miércoles, 25 de febrero de 2009

El MTV Winter Valencia 2009


Anoche me acerqué a ver el MTV Winter 2009 que se celebraba en la Ciutat de les Arts de Valencia. No me podía perder un evento supuestamente gratuito, pero que nos ha costado un millón de euros a todos los valencianos… Será por aquello tan de la terreta de “els diners i els collons són pa’ les ocasions”. Reconozco que fui más por el convoy que por ver a los grupos. Si bien, sería injusto no reconocer que el cartel era bastante decente. Desde luego mucho más interesante que el del año pasado.

Supongo que por ese motivo, además de la gratuidad, el recinto se puso a tope. Se notó el tirón de unos Franz Ferdinand que venían a presentar su nuevo disco “Tonight: Franz Ferdinand”. Pero la velada comenzó con la actuación de los valencianos Polock, un grupo del que no tengo demasiadas referencias y al cual, para que os voy a engañar, pasé de ver. Se estaba más a gusto en un bareto de los alrededores tomando unas birritas y manteniendo una animada discusión sobre lo divino y lo humano. Tendré que creerme eso de que consiguieron meterse al público en el bolsillo con su rock en inglés. Al menos eso comenta el corresponsal del Levante-EMV. Después de mis paisanos salieron a escena unos patéticos Starsailor. Y sí, he dicho patéticos que es lo más suave que se me ocurre. Mientras hacía cola para agenciarme una empanadilla y una Fanta escuché alguno de sus hits, como el estomagante “Four to the floor”. Y eso que es de lo poco decente que han publicado estos ingleses cuya trayectoria musical no pasará a la historia. El resto de canciones ni me sonaban y he leído que son las del nuevo trabajo. Tiene una pinta horrorosa.

A continuación vino el primer plato fuerte de la noche, protagonizado por los suecos Mando Diao. Proyecto de gran grupo garagero que, vistos los derroteros que está tomando su sonido, va en camino de convertirse en el enésimo ejemplo de lo que pudo haber sido y no fue. Con todo y pese a lo frustrante que resulta el comparar las canciones de sus dos primeros elepés con el nuevo material, la actuación no estuvo nada mal. Los tipos se lo curraron y supieron adecentar el sonido de muchas de esas nuevas composiciones, prescindiendo de la deriva ñoño-melódica que presentan enlatadas. Encima se vieron espoleados por un público entregado. Con hordas de Erasmus rubios copando las primeras filas y con banderas al viento.

Y ya llegamos al final y a la apoteosis generalizada. El cierre del festival y por lo que el personal no había pagado, salvo que fuesen contribuyentes valencianos como este menda: La presentación de “Tonight: Franz Ferdinand”. Y los escoceses comenzaron regulero. Muy fríos, a todo con la noche valenciana. Encima me pareció que el sonido era bastante malo. Por suerte la cosa cambió de forma milagrosa a partir de la cuarta o quinta canción. “Do you want to” animó al personal hasta enloquecerlo, surtiendo un efecto revitalizante en el cuarteto de Glasgow que, de ahí hasta el final, se desempeñó con un brío ausente al comienzo. Al final y para mi sorpresa, el show estuvo de putísima madre. Dignificando incluso aquellos cortes más brasas. ¡Si hasta los bises estuvieron geniales! En una onda más roquera que bailonguera, lo cual, visto el material de partida, es de agradecer. 

