viernes, 3 de enero de 2025

Lo milloret de lo milloret 2024 - Flipao edition

 Venga va, sin preliminares ni hostias... 

1. Dehd – “Poetry” 

Pues este es el disco del año. Y no haría falta añadir nada más, porque aquí mi palabra es ley y a la ley, como Andreíta a su mamá cuando la instaba a comerse el pollo, se la respeta. Pero mira tú por donde que me voy a explayar. La ocasión lo merece. ¡Cómo lo hemos flipado, en familia, con lo último de este trío imposible! El trabajo se titula “Poetry” y es lo mejor que han firmado hasta la fecha. Y eso que todo lo anterior publicado por la banda de Chicago ya era una gozadera acojonante. Mostrando mogollón de cosas alucinantes, que siguen aquí, porque todo lo previamente exhibido está presente. Me refiero a la frialdad en los golpeos de Eric McGrady, las líneas de guitarra con aroma a western dibujadas por Jason Balla y, por supuesto, el vozarrón de Emily Kempf. Ahora todo eso reaparece mejorado, más redondito, integrado en un conjunto compuesto por una amalgama de potenciales hits a cada cual mejor. Y es que lo más brutal de este álbum es como mantiene el nivel en cada corte. Y no es solo que no haya temas de relleno, es que no hay una jodida estrofa de más. Que sí, que también lo sé, que Dehd no han descubierto la pólvora con este “Poetry”, pero es que tampoco hacía falta. Ejecutan sin necesidad de demasiados efectitos, quizás lo del reverb, alguna variante en la percusión digital, pero poco más, poniendo de manifiesto de nuevo aquella máxima que reza que menos, es más. Permanece el surf de antaño, el country galáctico en la onda de coetáneos como Geese, por supuesto el dream pop y hasta algo del omnipresente post-punk, pero siempre en clave melódica, con esas letras y estribillos facilones, llenos de aliteraciones y alguna anáfora, particularmente alegres y por lo tanto absolutamente canturreables. ¡Que nos lo digan a nosotros! Por si no había suficiente, el álbum incluye la canción favorita de la nana durante este 2024. ¡Cómo para no colocarlo el primero de la lista!

2. Waxahatchee – “Tigers Blood”

Si su anterior trabajo ya nos presentaba a una nueva Katie Crutchfield menos indie rocker y con una propuesta más cercana a esas raíces que la sitúan a orillas del Waxahatchee Creek, con este nuevo, la inmersión en las costumbres y tradiciones musicales del sureste americano, de las que antaño renegaba, parece total. Y ojalá que sea de manera irreversible, porque la cosa le sienta de fábula. Con unas líricas preciosas, muy elaboradas, además de una bonita instrumentación que no escatima en ornamento cuando se tercia, sin llegar al exceso. Luego está lo de esa voz prodigiosa con la que su madre la trajo al mundo. Y el alma de Lucinda Williams. Y el espíritu de Townes Van Zandt. Hasta algo de Dylan pulula por ahí. Así se van dibujando las doce, o trece según edición, canciones que conforman este “Tigers Blood”, claro aspirante a clásico atemporal. Un álbum que, según me pillase el día, lo situaba en la primera posición de este particular ranking. Sin duda lo merecía. 

3. DIIV – “Frog in Boiling Water”

Uff. Pa’ este sujeto, el trabajo más esperado de la añada y con eso os lo digo todo. “Si metes una rana en una olla de agua hirviendo, por supuesto intentará salir frenéticamente. Pero si la colocas suavemente en una olla de agua tibia y pones el fuego bajo, la rana se hundirá en un sopor tranquilo, exactamente igual que uno de nosotros en un baño caliente, y al poco tiempo, con una sonrisa en la cara, se dejará hervir sin resistencia hasta morir”. Eso comentan sobre el significado de un álbum, cuyo título hace referencia al pope del “nuevo tribalismo” Daniel Quinn. La aparente voladura no está para nada mal tirada, introduciéndonos en la teoría del colapso lento de la sociedad capitalista. Y en ella resulta evidente quienes somos las ranas. Más allá de este sustento filosófico, centrándonos en lo estrictamente musical, el cuarto largo de estos vegan fighters es una chulada. Un artefacto absolutamente lisérgico perpetrado por una banda ya consagrada como el pilar del shoegaze más sugerente. Cierto que, dentro del lógico proceso evolutivo, las trazas de aquel universo post grunge van quedando cada vez más orilladas. Y aunque emocionalmente esto último me rompa el corazón, lo celebro y disfruto. Menudas sesiones de cuelgue hogareño me he pegado con esta bestialidad de disco. Viernes noche, jerez en mano, chiquillas acostadas… En fin… Si no existiera un Zachary Cole habría que inventarlo.

4. Godspeed You! Black Emperor – “NO TITLE AS OF 13 FEBRUARY 2024. 28340 DEAD”

…que eran los asesinados en Gaza por el ejército sionista a las órdenes del psicópata Netanyahu en la fecha que se publicó este álbum. Ahora seguro que lleváremos más del doble. Sobre todo, si hacemos caso a las estimaciones publicadas por la prestigiosa revista médica The Lancet, en donde se afirma que es verosímil cifrar en 186.000 o más las muertes atribuibles al conflicto. ¡A fecha de julio! En todo caso y más allá del terrible dato, amén del señalamiento al evidente genocidio, el disco sin título de la súper formación canadiense es otra clase magistral de saber hacer dentro de una trillada corriente musical como es el post-rock. Si bien, también se dejan caer por las indefinidas sendas del avant-garde y hasta por los parajes áridos y solitarios dibujados por Dylan Carlson, con o sin Earth, saliendo victoriosos. Prescindiendo un tanto de los muros de sonido en clave más roquera, pero acercándose al neoclasicismo, al universo de las bandas sonoras para películas y en particular a Hans Zimmer. Y es que hay algún tramo en el álbum, que funcionaría a modo de banda sonora alternativa de esa obra maestra del cine contemporáneo que es “Interestellar”, dirigida por el también canadiense Denis Villeneuve. Mu’ grandes.

5. Ramper – “Solo Postres”

Lo de Ramper… A ver como os cuento esto. Lo de estos granaínos es una suerte, una baraka que dicen en Marruecos, un acontecimiento que, de tan extraño, de tan extraordinario, se debe celebrar con efusividad aun a riesgo de pasarnos de la raya. Teníamos señales de que algo así podía suceder, pero escépticos de nacimiento y hasta de formación, somos más de ver que de creer. En este barrio Iker Jiménez siempre nos pareció un burdo entretenimiento para débiles de mente. Bueno, eso atendiendo a su parte “buena”, cuando solo asomaba la patita y previo a quitarse la careta demostrando lo nazi del misterio que es. Pero a lo que íbamos, a “Solo Postres”, el disco de consagración de una de las mejores bandas surgidas en la piel de toro. Los Swans del Sacromonte, más del Sacromonte que de Swans tras este descomunal disco. Siete cortes con una duración media en torno a los nueve minutos en el que perfeccionan un estilo que bebe de muchas fuentes, pero transformándolo en algo propio, único, y no lo circunscribo a la escena patria. Una pizca de post-rock, otra de post-metal, algo de shoegaze, unas gotitas de slowcore y unos granitos de música de cámara, espolvoreando salmodias y liturgias de Semana Santa, y todo ello removido con paciencia hasta integrarlo y concebir un espectacular artefacto. Histórico. Otro punto más para la siempre sorprendente escena andaluza.  

6. Mannequin Pussy – “I Got Heaven”

El disco de la portada con una tipa desnuda guiando a un gorrinaco, fue uno de mis primeros compañeros de correrías durante esta cosecha musical. La señora en cuestión podría ser Marisa Dabice, vocalista, guitarrista, cabeza pensante y sujeto ejecutante de esta energética banda surgida en Philadelphia hace ya más de una década. Y alistada en el siempre interesante sello Epitaph. Un cuarto trabajo muy heterogéneo en el que, igual nos escupen en la cara con su versión más fiera y punky, como nos abrazan con esas ensoñaciones melódicas que trufan temas como “I don’t know you”. Así pues, lo dicho, punk a trallón, medios tiempos gustositos, alguna que otra atmósfera cargada, shoegaze vibes y rock noventas, con Smashing Pumpkins como referencia evidente de esto último.  

7. Amyl and the Sniffers – “Cartoon Darkness”

Amy Taylor es la mujer más choriza del universo rocanrolero actual y eso admite poca discusión. Al menos dentro de la siempre injusta categoría de aquellos que alcanzan un mínimo predicamento y el consiguiente respeto de la voraz industria musical. Tampoco sabemos si fue primero una cosa o la otra… Aquello del huevo o la gallina... Lo que sí se puede afirmar es que, si la gallina son los Sniffers, han puesto su mejor huevo. Un huevazo de avestruz para deleitarse con él en forma de tortilla, revuelto, o simplemente frito, pero con su puntillita, ¡no me seáis gabachos! Trece temarrales, varios de ellos con visos de perdurar, con los que el cuarteto de Melbourne se abre a un abanico de influencias más extenso que en anteriores entregas, sin dejar de lado ese rabioso punk rock marca de la casa. Os tengo dicho que de Australia solo nos llegan cosas buenas, pero no me hacéis caso. Hasta “Bluey” proviene de aquellas tierras. Alabado sea. Sobre todo sus creadores. La de veces que me han salvado el culo con sus enseñanzas paterno-filiales.  

