domingo, 26 de abril de 2009

El poder del perro


“...libra mi cuello de la espada, y mi vida de las garras del perro.”

Así finaliza “El poder del perro”, la primera de las obras seleccionadas por Rodrigo Fresán para formar parte de la colección Roja&Negra de la editorial Mondadori. La serie pretende abarcar todas las texturas del género negro, buscando atraer a aquellos lectores que deseen acceder a novelas de calidad, pasando de esas burdas aproximaciones al género que han proliferado durante los últimos tiempos.

Lo primero que debo hacer es alabarle el gusto al señor Fresán. Es lo justo. Y es que solo gracias a eso he podido disfrutar de “El poder del perro”. Sin ningún género de dudas el mejor libro que me he leído en años. En vista de lo cual, pienso agenciarme un ejemplar de “Delitos a largo plazo” -del autor británico Jack Arnott-, que es el segundo título recomendado por el escritor y periodista argentino.

Ya entrando en materia, estamos ante un thriller épico y sangriento de 718 páginas que explora los rincones más oscuros de la miseria humana. A pesar de la extensión, una vez comienzas con él, no puedes parar hasta finalizar y de hecho te lo zampas en un plis plas. Y es que “El poder del perro” quizás sea la gran novela americana sobre el narcotráfico. No exagero para nada. Es tremendo. El mismísimo James Ellroy ha alabado este librazo de Don Winslow, un autor neoyorquino no muy conocido por estos lares. Hasta ahora, supongo. Lo cierto es que el tipo, ya curtido en estas lides por lo que veo, ha mezclado con absoluta maestría ficción y realidad. Recreando un complejo lienzo sobre el comercio de drogas entre los EEUU y México.

Así pues la cosa se enmarca en la guerra contra la droga en torno al Río Grande, frontera natural entre Texas y los estados mexicanos de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Allí se darán cita la cruzada de un agente de la DEA poco escrupuloso con la legalidad, una prostituta de alto standing que tan solo busca sobrevivir, o un chico proveniente de los bajos fondos reconvertido en asesino a sueldo por puro azar. También un cura católico empeñado en ayudar al pueblo al coste que sea, una familia de narco-vaqueros obcecados en dominar el negocio a escala global y una pléyade de políticos y militronchos afanados en evitar el auge del comunismo en Centroamérica. Estos últimos no dudaran en establecer alianzas con quien haga falta, incluidos los propios narcotraficantes, para lograr su cometido.

La trama es vertiginosa y absorbente y es ahí donde Winslow demuestra su maestría. Desplegando una compleja historia que se desarrolla en diferentes planos y que contiene una poco disimulada denuncia a las implicaciones reales entre los narcos, los gobiernos, los guerrilleros, la Iglesia y diferentes grupos de poder. Y no sólo en México sino también en su país, los EEUU. De ahí que los protagonistas de la novela enmascaren, toscamente, a personajes como “El señor de los cielos”, “Don Neto” Fonseca, a los temidos hermanos Arellano, al cardenal Posadas, al mítico gánster del Hell's Kitchen Mickey Featherstone, al agente encubierto Enrique “Kiki” Camarena, al jefe mafioso Paul Castellano, al candidato a la presidencia de México Luis Donaldo Colosio y al coronel del cuerpo de Marines Oliver North (entre otros muchos). Y es que, por si había alguna duda, la novela tiene tanto de inventado como de cierto y en este sentido, como comenta la crítica norteamericana, “con que tan sólo un diez por ciento de lo que se cuenta sea verdad, ya sería insoportable”.

Según Rodrigo Fresán, quien también prologa la novela, México es la patria espiritual de los fugitivos y el encandilador agujero negro con picante perfume noir en el que, por lo general, los personajes caen para matar, enloquecer, iluminarse o morir… O como ocurre en “El poder del perro”, hacer todas esas cosas al mismo tiempo y no necesariamente en ese orden.

Un gran acierto, sí señor…
Libro monumental.  

sábado, 25 de abril de 2009

Rant, la vida de un asesino


Shot Dunyun (Choquejuerguista): Tal vez Rant no fuera tan... lanzado o grande como lo recordamos. Tal vez sea así como se crean todas las figuras religiosas: sus amigos se jactan de él, lo van haciendo más y más enorme, para poder follar con el cuento. Ya se imagina usted a San Pedro en un bar diciéndole a una chica guapa: “Sí, yo era de la pandilla de Jesucristo. Él y yo éramos inseparables...”.

viernes, 24 de abril de 2009

Todo está iluminado


Hace unos días me terminé “Todo está iluminado”, de Jonathan Safran Foer y pese a las buenas referencias, me dejó bastante frío. La misma tarde repasé la adaptación cinematográfica que Liev Schreiber filmó en el 2005 y me calenté un poquito (hasta quedar tibio, nada más). Ahora que lo pienso, eso es lo peor que se puede decir de esta y cualquier otra novela. Aquello de que la película resulta más interesante. Más aún cuando el responsable es un debutante en la dirección. Y no es cuestión de hacer sangre, pero me viene a la cabeza el abismo que media entre la trilogía de “El Padrino” de Coppola y las novelas de Mario Puzo. En este caso la diferencia de calidad entre uno y la otra no es tanta. Y se debe principalmente a que Schreiber ha atinado prescindiendo de algunas de las líneas argumentales de la novela, que son una puta mierda. Con todo, no os voy a engañar, tampoco es que le haya quedado una obra maestra del séptimo arte.

