1.
The Drones – Feelin' Kinda Free
Maravilloso
álbum de ¿space-rock? El más extraño y rico en la ya larga
trayectoria de la banda de Perth. Un álbum denso e hipnótico a
partes iguales en el que los habituales barridos de guitarra dejan
paso al ritmo motorik y a la experimentación. Haciendo honor a esa
libertad mencionada en el título, o quizás por ese motivo, los
sintetizadores campan a sus anchas a lo largo de los ocho cortes que
integran este “Feelin' kinda Free”. También se aprecia una mayor
presencia de la voz de Fiona Kitschin. Interesante contrapunto al
habitual cazallerismo vocal del máster and commander Gareth
Liddiard. Estamos ante un ópus magnum que crece y crecerá con cada
una de las escuchas. Discarro con muchísimos números para acabar
integrado en la siempre discutible categoría de -¿porque no?- las
obras de culto.
2.
Kyle Craft – Dolls of Highland
¡Aparición
mariana! Deslumbrante debut el de este enérgico muchachito nacido a
orillas del río Mississipi. Mixtura, casi imposible, entre la obra
del último premio Nobel de literatura y el tristemente fallecido
David Bowie en tiempos del “Hunky Dory”. Alguien que reconoce se
metió en esto para para honrar a Bob Dylan y que devino en una
suerte de cantautor glam con su conveniente punto de locura e
histrionismo. Un tipo capaz de alumbrar sus propias composiciones
recurriendo a esos demonios personales y extrañas vivencias que
lejos de lastrarle han contribuido a llevarle por la senda del genio.
Disco en el que se dan cita los ritos del vudú, la mitología de los
pantanos, el ambiente y la religiosidad del gótico sureño y hasta
el burlesque. También están muy presentes las secuelas del jodido
desamor.
3.
Explosions in the Sky – The Wilderness
¿Es
“The Wilderness” el mejor disco hasta ahora de Explosions in the
Sky? Pues quizás sí. Desde luego que es su obra más compleja y
exuberante en todos los sentidos. Un trabajo que se aleja de la
mediocridad a la que se acercaron peligrosamente con aquel “Take
Care, take care, take care” y con el que recuperamos para la causa
al cuarteto tejano. Como en sus mejores trabajos, Hrasky, James,
Rayani y Smith tienden a lo luminoso, pero sin abusar aquí del
crescendo místico marca de la casa. Las explosiones están
presentes, pero ahora de forma diferente. El patrón compositivo ha
cambiado y sin alejarse del todo de aquellos estándares de género
con los que se labraron fortuna, parece evidente que han ampliado el
espectro. Los temas presentan una mayor complejidad, con una serie de
capas que se superponen hasta conformar un cuadro mucho más rico en
matices que el dibujado hasta la fecha. Se nos han hecho mayores en
el buen sentido.
4.
Holy Esque – At Hope's Ravine
Esperadísimo
largo de debut el de esta joven banda escocesa. Ya era hora, tras la
inagotable ristra de adelantos presentados a lo largo de los últimos
tres años y con los que nos habían puesto los dientes largos. Un
enorme cancionero caracterizado por la yuxtaposición de muros de
sonido que acaban derivando en catárticos remansos de paz.
Construcciones en las que se juega con esa dicotomía luz oscuridad
dentro de la cual el cuarteto de Glasgow se mueve como pez en el
agua. Asombrosa carta de presentación aún para aquellos que ya
veníamos avisados de que Holy Esque no eran simplemente otra banda
más de revival post-punk. Disco intenso, repleto de esos preciosos
claroscuros en los que sobresale la extraña y maravillosa voz de Pat
Hynes.
5.
Nada Surf – You Know Who You Are
Nada
Surf son eternos y su estrella no se apagará nunca. Ellos lo saben y
le sacan un tremendo partido disco tras disco. Ahora, tras más de
veinte años de carrera y sin necesidad de inventar la pólvora,
continúan en la senda de agrandar un argumentario en forma de
canciones con el que nos recuerdan quienes son y porqué siguen
estando ahí. Es imposible pasar por alto este “You Know Who You
Are”, octavo disco de estudio en la trayectoria de los autores de
“Popular”. Un álbum de reivindicación – ¿y que álbum de
Nada Surf no lo es?- con el que el trío -ahora reconvertido en
cuarteto- neoyorquino se afirma en su condición de referencia dentro
del universo del pop-rock alternativo. Disfrutable colección de
canciones repletas de momentos que parecen destinados a que los
silbemos sin parar. Enorme homenaje el que se ha dedicado la banda en
el año previo al de sus bodas de plata.
6.
Richmond Fontaine – You Can't Go Back if There's Nothing to Back To
Tras
cinco años de silencio y cuando muchos ya pensábamos que el
proyecto musical de Willy Vlautin estaba finiquitado, Richmond
Fontaine nos ha regalado este "You can't go back if there's
nothing to go back to". Un álbum que entronca con algunos de
los mejores momentos de la banda de Portland. Os hablo de aquella
gloriosa seguida de discazos publicados a comienzos de este siglo y
que está compuesta por “Winnemucca”, “Post to Wire” y “The
Fitzgerald”. Así pues el undécimo álbum en su ya larga
trayectoria es otra delicatessen más a añadir a un brillante
currículo. Una novela musicada en trece actos en la que dibuja, como
solo él sabe hacerlo, ese tipo de historias cotidianas que tan
próximas nos resultan pese a la enorme distancia geográfica. Un
disco enorme que confirma a Vlautin en su posición de retratista
oficioso de la América olvidada. Aquella que pueblan perdedores
irremediables y solitarios sin rumbo. Canciones que, como no, al
final dejan un regusto más amargo que dulce.
7.
Band of Horses – Why are you Ok
El
regreso de los Horses no ha sido tan bien acogido como seguramente
merecía. Quizás se deba, como apunta una conocida revista musical,
a que era tanta la decepción acumulada tras el desabrido “Mirage
Rock”, que algunos se bajaron del carro. Craso error. El quinto
álbum de la banda de Ben Bridwell es una delicia. Y vale que no
pasará a la historia como el mejor de sus álbumes, pero extraña
verlo considerado como un disco menor. La banda de Seattle se ha
rodeado aquí de gentes como Jason Lyttle -el tío de Grandaddy- y
Rick Rubin quien les ayudó en la labor de equilibrar su fantástico
legado de americana con mayúsculas y ciertos arrebatos de brío con
los que actualizan la propuesta. Melodías, melodías y más
melodías, amén de los deliciosos juegos vocales marca de la casa.