8. Vampire Weekend – “Only God Was Above Us”

No sé cuántas veces habré dicho por aquí que esta peña son mi principal placer culpable. My guilty pleasure, que en inglés queda más chori y pedante. También es cierto que, a fuerza de repetirlo, lo de culpable se sostiene malamente. Lo de placer sí. Siempre. Diría que cada vez mayor. Y es que estos tipos siempre consiguen hacerme disfrutar y les estaré eternamente agradecido por ello. Pero es que, además, por si no fuera poco, el quinto disco firmado por Ezra Koenig, Chris Tomson y Chris Baio es una cosa bellísima. Un álbum deslumbrante. Fruto de un talento superlativo en un estado de inspiración máxima. El lustro de espera desde “Father of the Bridge” bien ha merecido la pena. Incluso la huida definitiva de Rostam, que tanto nos hizo temer. Que bien les ha sentado todo. Y que suerte la nuestra. ¡Qué siga la fiesta!     

9. Sheer Mag – “Playing Favorites”

A ver mangorrinos, citándome a mí mismo vía red social muerta, que queráis que no lo de elaborar la listica anual da mogollón de faena y la quijotera ya no está para demasiados trotes, esta panda de hijos de puta se encuentra en su momento cumbre. En el peak recuerdo escribir. Y con esta colección de temarrales queda más que demostrado. Provenientes de Philadelphia, como Mannequin Pussy y como el puto Príncipe de Bel Air, pero cuando este molaba, antes de hacerse colega del pelirrojo de las hormigas. Ahí los tenemos, sacándole brillo a esta maravillosa fórmula guitarrera, gustoseta y disfrutona, en la que Thin Lizzy se encuentran con los putos Jackson 5, Motörhead y hasta con la sacratísima Cindy Lauper. Y es que esa exuberante lideresa sobre la que orbita todo, tan solo quería divertirse. A fuer de buena fiestera, que lo es aunque no lo parezca ni por asomo, no podía sino parir este artefacto lúdico. Porque eso es lo que ha conseguido junto a una cuadrilla de musicazos que, como también comenté por aquel entonces, no son cosa menor, como la cerámica de Talavera. Tan apreciada esta por el cabrón de Eme Punto Rajoy. Quien sería un gran fan de la banda si los oyera, claro está. Aunque para eso tendrían que hablar de ellos en Radio Marca. O que se los recomendase alguno de los relamidos y ascomierda de su círculo de amistades. Sí, me estoy refiriendo al clan de los ubicuos tertulianos con Marhuenda y Bieito Rubido a la cabeza.  

10. King Hannah – “Big Swimmer”

En King Hannah se dan cita tanto Hannah Merrick y su partner, un glorioso guitar hero con pinta de buen padre de familia sin cuya presencia esto sería otra cosa, la prestancia de Sharon Van Etten, quien colabora en un par de temas, y el legado de PJ Harvey, no sé si tanto en lo musical como en cuanto a la actitud. Bueno, también se palpa esa suerte de desprecio que resulta incluso sexy y que tanto engancha a este menda cual dronja mala, habitual en casi toda la obra de Beth Gibbons. Y más recientemente en el fondo, pero sobre todo en las formas, de Florence Shaw y sus Dry Cleaning. Es este un disco formalmente repleto de pasajes oscuros, en los que se intuye el peligro, pero que sin embargo nos acerca a historias cotidianas, incluso simples, que resultarían anodinas de no ser por la capacidad de esta señora para transformarlas en algo sumamente especial. De una forma parecida a lo que mi amigo el Rojo consigue con sus relatos y ese elogio de la cotidianeidad que tan cercano y aun así sorprendente resulta. Y que me perdone la licencia el broda’.

11. MJ Lenderman – “Manning Fireworks”

No recuerdo en cuál de esas sesudas críticas publicadas, sin ningún género de dudas más completa y mejor de lo que va a ser esta, elogiaban este trabajo, el cuarto en solitario del geniecillo de Asheville, por contener un aluvión de cosas diferentes, siendo todas ellas buenísimas. Y es que la capacidad de Mark Jacob de ir acertando en todos sus acercamientos a esas cosas tan distintas que se van desarrollando a lo largo de los nueve cortes que componen el álbum, está fuera de toda duda. “Manning Fireworks” es uno de esos discos que si te cuentan que viene firmado por un tipo de veintipocos no te lo acabas de creer… O quizás sí, si prestas atención a sus preocupaciones, reflejadas a través de unas letras a las que conviene no desatender, por mucho que el continente, en forma de americana tranquila con guiños a lo noventero, que lo mismo bebe de los Drive-by Truckers como de Pavement, nos envuelva de tal forma que lo demás da igual. Eso y la capacidad para dibujar himnos del futuro para una chavalada que debería sentirse interpelada por este gachón. Y en este punto nos encontramos, con el media punta de los Carolina RailHawks en clave MVP. Cuatro goles como cuatro soles en los últimos cuatro partidos. Y con un nivel de impacto en un crescendo constante que no anticipa bajón. ¡Que lo habrá eh! Que esto no se puede aguantar… Pero vaya, parece que el xicón no era Ansu. ¡Es el puto Lamine! 

12. Bodega – “Our Brand Could Be Yr Life”

Os comentaba entre ufano y achispado al final del show que ofrecieron por estos lares, aquello de que, si este personaje tuviese una banda de rock, esa habría de ser necesariamente Bodega. No algo así, o como, o parecido a… No… Solo me vale Bodega. Y es que estos neoyorquinos son la polla. Poseyendo uno de los mejores directos dentro de las bandas de su rango o categoría. Y me refiero con esto último a bandas no lo suficientemente grandes a ojos de los que ponen los dineros, que al final es el motivo de que podamos verlos por aquí. Porque insisto, son la hostia de buenos. Con éxito, reconocimiento, pasta, o con nada de las tres cosas. Pero es que además son los más divertidos y eso admite poca discusión. Y sesudos, pero sin empalagar. No como esos llenadores de festivales veraniegos del indie nacional. Equivalentes musicales a lo que en el mundo de la escritura patria sería Juan Manuel de Prada. Tan relamidos, tan pagados de sí mismos y sin embargo más malos que la carne de pescuezo… Volviendo a bodeguita de mi vida, afirmar que todo lo bueno que he dicho de ellos, su chispa, su frescura, su inteligencia, su absoluta molonidad, viene condensado en este cuarto largo de estudio. Que no es exactamente un nuevo trabajo, ojo, que hay mucho recauchutado por ahí. O siendo más finos, estamos ante una bonita restauración de canciones compuestas por Hozie y Belfiglio hace ya unos años. Dándoles un nuevo enfoque, eso también, pero dejando a la vista esas fracturas doradas que tanta dignidad le aportan. ¿He dicho ya que Bodega molan un huevo? ¿Seguro?

13. Drug Church – “PRUDE”

Creo que fue el Crespo quien, en relación al anterior disco de esta peña, me comentó que estos tipos tenían todo el punch que los Pixies no habían demostrado en su triste regreso. Y es que ver la influencia de la banda de Frank Black y Kim Deal en estos post-hardcoretas está la mar de bien tirado. Y pensándolo bien, hasta les enmienda la plana. No sé si lo agradecerán. Desde luego quienes les quisimos/queremos bien, sí que deberíamos. Yendo a lo mollar, lo cierto es que el nuevo álbum de Drug Church aporta poca cosa a lo que vendría a ser la tradicional fórmula del quinteto de Albany. Mezcla redonda de hardcore punk en la onda de bandas como Black Flag y más melódico en la vía de unos Bad Religion, con la inclusión de elementos propios del grunge e incluso del post punk machacón. Por supuesto, todo a tope de revoluciones y cantado por un Patrick Kindlon que se deja la garganta en cada estrofa y estribillo, mientras nos hace participe de sus películas de terror. Unas historias con un poso de negatividad explícito que te ponen de una mala leche divina… Sí, sí, lo “positivizo”. Y es que viene de puta madre a todos esos a los que, de tanto en tanto, nos mola ponernos a pegar botes y cabecear con desenfreno en la intimidad de un cuchitril al que hemos podido acceder como clase media aspiracional que somos, fuimos y seremos.  

14. Nudozurdo – “Clarividencia”

“Soledad, Soledad… Quédate, Soledad… Soledad, Soledad… Guerra de hebillas en la capital. Todo tu cuerpo es un milagro… Saber que tu tiempo está contado…Besas con los labios destrozados… Sé que hace tiempo te has clavado. Siempre a los pies de tu candado… Clarividencia, devoción y rango…” A ver, que un disco que comienza así, literalmente, solo puede ser un bombonet, que queréis que os diga. Y eso solo es el comienzo de la primera canción, que ni siquiera es la mejor del álbum. Vaya, que no está ni entre las tres mejores. Y vale, que sí, uno es nudozurdista desde tiempos inmemoriales y lo reconoce, pero tampoco es un flipao. O sí, pero en coneiximent. De hecho, pese a celebrar la inesperada vuelta a la vida del proyecto capitaneado por Leo Mateos, más de cinco años después de anunciar su separación, no me dejé llevar por los titulares de la prensa especializada. Aquellos que afirmaban, de forma casi unánime, que Nudozurdo había publicado su mejor álbum. Meses después confirmo lo que entonces se me pasó por lo cabeza. No lo es. Eso no quita que me parezca un discazo que para nada desmerece la trayectoria de la banda madrileña. Siendo además su trabajo más accesible y plagado de estribillos. Eso sí, continúan firmes dentro de esa propuesta post-punk ibérica tan sumamente especial, que lo mismo bebe de Décima Víctima como de Low. Y que nos dure.

