martes, 17 de diciembre de 2019

The best of the best 2019, ya anticipado pero ahora ordenadito -o no tanto-.

Pues así a lo tonto, hemos llegado al final del ejercicio. Un 2019 que se me ha hecho larguillo, no os voy a engañar. Sobre todo desde hace un par de meses. Y es que las cosas se pusieron calentitas por esta parte del mundo y pese al apagón informativo continúan más o menos igual. Además es el último año que, por ahora, pasaré en la tierra que vio nacer a Neruda, la Violeta, Pablo Larraín o Bolaño. Porque sí, ya es oficial, en breve abandonaré Valpito para abrazarme de nuevo a los efímeros inviernos y los infernales estíos de la terreta. Y la verdad es que tengo ganas, pero echaré de menos mi residencia transoceánica. Y a sus gentes. Por supuesto este verano suave. Y las marejadas en invierno. También los improvisados asados en casa del cuñado, el sour casero en casa de la suegra, la chorrillana y las papas choras con birras del Altamira, los pasteles de choclo y el chupé de locos, los carmenere de Casa Silva, los ensambles de Viña Von Siebhental, los blancos del Leyda, los orgánicos de Emiliana y el Marqués de Casa Concha. ¡Hasta las marraquetas de la Central! Si bien, lo que más vamos a extrañar –y aquí uso conscientemente el plural-, es asomarnos al balcón y vernos rodeados de cerros. Especialmente esos cerrotes de la cordillera que se atisban a lo lejos, con sus picos perpetuamente nevados. Y es que uno, que nació en el Mediterráneo, no acababa de comprender el brillo de todo eso cuando le quedaba tan lejos. Penitenziagite.

El caso es que en poco más de dos semanas estaremos comenzando nueva etapa e iniciando década, que se dice pronto. De la que espero muchas cosas, cierto. Entre otras, aunque no sea lo más importante -o quizás sí-, más música en vivo. Y es que si hay algo que he echado de menos durante estos dos años, es acudir a los shows de mis bandas favoritas. O ni siquiera eso. Los de casi cualquiera que pasara por el Cap i Casal a mostrar repertorio. En Chile se ha hecho lo que se ha podido, que no ha sido mucho, como atestigua esta bitácora. Lo que no ha menguado ha sido el consumo de música enlatada. Es más, ha aumentado de forma considerable y a esos listados de recomendaciones que cuelgo periódicamente me remito. De ahí que la confección de uno definitivo para este año, estableciendo un orden de preferencia, se me haya hecho un mundo. Y al final he pasao. Por primera vez desde que funciona este espacio, que todo hay que decirlo. Sin que sirva de precedente, voy a envidiar esa existencia ordenada de muchos colegas de la blogosfera. Su capacidad de escudriñar entre lo publicado en los doce meses previos, estableciendo una prelación entre la ingente cantidad de álbumes degustada. Con o sin prejuicios, que cada uno consolida sus mañas y tiene sus sesgos… Y bien que me parece. 

Así pues, me limito a relacionar aquellos discos con los que he disfrutado este año, ordenados alfabéticamente. Encontraréis un poquito de todo, pero sin sorpresas. Y es que a excepción del estreno de The Murder Capital o lo nuevo del amigo Will Oldham, ya os había hablado de todos ellos aquí, acá, allá o acullá. Obviamente no les atendí a todos por igual. Algunos me gustaron más que otros, a los que presté menos atención, por lo que merecerían aparecer entre los primeros puestos de un hipotético ranking. Sería el caso del esperado largo de debut de los irlandeses Fontaines DC, o de los dos álbumes que nos ha regalado Adrianne Lenker junto a sus Big Thief. También de la nueva macarrada protagonizada por Ezra Furman, de esa cosa rayano en lo esotérico que se han marcado Drahla, del sempiterno magisterio folk-rocker a cargo de Will Johnson, de las corrientes circulares en el espacio generadas por las chicas de Rakta, o de ese hip hop intelectualizado, piolita pero sabrosón que factura el broda' Loyle Carner. Pero vaya, que como he dicho más arriba, esto es lo que hay… 

Ahí va la cosa:

Lo milloret de lo milloret 2019 (by Suloki)  

