Esta novela que realmente no es rusa, ni está escrita en ruso y mucho menos por un autor ruso sino por Emmanuel Carrère - de quién ya os hablé (y muy bien) aquí y de alguna manera también aquí-, ni siquiera es propiamente una novela. Más bien parece un batiburrillo de historias, reflexiones, anécdotas y expiaciones más o menos conectadas entre sí. Eso sí, la prosa del francés es brillante y la no-historia es envolvente. Por otro lado, a pesar de que el tipo no es ruso, sí que es un rusófilo contrastado al que lazos familiares le unen con el país de Dostoyevski, Gorbachov, Limónov o AK47.
Podría afirmarse que "Una novela rusa" es un libro que compendia lo más importante acontecido en dos años de la vida de su autor. Nos habla de un poblacho deprimido de la Rusia interior llamado Kotelnich, de un húngaro tullido que viene a ser el último preso de la II Guerra Mundial, del abuelo de Carrère -un inmigrante georgiano supuestamente ajusticiado por colaboracionista-, de su madre, de la lengua rusa -la del abuelo, la de la madre y la de su nania-, y por supuesto de Sophie. Y todo ello "con la esperanza de capturar algo que se me escapa y me mina", en palabras del propio autor.
Con todo y con eso, aunque no os lo creáis, el libro es una gozada. Y es que leer a Carrère cada vez me entusiasma más.
martes, 22 de octubre de 2013
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