15. Bill Ryder-Jones – “lechyd Da”

En el año 2018 situé “Yawn”, el cuarto álbum en solitario de quien fuera guitarrista principal en The Coral, entre los discos del año. El segundo o el tercero de la lista, ya ni me acuerdo. Y es que era un álbum maravilloso. Continuación del no menos bueno “West Kirby County Primary”, publicado un par de años antes. Para seguir en esa autopista hacia el cielo, pero sin el puto Michael Landon a los mandos, este 2024 el músico de Mersey nos ha regalado este “lechyd Da”. Ahondando en esa particular manera de entender el indie-rock. Ahora bastante menos rock que antaño. Más pop de los sesenta y con orquestaciones, un coro de niños, efluvios de la Motown y esa voz aparentemente frágil, a veces al borde de la ronquera, con la que Bill da la impresión de estar susurrando intimidades. Un álbum precioso. Y luminoso a su manera. Con el cual celebrar la vida. En plan bien, no en plan la mierdaca aquella de Coldplay. Ya desde su título. Y es que la expresión que le da nombre se utiliza en Gales para expresar buenos deseos antes de beber. El “nasdrowia” de los polacos. El “salut (i força al canut)” dels valencianets. Así pues “lechyd Da” Billie. I per molts anys. Serías el segundo tipo más grande del Hen Wlad Fy Nhadau, si es que hubieses nacido allí. El primero es Sir Gareth, of course.   

16. Porridge Radio – “Clouds in the Sky They Will Always Be There for me”

El nuevo disco del ahora terceto comandado por Dana Margolin, sigue en esa línea indie-rock con actitud, ahora más próxima a lo ofrecerían coetáneas como Big Thief. Regresan aquí con un álbum feroz que es, sin atisbo de duda, mi favorito de ellos/ellas. Repleto de historias de lamento y destrucción. Por un lado, está la impugnación del tío cacas y las obligadas mierdas tragadas. Lo jodido de quemarse y que te quemen (filldeputes evereywhere!). Por el otro la sanación, o al menos el desahogo, pegándole fuego a todo. ¿Moooola eeeeh? Cantidad. En el fondo y sobre todo en las formas. Especialmente en el desarrollo de varios de los temas más significativos de este trabajo. Con esas finalizaciones en subida, modo remontada salvaje, como si del Real Madrid de la decimocuarta se tratara. Y es que, cuando la xiqueta de Brighton se aproxima a la visceralidad expuesta por, por poner un ejemplo, Jenny Beth de Savages, todo resulta brutal. Si bien, siempre dándole ese puntito de tragedia particular que lleva con tanto garbo y actúa como sello de autenticidad. Lo cual, parafraseando al gran Ángel Sanchidrián, es lo que le da calidad a la cosa.

17. Been Stellar – “Scream from New York, NY”

Que aparezca peña de veintipoquísimos mostrando esta sensibilidad musical, tan próxima a aquello que nos hizo levitar a comienzos de los noventa a los ahora cuarentones, cuando éramos unos putos niñatos con acné, despelucados, aún más despreocupados y follardines, o al menos aspirantes a ello, es una auténtica bendición. Algo digno de ser oído, celebrado y trasmitido a nuestros vástagos, quien los tuviere. Un artefacto de puro rock que nos retrotrae a otra época, tirando de distorsión y guitarras, a veces ensordecedoras. Otras veces van más por la vía emocional, agitando el avispero desde allí donde lo dejaron gentes como The Walkmen, los primeros Interpol o los Radiohead pre-“OK Computer”, es decir, antes de su huida hacia ad…la mierda. Zetas deprimidos articulando un discurso donde predomina la desazón y el hastío, ofrendándolo de alguna manera a los dioses del panteón del grunge y el post-grunge. También evocando a Sunny Day Real Estate, sobre todo a una realidad paralela en la que la banda de Jeremy Enigk hubiese echado raíces en la isla de Manhattan. Impugnando a la ciudad decadente que ellos ven, sienten y en la que parece que viven. Desde el Aula Magna de la Universidad de Nueva York.      

18. Alcalá Norte – “Alcalá Norte”

Debut soñado. Como el de Zizou contra Chequia, hace ya más de veinte años, o Ronaldo “el gordo” con el Real Madrid y contra el Alavés, ambos ingresando al césped en partidos que se habían puesto cuesta arriba anotando sendos golazos. O el de Michael Jordan, hace cuatro décadas y ante los Whasington Bullets, ahora Wizards. El día que cambio la NBA. Aunque no sé si para bien. El caso es señalar una evidencia: que estos mendas vienen con pergaminos. Recomendados por todo Cristo y siendo alabados hasta por la Rosalía trá trá. ¿Qué, qué? Y es que el primer álbum de estudio de esta gente surgida del distrito de Ciudad Lineal, en la capital del Reino, ha sorprendido por su fulgurante éxito. Se presentan ante nosotros con un propuesta sencilla y resultona, que lo mismo te lleva de viaje por lo mejor del sonido Manchester, como te regresa de un guantazo a la sobrevalorada movida madrileña. Pero hay que reconocerles varias cosas. La primera, que son terriblemente disfrutones. Y eso mola mazo. Y después está la cuestión de la valía de sus letras. En sus canciones lo mismo te hablan de cosas mundanas, como de religión o hasta de filosofía griega. Y así se nos re-presentan. Alejados de la alargada sombra de The Cure y de aquella oscuridad mostrada en los inicios. Ahora sí partiendo la pana. Por suerte para todos y especialmente para ellos, que son quienes más valorarán este éxito masivo de andar por casa.

19. Cola – “The Gloss”

El tío más flaco de Montreal ha decidido alargar la vida de este proyecto iniciado, al menos en cuanto a la cuestión nominal, hace un par de añitos. Incido en el tema del nombre porque me tiene perplejo. Me recuerda a lo de Artur Mas y el advenimiento del PdCat. El cuajo del ex President durante aquella rueda de prensa, cuando se esforzaba en convencernos de que su “nuevo” engender era un partido político que por supueeeeeeesto tenía que ver con la “desaparecida” CiU. Ahí estaba el tío plantao, to’ serio y casi sin inmutarse. Pues bien, aquí el Tim Darcy se ha sacado el mismo conejo de la chistera. Aplicando las enseñanzas del Moisés de Hacendado, pero sin necesidad de mudarse. Digo esto último porque me suena que Mas se marchó a ese cementerio de elefantes llamado Parlamento Europeo. A lo que íbamos, que esto de Cola no deja de ser la continuación de lo que fuera Ought, pero ahora en formato trío, para regocijo de quienes nos declaramos amantes de aquella/esta banda canadiense de post punk atractivo y sabrosón. Con este “The Gloss” reeditan esa fórmula elegante e hipnótica, repleta de ritmos y cadencias que nos retrotraen a los universos del kraut, ya presentes en aquel debut que no fue tal. Destacando por encima de todo, como ya ocurría entonces, el inopinado vozarrón de este Gregorio Samsa quebecois. Hace un par de años dije por aquí que el Bill Callahan escuchimizado y moderno había vuelto y que lo celebrábamos. Pues mira, ahí sigue. Incluso mejorado. Y lo seguimos celebrando.  

20. Pena Máxima – “Crudo”

Hete aquí con el segundo álbum de los hermanos Pablo y Julián Palomo Campesino, antiguos miembros de Autumn Comets, y esa suerte de slowcore ibérico que a veces remite a los hermanos Kadane, otras a Duster, pero también a Sun Kil Moon, a Slint e incluso a unos Jesu bajos de revoluciones. Usando un castellano con marcado acento de Castilla (obvio porque los tíos son de los Madriles), pero transitando en los lindes de un realismo mágico o hasta surrealismo mucho más de Gabo que de André Breton. Un disco que resulta terapéutico durante esas oscuras mañanas en las que me toca pillar el bus para ir al quinto coño a producir. Catártico no, lo que va después. 

21. IDLES – “TANGK”

El amor es la cosa. El amor sí. El amor en estos tiempos de mierda dominados por los Trumpeteros, los Bukeles, los Melonis y los Fachascales de la vida. Empresaurios fracasados metidos en política para forrarse, como fuera el caso del primer presidente negro de la historia de España (Los valencianos siempre fuimos vanguardia). Chupasangres sin escrúpulos que basan su éxito en odiar a todos aquellos a los que es más fácil, dando así con una solución simple pero claramente ineficaz a los problemas del pueblo, signifique lo que signifique esto último. Gran disco, sí señores. “Suavizados” en comparación con los cuatro capítulos anteriores de esta bonita historia post-punk-rock-arty bristoliana, gracias a la inclusión de synthes y la presencia de texturas de guitarra mucho más tranquilas. ¿Qué nos deparará el futuro? Quien sabe. Se admiten apuestas… Aunque también será bueno, no me cabe duda.