AA Bondy, “Enderness”
Aldous Harding, “Designer”
Amyl and the Sniffers s/t
Angel Olsen, “All Mirrors”
Beirut, “Gallipoli”
Benedict Benjamin, “Truant”
Better Oblivion Community Center, s/t
Big Thief, “Two Hands”
Big Thief, “U.F.O.F.”
Billie Eilish, “When we all fall asleep, where do we go?”
Bill Pritchard, “Midland Lullabies”
Black Midi, “Schlagenheim”
Bonnie “Prince” Billy, “I Made a Place”
Boy Harsher, “Careful”
Business of Dreams, “Ripe for Anarchy”
Los Chikos del Maíz, “Comanchería”
Comet Gain, “Fireraisers forever!”
Crocodiles, “Love is Here”
Dark Blue, “Victory is Rated”
Deer Tick, “Mayonnaise”
Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, s/t
Desperate Journalist, “In Search of the Miraculous”
De Staat, “Bubblegum”
DIIV, “Deceiver”
Dinosaur Pile-up, “Celebrity Mansions”
Drahla, “Useless Coordinates”
Drenge, “Strange Creatures”
Ezra Furman, “Twelve Nudes”
Faraón & Los Sarcófagos, “La maldición”
Fews, “Into Red”
Fontaines D.C., “Dogrel”
Foxygen, “Seeing other people”
Francis Lung, “A Dream is You”
Fuerza Nueva, “Fuerza Nueva”
The Get Up Kids, “Problems”
Health, “Vol. 4:: Slaves of Fear” 
Henryk Gorécki, Beth Gibbons and the Polish National Radio Symphony Orchestra, “Symphony Nº 3 (Symphony of Sorrowful Songs)”
Herzog, “Me vs. You”
Honeyblood, “In Plain Sight”
I Was a King, “Slow Century”
King Gizzard & The Lizard Wizard, “Infest The Rats' Nest”
Ladytron, “Ladytron”
Lee Harvey Osmond, “Mohawk”
Liturgy, “H.A.Q.Q.”
Loyle Carner, “Not Waving but Drowing”
Mattiel, “Satis Factory”
Michel Cloup Duo, “Danser danser danser sur les ruines”
Mike Krol, “Power Chords”
Morrisey, “California Sun”  
Mueran Humanos, “Hospital Lullabies”
The Murder Capital, “When I Have Fears”
The National, “I’m Easy to Find”
The New Pornographers, “In the Morse Code of Brake Lights”
Nick Cave & the Bad Seeds, “Ghosteen”
Pedro the Lion, “Phoenix”
The Persian Leaps, “Electrical Living”
Peter Doherty & the Puta Madres, s/t
The Program, “The Illusion of Choice”  
The Proper Ornaments, “6 Lenins”
Rafael Berrio, “Niño Futuro”
Ranges, “Babel”
Rakta, “Falha Comum”
Reserva Espiritual de Occidente, “Cristo de la Atlántida”
Robert Forster, “Inferno”
Ryan Bingham, “American Love Song”
Sasami, s/t
Sharon Van Etten, “Remind Me Tomorrow”
Sleaford Mods, “Eton Alive”
Stef Chura, “Midnight”
Strand of Oaks, “Eraserland”  
Tamaryn, “Dreaming the Dark”
Tercer Sol, “Lejos”
Titus Andronicus, “An Obelisk”
Torul, “Hikikomori”
Tropical Fuck Storm, “Braindrops”
Vampire Weekend, “Father of the Bride”
Versing, “10000”
Will Johnson, “Wire Mountain”
Wives, “So Removed
Yawners, “Just Calm Down”

Aquí los tenéis (casi) todos

miércoles, 4 de diciembre de 2019

El adversario


Hay una película española del año 2002 protagonizada por José Coronado –él siempre tan preocupado de nuestra flora intestinal-, sobre un fulano que se jacta de ostentar un carguito en el Banco de España, aunque el tío no aparece por allí ni de visita. Tiene una familia perfecta, vive en un bonito chalet, conduce un cochazo y por tener tiene hasta una amante, pero nadie sabe que su vida está basada en la mentira. La película se titula “La vida de nadie” y está dirigida por Eduard Cortés. Es una historia terrible sobre la simulación permanente y el infierno al que normalmente está abocada, que se inspira en “El adversario” de Emmanuel Carrère. El mayor éxito del escritor y realizador parisino hasta la fecha.