Jonathan Safran Foer publicó el que es su debut literario en el año 2002, cuando apenas contaba con 25 años de edad. El lanzamiento fue un éxito desde el comienzo. Al poco “Todo está iluminado” ya había sido traducida a un montón de idiomas, escalando hasta los primeros puestos en las listas de ventas de medio mundo. Además cosechó algunos premios como el National Jewish Book Award y el Guardian First Book Award. Y eso que el libro es cuando menos extraño. En principio va sobre una búsqueda desesperada: la del propio autor, quien vuela a Ucrania tratando de encontrar el origen de su familia con nada más que una fotografía de su abuelo. Allí, perdido en el interior del inmenso país que vio nacer al gran Sheva, buscará a la mujer que, supuestamente, le salvó la vida durante la guerra. En ese cometido Foer se relaciona con insólitos personajes, uno de los cuales terminará por convertirse en el verdadero protagonista de la historia. De hecho es a él a quien debemos la frase que da título y sentido a la novela…
“Todo está iluminado con la luz del pasado”.

Vaya, que solo la asunción del pasado sin tapujos - con plena conciencia del dolor que puede provocar-, es la forma de mirar de frente al presente y hacia el futuro. Una bonita reflexión, coincidente con la de otros muchos creadores judíos cuando abordan la cuestión del Holocausto. Y es que no lo he mencionado pero, en el fondo, la búsqueda del joven Jonathan -Jon-zen para los lugareños- es un pretexto para denunciar, por enésima vez, la represión del pueblo elegido a manos de los nazis.

Tal vez lo más original de esta novela sea el planteamiento esperpéntico y cómico empleado para mostrarnos la tragedia. Cuestión esta que se aprecia más en la película, donde el trabajo de Eugene Hutz y Boris Leskin en los papeles de Alex y del abuelo, es bastante bueno. Sin embargo, la sorpresa que nos pudiera producir su comportamiento en algunas de las situaciones, queda mitigada por culpa de Emir Kusturica. Vaya, por las surrealistas historias de gitanos y gentes de los Balcanes filmadas por el genio de Sarajevo. La sensación de deja vu es una constante y no cuesta imaginarse que esos parajes de la Ucrania rural podrían ser los de aquella Bosnia castigada por las bombas. Y las comparaciones siempre resultan odiosas. Ni os cuento en este caso. Pues eso nada más…

miércoles, 22 de abril de 2009

Déjame entrar


Seguramente habréis visto la imagen en diferentes lugares: El joven actor Kare Hedebrant cuchillo en mano, en una perturbadora escena de la película “Déjame Entrar”. La verdad es que el cartelito promocional, que pende de cientos de mamparas de la EMT, ha surtido efecto. Las salas valencianas se llenaron durante el pasado fin de semana para ver el estreno de la aplaudida cinta sueca de vampiros, dirigida por Tomas Alfredson. Y es que está muy bien elegido, reconozcámoslo. Porque si hay un adjetivo que defina esta revisión del género en clave amable es precisamente ese, perturbador.

Muy alabada por crítica y público, el film viene precedido de los premios logrados en más de veinticinco festivales, entre ellos Sitges, donde se ganó una sonora ovación. Como ya he dicho la historia es de vampiros, pero no sólo eso y ni siquiera principalmente. El protagonista es un chaval tímido que vive en un suburbio de Estocolmo. Su vida transcurre en absoluta soledad, sin amigos, con una madre que está siempre trabando y un padre ausente. Eso hasta que se hace amigo de una misteriosa vecina de su edad, cuya llegada al bloque de viviendas coincide con una serie de misteriosas muertes.

Dos grandes aciertos de la película son, por un lado, el deprimente telón de fondo: Estocolmo a principio de los ochenta, predominado por un ambiente color gris plomizo, con un paisaje absolutamente nevado e inmerso en un silencio absoluto. Además de las duras condiciones sociales, el acoso escolar y la violencia gratuita… Por otro parte el ritmo pausado que el director le ha imprimido a la película, complementado con una banda sonora de corte clásico.

De todas formas, una advertencia para aquellos que la vayáis a ver: No es esta una película de terror al uso, como podría deducirse tanto del cartel como del tráiler promocional. Como he mencionado más arriba hay vampiros y sangre, pero no es lo más importante. Creo que Alfredson -basándose en la novela de John Ajvide Lindqvist- ha dibujado una historia de outsiders luchando contra un mundo que no les comprende. También nos habla de la amistad, del sufrimiento y hasta de amor romántico. Precisamente es la difícil amistad entre los protagonistas, que ha de pasar por encima del lógico temor y la desconfianza, lo que salva a ambos. Regalándonos un bonito y esperanzador final.

Trabajo interesante y sobre todo, muy diferente a lo que nos suele deparar este género plagado de depredadores nocturnos.

martes, 21 de abril de 2009

Action Mistery Adventure


“Aventura de acción y misterio, nos dice la diminuta viñeta en la parte superior derecha de cada primera página de la historieta de Spirit, y a esas tres palabras se les puede añadir humor, arte, drama, saber hacer, y las mujeres más hermosas y peligrosas de los cómics”.

Con esta presentación de Neil Gaiman, creador y escritor de la aclamadísima novela gráfica “The Sandman”, se presenta ante nosotros “Lo mejor de The Spirit”, un recopilatorio que incluye varias de las mejores historias publicadas del mítico personaje creado por Will Eisner. “El ciudadano Kane de los cómics” (Gaiman dixit, again).