22. The Hard Quartet – “The Hard Quartet”

El debut homónimo de este supergrupo formado por Stephen Malkmus, Jim White de Dirty Three, Matt Sweeney y Emmett Kelly, supone una suerte de revival con aromas a lo mejorcito de los noventa, con Dinosaur Jr., Silver Jews, Sonic Youth, Sebadoh, Guided By Voices o los propios Pavement a quienes, por motivos evidentes, este plástico suena y mucho. También hay algo de power pop, de Big Star… Pero, sobre todo, esta cosa podría ser la colección de canciones incluidas en la versión extendida del “Wowee Zowee”, o en un disco de caras b de los Jicks. No siempre, o al menos no del todo, claro está. Y es que, aunque los propios miembros de la banda hayan insistido en no pocas ocasiones que son eso, una banda y no un supergrupo, ejem, en cada corte queda claro como uno de ellos lidera la carga y deja marcada su impronta. Y más allá de la alargada sobra de Malkmus sobre casi todo, también hay temas con unos rasgueos de guitarra que parecen sacados del proyecto “Superwolf” de Sweeney y Will Oldham. Incluso están esos momentos en los que rememorar al “Gone Glimmering” o al “Ride the Fader” de los nunca suficientemente reivindicados Chavez y a los que, mira tú por donde, voy a volver en cuanto acabe de soltar paridas.  

23. Meatbodies – “Flora Ocean Tiger Bloom”

Los chicos de Chad Ubovich, a quienes tuve la suerte de ver hace ya unos añitos y a quienes tenía programado volver a ver este 2024, pero cancelaron, me han sorprendido gratamente con este, su cuarto disco de estudio. Digo esto por lo siguiente… A ver, ahí continúa la psicodelia y el garage experimental escuela californiana. Por supuesto las similitudes con Ty Segall o King Gizzard and the Lizard Wizard y la huella de unos Black Sabbath o ese Perry Farrell pre-galletas on stage que tanto molaba. O sea, que eso no lo han perdido. Es más, lo del ex Jane’s Addiction igual hasta lo han ganado. Pero este menda había leído lo de que el tipo casi la palma por la drogaína y que este disco vendría a ser una suerte de redención musicalizada. Y eso da miedo. La peña que vende sus cosas con la cosa de dar penica, como que no me acaba… Cosas mía, lo sé. ¡Que ojo! Me parece brutal lo de quienes se muestran capaces de superar toda esta mierda de las adicciones. Admirable. Épico incluso. Pero de ahí a que me guste el olor de su mierda, pues como que no. Pero mira tú por donde que el fruto de ese periplo personal, la canalización de ese sufrimiento di merda, la resurrección del pavo, nos ha dado como resultado este fantabuloso viaje psicotrópico, pero sin drogas. Y parece que va en serio. Lo de sin drogas, digo. Como también que han parido su mejor álbum hasta la fecha. Vaya, que al final va a ser que sí me gusta el olor de su mierda.  , hasta me embadurnaría con ella. Bueno, esto no sé si lo digo tan en serio. ¡Menuda imagen mondieux!  

24. Omni – “Souvenir”

Omni son como Ca7riel, Paco Amoroso y la Geperudeta en un all in one memorable. Tengo claro que en este power trío, el amigo Yonker sería la Virgen, pero determinar quien representa a cada uno de los otros dos mamarrachos lo dejo para vosotros. Estoy seguro que Broyles y Frobos NO me lo agradecerán. El cuarto álbum de estos practicantes de la cosa post punk en su vertiente más traviesa y divertida, imbuidos tal vez del espíritu de Devo, desde la ciudad de la Coca Cola (pero sin amor), encapsula la esencia de lo que son y supongo que quieren ser. Y es que con este trabajo se consolida ese estilo característico que presenta como elementos fundamentales la precisión matemática, los ritmos juguetones, los riffs compactos y una buena dosis de mordacidad. Se trata por tanto del álbum que les reafirma como una de las propuestas más cautivadoras del género en la actualidad. Tratándose del primero de mis discos favoritos de este 2024, si atendiéramos exclusivamente a la cuestión temporal. Una aparición que, de tan temprana, quizás haya jugado en su contra a la hora de establecer una valoración y posicionarlos algo más arriba. Quien sabe… Una cosa que no tiene nada que ver, pero soy incapaz de quitarme de la cabeza, es que este “Souvenir” hubiera sido una banda sonora alternativa cojonuda para “Somebody Somewhere”. Sí, esa fantástica y marciana serie creada por los hermanos Duplass para HBO. ¡¡¡Perooo na’ que ver chaaaato!!! Lo sé… Me fascina igualmente. La serie. Y el disco.    

25. Adrianne Lenker – “Bright Future”

Con esta muchacha siempre todo bien, gracias. Da un poco igual que nos presente temas con su formación al completo, al frente de los ya fundamentales Big Thief, o como en esta ocasión, en un formato mucho más íntimo, que no desnudo, en el que se apunta hacia lo importante sin necesidad de florituras. El asunto es que ese “Bright Future” que da nombre a este trabajo, su quinto de estudio en solitario y eso sin contar epés y recopilatorios de caras a, b, c o d, traslada un mensaje engañoso a todo aquel despistado que se tope con la poética de esta señora por vez primera. Y es que no se me ocurre un presente musical más brillante que el exhibido por la artista de Indiana. Con todo, habrá quienes echaran de menos aquí las manos y las pollas de Meek y/o Krivchenia. No es mi caso os lo aseguro. Aun declarándome un ferviente concebollista, a veces apetece zamparse una tortilla de patatas sin aderezos. Bueno, acompañándola de una copita de buen tinto, claro.

26. Gabriel Ríos – “Playa Negra”

Este es el disco que hubiese firmado Devendra Banhart en este 2024 si el venezolano no se hubiera perdido en el camino y aun no sé muy bien ni cómo ni porqué. Viene protagonizado por un puertorriqueño aterrizado en Bélgica hace mucho y afincado no hace tanto en mi ciudad, cuya música poco tiene que ver con la que predomina en los tres territorios referidos. A ver, tampoco es eso, Puerto Rico sí está muy presente, obvio. Su música tradicional, la cumbia psicodélica, la salsa, amén de las letanías de los cantautores de la que fuera colonia española… Pero no Bad Bunny, ni Ozuna, ni Daddy Yankee, ni su puta madre. Un disco de degustación lenta, de trago largoooo… Quizás no tanto. Profundamente poético, con unas letras muy trabajadas y muy chulas sobre amores, desamores y mandangas del estilo. Esbozando un precioso universo que rezuma oscuridad dentro de la más absoluta claridad, en esa playa negra que da nombre al disco y funciona, brillantemente, como metáfora del todo. Si es que lo es…   

27. Drahla – “angeltape”

No recuerdo a quien escuché decir que, en los últimos años, esta cosa del post-punk había derivado hacia algo que haríamos bien en denominar de otra forma. He leído por ahí el término dance-punk que es como no decir nada, pero bueno, dado el caso, me podría hasta valer. De cualquier manera, parece evidente que en esta efervescencia de bandas que se etiquetan o a las que etiquetamos como tal, no son pocas las que desarrollan un planteamiento más enfocado al bailongueo frenético y/o a conducirnos a una especie de catarsis ruidosa. También es cierto que la idea, que no está mal tirada, no abarcaría todas las realidades de la escena. Vaya, que estando más o menos de acuerdo con ella, eso no significa que la angularidad y la frialdad característica del género o al menos de aquellos que lo definieron, haya desaparecido por completo. Y aquí es donde entraría este “angeltape”, segundo álbum de Drahla. Trufado de guitarras que cortan como acero toledano, líneas de bajo que rebotan más que una bola de basket del Aldi y una batería más penetrante que la mirada de Lauren Bacall en “El sueño eterno”. Si a eso le añadimos las explosiones de saxo discordantes y el protagonismo del spoken-word, tenemos como resultado un disco que se mueve entre el “clasicismo” del género y cierta experimentalidad en clave art-rock. Alejándose un tanto del terreno que habitan Dry Cleaning y acercándose, en cierta manera, al de Black Country, New Road. Que sí, vale, reconozco que en esto último igual me he dejao llevar un poco.

28. Being Dead – “EELS”

Guapérrimo trabajito el que nos ha traído esta parejita rica desde Austin, TX. Recomendación directa de mi nuevo disquero favorito de la ciudad, quien más o menos me obligó a pillar un plástico que, así a bote pronto, no me decía nada. Y que cuando lo puse a rodar por primera vez casi que tampoco. Pero mira tú por donde que, a fuerza de escuchas, la cosa fue creciendo hasta convertirse en un imprescindible de cualquier pinchada ejecutada en casa de los Naranjo-Vidal. Discoteca con capacidad para tres personas siempre y cuando una de ellas no pase del metro diez de altura. También admite mascotas. El caso es que este “EELS” acaba siendo un disco sumamente divertido. Que toca un montón de palos y siempre resulta. Desde el shoegaze al garaje, del punk al pop rock melódico, o al surf rock de los sesenta. Pasando de los B-52’s, a la locura de Mazes, al fuzz de Ty Segall, a aquello que mostraron los primeros Veronica Falls y hasta a la psicodelia de Olivia Tremor Control. En definitiva, a muchas cosas y todas ellas buenísimas.  