Visto en comparativa, el MTV Winter 2009 fue un evento más satisfactorio que la edición 2008. Con aquella mediocre actuación de los otrora grandísimos The Cure o la de unos teloneros de chichinabo como From first to last, protagonistas de una de los peores bolos que jamás haya presenciado. La frialdad de unos góticos para nenazas como HIM no mejoró mucho la cosa. Encima este año no ha hecho el frío que hizo el pasado, en el que el dios Itzlacoliuhqui, cabreado por el desempeño de los artistas, decidió dejarnos los cojones del tamaño de perdigones. Por lo demás, la organización repitió los mismos errores. ¿Cómo coño se puede montar un concierto sin vender nada de alcohol? Y no me vengáis con moralismos vacuos en defensa de una juventud que, como no puede ser de otra forma, se las ingenió para pasar litronaskalimotxos, petacas y botellones de todo tipo. Eso por no hablar de otras sustancias. De hecho, desde mi posición presencié cómo miembros de Protección Civil habían de intervenir, en no menos de seis ocasiones, para atender a chavales bastante perjudicados. Y no creo que por potomanía, vaya. Otro error repetido, estructural en este caso, tiene que ver con un recinto que no sé si es el adecuado para la celebración de este tipo de eventos. Vale que hay que vender la imagen de Valencia al mundo y que mejor sitio que los “hierros blancos” de Calatrava. Pero meter a tantas personas en un espacio alargadísimo, con una sonoridad tan deficiente y una visibilidad mínima, no hace sino desmerecer el espectáculo. Vale que casi cada megaconcierto o súper festival comparta problemática. Porque se prima más la cantidad que la calidad y a la gente le interesa más verse metida en el embrollo que disfrutar del show por el que ha pagado. Pero vaya, aquello del mal de muchos…

Ojalá estas cuestiones se solucionen cara futuras ediciones del festival. Porque se van a celebrar más, ¿lo sabíais? Al menos dos según me cuentan. A eso se ha comprometido la Generalitat con la MTV. ¿Alguien ha dicho crisis? Yes we Camps.

martes, 24 de febrero de 2009

El Sha o la desmesura del poder

Que la obra de Ryszard Kapuscinski no es solo interesante desde un punto de vista periodístico, es algo evidente y solo es cuestión de comenzar a leer cualquiera de sus libros. A la hora de analizarla no podemos dejar de lado su intrínseco valor histórico y hasta sociológico. También es destacable su prosa y esa forma aparentemente sencilla con la que nos acerca a temáticas complejas. En el caso de “El Sha o la desmesura del poder”, el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el 2003 hace una radiografía de las causas y un desarrollo cronológico de la revolución que acabó con el gobierno del último Sha de Persia. ¡Y consigue que lo entendamos todo!

El libro empieza con nuestro narrador recluido en un hotel de Teherán en 1980. Justo cuando los revolucionarios iraníes tomaron el poder. A partir de notas, cintas magnetofónicas, fotografías y otros materiales, Kapuscinski nos hace participes de sus reflexiones acerca de la caída del Sha. De cómo un régimen sustentado en el miedo, un terror real al Ejército y a la Savak -la brutal policía secreta del régimen-, termina de forma abrupta. El fin de un monarca despótico que ha gobernado sin pensar en su pueblo, desoyendo sus demandas e incluso desconociendo las peculiaridades de su propio país.

Lo que más llama la atención es la profundidad de la indagación en los porqués. Kapuscinski se empapa de realidad en las calles, transmitiendo al lector lo que supone vivir en un estado de miedo constante, en una ciudad en la que la policía secreta está por todas partes y no se puede confiar en nadie. Ahonda en las particularidades de un país que una vez fue Imperio y también en el merder que fue la dinastía de los Pahvlevi. Mostrando como los problemas vienen de antiguo y como ha influido la propia idiosincrasia de un pueblo orgulloso como el persa, acostumbrado a una sucesión de monarcas autoritarios cuya deposición se produjo a sangre y fuego. De hecho habría de remontarse hasta Ciro II o Abás I para mencionar un monarca que haya dejado una impronta positiva en esa sociedad. También entendemos el papel fundamental de la visión de ese islamismo de corte chiita que acabará imponiéndose.

Todo ello conllevará que el “régimen de los barbudos”, uno de cuyos sucesores es el actual Presidente Mahmud Ahmanideyad, alcance el poder en Irán. Unos fanáticos religiosos que se servirán del descontento causado entre la población oprimida por el Sha y sus tácticas brutales de control. Recogiendo los frutos de la oposición pacífica encabezada por el mullah Jomeini, quien supo convencer a su pueblo de que la religión era la salvación frente a la tiranía. Por cierto que, de alguna manera y siempre en clave personal, Marjane Satrapi también nos habla de todo esto en “Persépolis”.

Al final, el tal Mohammad Reza Pahvlevi -aka el Sha de Persia- fue una suerte de iluminado que consagró su mandato a construir un sueño irrealizable, a cualquier coste: “La Gran Civilización”. Una especie de “segunda Norteamérica”, en sus propias palabras, que habría de llegar con el transcurrir de una generación de iraníes. Se concretó en una dictadura dirigida por una elite de multimillonarios enriquecidos por el petróleo que vivieron de espaldas al populacho, al que despreciaban y humillaban.