Y es que cuando Càrrere publicó su novela un par de años antes, puso patas arriba el panorama literario del país vecino. Se trata de un relato escalofriante que fue comparado con “A sangre fría”, de Truman Capote, al contener una investigación rigurosa sobre un crimen y un criminal: Jean-Claude Romand, quien en enero de 1993 mató a su mujer e hijos, también a sus padres e intentó, sin éxito, suicidarse. La investigación reveló que no era médico, tal como pretendía y, cosa aún más difícil de creer, tampoco era otra cosa. Mentía desde los dieciocho años y a punto de verse descubierto, prefirió suprimir a aquellos cuya mirada no hubiera podido soportar. Fue condenado a cadena perpetua si bien, recientemente, salió en libertad condicional para realojarse en una abadía. Y es que, según parece, el criminal ha padecido una suerte de conversión religiosa en estos veintiséis años entre rejas. Confiando, supongo, que su momento final será algo mejor que el de sus padres.
“Para los creyentes, el instante de la muerte es aquel en que ven a Dios, no ya oscuramente, como un espejo, sino cara a cara. Incluso los no creyentes creen algo parecido: que en el momento de pasar al otro lado los moribundos ven desfilar en un relámpago la película completa de su vida, por inteligible. Y esta visión que hubiese debido poseer para los ancianos Romand la plenitud de las cosas cumplidas, había sido el triunfo de la mentira y el mal. Deberían haber visto a Dios y en su lugar habían visto, adoptando los rasgos de su hijo bienamado, a aquel a quien la Biblia llama Satán, es decir, el adversario.”

El autor, que estableció cierta relación por correspondencia con Romand e incluso lo visitó en prisión, trata de desentrañar el misterio. Nos ofrece algunas pistas que nos ayudan a comprender las descomunales mentiras y la incapacidad del sujeto a la hora de cortarle el paso a una bola de nieve que cada día era más grande. Pero deja abiertos un montón de interrogantes, como no podía ser de otra forma. Porque el caso se las trae. ¿Cómo fue capaz de mantener esa vida de soledad, de impostura y de ausencia durante tanto tiempo sin que nadie sospechara nada -o al menos lo suficiente como para desenmascararle-? Imaginar lo que bullía en su mente a lo largo de las horas muertas, cuando se suponía que estaba trabajando y en realidad pasaba el tiempo en parkings, bibliotecas, cafeterías o paseando por los bosques... Un engaño tremendo con el que no ocultaba nada más que el vacío más absoluto. Y es que, al final, “El adversario” es un cuento de terror y no solo por su desenlace.
“Una mentira, normalmente, sirve para encubrir la verdad, algo vergonzoso, quizá, pero real. La suya no encubría nada. Bajo el falso doctor Romand no había un auténtico Jean-Claude Romand.”

Antes he citado a Capote y “A sangre fría”, por aquello del paradigma de novela de no ficción sobre una investigación criminal, pero quizás el antecedente más cercano de “El adversario” sea otra novela, esta sí de ficción. Hablo de “El extranjero” de Albert Camus, también una historia sobre un asesino y su condena. Sobre todo porque la frialdad de Romand recuerda más a aquel Meursault  de glacial indiferencia para con el mundo que lo rodea y al que todo le da igual, que a la pareja de outsiders que asesinaron a la familia Clutter.

Por cierto que, aparte de la cinta mencionada al comienzo, hay al menos dos films más que se inspiran en la novela de Carrère. La primera es “El empleo del tiempo” y está dirigida por Laurent Cantet. No puedo hablar de ella porque aún no la he visto. No es el caso de “El adversario” (2002) de Nicole Garcia, la que pretende ser la adaptación más fiel y a la que le eché un ojo hace un par de días. Y para mi sorpresa está bastante conseguida. Pasando por alto que, quizás, me imaginaba a un Romand con una jeta diferente a la del gran Daniel Auteuil. Cuestión menor, lo sé. Quejarse de vicio lo llaman… Porque no vi una foto de Romand hasta después de leer el libro y la verdad es que tampoco me lo imaginaba como realmente es (o era).

Cuando uno está metido en ese engranaje de no querer defraudar, la primera mentira lleva a otra y es toda una vida (…) Cuanto más avanzaba la mentira, más dura era revelarla”

martes, 3 de diciembre de 2019

La cosa esta de "The Irishman"


Vaya de entrada que no soy yo mucho de Scorsese, cosa de la que, supongo, ya os habréis dado cuenta los que me seguís por aquí. Aunque quizás debería especificar un poco, acotando la sentencia a la obra del último Scorsese. Vaya, que no se me escapa que le debo un huevo de alegrías al menda y que a poco que bucee entre su extensa filmografía me salen unas cuantas pelis con aroma a clásico. Si bien es cierto que, con lo de último, tampoco quiero ceñirme a lo más cercano en el tiempo, o sea, a esa cosa sobrevalorada titulada “El irlandés” de la que todo el mundo habla y de la que me dispongo a rajar. Y es que el deterioro del director de las gafotas viene de lejos. ¿He oído “Shutter Island”? ¿La verbena aquella sobre pandilleros del XIX? ¿Queréis que vaya más atrás? Pues eso. Además uno ya no está para cultos. Ese capítulo lo cerré hace veintitantos años con la esperable muerte del rubio de Aberdeen. Amén.