Guiños a Neil Young y hasta alguna colaboración estelar como la del
gran J. Mascis en “In A Drawer”.
8.
Angel Olsen – My Woman
Se
hacía difícil prever un regreso tan imponente como el de Angel
Olsen durante este 2016. Y es que la cantautora de St. Louis había
dejado el listón muy alto con aquel magnífico “Burn Your Fire For
No Witness” de 2014. Pero desoyendo el sonsonete que clama que es
mucho más complicado mantenerse que llegar a la cima, la chica no
solo se ha mantenido sino que, como el Sotomayor de las grandes
citas, ha mejorado marca. Y es que “My Woman” es tremendo. Un
cofrecillo repleto de gemas a través de las que la Olsen nos deja
vislumbrar que se cuece en sus interioridades. Canto a la feminidad,
la suya, haciendo uso de ese vozarrón que le ha dado Euterpe,
Polimnia o hasta Terpsícore. Diez cortes en los que reflexiona sobre
su condición de mujer y que le consagran como una de las principales
autoras de la nueva generación.
9.
Parquet Courts – Human Performance
Vuelta
al ruedo de la banda de los hermanos Savage como Parquet Courts. Y
vuelta a los orígenes. Dejando de lado aquella broma -¿porque era
una broma, no?- titulada “Monastic Living” y recuperando la
fórmula maravillosa, que ni es secreta ni original -ni falta que
hace-, basada en un esquema aparentemente sencillo y en toda la
contundencia que haga falta y hasta más. Guitarras secas y baterías
a toda mecha en la mejor tradición del punk-rock al margen del
mainstream. Ecos a la Velvet y a los Clash, pero también algo de los
Ramones, del indie-rock de grupos como Pavement e incluso
acercamientos al sonido de aquellos dos primeros álbumes firmados
por los Strokes. Parece claro que estos tíos juegan al margen de
modas, alejándose de forma consciente de ese hipsterismo agilipollao
que campa a sus anchas. ¡Y a Dios gracias! En conclusión, que este
“Human Performance” nos devuelve la mejor versión de la banda de
Brooklyn. Un gustazo.
10.
Michael Kiwanuka – Love & Hate
Me
gustan y me acerco a prácticamente todos los estilos musicales, pero
he de reconocer que el soul no está entre mis favoritos. Quizás por
ello no reparé en aquel notable “Home again” (2012) con el que
el artista británico de origen ugandés se presentara en sociedad.
Escuchado hoy y sobretodo tras dedicarle horas y horas de atención a
este “Love & Hate”, su segundo elepé en el mercado, uno se
da cuenta de que Kiwanuka es muchísimo más que un músico de nuevo
soul. Sin prescindir de su espiritualidad, las composiciones del
artista de Muswell Hill se expanden entre géneros, trazando un
camino lleno de recovecos que acaba entroncando con la mejor
tradición folk británica. La que va de Bert Jansch a los Fairport
Convention, pasando por Van Morrison. “Love & Hate” es un
disco magnético como pocos. Suavecito, en el buen sentido y que
destaca por encima de todo por una preciosa instrumentación y esos
elegantes coros repletos de negritud. También por esa voz doliente
con la que el tipo consigue elevarnos al cielo.
11.
Ultimate Painting - Dusk
Disco
bien lánguido pero bien chulo el tercero de este proyecto
a dos manos de James Hoare y Jack Cooper,
miembros de Veronica Falls y Mazes respectivamente. Y es que los tíos
llevan ya tres discos pasando medio de puntillas por la escena, sin
que se les haga demasiado caso y ¡joder!, ya quisieran otros firmar
semejante ristra de buenas canciones. La última colección al cargo
del supergrupo sigue tirando, para no perder la costumbre, de ese pop
adictivo y engañosamente simple, en la estela clásica de unos
Beatles o el lado más poppy de la Velvet Underground. Psicodelia que
es a la vez melódica y con una tamizada tendencia a la oscuridad.
Eso sin prescindir de pequeñas píldoras de dopamina en forma de
guitarras. Una banda que cuando empezó a funcionar, allá por el
lejano 2014, me hizo temer que supondría el fin de mis amados Mazes.
Confío en que el sr. Cooper no finiquite tan glorioso proyecto
musical. Tampoco este, please.
12.
Jesu/Sun Kil Moon – s/t
Nuevo
artefacto colaborativo de Mark Kozelek ahora junto al post-metalero
Justin Broadrick, en estos momentos en Jesu y antes en Godflesh. Uno
de los discos más rayantes -sino el que más- de entre los que nos
ha deparado la cosecha musical 2016. Parece ejecutado por una banda
estable de lo conjuntado que suena. Si bien, en todo momento da la
impresión de que los talentos de Kozelek aportan una alícuota
superior a los de su compañero de correrías. Fusión de egos y
sonidos que nos lleva desde el folk-rock de tintes apocalípticos más
en la onda del gringo Kozelek, hasta el shoegaze con ribetes
industriales del británico Broadrick. Además con presencia de
colaboradores de campanillas, como Rachel Goswell de Slowdive y
Mojave 3, Alan Sparhawk y Mimi Parker de Low, Will Oldham -Bonnie
“Prince” Billy- o el batería de Sonic Youth. Dando lustre a este
disco repleto de emociones musicadas.
13.
Savages – Adore Life
En
el 2013 coloqué el “Silence Yourself”, primer larga duración de
las londinenes Silences, en cabeza del ranking musical del año. Y
aunque ahora este “Adore Life”, que incluye el nuevo material
compuesto por la banda de Gemma Thompson, aparezca algo más abajo en
el listado 2016, no creo que hayan dado un paso atrás en su carrera.
Aquella vez no las conocía y no sabía que esperar. Me sorprendió
muchísimo su sonido atronador y sobre todo la mala leche que se
gastaban. También el que dignificaran ese sonido próximo a los
postulados del post-punk y encima en clave femenina. Ahora ya no me
han sorprendido. De este “Adore Life” esperaba justo lo que en
hay en él. Compilación de canciones -once exactamente- en las que
el cuarteto sigue las mismas pautas que en su predecesor. Si bien, en
líneas generales, resulta un tanto más áspero y duro que aquel.
¡Que ya es decir!
14.
Damien Jurado – Visions of Us on the Land
Siempre
es difícil resistirse a ese folk-rock tan sentido, a esa americana
alla maniera di Jurado con su psicodélica deriva, amén de esa
increíble capacidad de sobrecoger. Y eso que yo soy uno de aquellos
a los que costó aceptar a ese álter ego místico que protagoniza
los tres últimos álbumes del cantautor con apellido de tonadillera.