El caso es que “El Sha o la desmesura del poder” me parece un libro indispensable para comprender la problemática iraní y por extensión de Oriente Medio. Tremendo, como todo lo firmado por Kapuscinski.

viernes, 20 de febrero de 2009

Wolfmother


Joder, no entiendo como no le había prestado más atención a estos tíos. Se llaman Wolfmother y son un trío australiano de hard rock claramente influenciado por algunas de las principales bandas de los setenta. Y es que la cosa hiede a AC/DC, también a Black Sabbath y muy especialmente a Led Zeppelin. De hecho el timbre de voz de Andrew Stockdale recuerda al del mismísimo Robert Plant, si bien su aspecto físico y ese peinado afro remite a Omar Rodríguez-López de At the drive-in o The Mars Volta.

Lo comento porque este disco homónimo, el debut de la banda de Sidney, salió publicado en el año 2006 y un servidor, desde muy pronto, comenzó a leer sobre las beldades del mismo en prensa especializada. Es más, ya hace un tiempo quedé maravillado con un par de cortes incluidos en el álbum, por obra y gracia del sistema de recomendaciones del last.fmSin embargo, inexplicablemente, no les presté más atención. No siendo hasta hace un par de semanas cuando me hiciese con una copia del álbum y disfrutar, ahora sí, de los trece temas en sesiones non-stop.  Mientras en mi reproductor se suceden relampagazos como “Dimension”, “Woman”, “Colossal”, “Witchcraft” o “Tales”, uno llega a la conclusión de que estos Wolfmother son un pedazo de grupo y su debut uno de los mejores álbumes de rock’n’roll que he escuchado en mucho tiempo. Aunque me haya retrasado. Así que disculpadme. Aunque más vale llegar tarde que no llegar.

Por desgracia y a pesar del éxito cosechado, incluyendo un Grammy 2007 a la mejor actuación de rock por el tema “Woman” - enlazo el vídeo-, el futuro de la banda está en entredicho. Su compañía discográfica ha anunciado la partida del batería Myles Heskett y del bajista Chris Ross debido a diferencias irreconciliables. Quedando todo en manos de Andrew Stockdale, guitarra y vocalista, quien ya se ha puesto manos a la obra para cubrir las vacantes y trabajar en el nuevo material. Ojalá lo consiga.

Como lo prometido es deuda, aquí os dejo este directo en el show de David Letterman:

jueves, 19 de febrero de 2009

Perdedores de Montana


“Loser”, perdedor en lengua de Shakespeare, es el término con el cual los norteamericanos se refieren a aquellos compatriotas que no han sido capaces de dar cumplimiento a sus sueños o anhelos en una tierra de oportunidades como es los EEUU. Este término, al igual que su antónimo “winner” –ganador-, está muy presente en el día a día de una sociedad tan competitiva. Es por ello que la literatura, el cine y el arte en general se hagan eco en no pocas ocasiones.

Pero el término “loser” puede implicar algo más, designando por extensión a toda una generación de jóvenes perdedores. Ese es el sentido que hemos de darle si lo aplicamos a los personajes que pueblan los diez relatos que componen “Rock Springs” de Richard Ford. Un conjunto de perdedores cuyas historias tienen otra nota común, todos habitan en el estado de Montana, un paisaje frío, inhóspito y semisalvaje en la región oeste del país, limitando al norte con Canadá y al este con las Dakotas e integrando parte de esas Montañas Rocosas por las que Kevin Costner esprintaba mullet al viento.

Los poblados que aparecen en los relatos responden a nombres como Great Falls o Rock Springs y no dejan de ser meras aglomeraciones de casuchas y caravanas. Un hábitat en el que se mueven como peces en el agua los diferentes personajes. Una galería de solitarios, marginados y fracasados en situaciones límite. Sin embargo y pese a la dureza de las historias que protagonizan y la distancia que nos separa de aquellas realidades, lo descrito en los cuentos no resulta tan ajeno. Y es que, si algo destaca en la forma de escribir de Ford, es que genera proximidad, acercándonos a una cotidianidad que al final resulta universal.

