jueves, 5 de julio de 2018

El thriller según Na Hong-Jin


Cerca de una década desde que este menda devorara producciones coreanas en sesiones non-stop, imitando a aquel Tarantino dependiente de videoclub, cuando empezó a gestarse la leyenda. O eso imaginaba yo. En todo caso, la chifladura acabó hace mucho. Y es que la sobredosis de Park Chan-Wooks, Kim Ki-Duks , Bong Joon-Hos y hasta Kim Jee-Woons hicieron estragos en mi ya de por sí maltrecho aparato digestivo. Eso por no hablar de toda la pléyade de imitadores de baratillo que, aprovechando la ola que nos venía desde el Mar de Japón, llenaron de sangre y vísceras mi salita de estar. Pues bien. Fue entonces cuando Na Hong-Jin apareció en mi vida.     

Justo ahí, mes arriba o mes abajo, descubrí a este fantástico realizador surcoreano. Casi de casualidad, como todo en la vida de este caballero de triste figura. En algún canal del cable, a alguna hora intempestiva y me gustaría pensar que en el marco de una jornada lluviosa a finales de otoño. Aunque lo más probable es que fuese en mitad de los rigores del estío y sudando cual chancho, no tanto por el calor como a consecuencia de la enésima intoxicación etílica durante la noche valenciana. Lo importante es que quedé absolutamente prendado de una suerte de policíaco a la coreana, repleto de personajes sin futuro y en donde la naturaleza de los hombres obedecía a la lógica aristotélica respecto a la maldad intrínseca del ser humano. Una película larga en cuanto al metraje pero que no se hacía larga para nada, gracias a una magistral narrativa que te mantiene pegado al asiento hasta que sale el cartelito de The End o como quiera que se escriba en coreano.    

“The Chaser (Chugyeokja)” es el film del que os hablo. Ese fue el thriller que me abrió la puerta al universo de este gran hombre. Y no solo a mí, supongo. Y es que, aunque entonces no lo sabía, la puesta de largo del por entonces joven cineasta asombró tanto a la crítica especializada de los EEUU como a la del viejo continente. Hasta el punto de que Roger Ebert, reputado crítico cinematográfico del Chicago Sun Times, se atreviera a “aconsejar” su estudio a las gentes de la industria en su país. Y que se aplicaran las enseñanzas extraídas, en lugar de caer en la tentación de filmar el enésimo remake gringo carente de interés. Véase “Vanilla Sky” (2011 - C. Crowe) como ejemplo de lo que digo. Aunque ya sé que “Abre los ojos”(1997 – A. Amenábar) no es una producción coreana y ni siquiera asiática. Pero sirva como muestra de agravio para todos los que hemos engordado visionando el universo cinematográfico cañí.    

La película en sí destaca por su tensión. También por un toque de sordidez exótica. Al menos para aquellos que aún no hemos visitado el país de nacimiento de Son Heung-Min o Park Ji-Sung. Noir malrroller repleto de giros argumentales. Protagonizado por un proxeneta con problemas de liquidez - que para más inri es un antiguo policía- preocupado por la desaparición de varias de sus fulanas. Ante la incapacidad de sus ex compañeros, nuestro anti-héroe se las tendrá que arreglar para seguir las pistas que le lleven a resolver el asunto. O más bien a entender que es lo que hay en ese agujero infecto que aparece al fondo. Respetando o no la ley a su conveniencia, claro está. El caso es que la historia se va enroscando y por allí empiezan a desfilar una serie de elementos que mejor no desvelaré para no joderos el visionado.

Tremenda película que, sin embargo, no me hizo seguir a su director. Supongo, aunque sinceramente no me acuerdo, que investigaría algo y al ver que era un debut lo dejé estar. O quizás me topé con los nombres de sus dos cortos previos. Inencontrables aún hoy día. Aunque nada justifica que le perdiera la pista hasta que, por sorpresa, me topara con “El extraño (Goksung)”, a finales del 2016. Habían pasado ocho años desde “The Chaser”. Ya ha llovido.

A ver, reconozco que he tenido que revisar “El extraño” durante estos días. Y no sabéis lo que me alegro. Porque la primera vez la vi de mala manera, en una tablet y desde algún lugar inapropiado. Con imágenes mejorables, un sonido para nada envolvente y subtítulos que aparecían y desaparecían como los ojos del Guadiana. Con todo, la sensación general fue positiva. Me gustó principalmente ese ambiente enrarecido que tanto remite al film anterior. Aún así y por las dificultades  mencionadas, la cinta se me hizo un pelín cuesta arriba por lo larga, que lo es y mucho. Ciento cincuenta y seis minutos. ¡Ahí es ! Sin embargo, recién revisada en mi residencia quilpueína, hasta se me hicieron cortos. ¡Qué puta maravilla de película, por Dios!   

