicio de pop luminoso repleto de melodías y estribillos. De esos que se nos quedan pegados a las primeras de cambio. Once bonitas canciones, con su justa dosis de nostalgia y ensoñación, que transitan por los senderos marcados por Grant McLennan y sus Go-Betweens. Aunque en el caso del single “Keep the Blues Away” el camino parece marcarlo el mismísimo Ian Curtis. Indie pop con pedigrí, como lo define el Crespo en una magnífica entrada a la que me remito tras invocar la ley del mínimo esfuerzo.

Foxygen, “Seeing other people”
A ver, el principal problema de este disco y de los que vengan detrás, es que nunca llegarán a ser tan buenos como lo fue “Hang”. Y ya está, no le deis más vueltas. Eso no quita que, cómo buenos dealers de la costa oeste, sigan vendiendo buena mierda. Y que siempre resulta agradable reencontrase con las sinfonías tarareables del dueto de San Francisco. Pero es que además saben reinventarse con cada entrega. Con este “Seeing other people” nos llevan a  explorar los confines del funky ochentero y el disco más hortera, siempre desde su perspectiva y sin dejar de lado ese pop de tintes barrocos que les es tan propio. Un álbum arriesgado que podría haber caído en la parodia, pero nada más lejos de la realidad. Además cuenta con esas letras intrigantes, seguramente autorreferenciales, que tan bien suenan en boca de Sam France. Nueve temas con los que probablemente no expandirán fronteras, pero oye, ni falta que hace.

AA Bondy, “Enderness”
Ocho años han pasado desde que Auguste Arthur publicara el inspiradísimo “Believers”. Y cuando ya casi le dábamos por amortizado, el chacho nos sorprende con este fantástico “Enderness”. Digo esto porque, en algún momento, se filtró que quien fuera líder de los maravillosos Verbena, estaba gravemente enfermo. Si a eso añadimos la desaparición de toda escena pública y una absoluta parálisis en sus redes sociales, parecía justificado ponerse en lo peor. Se ve que andábamos mal encaminados y muy desinformados. O no tanto, pero si lo suficiente como para no darnos cuenta de que hace falta algo más para taparle la boca. Y no te digo nada para bloquearle los conductos por donde emanan las ideas... Ni siquiera los graves incendios que asolaron California y arrasaron su casa, pudieron con él. Y menos mal. Nos hubiésemos perdido este precioso álbum repleto de formas alucinógenas, que transita en algún lugar entre el folk cálido de Chris Isaak, los pasajes etéreos de Brian Eno, el pop minimalista de Timber Timbre…. Y con esa dicción tan sexy a lo Sade Adu, ¿Por qué no? Y es que escuchar el cuarto álbum en solitario de este nativo de Alabama, es dejarse llevar por un ritmo adictivo y feérico. Un disco que no tolera interrupciones, hallando su sentido en una seguida de canciones que obligan a escucharlas una y otra vez. Diez temas aparentemente simples, elaborados a base de sintetizadores, más una batería rudimentaria. La guitarra de quien fuera un guitar hero de los noventa ni está ni se le espera. Debió quemársele con la casa. Ningún problema por mi parte.

Michel Cloup Duo, “Danser danser danser sur les ruines”
Mentiría si os dijese que le he seguido la pista a Michel Cloup (Peter), o a su partner en Diabologum Arnaud Michniak (Tadz), tras aquel fantástico “#3” que los de Toulouse publicaran en el lejano 96. Y eso que, por lo menos Peter, ha sido fiel al legado. Primero con Experience y después, aunque en menor medida, con Panti Will. Si bien, nunca de forma tan brillante como cuando lo hace bajo el paraguas Michel Cloup Duo junto a Julien Rufié. Proyecto con el que ha grabado ya cuatro álbumes, incluyendo este “Danser danser danser sur les ruines”. Un trabajo fantástico que me hace cuestionar porque carajo no le presté más atención a los tres anteriores. Y es que desde que empieza a sonar “Gagnants” te das cuenta de que esto es un pepino. No te digo con “Les invisibles” o “Et bien au-delà”… Hete aquí con esa poesía revestida de electricidad, con Michel cual maestro de ceremonias, recitando malestares y ahogando penas, tan reconocible. Como antaño, componiendo esos mantras de sonidos raros, en el marco del particular universo que comenzara a construir a principios de los noventa y que ha ido ampliando desde entonces. Tremendísimo. Confirmando aquello que me dijo un amigo hace demasiado tiempo: “A este menda Francia le queda muy chica”. I tant, xicon…