Definido por Raymond Carver como “el mejor escritor en activo de este país”, no sería hasta la publicación de esta compilación, allá por el año 1987, que Richard Ford viera traducida su obra al castellano. Desde entonces hasta ahora, cada uno de sus trabajos ha sido saludado favorablemente y de forma unánime por la crítica y muy bien acogido por el gran público.

Al final “Rock Springs” me parece un muy buen libro especialmente recomendado para los amantes de las historias cortas y el realismo sucio, independientemente de si sois más de Fante o de Bukowski. Los mejores relatos son, desde mi punto de vista,  el primero y que da nombre a la recopilación, además de “Novios”, “Imperio” y “Comunista”

martes, 17 de febrero de 2009

Iuventutis day

El pasado domingo, aprovechando que la sinusitis me dio un pequeño respiro, me acerqué hasta el Teatre el Micalet para ver “Iuventutis Day (Un zriller episcopal)” y me topé con una comedia irreverente, como no podía ser de otra forma, estando escrita y siendo dirigida por dos gamberros como Xavi Castillo y Joan Peris. Una historia de crímenes a lo James Ellroy -pero en versión beata y con traje de fallera-, que incluye un sinnúmero de críticas a la jerarquía eclesiástica, a los medios de comunicación y al estilo caciquil de hacer política tan propio de estos pagos. Francamente mereció la pena ir a verla. Consigue que pases un buen rato riéndote de las miserias que asolan esta región tan dada a los excesos urbanísticos y clericales. Desconectando de una realidad de mierda mucho más dura de lo que refleja la obra.

“Iuventutis Day” es una caricatura salvaje del proceso de preparación de una visita papal. De una nueva visita del pontífice a España, se entiende. En esa tesitura, ¿quién mejor para organizar el evento que las autoridades valencianas? Con una “exitosa” experiencia previa que les avala… Si en la anterior ocasión, la visita fue con motivo del encuentro mundial de las familias, ahora el festivalito tiene que ver con la juventud. Acercar la Iglesia a los jóvenes… ejem… Como si hiciera falta. Para gestionarlo, es necesario crear una fundación y ahí surge la idea de la “Iuventutis Day” fundeichon. Pero una serie de misteriosos asesinatos que afectan directamente a personas implicadas en la misma, hacen peligrar el evento.

La historia es absolutamente disparatada. A ello ayuda la alocada interpretación de seis actores que representan a una enorme galería de personajes y el ritmo trepidante del espectáculo. En varios momentos se hace referencia a noticias que afectan a la actualidad valenciana y española, además de introducir referencias poco disimuladas a siniestros personajes del espectro político regional. Con una mención especial a los miembros de la familia Balaguer y su capo, don Carlos, en alusión al más corrupto de todos ellos… el Honorable President de la Diputació Provincial de Castelló, don Carlos Fabra Carreras -padrino de los Castellonesi-.

Por desgracia la obra ya ha sido desprogramada en Valencia. Pero si tuvierais la oportunidad de verla en la casa de la cultura de algún pueblo de la rodalía, no lo desaprovechéis. Horita y tres cuartos de reírse a pierna suelta. No está pagado, creedme. 

jueves, 12 de febrero de 2009

Gilipollés o Gelipolles -A.Y.L.I.-


Que rabia da el enchufado de Ripollés, ¡su puta madre! Sí, ese escultor de truños y pintor de brocha gorda nacido en Castellón hace un huevo de años. Y allí es donde obtiene su fuente de ingresos. Ya que es el principal y casi único beneficiario de encargos artísticos por parte de las instituciones de la zona. Gracias a ese mecenazgo, el menda obtiene cierto reconocimiento y sobre todo puede vivir de esto y muy bien.

Haciendo fortuna al resguardo del clan de los Casalesi de Castelló -Carlos Fabra y su gente-, son míticos sus trabajos para “Marina d’Or (Ciudad de vacaciones)” o en cada uno de los espacios urbanos que fueron quedando libres en la anárquica y feúcha Castellón durante los últimos veinte años. Es más, podríamos decir que Juan García Ripollés es a Castellón lo que Santiago Calatrava a Valencia. Hasta tal punto que podría hablarse de la existencia de “Ripollesland”, como cada vez más, por desgracia, Valencia es “Calatravaland”.