Me pasó con “Maraqopa” (2013), más aún con “Brothers And
Sisters Of The Eternal Sun” (2014) y algo menos con este “Visions
of Us on the Land”. Con todo he de decir que el cierre del viaje
espiritual de ese trasunto de sí mismo que nuestro héroe se ha
sacado de la manga es glorioso. Un disco que crece y crece con cada
escucha. Un ramillete de sonoridades que se expanden en los
diecisiete temas que lo integran y que dignifican la trilogía del
Jurado perdido en busca de sentido y que me perdone el doctor Frankl.
Álbum en el que el folk-singer de Seattle encadena un sinfín de
logros abrumadores, provocando una adhesión inevitable a la causa
desde el primer minuto.
15.
Car Seat Headrest – Teens of Denial
Joder
con el muchacho... ¡23 primaveras na'más! ¿Que va a dejar a la
vejez? Lo descubrí el año pasado con “Teens of Style” y ya me
impresionó el toparme con un disco tan maduro al cargo de alguien
tan joven. Eso no era nada, visto lo que nos ofrece este año con una
banda real detrás. Porque “Teens of denial” es un disco
espléndido. Mucho más redondo que su predecesor. Y es que el Willy
Toledo bueno ha sabido superar los desequilibrios de los que adolecía
su anterior elepé. ¡Y le ha bastado un año! ¿Genio precoz? Por
ahí va la cosa. Rock'n'roll actitud y Roacután, esa es la fórmula.
Con eso Toledo nos acerca a un universo lleno de pequeñas historias
sobre jipis con poderes, ballenas asesinas o capitanes de barco que
abandonan sus responsabilidades a las primeras de cambio. Doce
composiciones que perfectamente podrían hacer las veces de jitazo
promocional y en las que se aprecia como el chaval sigue bebiendo del
espíritu de Neutral Milk Hotel, Pavement, Dinosaur Jr, Guided By
Voices y otros ilustres noventeros.
16.
Scott & Charlene's Wedding – Mid Thirties Single Scene
Una
de las sorpresas del año para este menda es el tercer disco de estos
australianos afincados en la Gran Manzana. No he tenido tiempo para
acercarme a su obra previa pero joder, si este es el nivel, habrá
que recuperarles. Quinteto originario de Melbourne que no salen de la
cantera de las BeBeCé, aunque su nombre parezca indicar lo contrario.
Con este “Mid Thirties Single Scene” buscan la forma de patentar
su propia etiqueta musical. Una suerte de psicodelia a la
australiana. Aunque ellos mismos cuentan que, en su conjunto, el
disco rinde homenaje a los grandes del pop aussie de los años 80.
Soy incapaz de valorar eso. A mi me suenan a pop con una deliciosa
deriva velvetiana. También un poco a los Television, sobretodo en
los pasajes más oscuros de algunos de los cortes.
17.
Sturgill Simpson – A Sailor's Guide to Earth
Otro
discarro más a la atención de todos esos que esgrimen, como si
nada, que el country es un género musical inmovilista repleto de
aspirantes a cowboy que vive de las migajas de aquello que aportaron
en los 60 y 70 gentes como Waylon Jennings, Willie Nelson o Tammy
Wynette. Bueno, lo mismo que digo respecto a esta “guía” se
puede aplicar al anterior álbum publicado por el artista de Jackson,
aquel glorioso “Metamodern Sounds in Country Music”. Y es que
Sturgill Simpson parece predestinado a reinar en lo suyo durante
décadas. Ningún contemporáneo le hace sombra en este mundo de la
música de raíces con la excepción, tal vez, de Ryan Bingham. Con
este nuevo disco, aparentemente conceptual, Simpson nos vuelve a
demostrar que se puede practicar country-music adoptando nuevas
formas y sin necesidad de rememorar una y otra vez a los clásicos.
Sin despreciar la herencia de Hank Williams pero acercándose a otras
sonoridades más souleras, o incluir episodios quasi-operísticos y
versionear a Nirvana.
18.
David Cordero – El Rumor del Oleaje
El
que fuera líder de los infravalorados Úrsula lleva unos añitos
componiendo básicamente bandas sonoras para películas y
documentales. En este 2016 se ha presentado con “El rumor del
oleaje”, hipnótica propuesta de sonidos ambient en la que rinde
homenaje al mar. Al mar y supongo que a aquella islita japonesa en la
que sobrevivía una apartada comunidad de pescadores inventada, o más
bien creada, por Yukio Mishima. En esta ocasión el músico de San
Fernando recurre a la pulsión electrónica. Eso sí, sin prescindir
de los teclados, las cuerdas y algún viento. Incluso a la voz -casi
inapreciable aquí- de El Niño de Elche al comienzo del álbum. Con
esos mimbres confecciona doce temas eminentemente instrumentales.
Melodías minimalistas que nacen de interpretar el rumor del oleaje
en cuatro playas de Andalucía y otras tantas del País Vasco. Justo
las que dan nombre a cada uno de los cortes. Un regalo de álbum en
el que Cordero se introduce en la teoría de los paisajes audibles
del canadiense Raymond Murray Schafer.
19.
Wovenhand – Star Treatment
Más
que tratamiento de estrella lo que David Eugene Edwards merece es que
le pongan un ático tríplex con dos plazas de garaje y un trastero
en plena calle Colón. Eso y que le subamos de categoría desde ya.
Nunca más referirnos a él como reverendo Edwards. Ahora mismo ya es
el puto Dios. Y es que el tipo lo ha vuelto a hacer. Su novena misa
gótica es tan brutal como la que más. En esta ocasión el artista
de Colorado recurre a su cara más rocker. Desde luego la más
cañera que uno recuerde incluyendo toda la discografía de 16
Horsepower. Sigue robusteciendo ese mensaje malsano incardinado
dentro del imaginario propio del gótico sureño, para goce y
disfrute del hillbilismo militante. Ritmos tortuosos, eléctricos y
punzantes que continúan la deriva iniciada por “The Laughing
Stalk” y manifiestamente mejorada con “Refractory Obdurate”. Un
álbum pétreo y hasta diamantino. Una Maravilla. Otra más.
20.
Gener – Oh, Germanes!