Bill Pritchard, “Midland Lullabies”
Acabaré mi listado con lo último de este cantautor. Uno de esos artistas enormes a los que casi nadie escucha. Bueno, descontando en Francia donde, según parece, es una verdadera celebridad. Eso a pesar de los treinta añazos de trayectoria en la chepa, que se dice pronto. Y después de haber publicado discazos como aquel “Mother Town Hall” de hace tan solo un par de años, o este mismo, que lo digo ya, es una gozada. También es verdad que no soy quien para criticar estas cosas, siendo como soy de esos que suelen llegar a los sitios tarde y mal. Que le vamos a hacer…  Lo maravilloso de las trece canciones de cuna facturadas por esta suerte de crooner con sombrero pork pie y gafas de pasta, es que están bañadas de esa sustancia que nutre las almas e hincha los corazones. Sobresaliendo  por un sonido sencillo pero impetuoso en el que destacan sobremanera los maravillosos pianos. Algo que, de algún modo, le emparenta con las últimas cositas que ha ido sacando Robert “el magnífico” Forster. Así pues, como nunca es tarde si la dicha es buena y es mejor llegar tarde que no llegar, pues aquí estoy disfrutando del J.D. Salinger del pop (Rolling Stone Francia dixit). Como un auténtico enano, vaya.

--------------------------------------------------------

Y hasta aquí hemos llegao.Que no está nada mal. 
¿Podría haber estado mejor? Pues también.  
Al menos espero que os guste alguno.

martes, 25 de junio de 2019

El salto de papá

El padre de Martín Sivak fue más literal en lo de aprender a volar que el de Patterson Hood. Al menos eso se desprende del abrupto final que justifica este libro, auténtica revelación editorial del pasado 2018 en Argentina. No se trata de una biografía al uso, ni tampoco de la exaltación de una obra. Y es que, como dice este profesor, editor y periodista bonaerense, su papá no fue ni presidente, ni gobernador, ni general, ni revolucionario, ni intelectual, ni escritor, ni empresario influyente, ni deportista destacado, ni siquiera un mártir. Jorge Sivak fue un banquero comunista que se suicidó el 5 de diciembre de 1990 lanzándose desde un piso dieciséis, el día que se había decretado la quiebra de su empresa. Una tragedia que marcaría la vida de los suyos y especialmente la de su hijo mayor, que tenía quince años por aquel entonces. Un cuarto de siglo le ha costado publicar algo al respecto.

Con todo, no es este un libro triste. Está escrito desde el amor, desde el afecto, pero riéndose de uno mismo, del padre y de toda la familia Sivak. Transformando una historia dramática en una suerte de investigación periodística repleta de momentos divertidos y otros no tanto. Reconstruyendo la vida de quien fuera dirigente estudiantil, guerrillero, abogado defensor de presos políticos, preso político y después exiliado político. Todo eso sin abandonar la empresa familiar. Un pequeño imperio creado gracias a la habilidad mercantil del abuelo Sivak y a los fondos secretos del Partido Comunista, que quedarían a su cargo cuando el hermano mayor fuera asesinado a mitad de los ochenta.

El secuestro y asesinato del tío Osvaldo, a cuya memoria está dedicado el libro, fue la otra tragedia que marcó a la familia. Muy especialmente al padre, que nunca llegó a recuperarse. Ni a su tía Marta Oyahanarte, quien se alejaría de los Sivak para después pasar por distintas formaciones políticas hasta ocupar un puesto en el gobierno de Néstor Kirchner. Asunto bastante mediático que formó parte de una serie de secuestros extorsivos que realizaron policías y militares que habían formado parte de la estructura represiva de la dictadura y que con la llegada de la democracia, se reciclaron de este modo. En 2015 Pablo Trapero dirigió una película sobre el tema.