29. Buffalo Tom – “Jump Rope”

Pues esto sí que es un feliz reencuentro. Al nivel del protagonizado por Ke Huy Quan y Harrison Ford en la gala de los Oscar 2023, cuando quien interpretara a Tapón en “Indiana Jones y el Templo Maldito”, con lágrimas en los ojos, se abrazase a “tú, mucho divertido Dr. Jones”, tras recibir el premio al mejor actor secundario por la estimable “Todo a la vez en todas partes”. Que alegría volver a sentir aquello que uno sintió la primera vez que se topó con las historias musicadas de Bill Janovitz y demás. El caso es que “Jump Rope” es ya el décimo álbum de estudio de la banda de Boston. Y poco aporta a esa versión de lo alternativo, del rock noventas, con el que hicieron menos fortuna de la que seguramente merecían. No pasa nada. Es más, se agradece. Mantienen el mojo intacto. Siguen excitándome el pabellón auditivo. Mostrando esa bien ganada condición de banda de culto para todos aquellos que nos nutrimos de las fuentes del rock alternativo de los años 90. Cuando lo de alternativo tenía algún sentido, o al menos así lo percibíamos. Pues ahí siguen. Para deleite de pollaviejas resilientes, peluts a tiempo parcial, kalborotas militantes y canosos con nostalgia. Quizás poniendo la banda sonora de los nuevos Jordan Catalano y Angela Chase, ahora ya sin pelos rojos ni chaquetones de cuello de borrego. Aunque bueno, bien pensado, los de ahora estarán con Lola Índigo, Ana Mena y/o Taylor Swift. Eso en el mejor de los casos, que ya es triste. Pero más triste es robar que decía el otro.

30. boycomma – “Stress Starving”

Tremendísimo epé el que se han cascado estos californianos ’nanianos. Mejorando con mucho lo ofrecido en aquel debut del año 23. Seis nuevos temas, que serían siete si le sumamos “ditch”, cancioncita que no se incluye aquí pero que también han publicado durante el ejercicio. Y a cada cual más guapo. Perfilando un sonido que meteríamos dentro del denostado cajón del metal-core y sus destilados. Con un patrón de influencias sumamente marcado y que bebe los vientos hasta hartarse de los dos primeros álbumes de Deftones, a la sazón los mejores. Hasta el líder de la banda, el tal Brad Warriner, se imbuye del espíritu del putísimo Chino Moreno, especialmente cuando libera energía y se pone a berrear como un becerro de la dehesa berciana. Pero con esa influencia no se agota esta historia. Porque estas proto-estrellas del rock alternativo (al tiempo) son capaces de equilibrar toda esa energía con un puntito de cautivadora oscuridad y unas atmosferas DIIV ™, amén de coquetear con el noventerismo y el post-grunge añadas 20 y ss (y aquí debemos mencionar la aparición mariana que ha supuesto lo de Been Stellar este 2024).

31. The Lovely Basement – “Lazy Travellers”

Gentola de Bristol publicada por un sello discográfico del terreno: No Aloha Records. Un tercer elepé, creo, y os mentiría si dijese que tenía conocimiento de ellos por los dos anteriores. “Vuavesito”, que decía mi cría hasta hace cuatro días. Bonito trabajo de esos que deben disfrutarse de manera reposada. Esta vez no con copita de vino. Una decena de composiciones en las que se dibujan escenas y se transitan pasajes que parecen creados para relajarse en sesiones de domingo mañana, con el cafelito y las tostadas humeantes, pero sin el puto periódico ni cosa que se le parezca, que eixos fill de putes soles diuen metires. Ecos a la Velvet Underground, también a Yo La Tengo o hasta a Galaxie 500. Así pues, Bonico del tó, como el personaje al que ponía cara Carlos Areces en Muchachada Nui. No como el infausto verdejo de idéntico nombre, que es malísimo. Vaya, malo de morirse. O sea, que es claramente un disco de café y cigarro (muñeco de barro) y no de vino, pero si os apretara el alcoholismo y la necesidad de desayunar polifenoles y ésteres, que no sea con este matarratas.

32. Sunny Day Real Estate – “Diary at London Bridge Studio”

A ver, estos hijos de Satán llevan más de dos décadas jodiendo la marrana con que si regresan de entre los muertos, o prefieren seguir sacándole brillo a su inactividad con esa bien ganada condición de banda de culto. Lastimosamente ahora parece que tampoco vuelven. Este sujeto, después de rezarle a toda deidad conocida y hasta por conocer, ha decidido que ya está bien. Tiro la toalla. ¡Joer! Que esta vez parecía sí que sí. Que hasta presentaban una canción “nueva”. Vale, no tan nueva. Tan solo era el remate de un descarte a medio cocer en tiempos del disco rosa… ¡Qué tiempos! Pero bueno, nos valía. Como también el temita aquel que incluyeron en el split con Circa Survive allá por el 2014. Al final resultó ser otra jugada trucha más. En fin, conformémonos con lo mucho que nos dieron. También con lo poco que nos ofrecen ahora, para lo que podrían. Que es este “Diary” regrabado y un tanto modificado en alguno de los temas, en los míticos estudios de la ciudad que los vio nacer. Un disco que, además, incluye la mencionada “Novum Vetus”, que me parece un temarral. Ahora andan haciendo caja con la gira treinta aniversario de su álbum de debut. Habrá que colaborar y acercarse hasta Londres para verles. Hasta entonces nos consolaremos con la escucha de este magnífico directo, que no es tal, y que condensa todas las virtudes de la mitiquísima formación de Seattle. I l’any que ve més… O no.  

33. High Vis – “Guided Tour”

Tercer álbum de estos tipos duros y más feos que pegarle a un padre con un calcetín sudao. De Londres tenían que ser los cabrones. Críticos, negativos y fatalistas, además de bastante políticos, en la forma en que lo son otros compañeros de correrías como Drug Church, también presentes en esta lista, pero algo más arriba. Menos agresivos y más melódicos que estos últimos, eso sí. Más eclécticos que diría la crítica de tu reportero favorito, que no es Sulito aunque se lo haya ganado a pulso, ¡desagradecido! Y con una deriva un tanto ochentera en bastantes de los temas. Evocando a peña como los Simple Minds y os juro por mis muelas que no va de broma. Hasta algo de parafraseo rapero y de trip hop bastante decente se han atrevido a meter. El caso es que este tour guiado por las miserias socio – económicas, y por ende políticas, de la pérfida Albión, parece un punto de inflexión en el devenir de la banda. Lo veremos. Ahora toca disfrutar del brillante presente.

34. Pardoner – “Paranoid in Hell”

Epeazo… O sea, peaso de EP. Aunque solo fuera por ese alegato sobre el futuro de la música y el arte con el que abren: “I don't care about the future of music… I don't care about the future of music… I don't care about your bland innovation… Don't want to hear your song on my station… I don't care about the future of art… You killed the soul and you trampled the heart… Who gives a shit that you're all ditching guitars?... Maybe the journalist will make you a star… I was given a simple instrument… I don't care about the future of music… I don't care about the future of music… I don't care about the clubs in Manhattan… I don't care about Los Angeles fashion… I don't care you live a rodents life… Eat what other people leave behind… Your personality's a bargain buy… You only see yourself through strangers eyes… I was given a simple instrument…” ¡Brutal! El DIY. La oloreta a guapérrimos como Disq o Dumb. La rotundidad de los guitarrazos. Y ese autodesprecio tan punkarra. Ya estáis tardando.    

35. Ty Segall – “Three Bells”

Disco trescientos cincuenta y dos en la trayectoria del fenómeno de Laguna Beach. El que hace seis, o nueve, o doce este año. Y es que no hay manera de seguirle la pista al gachón. ¡Que productividad macho! Este es el modelo al que aspira Juan Roig para la economía del país. Cero pruebas, pero cero dudas. Dándole continuidad a esa sensibilidad melodiosa envuelta en ruido marca de la casa. Más psicodélico que nunca, eso sí. Además de tomar prestado un poco de la paleta sonora de Queens of the Stone Age. Y es que, aunque cueste creerlo, algunas melodías y riffs recuerdan muy mucho a lo ofrecido por la banda de Josh Homme. Por cierto, os confirmo que este es el álbum número quince firmado con su nombre. No se incluyen aquí los de Fuzz, Broken Bat and GØGGS, The Traditional Fools, Epsilons, Party Fowl, Sic Alps, The Perverts o The C.I.A. Ni cuarenta tacos ha cumplido el amigo. Poca broma.