Le
escuché decir al responsable de una tienda de discos de mi ciudad,
que “Oh, Germanes!” tenía visos de ser el primer trabajo en
valenciano con una proyección real en todo el Estado. Estoy bastante
de acuerdo. Y es que el segundo disco de Gener confirma todo lo bueno
que ya anunciaba el “El Temps del Llop” y aún más. De aquel
blues-rock con raíces mediterráneas hemos pasado a una especie de
pop-rock con escarceos psicodélicos y relecturas en clave soul en
las que la voz de Carles Chiner brilla como una estrella en el
firmamento. En este sentido supone un acierto pleno la aportación a
veces feérica, otras directamente góspel, del coro femenino Las
reinas Magas. Que además refuerzan el carácter conceptual del
álbum. Porque “Oh, Germanes!” gira en torno a un único tema: la
sensibilidad femenina y todas sus derivadas. Todo ello en once actos
absolutamente luminosos, magníficos cada uno de ellos, pero que tan
solo alcanzan su sentido pleno conectados entre sí. Enorme acierto
de la banda de Benaguasil.
21.
Ty Segall – Emotional Mugger
El
octavo disco de estudio de este geniecillo californiano es otra
vuelta de tuerca más a ese particular universo repleto de sonidos
que hayan su inspiración en el garage y el rock setentero.
Parapetados tras una tétrica portada que parece inspirada en la obra
de los hermanos Quay, se encuentran once cortes, a cada cual más
extraño, siempre distorsionados, siendo novedad en esta ocasión la
oscuridad reinante. Muy consecuente con el mencionado diseño de
portada. Segall sigue tirando del sonido fuzz marca de la casa para
contraponerlo a su casi siempre melódica voz. Aquí le ha dado por
añadir una fuerte carga de sintetizadores y efectos láser que
acaban produciendo un efecto de mayor densidad e incluso suciedad.
Para la ocasión el rubio de Laguna Beach se ha hecho acompañar por
un supergrupo garagero que atiende al nombre de The Muggers y que
está compuesto por Mikal Cronin, King Tuff, Emmett Kelly, Cory
Hanson y Evan Burrows. ¡Ni más ni menos! Viva Ty Segall. Viva la
experimentación. Y viva la marcianidad.
22.
Lucy Dacus – No Burden
En
contra de lo que parece expresar el título del álbum, mucho en las
letras de esta veinteañera se parece a una suelta controlada de
lastre en forma de canciones. Ni sé ni quiero saber de las
circunstancias vitales y los padecimientos sufridos por la cantautora
de Richmond, pero se agradece que nos haga partícipes de esta purga
en nueve actos. “No Burden” supone una interesantísima
compilación de melodías suaves y algún ramalazo roquero, siempre
contenido y supeditado a la cálida y a la vez profunda voz de su
compositora. De hecho le ha quedado un álbum muy cercano, en lo
lírico y también en lo musical, al mundillo del slowcore. Un buen
disco de debut, sincero y extraordinariamente cálido, que pone a
Lucy Dacus en el mapa. Notable.
23.
Plants and Animals – Waltzed in from the Rumbling
El
regreso de la banda de Montreal tras varios años de silencio, ha
dado como fruto este álbum, cuidadosa y relajadamente compuesto en
este largo periodo. “Waltzed In From The Rumbling” supone un
importante cambio de registro en lo que al sonido del trío
canadiense. Encontramos en él guitarras más estridentes, ritmos y
cadencias próximas al jazz o al swing, un toque de shoegaze sui
generis e instrumentación experimental para la que no dudan en
tunear floreros, utilizar un frigorífico e incluso registrar sonidos
dentro de un autobús. En la búsqueda de ese sonido perfectamente
imperfecto les ha quedado este brillante álbum en el que cada
canción tiene su propio sello. Si bien, de alguna extraña manera,
consiguen que la heterogeneidad que rezuma se funda en un único
cuerpo. Sincero, original y repleto de enormes composiciones como ese
“No Worries Gonna Find Us” que actúa a modo de -pseudo- single.
24.
Teenage Fanclub - Here
No
soy un incondicional de la banda de Bellshill. No lo fui con “A
Catholic Education” o “Bandwagonesque”, ni tampoco con
“Thirteen”. Y eso que en los noventa andaba rodeado de peña que
se moría por las melodías y el repiqueteo de guitarra a lo Byrds de
Blake, McGinley y Love. Pero ese machaqueo incondicional no consiguió
transmitirme la enorme estima que tantos sentían por ellos. Con el
tiempo he ido recuperando aquellos álbumes y valorándolos en su
justa medida. Sin desatender a los más recientes, como el atractivo
“Shadows” o este “Here” que aquí nos ocupa. Un trabajo del
que, lo mejor que puede decirse, es que sigue demostrando el
magisterio de los Teenage Fanclub impartiendo clases de power pop.
Pareciera como si lejos de desinflarse, se crecieran disco tras
disco. Siguen ahí los seductores juegos vocales, el típico sonido
cristalino y los estribillos, quizás más sutiles ahora. Eso
caracteriza a un álbum elegante, delicado y con un punto de
melancolía. Perfecto para ser silbado, como todos y cada uno de los
que han publicado hasta el presente.
25.
Russian Circles - Guidance
La
ración post-metalera de este 2016 nos viene servida por Russian
Circles. Otro sugestivo disco -el sexto ya- el firmado por la banda
de Chicago. En comparación con trabajos anteriores, pareciera como
sí Sullivan, Turncrantz y Cook se hubiese puesto de acuerdo para
manejar con una mayor sutileza esas agresiones discordantes que hacen
de su sonido algo tan característico. Y es que en esa constante
búsqueda de la épica, se aprecia cierta intencionalidad a la hora
de explorar nuevas texturas instrumentales. No necesariamente más
suaves aunque sí algo más depuradas. Tampoco es cuestión de
asustarse, los sube y bajas, la alternancia entre simplicidad y
complejidad, la prototípica polaridad silencio vs ruido, la
sempiterna densidad... todo eso sigue ahí. ¡Y a Dios gracias!. En
fin, que “Guidance” es otra oscura epifanía sonora en la que
sumergirse y dejarse llevar. No supera las expectativas, es cierto,
pero tampoco las defrauda. Y tiene pasajes -como al comienzo de
“Afrika”- absolutamente maravillosos.
26.