La expansión del castellonense no conoce límites. Amenazando con extenderse más allá de Almenara y que no llegue hasta Orihuela. Sobre todo tras las muestras de apoyo público al mencionado don Carlo y a sus desmanes, últimamente con el Poc Honorable President de la Cheneralitat de cuerpo presente. Llegando a afirmar que Fabra es el único hombre honrado de Castellón (¿¡lo qué!?). Así es como el “Beato Ripo”, como también se le conoce, se congratula con la plana mayor del partido en el poder. Consiguiendo que, por ejemplo, el Ayuntamiento de Valencia le premie con un encargo para realizar una escultura de grandes dimensiones. La obra en cuestión, ya acabada e instalada, es el “Homenaje al libro” que está plantado en la rotonda de Eduardo Boscá próxima al Palau de la Música. Si vivís en Valencia la habréis visto unas cuantas veces –por desgracia-. Un zurullo sobredimensionado que más que homenajear a los libros, parece hacerlo al mundo de las fallas. Siempre y cuando el efímero catafalco con figuras destinadas a ser quemadas la víspera de Sant Josep hubiese sido diseñado por el mismo tipo que creo a Mr. Potato.

Con todo, no soy detractor absoluto de la obra de Ripollés. No me disgustan todas sus esculturas, sí sus pinturas y murales que son una puta basura. El problema es esa poco disimulada connivencia con el poder. Ese ir de artista subversivo, para luego ser un jodido siervo blanqueador de este régimen de corruptos, arribistas y crápulas. Y ese tufo a artista oficial del Reino. Un lameculos cuyo único interés es llenarse los bolsillos a costa del erario público, con la inestimable ayuda de la peor calaña de políticos que ha parido este país. Que ya es decir. Y ese es Ripollés.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Hammershoi y Dreyer


Vilhelm Hammershoi y Carl Theodor Dreyer son dos de las principales figuras que Dinamarca ha exportado al mundo, al nivel de Soren Kierkegaard, Hans Christian Andersen o Michael Laudrup. El primero de ellos destacó en el arte y más concretamente en la pintura, el segundo como uno de los mayores directores del cine europeo y mundial. Es verdad que la obra de Hammershoi no es especialmente conocida en España y es una lástima, ya que estamos ante uno de los autores más inquietantes que ha producido el arte de los pinceles. Por contra la obra de Dreyer es algo más conocida, al menos entre cinéfilos y hasta cinéfagos adelantados. Si bien muchos lo habrán oído nombrar, pero pocos serán quienes hayan visto su impecable filmografía. Pero vaya, que a poco que tengas un mínimo interés habrás visto “Gertrud” u “Ordet” o “Dies Irae”. O las habrás comenzado al menos. No tengo tan claro que pase eso mismo respecto a los cuadros más representativos de Hammershoi.

De hecho, sólo en una ocasión se montó en España una muestra dedicada a su figura. Fue a comienzos del 2007, cuando el CCCB acogió 36 piezas que hasta entonces tan sólo se habían mostrado en su país, además de en París, Nueva York y Hamburgo. Una exposición tremenda. Muy interesante por cuanto se relacionaba la figura de Hammershoi con la de Dreyer. Planteándose como un estudio de las analogías temáticas y formales existentes entre los dos artistas. En la que se podía apreciar como compartían la convicción de que es en los espacios interiores -de una casa, de una imagen, de un rostro- donde se produce la mayor intensidad dramática. También en la forma de tratar la figura humana, especialmente la femenina, con esas enigmáticas mujeres de espaldas que nos deslizan hacia dramas a puerta cerrada e incluso trasmiten el aroma de la muerte. Y el dominio de la luz sobre la escena expresado en la obra de ambos. O como los exteriores, repletos de paisajes cargados de una atmósfera raruna, son percibimos a través de ventanas y puertas.
Hammershoi y Dreyer coexistieron a finales del siglo XIX y principios del XX en Copenhague, por lo que  bebieron de las mismas fuentes y sufrieron el mismo clima. Supongo que ese será el motivo de la tristeza inherente a la obra de ambos. Con la preeminencia de una escala de colores dominada por los grises como expresión de la soledad y la angustia. Maravillosa soledad y bendita angustia. 

domingo, 8 de febrero de 2009

El curioso caso de Benjamin Button

Me disgusta ir al cine el mismo día del estreno de una película. Prefiero dejar pasar unas semanas y así poder disfrutar del film con mayor tranquilidad, evitando las colas y a esos insufribles fans del maíz explosionado ávidos de tertulia. Sin embargo el viernes hice una excepción y, con la curiosidad de ver como casaba la prosa de Scott Fitzgerald con los mundos visuales de David Fincher, me acerqué hasta una céntrica sala de mi ciudad para disfrutar de “El curioso caso de Benjamin Button”.