36. Tatxers – “Ezpatei Disdira!”

Bonito disco de pop en euskera en el cual destacan las voces y no tanto el ruido, si lo comparamos con las cositas de Tatxers que había oído anteriormente. Ellos mismos lo reconocen en las entrevistas que han concedido. También las influencias de grupos que, curiosamente, sí resultarían ruidosos. Es el caso de los también navarros El columpio asesino, o de Triángulo de Amor Bizarro, pero también de Bad Nerves. ¿Es esto Jangle pop? ¿Simplemente pop? ¿Punk de baja intensidad? ¿Son una banda homenaje a los Smiths cantando en vascuence? Buenoooo… Tampoco es eso. Lo importante es que todo en este disco emite luz. Mucha. Una luz propia y brillante. Y si resulta así es, en gran medida, por lo bien acabadito que está. Un trabajo, el tercero ya de esta gente, redondito y sin aristas. Y que mola bastante, que al final es lo que importa. 

37. Reyna Tropical – “Malegría”

El disco de esta gringa de origen colombiano, o mexicana que vive al norte del río Bravo, o uruguaya que también he leído por ahí, contiene suficientes elementos como para que no me guste nada. Sin embargo, me encanta. De hecho, ha sido el protagonista de un buen número de sesiones privadas del único Lehmann Broda’ que queda en pie. Es un disco para bailonguear, eso es indudable. Es más, contiene un buen puñado de rolas discotequeras prestas a ser pinchadas en cualquier sitio que no sea el Killing Time. Bueno, depende del día igual también. Un álbum de afrobeat, tropicalismo, guitarritas y mexicanismos varios. Deduzco de esto último que la procedencia y/o ascendencia más acertada es la que sitúa a la Reyna por el país de Pancho Villa y Emiliano Zapata. Trabajo que además tiene un nombre muy chulo, “Malegría”. Palabro que escuché por vez primera en boca del Manu Chao pre-Celebrities -¡ay va que chorrazo!- para definir esa dulce y a la vez amarga emoción que se tiene cuando la alegría y la melancolía se funden en una sola sensación. Algo así nos explica alguien a sueldo de la Reyna en uno de los interludios, más o menos explicativos, intercalados entre canciones. 

38. Glass Beams – “Mahal”

Este epé te molará si también te molan Khruangbin y los Hermanos Gutiérrez. Si bien, respecto a estos últimos, el parecido resulta más forzado y solo si atendemos a una cuestión conceptual. Proyecto musical del multinstrumentista australiano Rajan Silva. De origen hindú y sino échale un ojo a la portadita que se ha cascao el amic. Cuestión esta que, si ya habías oído a Glass Beams, te resultará obvia y si no, pues por eso te lo cuento yo. Al frente de un enigmático trío de enmascarados que combina elementos propios de aquella tradición y por extensión de los sonidos orientales, sumándole la psicodelia y el surf. Segundo corto en una aún más corta trayectoria, con apenas nueve temas a sus espaldas, pero que promete y mucho. Hipnóticos por encima de todo. 

39. Cloud Nothings – “Final Summer”

Pues nada nuevo bajo el Sol, como siempre con esta peña y no me podría parecer mejor. Séptimo álbum ya en la trayectoria del cuarteto de Cleveland, computando la gloriosa colaboración con Wavves. Redundando en aquellos esquemas que les han otorgado fama y fortuna. Oseasé, sonido directo, visceralidad contenida (a veces no tanto) y melodías. Os advierto que la asociación de amigos de Dylan Baldi mantiene las puertas cerradas, no aceptando nuevos adeptos a la causa. Es lo que hay. Esto es para convencidos. Y bien que lo festejamos. Nosotros sí que somos la resistencia y no la piara de niñatos del facherío internetil. He de deciros que desde ya aguardamos el advenimiento del octavo episodio de esta gloriosa saga. Dylan Baldi es Dios padre, hijo y el Espíritu Santo. Dylan Baldi soy yo. El caso es que cuando lleva barba, un poco sí.    

40. Boeckner – “Boeckner!”

Boeckner es Dan Boeckner, co-artífice de aquella interesante banda que respondía al nombre de Wolf Parade. Este es su primer disco en solitario, o al menos al amparo de su propio apellido, el que le dio su padre y antes de este, su abuelo, tras ser legado por su bisabuelo, heredado de su tatarabuelo y así hasta el principio de los tiempos o hasta el momento fundacional de la dinastía de los Boeckner en los ventosos parajes de Escania. Un álbum de pop de guitarras, con cierta épica y sus dosis de dramatismo, en el que la melancólica y sumamente reconocible voz del artista canadiense, lo impregna todo.

41. Gustaf – “Package Pt. 2”

El paso intermedio entre Bodega y Dry Cleaning. Art-rock brooklyniano naniano (again!), apadrinado por los iluminados del Brooklyn Vegan y hasta por el puto Beck. Sí, ese Beck que estás pensando. Segundo álbum de una banda sophomore, nacida con la vitola de promesa colgada del cuello. Los beneficios de “surgir” del barrio más moerno de la Gran Manzana, supongo. El caso es que este novato de segundo año, si acaso se puede llamar de tal manera a quien ya no puede reunir tal condición, es un caramelet. Gustoset, divertido, hipnótico, pero con un halo de despreocupación que solo puede provenir de alguien que no se toma demasiado en serio a sí mismo, ni lo que hace. Aparentemente, que ya sabemos que en estas lides existe mucha pose y uno ya está curtido en mil escuchas. Más allá de las referencias iniciales, siempre personales, me dicen, me cuentan, me informan, me filtran, que esta peña emula o da continuidad, que queda mejor, a la New Wave neoyorquina. Desde luego a los primeros Talking Heads. También a Devo, que no eran de allí y tampoco tengo muy claro a que distancia está Akron de la capital del mundo. Creo que está en Ohio por lo que igual le podríamos preguntar a Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes que les parece el asunto. Ya para acabar, un pensamiento a vuela pluma. Algún día deberíamos darle una vueltecita a la introducción de esa mierda de palabros que nos ha impuesto la macdonalización del mundo. En este caso el ya desaparecido David Stern. “Sophomore” macho. Que encima viene del sofismo o sofista griego. ¡’amos no me jodas!    

42. Ducks Ltd. – “Harm’s Way”

A estos los cogí con la hostia de ganas, pero con el transcurrir del ejercicio, mi entusiasmo se fue apagando. Son demasiadas cosas y no doy más de mí… Qué voleu xé? Triste. Porque el disquito está guapísimo, como estoy confirmando ahora, tras retomarlo e incorporarlo a la banda sonora que me viene acompañando estas semanas mientras suscribo estas líneas. Jangle pop fresquito y muy directo, que remite a taaaantas cosas... Y todas ellas buenas. ¿Violent Femmes? ¡‘enga va, pónmelo!  

43. PREGOBLIN – “PREGOBLIN II”

Pues mira, aquí se da la misma circunstancia que con el de Ducks Ltd. Me reitero en lo dicho pues. También muy triste. Pero más triste es… ¡calla pesao!  La colaboración entre Alex Sebley y Jessica Winter continúa firme en aquel empeño iniciado hace ya unos añitos. Ese que combina elementos de indie rock, de psicodelia y un pelín de electrónica. En este nuevo disco, el dúo londinense no rehúye la experimentación, siempre sugerente, a veces la hostia de rara. Las pistas suenan a mil cosas diferentes, desde americana, al revival disco del “Seeing Other People” de Foxygen, al Beck más introspectivo, e incluso a Rufus Wainwright. Inexplicablemente todo resulta bastante coherente.

44. Nada Surf – “Moon Mirror”

Nada Surf fan lo de sempre i continúen fent-ho bé. Pero que molt bé! Esa inigualable luminosidad pop, aun en sus momentos más dramáticos, amén de esos estribillos que hacen las delicias de los fans, como servidor, y también la harán en el caso de los oyentes ocasionales. La enésima gemita pop facturada por Dani, Mateo e Ira. Bueno, por el otro también. Y ya he perdido la cuenta de cuantas van. Tampoco le vamos a pedir peras al olmo a estas alturas. Esto es lo que esperábamos del trío/cuarteto neoyorquino y eso es justamente lo que vuelven a ofrecer. Son ya muchos años formando parte de la banda sonora de mi vida. Gracias por tanto.   

45. Langmaker – “Langzamer”

El año pasado y con ocasión del lanzamiento de “The Noon and Midnight Manual”, anterior largo de esta joven formación británica, ya os decía que en este espacio bancamos a muerte a The Districts, a Pavement, a Vampire Weekend y a Langhorne Slim, y con eso estaba todo dicho. Bueno, pues casi, pero no. Porque no os hablé de otra cosa que desde aquí también apoyamos a muerte: el alt-country. O bueno, realmente sí se hizo, ya que la etiqueta viene en el ADN de alguna de las referencias escogidas. Pero parece evidente que no pusimos el énfasis necesario. Desde luego que remarcarlo ahora, tras disfrutar de este “Langzamer”, se torna una necesidad imperiosa. Y es que el tercer trabajo de la banda de Bristol supone un magnífico ejercicio de esa cosa. Un disco en el que todo tiene un lado confuso, llegando a derivar en algunos tramos hacia sonoridades próximas al garaje, pero sin salirse del sendero trazado. El que lleva a las grandes llanuras del medio oeste desde la capital de uno de los cuarenta y siete condados de Inglaterra.

