Mi más absoluta sorpresa ante la legión de fans que atesora Devendra Banhart en la ciudad en que me toca vivir. Y es que, fue anunciarse que la gira del compositor de “Mi negrita” tendría parada en Valencia y que las entradas se esfumaran en cuestión de segundos. Yo alucino con las cosas que pasan aquí, la verdad… ¡Ni que vinieran los putos Beatles revividos! Luego en la mayoría de conciertos que se celebran en cualquiera de los diecinueve distritos de la ciudad, no aparece por allí ni el Tato. Los cuatro habituales de siempre, más algún borracho despistado que se deja caer. Aunque bueno, no sé qué carajo hago trinando, siendo uno de los que se afanó en agenciarse dos boletos para el show del artista gringo-venezolano.
No soy muy de Devendra Banhart, la verdad. Su estilo musical, mezcla inclasificable en la cual se funden elementos del indie más prototípico, el pop psicodélico, la tradición folkie norteamericana y hasta cadencias tropicales, me parece original pero raramente me emociona. Es más, en una carrera de más de diez años con otros tantos álbumes a sus espaldas, no extraigo más de seis o tal vez siete temas que realmente me emocionen. Eso sí, gran parte de las que me gustan se incluyen en su creación más reciente, el álbum “Mala”, publicado hace un par de años. Hete aquí con un buen motivo para correr como un groupie tras la pista de las entradas. Bueno, por eso y también por el formato anunciado. Y es que la gira se había vendido como íntima. Una especie de reunión cumbayá de dos colegas, el Devendra y Andy Cabic de Vetiver, consagrada a desgranar su repertorio en acústico. Encima el bolo se habría de desarrollar dentro de un teatro. ¡Vaya! Al final había sobrados motivos para asistir.
La cosa sucedió el pasado sábado, en el coqueto teatrillo del Centro Cultural Las Naves. Pero por culpa de la feliz resaca electoral se me olvidó rematar un post que ya tenía más o menos esbozado esa misma noche. Como he comentado el show se produjo el sábado en plena jornada de reflexión y no me gustó demasiado. En ocasiones eso pasa y uno desconoce el motivo o motivos, o sí que los conoce pero es incapaz de entender el porqué. El caso es que, a pesar de todas las reservas expresadas en párrafos anteriores, iba convencido de que disfrutaría. Pero no. Me aburrí bastante. Aquello me pareció un rollo tan solo animado en momentos muy puntuales, como tras la fase de ruiditos made in Banhart que precedieron a “Angelika” o durante la deconstrucción de “Brindo”. Quizás también con “Quédate Luna”, para este menda lo más decente de la velada musical. Pero poco más. Escasos motivos de alegría. O bueno sí, ya que hubo algo más de entretenimiento, si bien poco tenía que ver con el motivo que nos congregó allí. Me refiero a la tropa de alcohólicos y meonas incapaces de permanecer más de un minuto en su asiento, disfrutando –o no- del concierto y sobretodo -¡por encima de todo!- respetando a los músicos. Y es que aquello fue un trasiego continuo de peña trotando por los pasillos del patio de butacas, compitiendo por ver cual de todos era más torpe y más ruidoso, como si en lugar de seres humanos fueran una manada de ñus cruzando las llanuras del Serengeti. En fin…
Una auténtica lástima porque estoy seguro de que Devendra y su colega no estuvieron tan mal como yo lo he pintado. Que es ni más ni menos que como yo lo percibí ergo como fue (jejeje). También es verdad que los demás salieron sumamente pagados del encuentro. Incluyendo entre estos a los "homo-ñus" de las plateas. O al menos esa impresión me llevé. Me alegro por ellos. Lo celebro. Una pena que yo no fuera capaz ya que tanto el escenario, como el formato elegido, parecían ideales para el lucimiento. Y por supuesto el siempre agradable petit comité. Joder, si hasta mi ubicación, en una privilegiada segunda fila y bastante centrado, era cojonuda… Ni por esas.
martes, 26 de mayo de 2015
Devendra & Cabic en Las Naves
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