Supongo que en la decisión de escribir un libro sobre tu padre hay algo de soberbia y otro tanto de exhibicionismo. Nuestras vidas o las de los nuestros no son tan importantes. Además, no tienen por qué ser interesantes. A pesar de lo dicho, me alegro de que Martín Sivak haya compartido con nosotros los emprendimientos comerciales absurdos y esas relaciones políticas tan extrañas de su difunto padre. Y que con eso, indirectamente, aprendamos algo de la historia reciente de Argentina. Y es que el libro habla mucho de ese tambaleante y hasta explosivo momento histórico en el país austral. También del rojo de Avellaneda y de Ricardo Enrique Bochini, por supuesto. Y es que no se concibe una historia argentina sin referencia al deporte rey. Ni una mención a Independiente sin hablar de el Bocha

martes, 18 de junio de 2019

Jordan “Estafa” Peele


Y no, para nada me estoy refiriendo al enésimo vencedor del Royal Humble de la WWF, ni tampoco al heredero oficioso de Jim “Estaca” Duggan en el Wrestlemania  XLVI si es que este evento llega a disputarse. ¡Dios nos libre! Os hablo de un famoso realizador afroamericano quien, tras participar en varias producciones como actor, se decidió a entrar al mundo de la dirección debutando con “Déjame salir” -Oscar a mejor guion original en 2018- y después con la aún más aplaudida “Nosotros”, estrenada este mismo año. Dos pelis de género absolutamente vulgares que sin embargo han conseguido que la crítica se rinda a los pies de este “hermano de otra madre”, tal cual lo llamara Zadie Smith.

Cuando se estrenó “Déjame salir” (2017), la ópera prima del por entonces actor y comediante, todo fueron loas y parabienes para un insólito híbrido cinematográfico en el que muchos quisieron ver un manifiesto político y una crítica al racismo imperante en los EEUU, además de una cinta de terror. Y vale que contenga algún gag más simpático que cómico y un par de escenas bastante inquietantes, pero de ahí a todo lo demás… Vaya, que no hay tanto que rascar. Ni siquiera la interpretación del protagonista Daniel Kaluuya, a quien la vida ha sonreído desde entonces. Con todo, la historia del chico negro que visita a la familia de su novia blanca y va descubriendo lo que hay tras el comportamiento demasiado complaciente de los suegros, se podía seguir con un puntito de interés. Aunque solo fuera por ver en que terminaba la cosa y descubrir que mierdas había detrás de todo el tinglado. Al final, sin llegar a ser horrible pero a tres universos de distancia de la obra maestra que nos quisieron vender, “Déjame salir” parece la versión contemporánea de “Adivina quién viene esta noche” (1967) en clave de terror. Lo cual no es que sea mucho, la verdad.

La cosa se pone peor en “Nosotros” (2019). Un contenedor de tantas metáforas que al final no significa nada. Entre otras cosas porque la mayoría se entienden pero no nos importan una mierda y no porque sean falsas. Que sí Jordan, nos hemos dado cuenta que los tipos de rojo con tijeras salen desde abajo para terminar con sus dobles de arriba. Es muy básico, pero también muy cierto que los privilegiados tan solo se dan cuenta de la existencia del de abajo cuando se ven afectados directamente. También como el arte nos hace más humanos y la alienación nos convierte en animales. ¿Pero qué pinta todo esto aquí? Tras la historia de la familia Wilson y sus “nosotros”, tras esa idílica/horripilante escapada veraniega, yo tan solo veo efectismo caro y una trama muy mal hilada. Eso a pesar de que la cinta es visualmente atractiva, lo reconozco. Como el sonido, bastante contenido y para nada efectista. O la secuencia del comienzo, justo antes de los fantásticos títulos de crédito, que duran unos tres minutos -entre el 8:30 y el 11:30, más o menos- y es lo único que realmente merece la pena en “Us”. Todo lo demás es broza.