La cinta bebe del relato breve escrito en los años 20 del siglo pasado por Francis Scott Fitzgerald quien, a su vez, se inspiró en una famosa cita de Mark Twain -“La vida sería infinitamente más alegre si pudiéramos nacer con 80 años y nos acercáramos gradualmente a los 18”-. El relato fue un capricho. Una preciosa fantasía cuya adaptación a la gran pantalla se consideró durante mucho tiempo como algo demasiado complejo. De ahí que el proyecto permaneciera en una especie de limbo durante cuatro décadas hasta que los productores Kathleen Kennedy y Frank Marshall lo retomaron. Aquí es donde comienza la labor de David Fincher, director de “Seven”, “La habitación del pánico”, “Zodiac” o “El club de la lucha”, quien se rodeó de un interesante elenco actoral. Por un lado, un más que correcto Brad Pitt, en el papel protagonista y junto a él, una guapísima Cate Blanchett y varios secundarios de lujo como Julia Ormond, la oscarizada Tilda Swinton o Elias Koteas.

“Nací en circunstancias inusuales”, así comienza “El Curioso Caso de Benjamin Button”, la historia de un hombre que nace con ochenta años y va rejuveneciendo con el tiempo. Desde finales de la I Guerra Mundial hasta el siglo XXI, la cinta cuenta la gran historia de un personaje no tan ordinario y la gente que va conociendo por el camino, los amores que se pierden, las alegrías que se esfuman y las tristezas que perduran. Muy chula, más allá de que el metraje se antoje excesivo. Mal bastante extendido entre los cineastas actuales.  

sábado, 7 de febrero de 2009

Salinger, el escritor escondido


Hace poco Jerome David Salinger, uno de los más importantes narradores contemporáneos, cumplió noventa años. Archiconocido desde la publicación de “El guardián entre el centeno”, siempre se ha mostrado esquivo a las entrevistas y ruedas de prensa. Huyendo de periodistas y seguidores, recurriendo incluso a la violencia para mantener su privacidad como muestra la foto sobre estas líneas. Un caso ciertamente extraño en tiempos de manía publicitaria, exhibicionista y promocional el que un autor eluda combativamente la fama, pleiteando contra biógrafos y la retahíla de aprovechadas que han practicado la técnica del “besa al famoso para después contarlo”. Incluyendo en esta última categoría a su propia hija.

Lo extraordinario en J.D. es que, comenzando a escribir tan pronto – ya a finales de los cuarenta vio publicados algunos relatos- sólo cuente en su haber con cuatro libros. A saber: “El guardián entre el centeno” (1951), “Nueve cuentos” (1953), “Franny y Zooey” (1961), “Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción” (1963). Como casi todo el mundo, lo primero que leí fue su obra más conocida, “El guardián entre el centeno”. Creo recordar que fue en mi época de instituto. Considerada como una de las novelas más influyentes de la historia, narra en primera persona los avatares de Holden Caulfield, un adolescente inadaptado, inmaduro y desorientado que no sabe lo que quiere y que va a tener una serie de aventuras quijotescas en el Nueva York de la época. Hoy día elevado a la categoría de culto, quien más y quien menos conoce el mito de Holden -el guardián entre el centeno-.