 46. Mohama Saz – “Máquina de Guerra”

El quinto álbum de la formación madrileña más mediterránea, incide en la idea de exprimir sonidos orgánicos y tribales, atravesados por pinceladas de psicodelia de vanguardia y rock andalú. Flipándolo mucho, como es la tónica habitual de este menda y este espacio muerto, lo de MoSaz vendría a ser como si unos Glass Beams feat. los Amaya, inspirados por Jesús de la Rosa y alguno de los Lomax, transitando desde la América rural hasta orillas Adriático, pasando por los campos de Castilla. Voces corales que evocan tanto a la cosa arábiga como al flamenco, pero también a los zampabollos del Monasterio de Santo Domingo de Silos o a los figurantes de una peli de Kusturica. Y así es como, sintetizadores, percusiones y repeticiones mediante, se van dibujando las líneas de esta “Máquina de Guerra”. Máquina de guerra buena, buena. Poco que ver con la que ha montado el asesino Netanyahu. En fin, nada nuevo bajo el Sol si ya seguías la trayectoria de estos mesetarios sensorialmente afincados entre las playas de Rafalcaid y Les Albaranes. Y bien está que así sea. Lo de los músicos, obviamente, no lo del puto nazi sionista.   

47. Derby Motoreta’s Burrito Kachimba – “Bolsa Amarilla y Piedra Potente”

No hace mucho vi un documental del Netflix en el que se hablaba del pergolero de Macgregor. Para los que no sean amantes de los pardals, se trata de un ave endémica de las selvas de Nueva Guinea, que es capaz que imitar casi cualquier sonido que se proponga. Eso abarca tanto los sonidos emitidos por cualquier pájaro, animal que se cruce en su camino, como seres humanos, incluyendo aquí los ruidos que causamos fruto del manejo de artilugios y cacharros de todo tipo. De hecho, hay un momento del video en el que el bichejo emite el sonido del bullicio provocado por unos niños jugando en un parque. En otro reproduce fielmente el golpeo de un hacha sobre un tronco. Incluso imita perfectamente a un depredador lejano, porque encima es capaz de modular para simular distancias, asustando a un jabato que pretendía destruir su construcción para el cortejo. Y de esta cosa hablaremos al final. El tema es que la imitación es cojonuda. Llegando a mejorar el original. Y aquí es cuando entra el nuevo disco de DMBK. Que es flamenco, psicodelia, rock progresivo y stoner, como de costumbre. Que imita a King Gizzard pasado por el tamiz de Triana y su inmenso legado. Y que los supera y que me perdonen los puristas. También los ornitólogos. De hecho, vista la línea ascendente de los “inventores” de la kinkidelia y la descendente de los aussies, tengo pocas dudas de esto último. Y ahora lo de la columna de palitos, hojas y resinas, erigida con denuedo para impresionar a les pardaletes y que estas caigan rendidas a sus patas. Un mamotreto que tarda nosecuanto tiempo en construir y cuyo resultado final es impresionante. Pues tres años han tardado estos pardalets en acabar el suyo. Os podréis imaginar cómo es la cosa.        

48. Girls in Synthesis – “Sublimation”

Uno de los tesorillos peor guardados de la siempre bien surtida escena londinense. Tres amantes de la fotografía monocromática, los ritos funerarios, la cosa gótica, la rabiosa melancolía, el ritmo motorik, las atmósferas sobrecargadas, Siouxsie and the Banshees, Joy Division y hasta The Cramps. Quasi res porta el diari! Prolífica sociedad de gente triste y cabreada con aversión a los colores de la vida, si exceptuamos esos tonos que van del rosado al rojo fuego, que seguro incursionan en sus jetas durante esos veranos en Benidorm, Santa Pola, la Vila-Joiosa, Xábia, Cullera o Gandía. Bien regados de birrámen, vinatxo y radiaciones ultravioletas, pero escasos de protector solar.  

49. Helado Negro – “PHASOR”

Este álbum aparece incluido entre lo mejor del año en prácticamente todas las listas de la gente guapa. Y como a este menda a guapo no le gana nadie, pues aquí lo tenéis también. ¡Ea! Helado Negro es el proyecto musical de Roberto Carlos Lange, un gringo hijo de inmigrantes ecuatorianos y residente en Brooklyn, cuyo concepto musical se desarrollaría entre la psicodelia, el pop de autor, la electrónica aterciopelada y el latin jazz. Empleando tanto el inglés como el español en sus composiciones. Este “PHASOR”, que es el segundo disco de él al que he prestado realmente atención, es pura exploración sensorial e instrumental. Sin embargo y aunque pudiera deducirse lo contrario de lo que he dicho, es un trabajo muy accesible. Para todo tipo de paladares, tanto para aquellos que buscan fardar de intelectualidad cuando arriman cebolleta, como para quienes solo pretenden poner algo agradable en el reproductor, dejarlo rodar y relajarse en el sofá. También vale para hacer como Robert Smith y moverse como una palmera… suave, suave, su su suaveLo mejor que le he escuchado a este muchacho hasta la fecha. Quien, por cierto, tiene un look to’ guapo que lo acercaría al clan Bixler-Zavala. También podría ser el hijo simpaticote y bonachón del jeta de los Melvins.

50. Enemic Interior – “Enemic Interior III”

Nota de prensa: Punk Oscuro mezclando lo emotivo y lo lúgubre, lo melódico y lo oscuro, un punto musical muy personal, pegadizo y único donde el Punk, el Post-Punk e incluso elementos de Death-Rock se encuentran. Letras introspectivas y con un toque poético cantadas en catalán”A vore… Van a degüello. O “a degollament” (Això es pot dir?). Cinc cançonetes. Set minutets.  Passa en un bufit. Queda l'energia. I la mala llet. I per descomptat les ganes de més.  Clar I català. Entesos?  Ah! Que no. Doncs que t'ho traduïsca el Google, liloi.

51. Chelsea Wolfe – “She Reaches Out to She Reaches Out to She”

El séptimo elepé de la artista californiana, tras cuatro años de silencio discográfico, nos devuelve a la Chelsea Wolfe del “Hiss Spun”. Es decir, fluyendo hacia una exploración a sonidos mucho más electrónicos que en sus comienzos. Va de la mano de David Sintek, productor y miembro fundador de TV on the Radio, y la cosa se nota mucho. Tanto que, las diez canciones que integran este trabajo vienen impregnadas de elementos propios del trip hop y del rollo industrial. Amén de la intensidad, el dramatismo y la oscuridad de la cosa gótica, que al final son la columna vertebral del proyecto musical. Hay ecos muy evidentes a Beth Gibbons y a Portishead, pero también a Bjork, quizás lo que más. Y a Nine Inch Nails. Apuntando hacia lo local también, me viene a la mente aquellas formas de Mariona Aupí en el “My Black Dress” de Fang. Poco se reivindica el discazo de estos catalanes hoy día ocultos al fondo del baúl de los recuerdos… También a la Billie Eilish adolescente… Hasta en el título… ¿Cómorl? En serio, hay algo ahí que entronca con el bonito halo de oscuridad electrónica que envolvía las canciones del deslumbrante debut de la estrellita mundial.    

52. Girl and Girl – “Call a Doctor”

El otro descubrimiento de este 2024 que le tengo que agradecer al pesado de mi nuevo disquero favorito, es el escrito, compuesto y cantado por este John Darnielle de Hacendado que responde al nombre de Kai James. Recuerdo pocos álbumes de debut, si es que este realmente lo es, que no lo tengo del todo claro, que resulten tan divertidos y ambiciosos al mismo tiempo. El chavalín, australiano, como casi todo lo bueno que nos viene llegando de un tiempo a esta parte, se ha rodeado de un par de colegas y de su tía, que es la batería, desarrollando un álbum de rítmica vibrante y riffs de guitarra contagiosos. Lo mismo me recuerda a The Mountain Goats, como a Parquet Courts y en algún punto hasta a los Strokes. Así pues, lo dicho… Muy chulo.

53. Jack White – “No Name”

A Jack White le presto mucha menos atención de la que debería y desde luego merece. Cualquier cosa que saca me parece brillante y lo que es más importante, me hace disfrutar. Me interpela, que nos gusta decir ahora. Sin embargo, quizás por cierta sobre exposición del personaje, o hasta por hastío, últimamente lo he ido dejando orillado en ese lugar al que van a parar las cosas con las que me tengo que poner más tarde. Esas a las que cuesta hallarles el momento. De hecho, muchas veces ni lo encuentro, como con la retahíla de libros que se van acumulando en la balda superior de la estantería al lado de mi cama. Todo esta mierda de disculpa viene a cuento, para contar que lo nuevo del guitarrista de Detroit me parece muy bueno. Suponiendo una vuelta a la casilla de salida, es decir, a aquel garaje adictivo con el que se dio a conocer junto a su Meg, en el seno de mis añorados White Stripes. Menos experimental que en sus últimos lanzamientos, Jack se centra en lo que mejor sabe hacer, guitarreo sin límite y golpeteos furiosos. De hecho, es el disco más White Stripes que ha sacado desde que se separaran y con mucha diferencia. Y yo que me alegro. Y más que lo haría si no fuera tan gilipollas y me hubiese metido en él desde el principio. Cuanto daño causó el puto Axl Rose y su nula comprensión lectora, cuando le dio por aquello del “Kill your idols”.  