Esben and the Witch – Older Terrors
Es
normal echar de menos a aquellos Swans en los que Michael Gira se
repartía el papel protagónico con Jarboe. A falta de pan, o más
bien a falta del influjo de la señorita Devereaux en Swans, tenemos
la suerte de contar con Esben and the Witch. Y es que alguien tiene
que mantener el pabellón bien alto en el ámbito de esas sonoridades
nocturnas y primarias. Este 2016 la banda de Brighton ha desenterrado
el hacha de guerra, ofreciéndonos una buena muestra de los viejos
terrores que guardaban en su armario. Es su cuarto álbum de estudio
y viene integrado por cuatro cortes de más de diez minutos ante los
que solo podemos dejarnos arrastrar. Fantasmagoría, brujas, demonios
y otros elementos en el ámbito de lo siniestro, para completar un
tránsito exploratorio hacia ambientes y estados de ánimo que de
alguna manera nos acercan universos post-industriales. Sin renunciar
a la contundencia, ni a la variada gama de ruidos y distorsiones de
guitarra que funcionan como perfecto contrapunto a la deslumbrante
voz de Rachel Davies. Nuestro faro en el camino.
27.
Kevin Morby – Singing Saw
Al
final he conseguido entrar en la lógica del que fuera bajista de
Woods y co-líder de The Babies -junto a la cantante de Vivian
Girls-. Tres discos me ha costado convencerme de que el cantautor
texano, también afincado en la Gran Manzana, tiene algo que contar y
merece la pena ser escuchado. Este “Singing Saw” es un disco de
folk-rock melancólico, aparentemente sencillo pero repleto de
matices que van apareciendo con las diferentes escuchas. Su sonido
bebe de las mejores fuentes. Desde ese Bob Dylan en modo country
barroco, hasta el tristemente fallecido Leonard Cohen. También hay
algo de Lee Hazlewood por ahí. Con todo y por acercarnos algo más
al presente, a mi este “Singing Saw” me recuerda en algunos
momentos a los discos de Kurt Vile. También aprecio ciertos aires al
mejor Dan Bejar. Lo que no es poca cosa.
28.
Shearwater – Jet Plane and Oxbow
Pese
al ninguneo más o menos generalizado que ha sufrido, creo que el
décimo álbum de estudio del proyecto capitaneado por Jonathan
Meiburg -incluyendo en la lista el disco de versiones “Fellow
Travelers”-, contiene una colección de melodías para enmarcar.
Once composiciones repletas de texturas, grandilocuencia, melancolía,
rock y sintetizadores con las que este ornitólogo y
multiinstrumentista texano amplia una cuenta de aciertos ya bastante
amplia y que le aúpa hasta la condición de genio. Poco o nada
sorprenderá a todos aquellos que ya seguían la pista a este
veterano de la escena indie. Mucho menos lo hará la presencia de ese
vozarrón que Dios le ha dado y que planea sobre todos y cada uno de
los temas hasta transformar la escucha de este “Jet Plane and
Oxbow” en un acontecimiento sumamente especial. Por momentos
sobrecoge.
29.
Nap Eyes – Thought Rock Fish Scale
De
no haber mediado la recomendación del responsable de mi tienda de
discos favorita de Valencia y del mundo mundial, no habría accedido
a los misterios que incluye este fantástico “Thought Rock Fish
Scale”. Segundo álbum de esta joven banda de Nueva Escocia después
de aquel “Whine of the Mystic” publicado hace un par de años.
Ambos discos son consecuencia de aplicar un mismo patrón a la hora
de afrontar el proceso de grabación. Los tíos se encierran cuatro o
cinco días en el estudio para capturar tantas canciones como les sea
posible, completamente en vivo, con una única grabadora y un cuatro
pistas. Si bien es cierto que esta vez han estado más inspirados y
el resultado, prístino en sus imperfecciones intencionales, parece
más redondo que el del disco de debut. Temas rockeros, suavecitos y
con cierta deriva lánguida en el sentido positivo que también
aprecio en el último trabajo de Ultimate Painting. Ecos evidentes a
Lou Reed -¡en canciones como “Lions in Chains” más que
evidentes!- y en menor medida a Robert Forster y sus Go-Betweens.
30.
Diamond Hands – s/t
Debut
homónimo el de este dúo californiano formado por dos amigos, Jon
Flynn y Joel Wall. Oportunamente ambos ingenieros de sonido. Me
refiero con eso a que les ha venido de perlas para hacérselo todo
ellos mismos en éste, su primer álbum. Sin injerencias externas han
registrado ese sonido de guitarras cristalino, muy en la línea de la
primera época de los Beatles, que al parecer buscaban. Gracias a una
acertada producción, han parido este álbum de power pop redondo que
podría venir firmado por los Gigolo Aunts, si estos se fuesen a
vivir a la costa oeste. Con todo, la principal virtud de Diamond
Hands es como son capaces de sacarle todo el jugo a las voces.
Recuerdan a los mismísimos Teenage Fanclub. Construyendo esas
armonías vocales sobresalientes que espero lleguen a ser marca de la
casa, e insertado una retahíla de ganchos melódicos ante los que es
imposible resistirse. Once cortes integran este gran trabajo
publicado aquí por el sello zaragozano You Are The Cosmos.
31.
The Goon Sax – Up to Anything
Dicen
que Australia nunca decepciona. Yo no he tenido el placer de
visitarlo, pero sí de oír a muchos músicos provenientes de aquel
enorme país-continente. Y puedo afirmar que, en lo que al capítulo
musical respecta, la aseveración resulta absolutamente cierta. Desde
luego que lo es en el caso de estos tres muchachitos de Brisbane. Uno
de ellos hijo del mismísimo Robert Forster. Guitarra, bajo y
batería, con alternancia de voces chico-chica para presentarse en
sociedad con una
bonita
colección de deliciosos anti-hits de indie pop de
temática
adolescente. O “microdramas adolescentes expresados con
sofisticación pop”, citando textualmente la ficha promocional del
disco. Un trabajo bastante breve, a pesar de los doce temas que lo
integran, en el que además de la influencia de los Go-Betweens de
papá, se aprecia la de unos Pavement en su versión más popera. En
la onda de sus paisanos Twerps o Dick Diver.
32.
The Prettiots – Funs Cool
Interesante
álbum de debut el de esta girl band radicada en Brooklyn. La cosa va
de twee pop y sus
derivadas,
escuela Rough Trade. Fresquito y muy fácil de digerir. Vamos, que
este trío de jovenzuelas no ha inventado la rueda. De hecho son la
enésima formación con esos aires surgida de las entrañas de
Gotham. Pero molan. Sus
armonías son preciosas y los acertados
juegos
vocales suenan deliciosos. El sobreabundamiento de ukeleles se les
perdona por el buen gusto en los arreglos, por simples que estos
parezcan. Irradian buen rollo e incluso cierta alegría a pesar de
que las letras tienen su aquel. Que no os engañe la supuesta
candidez de su propuesta: Honestidad brutal, feminidad militante y
ciertos toques de humor. Un humor que en ocasiones de negro que es
casi rapea.