Pero entremos en materia ... “Netlix presenta… The Irishman, de Martin Scorsese”. Mal comienzo, lo sé. Terrible incluso. Mis peores pesadillas empiezan con un tu tuuún e inmediatamente después aparecen esas mayúsculas rojas sobre fondo negro. La cinta en cuestión está basada en un librito supuestamente biográfico escrito por un tal Charles Brandt. Publicado originalmente en 2004 bajo el título de “I heard you paint houses”, narra la historia de Frank Sheeran, veterano de guerra, estafador, sindicalista y sicario que trabajó junto a destacadas figuras de la mafia. La cosa viene producida por Netflix como ya he dicho, por si no teníamos bastante con el Alzheimer galopante de Scorsese. Y es que, como he dejado escrito alguna vez por aquí, lo del catálogo de la plataforma es para hacérselo ver. Que sí, que sí, que la suscripción es barata y al final tiene un montón de referencias disponibles -Casi todas ellas pura mugre-. Lo sé. Yo también lo pago y hasta lo uso. En todo caso, ¿os suena eso de que si la mierda tuviese valor, los pobres nacerían sin culo? Pensadlo. ¿Se me entiende?

-¿Ves esa mierda que viene por ahí?
Es el puto martes.
Ahora va el giro de guión habitual en todas las entradas del Suloki. A ver cómo lo digo para que no me zurréis… Eeeee… Pues vaya, resulta queeee… con todo… la peli tampoco es que me haya disgustado. ¡Ea! Ya lo he dicho. Eso no implica que compre toda la mierda que están vendiendo. Antes de verla me dijeron que era una puta obra maestra. También nosequé pollas del mejor Scorsese y que en su género igualaba y hasta superaba a la trilogía de “El Padrino” o “Uno de los nuestros”. Esta última comparación la hacen, supongo, por citar alguna de las tropecientas mil cintas de gánsteres firmadas por Scorsese y su crew. Que luego el tío se queja de franquicias y tal… En fin… En todo caso un mojón para todos ellos. Luego, cuando ya la estaba viendo y sobre las dos horas de metraje –minuto arriba o abajo-, un colega me comentó que tendríamos que editar la entrada de la Wikipedia con la palabra “sobrevalorado”, fijando una foto del oscarizado realizador. En eso estoy bastante de acuerdo. Hasta el diccionario de la R.A.E. debería añadir una segunda acepción…  
 “Sobrevalorado, da”
Del part. de sobrevalorar.
1. adj. coloq. Otorgar a alguien o algo mayor valor del que realmente tiene.
2. m. Relativo a Martin Scorsese.”
Sin embargo a él no le ha gustado nada “El irlandés” y a mí sí. Algo. Eso es lo que hay.

Ahondando en esto último me ha parecido que la peli está muy bien hecha, con unos actores –especialmente los secundarios- que resultan más o menos creíbles y una historia bien hilada que se sigue con relativo interés. Pero hay que ponerle empeño, que son tres horitas y media. Y ahí radica la primera de mis críticas, en el exceso de minutaje. ¿Hacía falta tanto Martin? ¿En serio? Y es que resulta inexplicable salvo que Scorsese lo haya hecho por joder a alguien con nombre y apellidos. Se me ocurre que también podría contener un recadito para George Lucas, a quien siempre se acusa de recortador. Aunque no lo tengo del todo claro. Quizás solo pretendía batir algún récord absurdo de duración. También es verdad que la historia nos lleva hacia esa última hora en la que se habla del ocaso, la devastación y hasta la pena de alguien que lo tuvo casi todo. Y es un final brillante. Pero hostia, ¿hacían falta tantos prolegómenos? ¿Esa puta hora y media inicial? ¿Ese inserto en clave “Trilogía de los bajos fondos” pero de baratillo?