Además fue el reconocido ensayista y teórico de cómic Scott McCloud quien estableció que “Will Eisner es el alma y el cerebro del cómic americano”. Por otro lado el gran Alan Moore –“V de Vendetta”, “From Hell”, “Watchmen”- sentenció que “no hay otro como Will Eisner (…) no lo hubo antes, y en mis momentos más pesimistas dudo que vuelva a haberlo jamás.” Mientras que Frank Miller –“300”, “Sin City”- comenta que “incluso hoy día, The Spirit no sólo sigue siendo un trabajo increíble sino también una lección básica de lo que son los cómics y lo que pueden llegar a ser.”

Como veis, colmado de parabienes, llegó hasta mi colección este álbum editado por Norma EditorialLa editorial aprovechó el estreno de la película que sobre el héroe enmascarado dirigió Frank Miller el pasado 2008. Pretendía así llegar a un público más amplio, sobre todo aquellos jóvenes que, precisamente por una cuestión de edad, desconocieran al mítico personaje.

-“Vale que la película es mala”- me decía un amigo, -“pero dale una oportunidad al cómic. La peli no le hace justicia”-. –“Encima ahora se ha publicado un recopilatorio con las mejores historietas del enmascarado por lo que no hace falta que te gastes los treinta euros de rigor que cuesta cada volumen original”.- “Los archivos de The Spirit”, se entiende, publicados a lo largo de diez largos años para los fans. -Así que, por poco más de catorce euros te llevas la esencia del héroe-.

Pues lo siento tío, pero va a ser que no. Soy incapaz de verle la gracia. No puedo con el tal Spirit.

Vaya por delante que me encantan las otras obras de Eisner. Sobre todo “La vida en la Avenida Dropsie”, sobre la que ya posteé algo hace un tiempo. Pero sintiéndolo mucho, no logro entrar en ese supuesto mundo mágico y maravilloso que son las historietas del joven criminólogo dado por muerto en su lucha contra el crimen, a quien enterraron con las constantes vitales reducidas al mínimo y que un buen día despertó en el cementerio para proseguir con su lucha. Penitenziagite”, que clamaba el hermano Salvatore de “El nombre de la rosa”. No me gusta “The Spirit”. Que me perdonen los puristas.

Y no tengo más que decir. O bueno sí, que tampoco me gustan U2… Aunque en ese caso no pido perdón a nadie.  

domingo, 19 de abril de 2009

Grupo de la semana: Nudozurdo

Nudozurdo son un cuarteto madrileño nacido en el año 2001 cuando Leopoldo Mateos, voz y guitarra, y Felipe Salazar, el batería, se conocieron y comenzaron a componer temas de forma frenética. Ya en el 2002 y con apenas cuatro canciones acabadas, se presentarían al festival Popzuelo haciéndose con el primer premio del certamen, que consistía justamente en la grabación de un disco en los estudios Box de Madrid. De ahí saldrá su primer álbum, compuesto por nueve cortes que se grabaron, mezclaron y masterizaron en escasos tres días, dejando constancia de un sonido crudo y bastante eléctrico. También grabarían un videoclip del tema “Utilízame”, lo que les servirá para darse a conocer y comenzar así a rodar por salas de Madrid, realizando pequeñas excursiones a otros enclaves de la península. En ese contexto se irá creando un pequeño grupo de fieles entre los que me incluyo.

En 2005 decidieron volver a los mismos estudios para registrar otros nueve temas, que aparecerían publicados bajo el título de “Sintética”. Un álbum dotado de un sonido más orgánico, denso y compacto que el de su debut. Menos oscuro pero más redondo. Hasta el punto que los chicos del Muzikalia lo nombrarían como el mejor disco nacional de ese año -“una obra maestra que ha roto por completo el panorama del rock nacional”-. Y la verdad es que, en lo que se refiere a la recreación de atmósferas angustiosas -que no necesariamente góticas- resultan únicos. Tampoco se deben despreciar sus particularidades rítmicas, muy originales en el ámbito hispánico. En este sentido, comenta Sergio Picón en el mencionado weblog, que “si mi bola  en el contexto del futuro tuviera razón por una vez, Nudozurdo serían con total seguridad uno de los grandes grupos españoles de la próxima década. Por lo que dicen, por cómo lo dicen, por haber creado algo cuando todo estaba creado, y por haber tenido la valentía de haberlo hecho público y compartirlo con seres como yo. De largo, el mejor y más serio proyecto cantado en castellano de los últimos años”. Tal vez suene exagerado, aunque quien sabe… Por lo que a mí respecta, lo suscribo de pé a pá. Me encantan estos Nudozurdo.

Podéis ver su show en los Conciertos de Radio:3, que es una pasada... De paso adjunto mi canción favorita de su repertorio...  hasta el momento:“Dentro de él”

viernes, 17 de abril de 2009

Un país de imbéciles (XVI) - Alaska (sin Dinarama)


Sí, ya sé que había dejado de lado esta sección que empecé con brío a mediados del pasado año. Pero es que yo soy así, cuando cojo algo nuevo me entusiasmo como un tonto con un látigo. Después, como un niño rodeado de estímulos, dejo el juguetito y lo sustituyo por otro nuevo. Y no es que escaseen los imbéciles por estas tierras del Señor. Sin ir más lejos y durante los últimos días, han hecho méritos más que suficientes para ser homenajeados Urkullu I de Euskadi, Silvio Berlusconi, Jiménez Losantos (¡¡¡qué raro!!!), Evo Morales, Espadachín Flores y Olvido Gara aka Alaska, con la cual me quedo para desarrollar el post. La elección viene condicionada por que en estos momentos está sonando en mi reproductor “I’m in the band” de los Hellacopters y como comprenderéis la comparativa entre los suecos y la mexicana -cuyo último sencillo forma parte de la banda sonora de mis peores pesadillas- no la deja en buen lugar.