Después de leer esta novela y obnubilado por su prosa rabiosa, corrí a adquirir algo más del mismo autor. Y devoré los “Nueve cuentos”, para mí la mejor obra publicada por el neoyorquino. Estos días he releído un par de los cuentos que se incluyen en la antología y siguen pareciéndome fantásticos. Especialmente ese “Día perfecto para el pez plátano” que supuso el primer gran éxito de Salinger y que vio la luz en 1948 a través del New Yorker. El cuento con el que introduce a la tormentosa y disfuncional familia Glass, en la figura de su particular héroe, Seymour Glass, veterano de guerra y suicida inocente. Un relato extraordinario, insisto. También ahora me he acabado “Franny y Zooey”, un librito compuesto por dos relatos enlazados que nuevamente inciden en las particularidades de la mencionada familia Glass. Esta vez a través de los dos hijos pequeños del matrimonio, cuyos nombres figuran en el título. Con todo y a expensas de la impresión que me cause “Seymour: una introducción”, me parece lo más flojo de toda la producción salingeriana (o como se diga). Además, si como apuntan muchos críticos, la obra de Salinger contiene abundante material para entender su enrevesada mente, tras leer esta novela, tengo la sensación de que la espiral de locura en la que se sumió el escritor ya era perceptible por aquel entonces.
No obstante, a pesar de ser la peor de las obras mencionadas, me parece una buena novela y no sólo por cuestiones de forma y estilo.

Sin publicar ni medio trabajo más desde hace cuatro décadas, no sabemos en que consume las horas el señor Salinger. Una lástima, más aún cuando en una de las pocas entrevistas concedidas, manifestó que le encanta escribir pero ahora solo lo hace para sí mismo. Esto fue en 1974 y parece desvelar que en su retiro voluntario de Cornish (New Hampshire), al noroeste de los EEUU, ha seguido entregándose en cuerpo y alma a la literatura. Esperemos que antes de morir no opte por quemar sus escritos. Aunque no me extrañaría. Sería un final acorde a la vida apartada que se ha impuesto. También sería una lástima perdernos lo que sea que haya escrito durante todo este tiempo.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Contacto sangriento

Peaso clásico del cine de mamporros el que pasaron los amigos de La Sexta ayer noche, justo después de “El Intermedio” de Wyoming. Todavía estábamos partiéndonos la caja por las reacciones de los fascistas de Intereconomía a la broma de la que fueron objeto, cuando aparecieron los créditos iniciales de “Contacto sangriento” (Newt Arnold, 1988). Y como no quedarse a ver tamaño hito en la filmografía de ese armario empotrado con aspiraciones llamado Jean Claude Van Damme.

Y es que el belga se despacha a gusto. Desoyendo las órdenes de su superior en el ejército de los EEUU -o de la CIA, que tampoco es que importe-, marcha hasta Hong Kong donde al parecer se va a disputar el Kumite, un torneo secreto de artes marciales que se disputa cada cinco años y en el que se enfrentan, a vida o muerte, los mejores luchadores del planeta. Ahí se plantara nuestro ciclado amigo, que de entrada se hará coleguita de un grillao cuyo entrenamiento consiste en beber latas de cerveza sin parar, después enamorará a la rubia de turno -la historia de amor siempre presente en el cine vandammiano- y entre medias le dará de hostias a todos los contendientes que tienen la mala suerte de cruzarse con él. Encima, para complicar más el asunto, hay un par de patosos agentes de la CIA que le van pisando los talones para repatriarlo. Por supuesto que, al final de la carrera, Van Damme conseguirá llegar a la pelea por el título enfrentándose al malo malísimo. Un tal Chong Li, chinata de postín con unos pectorales del tamaño de dos campos de fútbol. Y por supuesto gana. Y no vuelve a los EEUU porque lo repatrien sino porque a él le da la gana. Y con la rubia. ¿Qué qué?

Varias cosas llaman la atención en este film. Primero, que esté inspirado en hechos reales (¿?). Al parecer JCVD encarna la figura de Frank Dux, un luchador californiano de Full-Contact que ostenta un montón de récords en esto de las artes marciales, entre ellos, el de más combates ganados en el mencionado Kumite. También que el malo esté interpretado por Bolo Yeung, un mítico luchador que alcanzó la fama de la mano del no menos mítico Bruce Lee -el rey de las pelis de chinos esquizofrénicos-. Además, otro de los secundarios es Forest Whitaker… ¡Quién te ha visto y quién te ve chaval! Por último, a modo de curiosidad, comentar que esta es una de las pocas películas dirigidas por Newt Arnold, otrora prestigioso ayudante de dirección de James Cameron en “Abyss” (1989) y de Richard Donner en “Los Goonies” (1985). ¿Qué necesidad tenía este entrañable septuagenario de meterse en semejante berenjenal?