33.
Los Chikos del Maíz – Trap Mirror
A
ver... sí... Los Chikos del Maíz... ¿Porqué? Pues porque este EP
con tan solo cinco cortes me parece excelente. Ya desde hace un par
de años, con la publicación de “La Estanquera de Saigón”, se
merecen
el
mayor de
los respetos.
Y es que las letras del Nega y Toni “El Sucio” siempre habían
molado, pero es justo desde el mencionado elepé cuando dieron ese
salto cualitativo en las bases. Con “Trap Mirror” han ido un paso
más allá. Confirman que siguen siendo el grupo de rap político en
castellano por excelencia -en eso no tienen competidor-, pero
añadiéndole ahora
un
beat acojonante. Siguen ahí las constantes alusiones a la actualidad
y el uso de referencias culturales, como ese glorioso interludio en
“Los Pollos Hermanos” con un pasaje de “Shutter Island”. Sus
peroratas siguen siendo necesarias. Especialmente para soliviantar a
la enorme legión de cuñaos que nos asedia y lastra como sociedad.
34.
Palehound – Dry Food
Supongo
que se deberá a haber grabado con Gabe Wax, responsable del “Foil
Deer” de Speedy Ortiz, pero a mí el primer elepé de este trío de
Boston me suena mucho a lo ofrecido por la banda de Sadie Dupuis.
Están liderados por Ellen Kempner, guitarrista y vocalista de tan
solo veintiún años de cuya mente han salido los ocho cortes
incluidos en “Dry Food”. Un tratado de indie-rock repleto de
giros sonoros que le van la mar de bien a la temática sobre la que
orbita todo
el
disco. La propia autora reconoce
que lo
compuso
en un momento particularmente difícil de su vida, lo cual se
refleja
en las letras. Disco
confesional que, sin embargo, no abusa de los tiempos lentos ni
prescinde de un estimable ruidismo. Y sí, ya lo sé, en puridad
estamos ante un disco de finales del 2015. Pero bueno, lo desconocía
hasta el momento de hacer la lista. Por lo que a mí respecta, lo he
disfrutado durante este agonizante ejercicio.
35.
Tommigun – Wooden Son
Quinteto
de Bruselas que practica una suerte de art-rock muy en la línea de
lo ofrecido por sus paisanos dEUS. Al igual que estos últimos (casi)
todos hacen de todo y tanto Kaat Arnaert (voz principal), como Joeri
Cnapelinckx (teclados), Pim De Wolf (bajo), Thomas Devos (guitarra) y
Mattijs Vanderleen (batería), tocan y cantan. Himnos densos,
relajantes e hipnóticos elaborados sobre una fina pátina de
pop-rock de raíces americanas, al que añaden los teclados y
personalizan con esos bucles a varias voces que se repiten hasta el
infinito. En ocasiones da la sensación de que estemos presenciando
una extraña misa góspel. Cadencias lentas en las que se combinan
los mencionados coros y una rica orquestación, a veces silenciada,
para dar como resultado esta propuesta musical poco convencional.
36.
Beach Slang – A Loud Bash of Teenage Feelings
La
verdad es que el título de este álbum, el segundo en la trayectoria
de la banda de Philadelphia, deja bien claro que nos vamos a
encontrar en su interior. Una fuerte oleada de sentimientos
adolescentes en forma de canciones. Diez cortes que se consumen en
treinta minutos escasos y que nos hablan de miedos, esperanzas,
fatalismo juvenil, primeros amores y pérdida de inocencia. Un cóctel
explosivo que entronca directamente con el legado de The Replacements
y en menor medida con Hüsker Dü. En ocasiones también recuerda a
los quehaceres sónicos de eminentes duetos coetáneos, como es el
caso de los canadienses Japandroids. James Alex y Ed McNulty no han
inventado nada,
pero su punk rock energético bañado en influencias clásicas cuenta
historias que son dignas de ser tarareadas. No existe la palabra
tedio en su
música.
Así pues, disfruten y boten.
37.
Maria Usbeck - Amparo
Maria
Usbeck es la vocalista de Selebrities, anodina banda de pop
electrónico asentada en Brooklyn. Antecedentes que para nada
presagiaban este maravilloso primer trabajo en solitario de la
artista
ecuatoriana.
Con un tratamiento mucho más acústico que el de su banda de origen,
“Amparo” es un álbum pop cantado en lengua de Cervantes y
organizado como un canto a los animales y la naturaleza. Entre los
cortes aparecen una “Isla Mágica”, una “Playa Escondida”,
una “Ciudad Desnuda”, un “Camino Desolado” o una “Inquieta
Jungla”. En todos ellos destaca la forma con la que María Amparo
combina instrumentos -marimbas, timbales, xilófonos, flautas
andinas...-, idiomas -principalmente castellano, pero con guiños a
lenguas indígenas y al catalán-, los géneros -dream pop, folk,
ritmos latinos...- y las ambientaciones naturales -árboles, pájaros,
agua-. Un bonito compendio de influencias que hacen de este un disco
de canciones redondas perfecto para abstraerse
de los problemas del día a día.
38.
Crystal Castles – Amnesty (I)
No
las tenía todas conmigo con el inesperado regreso de Crystal Castles
tras la turbulenta salida de su emblemática vocalista Alice Glass.
Aquello parecía el fin de la banda, pero no, han sabido
recomponerse. El productor Ethan Kath junto a una nueva cantante
lanzaron este “Amnesty (I)”, que supongo irá acompañado de un
(II) y hasta un (III) para no perder la costumbre. Ejercicio
de reafirmación en el sonido característico de este proyecto
electrónico y experimental nacido en Canadá allá por el año 2003.
La
aportación de Edith Frances -la
nueva- no
hace olvidar a Alice, pero tampoco está nada mal. Vamos, que a pesar
de que su voz es un tanto más delicada, el cambio no afecta casi
nada al
producto
final.
Si acaso el tono le va algo mejor a los cortes más apagados. Y en
los más cañeros, alguno de los cuales presenta deliciosas derivas
al
mundillo electro-dark, pues ni se nota. Matraca, atmósferas cargadas
y oscuras, algún estribillo molón y ese particular ruidismo marca
de la casa.