Desde sus comienzos, allá por el año 1978 y con Kaka de Luxe –icono de la Movida Madrileña con quienes colaboró Pedro Almodóvar-, Alaska tuvo muy claro que su sino en la vida era imitar a David Bowie. Sí, como suena, la tía se prendó del sonido glam del Duque Blanco, de su ética y de su estética, pero sobre todo de los pelacos que se gastaba el guiri y de sus plataformas imposibles. Lo cual, ahora que lo pienso, también la hacen deudora de otro grande del género como Gary Glitter. Pero para su desgracia, su genio musical no se acerca ni de lejos. Ni con Kaka de Luxe, ni después con Los Pegamoides –aunque te rías con ellos-, ni en sus colaboraciones con Almodóvar & McNamara, ni mucho menos con su último experimento Fangoria. Y es que cuesta encontrar algo decente en su obra más allá de sus discos con Dinarama -¡y no todo!-. Y ya sé que me vais a salir con “Mil campanas”… “Aceptamos pulpo como animal de compañía”. Eso sí, reconozco que el tema ayuda a entender la trayectoria de Alaska cuando, en una de sus estrofas, establece aquello de “qué fácil es, atormentarse después, pero sobreviviré, sé que podré, sobreviviré”. Hete aquí con el leivmotiv.

Remarco esto último y es que, a pesar de una manifiesta ineptitud compositiva, instrumental y pesimo gusto en el peinado y el vestir, hay que reconocerle a la señora Vaquerizo una gran habilidad para sobrevivir. Aunque eso suponga cagarse en sus propios principios, si es que alguna vez los tuvo -cosa que dudo, aunque bien que los aireó-. Y es que el personaje es propenso a soltar lecciones de integridad moral y política cada vez que un medio le pone el micrófono delante. Especialmente desde los tiempos del “Deseo carnal”, su álbum superventas que la consagrará como musa de la Movida y le llevará -tras intervenir también en el film “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”- a participar en diversos programas televisivos. El más destacado de todos ellos –y el único rescatable- “La bola de cristal”.

-¡Coño! Ahora suena el “Calling Dr. Love” de los Kiss. Los astros se conjuran contra la neumática cantante-.
Hasta ese momento la cosa podía resultar tolerable. Sobre todo si uno era fan, claro está. Pero a partir de los años noventa, ni poniendo toda la buena voluntad del mundo. No le ha dolido en prenda colaborar con todo bicho viviente y para lo que sea con tal de no desaparecer de la escena pública. Lo importante es que hablen de una, bien o mal, debió de pensar. ¿Si no a ver como se explica que haya colaborado en la web de Libertad Digital junto al facho-predicador Federico Jiménez Losantos? También en “La Mañana de la COPE”, como tertuliana especialista en asuntos frívolos y farándula. Ella, que va de comprometida en causas sociales, de icono gay, que ha prestado su cuerpo -Photoshop mediante- a la campaña contra las corridas de toros llevada a cabo por organizaciones como Peta y AnimaNaturalis, colaborando en los dos medios más retrógrados del espectro patrio. Espacios en los que la homofobia o el maltrato animal forman parte del ideario. A ver, ¿cómo mierdas se come eso? Aparte que, una tipa que va de profunda por la vida, ¿qué coño hace participando en espacios dedicados a las cosas del marujeo? ¿Y dónde han quedado aquellas lecciones sobre lo que es buena música y lo que no, ahora que también va a  conducir las galas eurovisivas en TVE?

Con todo, lo que da más grima no es esa labor como tertuliana, presentadora, opinante o lo que coño crea que es. Ni tan siquiera esos últimos discos que producen vergüenza ajena, sino el haber usado una lucha legítima como la lucha contra la homofobia, rebajándola a la categoría de frikada. Todo ello aderezado por la cohorte de vividores que se agrupan en torno a su figura. Una caterva de nediocres que imita, aunque no se den cuenta, al grupillo aquel de infelices capitaneado por Tony Genil y el del baile del pañuelo. Al frente de ellos está su marido, un tipo escuchimizado que, según parece, también es músico -lidera la olvidable banda Nancys Rubias-, además de representante de celebridades y filósofo. A él debemos sesudas reflexiones como la siguiente: “…creo que no hago daño a nadie diciendo que abogo por la delgadez extrema. Yo he sido un niño gordo, que tenía muchos problemas de salud y de colesterol, y decidí adelgazar y estar en el infrapeso. Desde entonces, estoy mucho más saludable, mucho más guapo y puedo correr, cosa que antes no hacía. La anorexia es un problema mental que está en uno mismo. No hay que culpar a la sociedad”. Vamos, que ni el puto Wittgenstein. Y eso lo dice un fulano que pesa 62 kilos y mide 1,80… ¿Para cuándo el Premio Nobel de medicina para el bueno de Mario?

Y de esta guisa vemos a nuestra amiga paseándose por los platós. Cogida del bracito del trepa especialista en dietética y nutrición, seguidos muy de cerca por Nachocanúnachocanú. Este último el único miembro de las bandas de las que formó parte que aún continúa junto a ella. Eso sí, adoptando un rol de perrito faldero. Otros como Pedro Almodóvar tuvieron la inteligencia o la suerte de apartarse mucho antes.

