En primer lugar porque tú no la has visto y yo sí. Y porque te lo digo yo y tú te lo has de creer. Y es que en este espacio Suloki rules y ya es hora de metértelo en la chola. “Whiplash” es una puta maravilla que no debes pasar de ver.
Aparte de eso, que no es poca cosa, y por si acaso estás tan loco como para no fiarte de mí, otro motivo es el tal J.K. Simmons. El papel de este tipo, poniéndole cara y muchas más cosas al profesor Terence Fletcher, es una auténtica burrada. Está de 10. Hacía tiempo que no veía una interpretación tan rotunda, tan enérgica y nervuda, tan sobresaliente en definitiva.
Porque la ejecución del film, su ritmo, el montaje, el desarrollo narrativo… es perfecta. Una obra de relojería. Un capitel corintio trepanado por un maestro de la segunda edad de oro de Bizancio. Con ese ritmo que puede parecer pausado, pero que siempre resulta vibrante. Por aquello de la tensión musical no resuelta, que viene a ser como el reverso intelectualoide de las cosas del querer follar y no poder…
También porque “Whiplash” no es una película de jazz ni sobre el jazz, aunque pudiera parecerlo. Nos ahorra así las dos horas largas de rigor en torno a ese género musical tan poco cinematográfico. Ahora darme de hostias por lo que acabo de decir, pero sí, me ratifico en lo dicho. Exceptuando la excelsa “Bird” (Clint Eastwood, 1988) y quizás “Ragtime” (Milos Forman, 1981), el resto de películas cuyo argumento gira en torno a este mundillo y sus figuras son un truño de tres pares de narices. Y no me refiero a cintas en las que se toca ese tema de refilón, como trasfondo o excusa para relatar cualquier otra cosa, ni tampoco aquellas cuya banda sonora recurre a cadencias jazzísticas, ya me entendéis. Por cierto que “New York, New York” y “Cotton Club” son un peñazo por mucho que vengan firmadas por Scorsese y Coppola respectivamente. Amén.
Porque como defendía alguien en el Jot Down, “Whiplash” realmente “es una película de psicópatas en la que la bodycount está al mínimo posible y ocurre de manera colateral”. Y a mí me gustan mucho las psycho movies. Amén (again). En este sentido, los arrebatos de furia desencadenada del amigo Simmons son la hostia…
Porque la fotografía, sombría y repleta de claroscuros, es preciosa. La firma un/a tal Sharone Meir y le va que ni pintada al mal rollo generalizado en el cual se desarrolla todo.
Y ya para acabar, por la lectura crítica que podemos extraer de la misma. Me refiero a esta sociedad nuestra consagrada por y para el éxito al coste que sea. Aquello de ser un sempiterno winer aunque ello suponga ir sembrando el camino de cadáveres. Y es que, como nota despiadada sobre el coste del éxito, también sobresale “Whiplash”.
And that’s all folks!!!
sábado, 23 de mayo de 2015
Por qué Whiplash es una puta barbaridad aunque tú no lo sepas…
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Maravillosa entrada, herr doctor!
ResponderEliminarCoincido plenamente en afirmar que esta película es excelente. Un tour de force interpretativo, porque el chaval también lo hace genial y con muchas cosas a analizar, pero sobretodo tremenda por ese enorme papelón que se marca el bueno de Simmons, un actor al que profeso devoción desde que interpretara a aquel nazi tan cabrón en la serie 'Oz'.
Aprovecho para recomendarte otro título de este enorme intérprete, que no es muy conocido y que me encantó, aunque el personaje es muy distinto.
Bueno, mejor busco el enlace de YouTube y te lo mando vía 'caralibro'.
Cenks... Te contesto por caralibro mangurrián de la pradera...
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