Michel Houellebecq es un grande de las letras francesas, lo tengo claro. Alguien a quien merece la pena leer y mucho. Y eso a pesar del libro de poemas que ahora se ha cascao y que justifica la presente entrada. Una obra que, ya os anticipo, no me ha gustado nada de nada. Se trata de “Poesía” (¡cortita y al pie!) y en el se reúnen "Sobrevivir", "El sentido de la lucha", "La búsqueda de la felicidad", y "Renacimiento", los cuatro poemarios escritos hasta el momento por este controvertido novelista, poeta y ensayista nacido en la Isla de Reunión hace ya cincuenta y cuatro primaveras.
Pasando por alto las constantes polémicas en las que se ve envuelto, absolutamente interesadas y que le vienen fenomenal a su bolsillo y al de sus editores, es evidente que cada lanzamiento firmado por Houellebecq supone un acontecimiento literario. Porque Houellebecq es ante todo un provocador, un polemista, un rebelde, pero también un crítico mordaz con la realidad que le rodea y un azote para las mentes bienpensantes. Y eso es bueno, ¡muy bueno! ¿Es también un misógino, decadente y reaccionario? ¿Un islamófobo? Pues no lo sé tíos, pero me da un poco igual. Sus escritos merecen ser leídos siempre, aunque tan solo sea para poder criticarlos. Por ese motivo me leí “Poesía”. Bueno, por eso y porque, según el propio autor cuenta, antes de convertirse en novelista era ya un poeta y en su poesía es donde realmente se concentra su saber y su modo de entender y relacionarse con el mundo.
SIESTAVale que el Houellebecq poeta ha escrito cosas absolutamente maravillosas como esta de aquí arriba. O esta otra aún mejor. Pero es un espejismo. Tras leer el tocho afirmo que, como poeta, Houellebecq es un autor prescindible y su obra sumamente discreta. A ver, es innegable que en ocasiones el francés acierta e incluso en sus peores momentos es capaz de regalarnos algún párrafo brillante (“La mañana era clara y profundamente hermosa; / Tú querías preservar tu independencia. / Yo te esperaba, mirando a los pájaros: / Hiciera lo que hiciese, habría sufrimiento.”). El problema es que la tónica general es otra.
Los gestos esbozados acaban en sufrimiento
Y al cabo de cien pasos nos gustaría regresar
Para recrearnos con el dolor del alma y echarnos,
Pues el cuerpo del dolor hace pesar su presencia.
Fuera hace mucho calor y el cielo está espléndido,
La vida arremolina los cuerpos de los jóvenes
A quien la naturaleza llama al festejo primaveral
Tú estás solos, perseguido por la imagen del vacío,
Y sientes el peso de tu carne solitaria
Y ya no crees en la vida sobre la Tierra
Tu cansado corazón palpita con esfuerzo
Para devolver la sangre a tus miembros tan pesados,
Te has olvidado de cómo se hace el amor,
La noche cae sobre ti como una pena de muerte.
La prensa más houellebecqista, aquellos plumillas que han llegado a calificarle como una especie de Celine del siglo XXI, dicen que en su “Poesía” Houellebecq demuestra ser un poeta lacerante, implacable, desgarrado, tragicómico, de grito, provocador, nihilista, incorrecto. Vamos, exactamente lo que ha dejado patente en sus seis novelas hasta el momento, y en sus numerosas reflexiones en forma de artículo o ensayo, pero no aquí. Entre otras cosas porque en demasiados textos ni siquiera se le entiende y sus gritos, lanzas, soflamas, quejidos y dardos envenenados se pierden en un universo interior inescrutable para cualquiera menos para él. Tal vez la clave radique en la siguiente afirmación hecha no hace tanto por el propio Houellebecq: "escribir poemas no es un trabajo, sino una carga". Una carga que se ve obligado a sobrellevar, pero que es difícil de compartir. Pues eso.
“Soy como un niño sin derecho a seguir llorando,
Guíame al país donde viven los valientes
Guíame en la noche, envuélveme en un hechizo,
Quisiera conocer a seres diferentes.
Llevo al fondo de mí una antigua esperanza
Como esos ancianos negros, príncipes en su país,
Que barren el metro con indiferencia;
Como yo están solos, como yo sonríen”.
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