Pues nada, hasta aquí mi sincero homenaje a Alaska -con o sin Dinarama-, a quien con mucho cariño incluyo en la saca de los imbéciles patrios y asimilados.
Como veis, la cosa se cierra con “Toys & flavors”. Comenzamos y acabamos con estos suecos geniales.

Ah! Una cosita más... Iba a comentar algo sobre la última gilipollez que ha salido de la boca del bocachancla de Brandon Flowers -cantante de los Killers-, pero se me han adelantado los chicos de HipersónicaNirvana y Kurt son responsables de quitarle la diversión a la música y hacer del rock algo deprimente (…) los Killers hacemos música mucho más disfrutable y luminosa”. Le responden: “Pero, hombre, Brandon, eso es normal, porque, al fin y al cabo, no se sabe si sois humanos o bailarines”.

jueves, 16 de abril de 2009

Los pájaros de la tele


Me he leído casi del tirón “Los pájaros de la tele”, último libro publicado por Ferran Monegal, quizás el crítico de televisión más prestigioso de este país. Y es que, desde que le escuché en un programa de RNE hablando sobre él y permitiéndose rajar de otros espacios de la casa como “España Directo”,  decidí que debía leerlo. Más aún cuando en el matinal sabatino conducido por Montserrat Domínguez en la SER, comentaron algunos de sus descacharrantes pasajes.

Según Monegal la televisión es una jaula y las criaturas que se mueven dentro de ella son pájaros. Bueno, a veces son pajaritos y otras pajarracos. Con esta premisa el autor despluma a todos los animales televisivos que han captado su atención y lo hace con una técnica cuando menos peculiar. Aprovechando sus extensos conocimientos en el campo de la ornitología, compara a cada personaje con una especie que, debido a sus especiales características, se le asemeja de alguna manera. Todo eso empleando una ironía implacable y grandes dosis de mala leche. El resultado es una mirada divertida y a la vez crítica de esa televisión de mierda que nos ha tocado en suerte.

Lo cierto es que el libro soporta una lectura muy amena y está repleto de pasajes divertidos. Aunque a veces llega a cabrear y eso va por determinados episodios relacionados con algunos personajillos que, más allá del enfoque humorístico, dan auténtica grima. En todo caso enhorabuena al autor. El responsable del primer y único espacio de crítica televisiva de la historia de España. Alguien cuyas columnas semanales de El Periódico -“Tú y yo somos tres”- son una auténtica referencia.

jueves, 9 de abril de 2009

JeanClaudeVanDamme


Tenía ganas de ver esa cinta en la que Jean Claude Van Damme se burla de sí mismo y de su trayectoria en el cine de acción y artes marciales al que debe fama y fortuna. El caso es que la acabo de ver y aun no tengo claro cómo valorarla. Sí tengo bastante claro que no es una buena película -porque no lo es, ¡no jodamos!-. Se pongan como se pongan Jordi Costa o el tío del Fotogramas. Pero también es verdad que concita cierto interés por lo que, tal vez, el adjetivo que mejor la califique sea el de curiosa. ¿Y por qué? Quizás porque solo esperaba ver al musculado actor belga demostrándonos que es capaz de reírse de todos los chascarrillos que sobre él circulan, haciendo referencia a su simpleza o a su peculiar manera de hablar, pero resulta que la película va mucho más allá. O sea, que es capaz de ofrecernos una imagen humana de este repartidor de galletas profesional, reflejando aspectos biográficos que nos muestran una vida compleja y plagada de sinsabores. De ahí que estemos ante una especie de biopic en clave sarcástica. Lo cual no es que sea mucho, ni poco.

Dirigida por un tal Mabrouk el Mechri, “JCVD” comienza con un Van Damme ajado y con aspecto derrotado, llegando a su Bruselas natal. Acaba de perder la custodia de su hija y tan sólo desea refugiarse en casa junto a los suyos. En estas estábamos cuando el hombre se ve envuelto, de forma fortuita, en un atraco a una sucursal bancaria perpetrado por una banda de aficionados. La cosa se acaba de complicar cuando la policía cree que es él quien está al frente del grupo de atracadores. De esta circunstancia se aprovecha el más espabilado de los ladrones, orquestando un plan de rescate y fuga sustentado en la presencia del ciclado karateka.
Aunque lo más interesante -y cachondo- es como Van Damme aprovecha la situación -desarrollada en una escasa hora y media de metraje- para lanzarles pullitas a otros insignes representantes del género. Como a John Woo, a quien achaca que nunca más contara con él tras darle a conocer en el mercado americano gracias a “Blanco Humano”. Igualmente desliza una socarrona crítica a la forma de obtener papeles de Steven Seagal. Contando como le acaba de quitar uno de protagonista, tras prometerle al director que si lo contrataba se cortaría su preciada coleta. En este sentido, no puedo olvidar la histórica pugna entre los dos gorilas, que llegó a su cima cuando el fake-apache, country-man y karateka alardeó de que en una hipotética pelea entre ambos, Van Damme hincaría la rodilla. Cuando se lo comentaron al belga, este citó a Seagal para que lo demostrara públicamente. Tras perseguirlo por fiestas varias, parece ser que el autor de “En tierra peligrosa” se acojonó, retractándose de todo lo dicho. Somos muchos los que pensamos que en caso de cerrarse la pelea, Steven Seagal hubiese pillado más que Mortadelo.