Hay quien se atreve a afirmar que Peele es el Hitchcock de nuestra generación. Un maestro del suspense capaz de hacernos reflexionar sobre temas recurrentes, además de entretenernos. A mí me parece que es una versión gringa del Patxi de los chistes sobre vascos. Alguien que no sabe bien cuándo se está a setas y cuándo a Rolex.

miércoles, 5 de junio de 2019

Cosas (y) materiales, de Mark Miodownik

En la última entrada, recordaba el día que me forcé a no escribir más sobre política en este blog. El caso es que aquella decisión iba unida a dedicarle más tiempo y espacio a temáticas algo más gratas. Darle un poco de vidilla a los temas culturales e introducir cuestiones de tipo filosófico o hasta científico. Cosa que, para ser honesto, no he cumplido. En mi descargo diré que no me interesa demasiado la filosofía y que no tengo mucha idea sobre ciencia. Aristóteles me la refanfinfla y por otro lado siempre fui un analfabeto científico. Y digo esto último con pesar. Cuando era un crío se supone que iba para químico. Al menos eso me cuentan.

No es cuestión baladí esta del analfabetismo científico. Todo quisqui tiene una opinión sobre medicina, nutrición, cambio climático o el origen del Universo, pero casi nadie tiene una base mínima para opinar con propiedad. Y vale que esto no ocurre solo con la ciencia. Ese ventilador de mierda que es la todología y el cuñadismo reinante lo salpican prácticamente todo. Yo mismo me he topado con peña que me ha discutido la eficacia de un acto administrativo, o la aplicación del régimen de mínimis a una determinada subvención, y que no ha abierto un libro de derecho en su puta vida. Tipos que creen que García de Enterría es una marca de quesos o que el tal Mínimis es el enano que salía junto al Dr. Maligno en “Austin Powers”. Aunque tampoco consuela. Ya sabemos que mal de muchos…

El término analfabeto designa la condición de aquel que no sabe leer y escribir. Luego están los analfabetos funcionales, que son quienes aun sabiendo leer y escribir, no comprenden lo que leen o no tienen la capacidad de poner por escrito una idea o aquello que quieren comunicar. De forma análoga se designa como analfabeto científico a quien desconoce lo que es la ciencia y sus métodos. Y es preocupante verificar como está de extendido ese mal. Situación que debería alarmarnos, pues la ciencia no es sólo un atributo ventajoso para la especie, sino que es un elemento indispensable para nuestra supervivencia. Supongamos que la ciencia desapareciera mañana. Palmaríamos ipso facto. Así pues, nos va la vida en ello.  

Con todo tampoco es necesario que todos nos doctoremos en química, física, biología o cualquier mandanga similar. Bastaría con adquirir un conocimiento básico y mínimo, suficiente para apreciar el mundo que nos rodea y a la vez tomar decisiones informadas. Comprender los temas críticos con los que uno se topa a diario en las noticias o en los debates públicos y apreciar como las leyes naturales afectan a nuestras vidas. Más allá de eso, siempre se puede tirar de amiguetes profesionales del ramo, para a resolver las dudas. O de los divulgadores científicos. Los imprescindibles Punsets de la vida (D.E.P.). Unos tipos que, guste más o menos, son capaces de trasmitir conceptos e ideas complejas de forma sencilla y comprensible hasta para un cenutrio como yo. Y aquí es cuando llegamos al librito de Mark Miodownik.

Se titula “Cosas (y) materiales. La magia de los objetos que nos rodean” y fue galardonado con el premio Winton de la Royal Society al mejor libro de ciencias. Y no me extraña. Lo que ha conseguido este ingeniero especializado en la ciencia de los materiales, además de profesor e investigador del University College de Londres es tremendo. ¡Que nos interesemos por los materiales de los objetos que nos rodean! Desde los más corrientes hasta los inventos más punteros, porque todo está hecho de algún material que expresa, de manera compleja, las necesidades y los deseos humanos. Para crearlos hay que hacer algo extraordinario: investigar a fondo su estructura interna. Y de eso es de lo que se ocupa la ciencia de los materiales, que tiene miles de años de antigüedad y es igual de importante o más que las otras ciencias aunque sea menos conocida. Y que la música, la pintura, el cine, la literatura...