39.
Terrier – La Plaga
Me
costó entrar en este disco. De hecho, no fue hasta después de
verles un par de veces en directo, cuando comencé a prestarle
atención. Se trata del tercer álbum de este cuarteto madrileño
nacido al calor de la efervescencia garagera que asoló a este país
a comienzos de la década. Quizás sí sus dos trabajos anteriores, pero
“La Plaga” no es propiamente un disco de garage. Más bien estamos ante una
interesante colección de píldoras poperas, a veces luminosas, otras
bastante oscuras, incluso de power pop en algunos
pasajes.
Un trabajo en el que la diferencia viene marcada por la omnipresencia
de los teclados. También son chulos los juegos vocales chico –
chica, ciertas atmósferas casi ochenteras y, como no, la sensación
de divertimento generalizado que se desprende, aún en aquellos
cortes menos felices.
40.
Fews - Means
El
primer álbum de estos suecos les coloca en el grupo de cabeza en la
disputadísima carrera de aspirantes a llenar el hueco dejado por
Interpol. Vamos, si es que los de Paul Banks se quitan de en medio
definitivamente. De Estocolmo a Nueva York, los chicos de Fews han
ido propagando su mensaje post-post-punk, motorik noise-pop, o como
carajo queramos llamarlo, durante todo este 2016. Nada en “Means”
se aleja de la lógica de los ritmos mecánicos, las guitarras
angulares y el bajo machacón. Del gusto por la oscuridad, la
sobriedad y la contención. No hay drama ni épica en sus canciones,
todas tienden a lo simple aún cuando en algún punto nos hacen temer
por lo contrario. Buen debut que presagia cosas aún mejores en un
futuro próximo.
41.
Drive-by Truckers – American Band
Detrás
de la portada más fea de
toda
su trayectoria,
se esconden once cortes made in DBT. Lo digo porque ese cambio de
estética hace
temer lo peor. Pero no. El contenido sigue rayando a gran altura.
Confirmando que son la mejor banda de rock sureño en activo por
méritos propios. La catorceava entrega de la banda capitaneada por
el tándem Hood - Colley -incluyendo en la lista elepés en directo,
de caras B y rarezas- supone una vuelta a los orígenes. Al
psychobilly, como a ellos les gusta llamarlo. Con presencia de esos
maravillosos barridos guitarreros a lo Crazy Horse. Si
bien, en
lo que a las letras se refiere, estamos ante su disco más “podemita”
por
decirlo de alguna manera.
Se aprecia la indignación que les embargaba en el momento de su
gestación, con Trump a las puertas del Trono de Hierro. Otro
gran disco en la ya extensa discografía de
la banda de Athens.
42.
The I Don't Cares – Wild Stab
Inesperado
proyecto colaborativo entre Paul Westerberg (The Replacements) y
Juliana Hatfield (Blake Babies, Lemonheads, The Juliana Hatfield
Three). Larga colección de temas rockanroleros y ultravitaminados,
con ciertos elementos y cadencias más propias de la música de
raíces. Aunque la huella de sendos colaboradores es manifiestamente
desigual. Vamos, que “Wild Stab” parece más un disco de The
Replacements con el añadido de una voz femenina, que algo facturado
por Juliana Hatfield. Lo cual no sé si es bueno o malo, pero es lo
que hay. Un disco bastante resultón, acabado con mucho gusto y en el
que destacan esos guitarreos que a veces nos golpean como si
estuviésemos ante un álbum de
garage.
También he de decir que me ha encantado reencontrarme con ambos
personajes. A pesar de que, quizás por motivos generacionales, yo
soy más de Juliana.
43.
Matthew Logan Vasquez – Solicitor Returns
Matthew
es el más apocado de aquellos tres medio hermanos responsables de
uno de los mejores discos del 2011, "Middle Brother" by
Middle Brother. Debuta ahora
en
solitario y en formato largo con estos diez cortes que componen
"Solicitor Returns". Continuista del interesante "Austin
– EP", publicado tan solo unos meses antes. Estimable
álbum de folk-rock, ideado, diseñado y ejecutado al noventa y nueve
coma nueve por ciento por este prolífico músico tejano. Rico en
influencias que van desde el distintivo trabajo de guitarras de Crazy
Horse hasta al country rock escuela Gram Parsons -con o sin los
Flying Burrito Brothers-, además de recoger el espíritu de los Deer
Tick más juerguistas, con el (midel)broda' John McCauley al frente.
Amén de la inclusión de cadencias psicodélicas y, lo que es más
original, cierta deriva grungera en varios de los cortes. Como en esa
suerte de himno alcoholizado que se titula “Everything I do is
Out”.
44.
Deap Vally - Femejism
El
que había de ser el disco de confirmación de la banda angelina, ha
pasado casi de puntillas entre las principales redacciones musicales
del planeta. Y eso que se esperaba mucho de Lindsey Troy y Julie
Edwards después de su fantástico debut con “Sistrionix”.
Podríamos decir que estamos ante un álbum más accesible que su
predecesor. No solo por la deriva popera en varios de los temas, sino
más bien por su acercamiento, nada disimulado, al sonido de los
Black Keys más roqueros y menos mestizos. Poco o nada queda en
“Femejism” de aquellos guiños ledzeppelianos presentes en su
debut. Por contra, a veces el álbum recuerda la época dorada
de
los Yeah Yeah Yeahs. Evolución lo llaman. Y no seré yo quien
cuestione a quien, por el motivo que sea, decide alejarse de su zona
de confort. Sobretodo porque el álbum me parece bueno. Pero
no
tremendo.
45.
The Jayhawks – Paging Mr. Proust
Lo
mejor que se puede decir del último trabajo de los Jayhawks, es que
suena a los Jayhawks, lo cual no es cosa menor. Hablamos de una de
las mejoras bandas de alt-country -sino la mejor- de la historia.
¿Son los Jayhawks de los mejores tiempos? Obviamente no. Los años
no pasan en balde para nadie, pero eso no quita aquello de quien tuvo
retuvo. Y Gary Louris & Co tuvieron y mucho. “Paging Mr. Proust
no es el “Sound Of Lies” (1997), ni el “Rainy Day Music”
(2003), ni siquiera “Smile” (2000), pero a su manera recuerda a
todos ellos. La belleza de sus composiciones, la calidez de sus
voces, esas melodías a las que es imposible resistirse y silbar
hasta que se te salgan los dientes, aún siendo menos que antaño,
hacen que al final acabe perdonándoles cualquier pecado. ¿Los
Jayhawks se tiran pedos? Seguro. Pero huelen a flores. Doy fe.