El tema es que ahora y con más de un centenar de películas a sus espaldas, Van Damme parece dispuesto a reinventarse, no dudando en esquivar aquellos papeles que no le reporten nada en esta nueva etapa. Tras rodar “JCVD” y en consonancia con ello, ha rechazado participar en la secuela de “Street Fighter”, pese a tener encima de la mesa una oferta económica mareante. O más recientemente cuando declinó participar en “Los Mercenarios”, cinta de acción escrita, dirigida y protagonizada por Sylvester Stallone. El propio Van Damme reveló en una entrevista a Total Film Magazine, que cuando pidió a Stallone detalles sobre el guión y el personaje que iba a interpretar, éste solo supo decirle que iba a ganar mucho dinero y que “las peleas estarían muy bien”. “Yo no quiero oír eso, yo quiero oír cómo va a ser la película y el personaje y él fue incapaz de decírmelo”. Un pasaje real que ya se anticipa en “JCVD”, en esa escena en la que un productor le promete hacer mucho dinero con una película a rodar en Bulgaria, de la que desconoce argumento y papel a desempeñar. Es más, en otra escena del film, el representante habla por teléfono con Van Damme y le ofrece protagonizar una cosa titulada “No limit injury” a cambio de una leña. Cuando Van Damme le responde que esa película la han rodado hace tan sólo unas semanas, este le responde que no se preocupe, seguro que podrá protagonizar “No Limit Injury II”.

Lo cierto es que Jean Claude no fue siempre Van Damme. Nació como Jean Claude Van Varenberg y era un tipo no muy alto y bastante enclenque. Le salvó su pasión por el karate y en sus primeros años interiorizó los valores y la nobleza del antiguo saber oriental, al que se dedicó en cuerpo y alma. Hasta tal punto que con 19 años ya era campeón de Europa en su modalidad full contact. Sin embargo, como se menciona en la película, el joven Jean Claude siempre tuvo ansias de triunfo, para lo cual nada mejor que marchar a los EEUU. Allí los inicios fueron duros, teniendo que dormir dentro de un coche e incluso robar para comer. Con todo no cejó en su empeño y, a fuerza de aparecer en todas las discotecas frecuentadas por celebridades junto a un book repleto de sus fotos, consiguió que le diesen una oportunidad ante las cámaras. De ahí al estrellato, convirtiéndose en el repartidor estrella del cine de Hollywood y después en Hong Kong. Pero al poco comenzó a tener problemas familiares, de adicción y con la justicia, agravados cuando se le diagnosticó un trastorno bipolar. Lo cual le llevaría a pasar de nuevo por dificultades económicas.

Con todo, el mayor problema de Van Damme ha sido el no acabar de aceptar esa vida por la que luchó con ahínco. Y eso a pesar de auparse nuevamente en el escalafón más alto de la competición de musculitos hostiadores herederos del cine de chinatas esquizofrénicos post-Bruce Lee, gracias a una serie de títulos que le han reportado ingentes cantidades de dinero. Nada de eso es suficiente para él. Ese es el mensaje que se extrae del visionado de esta película. De repente, la gran estrella de cine que todos conocemos, no es más que un tipo corriente, aquejado de miedos, contradicciones y esperanzas como cualquier hijo de vecino. ¿Cómo podrá mantener la leyenda construida a su alrededor, cuando las conquistas externas, el dinero o la fama, ya no son tan valiosas comparadas con la reconquista de uno mismo? Solo el tiempo nos lo dirá…

Y es que no sabemos qué nos deparará el futuro de Van Damme. En lo cinematográfico es probable que poco o nada. Reconozcámosle al menos el valor de haberlo intentado. Y no seamos prejuiciosos. Todo el mundo se merece una segunda oportunidad. Aunque fuese de bailarín...

miércoles, 8 de abril de 2009

15 años ya sin Cobain


Hoy se cumplen quince años de la muerte de Kurt Cobain. O mejor dicho, del día que llegó a mis oídos la terrible noticia de su suicidio. Tengo grabado a fuego ese momento, donde y hasta con quien estaba. Es jodido enterarse de que tu ídolo ha decidido volarse la tapa de los sesos con una escopeta de caza. Incluso doloroso. Aún hoy se siente como si hubiera pasado hace nada. Y es que desde entonces, ningún otro personaje de la cultura ha ocupado el hueco dejado por el rubio de Aberdeen. Los ídolos de adolescencia son irreemplazables. Marcan ese trayecto definitorio de la personalidad del futuro adulto, afectando a los valores, convicciones y metas. Así pues, espero no acabar pegándome un tiro a las afueras de Seattle.

Se han dicho demasiadas cosas sobre su trágico final. Es más, pululan algunos libros y hasta un par de documentales amarillistas que dudan de la versión oficial. Aquel atestado policial que determina que Cobain se suicidó. Hay quienes, todavía, creen en la existencia de un complot para asesinarle que estaría orquestado por su viuda Courtney Love. Desde ese momento elevada a la categoría de viuda negra del rock. El caso es que me da igual. Lo importante aquí es el legado musical, por encima del personaje y sus circunstancias. Casi todo lo demás es broza. Material de reality“The song, not the singer” que decía aquel periodista del Rolling Stone en relación a alguna banda que ahora mismo no recuerdo.

Uno se acuerda de cómo vibró la primera vez con “Smells Like Teen Spirit… También de tararear “Come as you are” hasta el hartazgo o repetir una y mil veces aquello de “Polly wants a cracker…”. Desgañitarse en el cuarto con “Rape me” y hasta hacer amagos de headbanging entre libros de derecho con “Negative Creep”. El impactó que me causó aquella primera escucha del “Nevermind” al completo, al poco de publicarse y a través de un casete que aún conservo en mi colección. Y de lo que me desesperaron los continuos retrasos en la fecha de lanzamiento de “In Utero”. O la rabia que aún me causa el recordar que no disponía de las tres mil calas que costaba la entrada al concierto en la Plaza de Toros. Un show al que no pude acudir y no me lo perdonaré jamás. Y es que Nirvana fue el primer grupo al que reverencié realmente. De hecho creo que es el único al que he venerado. Desde luego fue con ellos como me conecté definitivamente y sin reservas con esto del arte de las musas.