“El extraño” o “The Wailing” en el ámbito guirófilo, también tiene como trasfondo una investigación criminal. Va sobre unos asesinatos salvajes que se están produciendo en alguna zona de la Corea más rural. Na Hong-Jin añade una serie de elementos novedosos que se salen del molde tradicional del thriller y entroncan directamente con el género de terror. Supersticiones y supercherías a cada cual más burda y que remiten al mundo de lo sobrenatural. Y con un ermitaño de origen japonés en el centro de todo eso. Bueno, con el mencionado “extraño” pero también con un policía y padre desesperado, presto a darle pelea al mismísimo diablo. Santería, espiritismo, chamanes, posesiones diabólicas y sobre todo muchos miedos e ignorancia de paleto. Y lluvia, mucha lluvia. Y una atmósfera acojonante. Magnífica en lo estético y con un despliegue visual despampanante. Con un empleo magistral del suspense que nos mantiene en vilo durante cerca de tres horas. Y expandiendo las posibilidades del género con esos devaneos más propios del cine de zombis o hasta de la cosa gore. No me extraña su premiación en el Festival de Sitges.  
Y ya por último hablaros de “The Yellow Sea (Hwanghae)” del año 2010. Cronológicamente el segundo largometraje filmado por Na Hong-Jin, si bien es el último que yo he visto. También en el cable y por casualidad. ¿Cómo no? Ahora sí en el marco de una deliciosa tarde de lluvia y frío en pleno invierno austral. ¡Ah! Y sin resaca de por medio. Con mantita y agua de jengibre, que hay que cuidarse. La epopeya de un taxista reconvertido en asesino a sueldo, que se enreda con la mafia más violenta de oriente. La que hace sus negocios en y desde la prefectura autónoma coreana de Yanbián, fronteriza con China y Rusia. Acosado por las deudas, el hombre acepta asesinar a alguien como último recurso para cubrir las necesidades de su familia. Para ello tendrá que viajar hasta Seúl donde, en principio, también reside su esposa de la que no tiene noticias desde hace un tiempo y casi mejor. De ahí en adelante os lo podéis imaginar. Y si no pues mejor para vosotros. Más os sorprenderá.
  
Me ha encantado la peli, la verdad. Una historia que, aunque al principio no lo parezca, también es un thriller. Pero con fuerte calado social en este caso. Es evidente la mirada crítica hacia la pobreza y marginalidad que divide a los habitantes de estos países hermanos. Con una frontera al medio que es la que forja a esos seres humanos endurecidos y que se ven abocados a tomar decisiones traumáticas. Los marginados joseonjoks, chino-coreanos que solo pueden optar entre delinquir o malvivir. Como nuestro taxista ludópata. A la postre el responsable de llevar a cabo las pesquisas pseudo-policiales que hacen avanzar la trama, al igual que le ocurría al proxeneta de “The Chaser”. Y es que al amigo Na Hong-Jin le pone la cuestión policíaca. En este caso planteándola de una forma más clásica. En parecidos términos a los de la mencionada “The Chaser”, pero no tanto respecto a “El Extraño”. Poniendo énfasis especial en esas escenas de violencia física que, si bien están presentes en toda su filmografía, aquí son más exageradas y auténticas. Y es que en “The Yellow Sea” asistimos a un espectáculo de martillazos, hachazos y cuchilladas que bordean el límite de las leyes de la física. En línea con películas como “Oldboy” (2003 – C. Park). Sin embargo y a diferencia de esta última -y del cine de Park Chan-Wook en general-, no hay gratuidad aquí. Como tampoco son impostadas unas escenas de persecuciones, que para nada desmerecen a las rodadas en Hollywood por gentes como Michael Mann.

Dos horitas y pico más de divertimento garantizado por obra y gracia de este gran director. Otra gran película firmada por este realizador surcoreano. Aplaudida en Cannes y también en Sitges, en donde además se llevó el premio a la mejor dirección. A ver que nos regala este hombre en el futuro. Ojalá la espera no sea tan larga esta vez.
   

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