46.
Sílvia Pérez Cruz - Domus
“Domus”
es la banda sonora que la cantante de Palafrugell ha compuesto para
“Cerca de tu casa”, película dirigida por Eduard Cortés y en la
que se habla del drama de los desahucios. Además está protagonizada
por la propia Sílvia. Primer
álbum en el que la catalana vuela del todo en solitario,
prescindiendo de colaboradores tanto en el plano creativo como en la
interpretación. Un trabajo en el que la artista es capaz de
transmitir todo un ramillete de sensaciones cantando en diferentes
lenguas que al final son una sola, el idioma universal de las
emociones. Preciosa compilación de canciones con las que confirma su
increíble polivalencia. Y nos apabulla con esa poderosa voz que
quita er sentío. Genial como siempre.
47.
The Coral – Distance Inbetween
Lo
de The Coral es una carrera contra los obstáculos. Con Bill
Ryder-Jones ya fuera, centrado en su carrera en solitario y varios
de sus miembros activos coqueteando con otros proyectos, los tíos
siguen quedando para producir joyitas como este “Distance
Inbetween”. El séptimo elepé en la carrera de la banda de
Merseyside. Otro gran disco compuesto por doce cortes en los que se
aprecia la riqueza compositiva habitual. Transmutados ahora en
quinteto, los británicos siguen practicando esa suerte de rock
psicodélico a la antigua, aunque abierto a influencias del presente.
Sigue ahí la huella
de
Pink Floyd o incluso los Doors, pero también algo de la Motown y el
country-rock en la onda Neil Young.
48.
Juventud Juché - Movimientos
Era
uno de los álbumes nacionales más esperados de este año, tras el
adelanto en 2015 de dos trallazos como “En tu casa” y sobretodo
“Miedo”. Y el disco no decepciona en absoluto. Supone una clara
evolución, a mejor, respecto a aquel “Quemadero” publicado en
2014. Parece
evidente que el trío madrileño apuesta por el machaqueo rítmico
sobre todo lo demás, en una línea similar a lo que hacen gente
como, por poner un ejemplo, mis paisanos Betunizer. “Movimientos”
es un buen disco de post-punk castizo, intenso y magnético por
partes iguales, integrado por diez temas que parecen claramente
destinados a reventar el directo.
49.
The Kills – Ash & Ice
Me
temo que he posicionado este “Ash & Ice”, quinto elepé en la
trayectoria de la banda anglo-americana, mucho más abajo de lo que
debiera. Tal vez sea porque me vi sorprendido por el ritmo lento y lo
pulido de un sonido otrora guarro que se respira durante los trece
cortes. No sé si es tanto un tema de evolución como de adaptación
ya que, según parece, Jamie Hince las ha pasado putas con una mano
que ha tenido que pasar por quirófano en varias ocasiones. Con todo,
ecos de esa fórmula rockanrollera, garagera y hasta punkarra con la
que hicieron fortuna, siguen ahí presentes. Y la tensión sexual
contenida entre Hince y la Mosshart también. Tan presente como
siempre o incluso más si atendemos a las letras. Y vale que no es lo
mejor que han grabado, pero aún así, ¡que bueno que volvieron! Y
es que la gran implicación de Alison con Jack White en The Dead
Weather no auguraba futuro feliz a sus Kills.
50.
Indignu – Ophelia
“Ophelia”
es el
último trabajo de los portugueses Indignu, al que he llegado tarde y
mal. Bueno, tampoco es culpa mía, es una publicación de invierno.
De ahí su retrasada y seguramente injusta posición en este ranking
2016. Lo
nuevo del colectivo de Barcelos sigue la estela de aquel fabuloso
“Odyssea” publicado en 2013 y con el que tomé contacto con
ellos. Este trabajo está consagrado al mito de Ofelia, mujer llena
de vida y sensibilidad a la que Hamlet acabó volviendo loca hasta
el punto de tirarse al río. Creando con ello ese fantástico
arquetipo pre-rafaelita de joven dormida por siempre jamás en medio
de la naturaleza. Esas dos caras de Ofelia son las que se reflejan
las líneas musicales de este fantástico álbum de post-rock.
Guitarras, percusión, teclados y cuerdas, que se entremezclan a
veces con delicadeza y otras con fiereza, para conformar un álbum
lleno de contrastes y repleto de matices a redescubrir
con cada escucha.
51.
Terra Tenebrosa – The Reverses
La
ración de metal extremo en esta cosecha musical 2016 viene firmada
por Terra Tenebrosa. Tercer álbum de estudio con el que
estos suecos
siguen tirando de ese tono denso, pesadillesco y hasta desafiante
marca de la casa. Música difícil y no apta para estómagos
sensibles. Con el horror como modus vivendi, los cuarenta y ocho
minutos que dura este “The Reverses” son una muestra de a lo que
el metal de vanguardia debería
tender. Sin abusar de la
técnica
ni prescindir de ribetes industriales, recogiendo y adaptando la
semilla del black metal pero aderezándolo con unas gotitas de
hardcore, cierta locura experimental y, como no, incluyendo toda una
gama de matices provenientes de todos los géneros y subgéneros de
la música extrema. Y con esas cacofonías
empapadas de mal rollo que te colocan
en la posición de la víctima en un vídeo snuff. Tremenda muestra
de sonidos y ruidos con la que he disfrutado -¡sí, disfrutado!-
como un enano. Un pepino malroller al cargo de unos Burzum producidos
por los ingenieros de sonido de Will Haven. Ahí es ná...
52.
The Lemon Twigs – Do Hollywood
Escuchando
la decena de cortes incluidos en este “Do Hollywood”, uno piensa
que está ante un disco antiguo. Sin
embargo los hermanos D’Addario, cabeza y cola de este proyecto
musical, son apenas unos veinteañeros. Practican una suerte de pop
barroco, psicodelia, glam-rock y hasta algo de surf en una
interesante propuesta con marcado acento setentero. Sonoridades en
las que se aprecia claramente la influencia de Brian Wilson y sus
Beach Boys, aunque también algo de los Beatles, los Kinks, la música
honky-tonk y un poquito de Big Star. Todo un cúmulo de influencias
retorcido por esta talentosa parejita de Long Island hasta crear este
disfrutable conjunto de canciones con las que demuestran -además de
su buen gusto- una madurez impropia. Supongo que algo tendrá que ver
que su padre venga del mundillo.