No se me caen los anillos al reconocer que solté alguna lagrimilla. Eso y que aún hoy día conservo los recortes de prensa de aquellos fatídicos días de abril de 1994. Y sí, aún me emociono al releer la crónica de Juan Cavestany para El País, titulada de forma lacónica “Kurt Cobain se ha suicidado”… ¡Qué putada mondieu! ¡De cuantos buenos temas nos privó el muy mamón!

Por lo que a mí respecta, le debo mucho a Cobain y a Nirvana. Porque al comienzo de todo, estaban ellos. Y aún hoy día permanecen a través de su corta pero imperdible discografía original. Sirva esta entrada pues como sincero homenaje a este ser atormentado, ídolo de mi generación. No tanto por lo que supuso para la música contemporánea, que también, sino por lo que significó y aún significa para quien suscribe estas líneas. Y eso que ya no tengo dieciséis años, aunque pagaría por ello. Así podría enmendar el error de no buscar la pasta necesaria para ver el bolo de Valencia, pegándole un tirón a alguna vieja o robando en la farmacia del parque si hiciera falta. Aunque hubiera sido más sencillo escalar las gradas del foso taurino. Me vale todo. Así me habría despedido del dios del grunge como es debido. A falta de una máquina del tiempo me conformaré con disfrutar de sus himnos forever & ever. Como está cajita en forma de corazón que contiene el mejor vídeo jamás realizado por Kurt y su tropa…

She eyes me like a pisces when I am weak
I've been locked inside your heart-shaped box for weeks
I've been drawn into your magnet tar pit trap
I wish I could eat your cancer when you turn back
Hey wait
I’ve got a new complain
forever in debt to your princeless advise...

martes, 7 de abril de 2009

Pelis que tienen mu mala pinta


El de la foto es Ridley Scott, al que debemos un puñado de grandes películas pero también, conviene recordarlo, bodrios como “Un buen año”, cuando no engendros diarreicos del estilo “La teniente O’Neil” o “Hannibal”. En este fotomontaje le vemos junto a un tablero del conocidísimo juego de mesa Monopoly. Creado por la casa Parker allá por la década de los treinta, tiene por objeto el que los jugadores adquieran el mayor número de propiedades inmobiliarias, hasta que uno de ellos consiga tener el monopolio y ganar la partida… Vamos, poco más o menos a lo que han estado jugando Luís Batalla, Bautista Soler, Enrique Ortiz, “El Pocero”, Enrique Bañuelos o Antonio Martín en la costa mediterránea.

Cuento esto porque, durante los últimos tiempos, se ha venido especulado con la posibilidad de que Ridley Scott estuviera ligado con un proyecto cinematográfico que versa, precisamente, sobre este juego de mesa. Y ahora, lo que era tan sólo un rumor, ha tomado cuerpo. El propio Scott, en una entrevista reciente, ha reconocido que está preparando la película y ojo a lo siguiente, ¡¡¡que está muy ilusionado en el proyecto!!! Así que, a pesar de que la cosa no parece seria, el proyecto ya está en marcha. Confirmándolo el productor Brian Goldner -gerifalte de la empresa Hasbro, la compañía a la que hoy pertenecen los derechos del juego-: “Él ha construido esos maravillosos mundos de fantasía… Combina eso con el trabajo de Pamela Pettler, que es quien está escribiendo este gran guión sobre personas reales que de alguna forma juegan a un Monopoly de la vida real, no en el tablero, aunque hay elementos del juego de mesa. Y entonces tendrás una idea de por qué esta historia puede tener sentido justo ahora”. Y el amigo Ridley Scott lo remata tal que así: “Tengo que dirigirlo… Estamos en proceso ahora mismo. Lo estamos escribiendo. Hemos encontrado una muy buena historia y es fundamentalmente una película, no un juego, donde probablemente se describirán de alguna forma los personajes que hay en la película, la pasión del juego, y cómo surgió éste”.

Como veis la cosa promete de la hostia y un servidor cuenta los días para ver el resultado. Sobre todo para comprobar cómo se las van a ingeniar para elaborar una historia decente con esos mimbres y como va a quedar en forma de fotogramas, semejante dislate. Pensándolo mejor, cuando la película esté en la cartelera, va a ir a verla su puta madre…

Y ya que hablamos de películas con una pinta nefasta, ¿qué decir de “Dragonball”? Y es que me topé con ese cartelito promocional en la Estació del Nord mientras esperaba el cercanías hacia Benifaió-Almussafes. Tuve que mirarlo como diez veces para entender que es lo que me decía el cartelito de marras… “No pué ser”, pensé. Pero sí… Y tanto que puede ser... Más tarde, ya de vuelta en mi casa, busqué el tráiler y quedé estupefacto ante la perspectiva. Ese pipiolo imberbe, con un aire a Elijah Wood, lanzando un Kame Hame… Inenarrable xé. ¿A quién coño se le ha ocurrido hacer una película con personajes de carne y hueso sobre este conocido manga de Akira Toriyama? ¿Estamos locos o qué? Vale que en Hollywood haya una crisis de ideas de proporciones desconocidas, ¿pero tan honda es? Y aunque así lo fuera ¿¿¿era necesario llegar a esto??? Al puto Son Goku in person, con sus pelos pinchos y su cola de mona… Por lo menos el señor James Wong, que así se llama el perpetrador, podía haber elegido a otro actor para representarlo. Ya puestos, por ejemplo a Bill Kaulitz, a la sazón cantante de los olvidables Tokio Hotel y que siga la verbena mondiéPor cierto que el señor Wong es el mismo que dirigió la curiosa “Destino Final”. No entiendo nada, la verdad…
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PD. He leído por ahí que Kame Hame Ha (かめはめ波) significa, literalmente, “gran ola de corriente tortuga”. Ojiplático me hallo... 
PD II. Empezamos el año con “Un Chihuahua en Beverly Hills” y ahora nos llega esto. Nos está quedando un 2009 precioso.