Y es que todos somos, consciente o inconscientemente, sensibles a la importancia de los materiales. En cada aspecto de nuestras vidas elegimos materiales que reflejan nuestros valores, ya sean los azulejos de nuestro baño, los muebles del comedor o las cortinas del dormitorio. Del mismo modo, otros nos imponen sus valores en nuestros lugares de trabajo, ciudades o aeropuertos. El mundo material vive una continua reflexión, absorción y expresión que constantemente redibuja los significados de los materiales a nuestro alrededor. Porque al final, los materiales son un reflejo de quienes somos y una expresión, a diversas escalas, de nuestros deseos y necesidades.     

El ensayo de Miodownik nos cuenta todo eso y mucho más, desvelando los secretos y las historias que hay detrás del papel, el cristal, la porcelana, el chocolate o el hormigón. Partiendo por una cuchilla de afeitar, pasando a una taza de té, un billete de un dólar, el motor de un avión supersónico, la cúpula del Panteón de Agripa, una tableta de chocolate Fry’s, la suela de unas zapatillas, un rollo de película o un empaste dental... cada uno relata una historia que inspira asombro ante la capacidad del ser humano para crear. 
Entretenidísimo libro sobre ciencia e inventos que arroja bastante luz sobre esta sociedad de merluzos.

lunes, 3 de junio de 2019

Lo de Pablemos, las chirigotas de Cai, l'alcalde en besicleta, los Carmenitas Descalzos, la Berdadera Hisquierda, el PPOE, lo indie-folk, la Colau, el nacionalismo español no consciente y otras mandangas


Hace tiempo me obligué a no escribir una línea más sobre política. De hecho, revisando el histórico de entradas, observo como la última vez fue en verano del 2016. Y eso que en los comienzos, rara era la semana que no colgaba un mínimo de dos. Eran otros tiempos, vaya. ¿Qué motivó el cambio? Podría daros una explicación más o menos detallada o balbucear cualquier parida a modo de justificación simpática. Pero ni lo uno ni lo otro. Tan solo diré que a veces en la vida es preferible tomar distancia con según qué cosas. Y no espero que estéis de acuerdo conmigo. Vaya, que si lo estáis bien y sino pues también. Con todo y aunque pueda parecer una enmienda a lo anterior, aquí os dejo esto de “Cien años de Soledad”. Que no es política sino literatura. Y de libros en este blog sí se habla y mucho. El que quiera entender que entienda.

“En la calurosa sala de visitas, junto al espectro de la pianola amortajada con una sábana blanca, el coronel Aureliano Buendía no se sentó esta vez dentro del círculo de tiza que trazaron sus edecanes. Ocupó una silla entre sus asesores políticos, y envuelto en la manta de lana escuchó en silencio las breves propuestas de los emisarios. Pedían, en primer término, renunciar a la revisión de los títulos de propiedad de la tierra para recuperar el apoyo de los terratenientes liberales. Pedían, en segundo término, renunciar a la lucha contra la influencia clerical para obtener el respaldo del pueblo católico. Pedían, por último, renunciar a las aspiraciones de igualdad de derechos entre los hijos naturales y los legítimos para preservar la integridad de los hogares.

-Quiere decir -sonrió el coronel Aureliano Buendía cuando terminó la lectura- que sólo estamos luchando por el poder.

-Son reformas tácticas -replicó uno de los delegados-. Por ahora, lo esencial es ensanchar la base popular de la guerra. Después veremos.

-Es un contrasentido -dijo-. Si estas reformas son buenas, quiere decir que es bueno el régimen conservador. Si con ellas logramos ensanchar la base popular de la guerra, como dicen ustedes, quiere decir que el régimen tiene una amplia base popular. Quiere decir, en síntesis, que durante casi veinte años hemos estado luchando contra los sentimientos de la nación. Iba a seguir, pero el coronel Aureliano Buendía lo interrumpió con una señal. «No pierda el tiempo, doctor -dijo-. Lo importante es que desde este momento sólo luchamos por el poder.» Sin dejar de sonreír, tomó los pliegos que le entregaron los delegados y se dispuso a firmar.”


Supongo que esta sí es la última. Lo juro. Como aquella vez cuando juré no volver a tomar vodka. En fin... Nostrovia!
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...