¡Agarradme que lo reviento!
Y esa es la segunda crítica que le hago a “El irlandés”, que para fabular sobre el asesinato de Kennedy y la mafia de Chicago, de Castro, Bahía de Cochinos y demás oscuros episodios de la política estadounidense, prefiero los libros de James Ellroy. Encima tampoco es que haga mucho aporte aquí. Más allá de darle un poco de contexto a la trama o ahondar en la figura de Jimmy Hoffa, que al parecer es de quien realmente habla el libro. Pero vaya, que eso lo debería haber resuelto antes alguien con sobrados pergaminos como Scorsese. Por último hubiera seguido aquella máxima que reza “lo bueno si breve, dos veces bueno”. Por cierto que, respecto a esto último, la interpretación del mítico líder sindical al cargo de un Al Pacino a quien creía perdido para la causa, me ha parecido de lo mejor. ¿Pasado de rosca? Probablemente. Pero como le leí a algún crítico, ese es el Pacino que queremos. Nada que ver con la “fantástica interpretación” de Anna Paquin, que también se lo he leído a algún fenómeno. A ver compadre, que la niña de “El Piano” sale tres ratos y dice dos palabras. Que si cobrara por los minutos en pantalla aun le tocaría pagar a ella. ¿Qué gran interpretación ni que niño muerto?

...ese caballo que viene de Bonanzaaaa!!!
En todo caso lo peor de “El irlandés” es esa genialidad de agarrar actores setentones para hacer de cuarentones a base de maquillaje y paint. Porque los efectos de rejuvenecimiento digital los tienen que haber hecho con el desaparecido programita, sino no se entiende. Y lo siento mucho Martin, que sí, que lo de las máscaras de látex sería una mierda, pero esto es aún peor. Es que joer, hay escenas que dan vergüenza ajena. La de la paliza al tendero es digna de “Papá Piquillo”. No sé tío, haber utilizado a diferentes actores para cada época. Uno más joven para la primera parte y luego a Robert De Niro y a Joe Pesci, si es que tenían que ser ellos sí o sí. Y si no puedes, porque la producción exige a De Niro y a Pesci en pantalla hasta cuando hacen de bebes de teta, pues ponles un doble en las escenas de acción. ¡Que ya no están para muchos trotes, mon dieu! Que en la mencionada escena, De Niro parece un abuelo con apoplejía intentando zurrar a un notas que al mínimo roce se deja caer como un boxeador untao. ¡Que llega a resultar patético! O una parodia rollo “Goodfellas meet Cocoon”. Es tremendo. Lo mismo para todas esas secuencias en las que nuestro septuagenario favorito huye de la escena del crimen para deshacerse rápidamente del pistolón. Macho, que va a saltitos como si fuera el puto Chiquito de la CalzadaQEPD-. Eso por no decir que, ni con la mejor de las intenciones, te crees que ese viejo sea el padre de la chiquilla. ¡Suspensión de la incredulidad mis cojones! Parece un abuelo que va con su nieta a darle de comer a las palomas. O algo peor, un pederasta engatusando a una cría para hacer Dios sabe qué. Aunque eso pasa más con otra escena protagonizada por la versión digitalizada de Pacino. Sí, esa en la que toman helado juntos, mostrando una suerte de intimidad turbia que no se entiende demasiado bien.

Cuánto cabrón...
Pero lo mismo que te digo una cosa te digo otra. Y aunque en la paliza al frutero al “joven” De Niro no se le ve en buena forma, en la resolución del affaire “Crazy” Joey está soberbio. Esa sucesión de planos con las miradas cruzadas entre los protagonistas, es maravillosa. Y es que el hijoputa de Scorsese sabe. Y el que sae, sae, ya tu sae. Que el tipo es talentoso, obvio, no lo vamos a descubrir ahora. El problema es que está en una posición en la que hace lo que le viene en gana y nadie –pero nadie- osa rechistarle. Aun cuando de un tiempo a esta parte, le haya cogido el gusto a eso de cagar unas mierdas como un castillo de grandes. Se lo habrá ganado, no seré yo quien diga lo contrario, pero esto me suena a aquello del traje nuevo del emperador en clave cinematográfica. “Andersen meets Scorsese, da’ movie”. 

Y eso es todo, creo. Bueno, eso y que, contra lo que pudiera parecer, al final ni tan mal.
Al menos no sale Di Caprio. Puntazo de Scorsese.
También que para irlandés bueno, el café. Nunca la cosa cinematográfica. 
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