En definitiva, “Contacto sangriento” consagró a Jean Claude Van Damme como uno de los más grandes del culto friki, siendo éste el gran éxito que necesitaba su carrera para empezar a sonar en el mundo del espectáculo cinematográfico y sus sucedáneos. Tras ganarse a pulso un lugar principal entre el elenco de repartegalletas, el belga llegaría aún más lejos, consiguiendo que a finales de los noventa le pagaran una nómina mensual independiente del número de trabajos realizados cada año. JCVD se convertiría así en todo un funcionario de las toñas.

Por cierto que no lo he dicho, la película es una puta mierda. Mala de cojones…
...y por seguir hablando de pelis y actores malos. ¿No se parecen un huevo Vin Diesel y Lucien Faubert? Es que me ha venío esta mierda a la cabeza, que le vamos a hacer… ¡Ah! ¿Qué quién coño es Faubert? Pues ese saldo que ha fichado el Real Madrid CF durante el mercado de invierno. Que manda huevos la planificación deportiva...

lunes, 2 de febrero de 2009

Noches de cocaína


Publicada en 1996, “Noches de Cocaína” se erige como una de las obras más importantes de J. G. Ballard si bien, es más reconocido por escribir cosas como “El mundo sumergido” (1962), “La isla de cemento” (1974), “Rascacielos” (1975), “El Imperio del Sol” (1984) o “Crash” (1984), las dos últimas llevadas a la gran pantalla por Steven Spielberg y David Cronemberg respectivamente.

Ya había leído algo más de este autor, no guardando un gran recuerdo de ello. Pero vaya, que cedí a la efusiva recomendación de un crítico radiofónico con el cual tengo ciertas afinidades lectoras. Además, sentía cierta curiosidad por ver el tratamiento que de sus compatriotas realizaría Ballard. Y lo digo por las hordas de residentes británicos afincados a lo largo y ancho de la costa española y portuguesa, que no son precisamente algo de lo que el Imperio fundado por Isabel I se haya de sentir orgulloso.

Y es que el libro nos sitúa en uno de esos patéticos residenciales-geriátricos destinados a guiris octogenarios que copan la Costa del Sol. Sí, esos poblados fantasmas que siguiendo el modelo Benidorm, constituyen la vergüenza del litoral español. Prácticamente destruido a causa de la voracidad recaudatoria de las haciendas locales, siempre dispuestas a conceder licencias urbanísticas a promotores de medio pelo que se han hecho de oro vendiendo propiedades a esas gentes provenientes de países sin sol y cuya máxima aspiración consiste en tumbarse sobre una hamaca y agarrar un cáncer de piel... Para luego tratárselo en nuestros hospitales públicos, que tiene huevos la cosa.

El caso es que, en una de esas ubicaciones -Estrella del Mar en la provincia de Málaga- se produce un quíntuple asesinato del cual se auto inculpa el hermano de nuestro protagonista. El menda, que es un escritor de guías de viaje, no dudará en viajar hasta allí con tal de salvar el pellejo del broda'. Pero al poco de llegar se percata de que las cosas son demasiado extrañas y las explicaciones demasiado endebles como para no desconfiar de la versión oficial. Más aún cuando la propia policía le confía que no las tiene todas consigo.

El tipo pasará rápidamente del habitual recelo hacía las autoridades y la policía de un país que considera inferior al suyo, a desconfiar de los amigos y vecinos ingleses, miembros de una idílica comunidad de residentes cuya vida transcurre entre actividades deportivas y culturales, cocaína, alcohol y sexo. Unas gentes que saben más de lo que cuentan, porque no están dispuestos a arriesgar su paraíso particular. Aceptando por tanto que uno de ellos sea el cabeza de turco. Conforme van pasando las páginas, vemos como bajo la civilizada superficie de Estrella del Mar se esconde un submundo de crímenes, drogas y sexo ilícito orquestado por una enigmática figura. Alguien con un poder magnético capaz de arrastrar a cualquiera.

Y eso es “Noches de cocaína”. Más o menos. Una lectura interesante y sobre todo muy entretenida.
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