PD III. Próximamente dedicaré un post a los tipos de Tokio Hotel. Y es que los alemanes llevan ya un tiempecito tocando esta puerta y lo merecen por (de)méritos propios.

sábado, 4 de abril de 2009

Los detectives salvajes


La figura de Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953 – Barcelona, 2003) está en pleno proceso de reivindicación. Sobre todo a raíz del increíble éxito que la traducción de dos de sus obras -“2666” y “Los detectives salvajes”- ha alcanzado en los EEUU. Lástima que el escritor chileno no viviera lo suficiente para poder verlo, ya que falleció hace seis años víctima de una cirrosis hepática. Apenas tenía 50 tacos.

Voy a hablar precisamente de una de las novelas mencionadas, “Los detectives salvajes”. Ejercicio semi autobiográfico de Bolaño que es, para muchos, su obra más importante. No es biográfica del todo porque, como indicaba el poeta chileno Bruno Montané en una reciente entrevista concedida a El País, “en la obra de Roberto no habrá más de un 30% de material real, el resto es pura invención, conviene tenerlo en cuenta”. Y eso que Montané, muy amigo de Bolaño, es uno de los personajes que aparecen bajo el nombre de Felipe Müller. En todo caso, entendido en un sentido estrictamente literario, nada es real en este libro por expresa voluntad de su autor. Vale que Arturo Belano, uno de los protagonistas, es el alter ego de Bolaño, como que Ulises Lima, el otro “detective salvaje”, no es sino el fantasma del poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro. Siendo ambos, además, los cofundadores del movimiento poético infrarrealista que se opuso radicalmente a los poderes dominantes en la poesía mexicana, con Octavio Paz a la cabeza. El movimiento, que tuvo como guías la ruptura con lo oficial y el establecerse como vanguardia, también tiene un trasunto literario en ese realvisceralismo presente hasta en la sopa en las páginas de la novela. Al igual que ocurrió en la realidad, pasará con más pena que gloria por el panorama literario latinoamericano.

“Los detectives salvajes” es la historia de una búsqueda, la de Cesárea Tinarejo, fundadora del movimiento realvisceralista durante los años veinte. Empresa protagonizada por dos jóvenes poetas -los mencionados Lima y Belano-, quienes al poco de salir tras las huellas de la poetisa mexicana, desaparecerán de la faz de la Tierra. Y es ahí donde el lector debe de comenzar su propia búsqueda a través de las pistas que Bolaño nos deja hacia mitad de la novela. ¿Qué fue de todos ellos? ¿Qué encontraron? ¿Por qué huyeron? ¿Hacia dónde y con qué finalidad? Ese cuerpo central viene conformado por un sinnúmero de entrevistas a personajes que conocieron o coincidieron con Lima y Belano en su viaje. En ese punto es donde se dan cita, entre otros, un abogado gallego enamorado de la poesía, un estudiante judío que cursa estudios en Tel Aviv, una camarera catalana con pocas luces, un neonazi austriaco medio borderline –como todo fascista que se precie, sea de nuevo cuño o vieja escuela-, un torero retirado en los desiertos de Sonora, un fotógrafo argentino destinado en el África subsahariana o un arquitecto arruinado encerrado en un psiquiátrico de la capital federal.

La narración se desarrolla en diferentes escenarios dispuestos a lo largo y ancho del mundo. Desde el D.F. de los años inmediatamente posteriores a la Revolución, hasta la Nicaragua Sandinista, la frontera norteamericana, el París de los poetas y el de los suburbios, la comunidad chilena de Barcelona, Viena, Israel e incluso África. Resaltar que tanto al final como al comienzo la narración se realiza en forma de diario, el del poeta Juan García Madero. Un joven realvisceralista que acompaña a Lima y Belano al inicio de su empresa y que, a modo de curiosidad, pasa gran parte del tiempo fornicando con todo lo que tiene a mano sin demasiados reparos. Con todo, aun tratándose del tercer protagonista de “Los detectives salvajes”, desaparece por completo en la parte intermedia. Hasta el punto de que, al final de la misma, se le pregunta a uno de los entrevistados si le conoce. Con resultado negativo.

¿Quién era Cesárea Tinajero? ¿Dónde fue a parar la voz de García Madero? ¿Qué encontraron Belano y Lima en el desierto de Sonora para desaparecer, convirtiéndose en exiliados de sí mismos? Muchas cuestiones que se resolverán -o no- a lo largo de las poco más de 600 páginas que conforman esté maravilloso libro con visos de clásico atemporal. Justísimo ganador del Premio Herralde de novela 1998 y el Rómulo Gallegos del mismo año. Una lectura que se antoja fundamental para cualquier amante de la literatura en castellano.
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