54. Sal del Coche – “Ciudad de Polvo”

Bilbotarras sin mullet trepanando cerebros con fraseos en la onda más punky de Mike D o del líder de la Torcida Jovem del Santos FC. Experimentación extraña en torno a bases machaconas que van y vienen entre lo agresivo y lo atmosférico, más una serie de derivadas jazzy que evocan a peñica guapa como los Como Asesinar a Felipes, o los también chilenos La Brígida Orquesta (Aquí os he metido la cuñita exótica). Una propuesta musical que de tan ecléctica se pasa el juego. Inclasificables para bien y con buena prosa, en castellano y en euskera, para disfrute de Josu Jon Imaz quien bajo ese rictus serio, esos trajes de mil pavos y esa tarjeta de empresa sin límite de gasto, seguro esconde a un buen amante de los sonidos experimentales y de la energía desbordante de sus paisanos. ¿Te imaginas?

55. Hermanos Gutiérrez – “Sonido Cósmico”

El título de álbum mejor puesto en la historia de la música. Y sino, por ahí andará… Dos hermanos suizos, de origen ecuatoriano, a quienes conocimos puestos de peyote mientras transitaban por el Mojave, ahora dejando atrás aquel desierto para atravesar el cosmos. Transformados en una suerte de Föllakzoid de la frontera (y no es un chiste de Chiquito, lo juro). Como aquel entrañable compositor de corridos que protagonizaba los “Trabajos del Reino” de Yuri Herrera, poniendo banda sonora a un viaje, más espiritual que real, con el despliegue de sonidos áridos, mística latina y guitarritas country. Unos paisajes sonoros musicales que beben de la herencia de muchísima gente y en los que se nota la mano de Dan Auerbach, a la sazón productor del disco.

56. Maruja – “Connla’s Well”

Cinco temas, poco más de veinte minutos y con eso les basta para dejar claras unas cuantas cosas. La primera que el saxo musicalmente mola. Y esa cuestión va más allá del jazz y de la música escogida para las escenas de folleteo en el cine de los ochenta y primeros noventa. La segunda es que los guiris, dentro de este rollo experimental, están produciendo cosas chulas. De hecho, si le metes un poquito de punk, un muchito de spoken word, una mijita de jazz, dos medidas de rock y un golpecito de funk, te puede quedar un cocido la mar de sabroso. Que se lo digan a Opus Kink, por poner solo un ejemplo reciente. O a… Y aquí va la tercera: Black Country, New Road que estás en los cielos... santificado sea vuestro nombre... venga a nosotros vuestro reino... hágase vuestra voluntad…  Y eso es todo lo que tengo que rezar, que como lea esto algún pre-mental de Abogados Cristianos, aun la vamos a tener.

57. Carolina Durante – “Elige tu propia aventura”

El tercer disco del cuarteto madrileño, es un ejercicio de continuismo dentro de una trayectoria musical, que parece concebida a modo de homenaje a lo que fueron y seguirían siendo Los Nikis si ellos quisieran. Frescura pop y descaro punk, amén de unas letras ácidas que nos introducen en situaciones anecdóticas y cuestiones absolutamente mundanas que no podrían estar más alejadas de la pomposidad de otros coetáneos de la escena. Y sí, me estoy refiriendo de nuevo a esas bandas que tanto gustan a personas a las que no les gusta la música, pero sí los festivales. Con todo, es en esto último, en lo de la lírica que no en lo de los festimales, donde se aprecia una evolución en lo ofrecido por las huestes del Diego madridista. Y es que, aunque siguen luciéndose con canciones destinadas a ser futuros himnos de estadio, ahora se alejan un tanto del cariz desenfadado que lucían antaño. De ahí que, aun resultando igual o más divertidos que siempre, se aprecie aquí una onda más introspectiva y cierto desencanto vital. La cosa de las decepciones, sean estas amorosas o de cualquier otro calado, que a modo de colección de cicatrices ya van surcando el cuerpo de cuatro chavales que ya no lo son tanto. Por cierto, el corte en el que colabora la Rosalía es un pepino. ¿Qué qué?

58. Hayden Pedigo – “Live in Amarillo, Texas”

El hombrecillo este tocando la guitarrita, embutido en el Stetson de rigor, en el auditorio de un poblacho de nombre tan maravilloso como Amarillo (o Amaril.looooooou, que no Yellow). Pero el de Texas, que no tiene que ver con la obra homenaje al amigo del gran -en todos los sentidos- Félix Romeo. Calidez a la manera de William Tyler y devaneos en un espacio-tiempo por el que transitarían John Grady Cole primero, Billy Parham después y más recientemente Alejandro y Estevan Gutiérrez, también presentes en esta lista. Estos últimos sin caballos. Al final la peña aplaude con las orejas, como no podía ser de otra forma. 

59. Gouge Away – “Deep Sage”

Otros hardcoretas con referencias a los Pixies, mejorando lo presente. En este caso el engarce viene desde el propio nombre de una formación nacida en Florida, que homenajea a aquella canción con la que Black Francis & Co. cerraban el mítico “Dolittle”. Por cierto, que de Florida también salieron Pitbull o Jason Derulo, con los que esta peña tan solo tiene que ver en la referencia al “estado del Sol” en el carnet de conducir. Sí con los seminales Will Haven, que son de Sacramento, quedando algo más lejos. Y es que el tercer álbum de Gouge Away pareciera como el calentamiento de un partidillo a disputar por los chicos de Grady Avenell. Los preliminares antes del folleteo. Y no lo digo en plan mal, eh, sino todo lo contrario. Que el fútbol es una mierda y follar está sobrevalorado y lo sabéis. Sobre todo cuando no se… En fin, Sulókez, centrémonos… Vaya, que la propuesta de Gouge Away vendría a escenificar el estadio inmediatamente anterior a la puesta en escena de trallazos como “Slopez”, “I’ve seen my fate” o “Soul Leach” de los ya mencionados por absolutamente seminales WHVN. A ello contribuye el esfuerzo en desgañitarse de Christina Michelle, la front-woman de la banda… O lideresa, que suena más castizo, aunque con ello nos venga a la cabeza la HDGP de Esperanza Aguirre. En fin, un gran disco de hardcore, intenso y rabioso, que coquetea con ciertos noventerismos y hasta con L7, que, aunque también destacaran durante esa década, podrían haberlo hecho en cualquier otra. Por cierto, que Obituary o Gram Parsons también nacieron en Florida. No va a ser mugre por allá abajo, leñe.

60. Hurray for the Riff Raff – “The Past is Still Alive”

El disco más americana de Alynda Segarra, se cuela al final de esta lista. Y seguramente merecería una posición mejor. Más cerquita de su amiga Katie Crutchfield, cuyo último trabajo comparte bastantes elementos con este. La diferencia es que con el de Waxahatchee caí rendido de inmediato, mientras que en este me costó entrar. Y aun no sé bien porqué, considerando que estas últimas semanas lo estoy escuchando en bucle. Lo cierto es que la puertorriqueña mantiene las uñas afiladas y las muestra a conveniencia, como viene haciendo a lo largo de toda su discografía, si bien, ahora se nos presenta un tanto más cálida, reflexiva, incluso espiritual. Tirando de texturas folkies para abordar los mitos y las tragedias estadounidenses. Un disco que crece con las escuchas y del que guardaré mejor recuerdo conforme pasen las semanas. Eso seguro.

61. Be Safe – “Unwell”

“This is the end, my only friend…” que cantaba el brasas de Jim Morrison allá por el Pleistoceno medio. Y lo hago con esta chulada de disco que rezuma melancolía y nostalgia del indie de los noventa. Slowcore, post-rock, emo… que encuentra inspiración, como no han tenido problema en admitir, en lo desarrollado por bandas como Slint, Death Cab For Cutie, Mogwai, Karate o Duster. El caso es que a mí también me recuerdan a Twothirtyeight y bastante, pero bastante, a los suecos Cobolt. Hasta Cobolt han salido en esta lista. ¿Quien da más? Ah! ¿pero alguien se acuerda de Cobolt? Pues eso…

 

Y hasta aquí llegó la cosa. L’any que ve més. No han entrado ni Nick Cave, ni The Cure, así que os jodéis. Aparte de eso, desearos un feliz 2025. A vosotros sí, aunque solo seáis cuatro gatos mal contaos. Espero que sea algo mejor que el que se nos fue anteayer. No parece difícil. Especialmente para todos aquellos a los que, directa o indirectamente, sacudió la tragedia en l’Horta Sud y en las Riberas, hace poco más de dos meses. Y es que más allá de la afectación a amigos, conocidos y algún compañero, este menda es de un pueblo de la Ribera Baixa y actualmente vive a dos quilómetros y medio de la zona cero. Puta barrancà. Y puto Mazón. En fin... Os dejo la playlist aquí al ladito, por si os apetece ponerla mientras leéis esta cosa interminable... Aunque si habéis llegado hasta aquí... Bueno , escuchadla. Al final lo único importante es la música.   

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