El otro día reflejaba por aquí cuan certero me había parecido el análisis que de la poscensura hace Soto Ivars en “Arden las redes”. Libro bien interesante cuya lectura recomiendo de nuevo. Me apetece recordarlo hoy, tras conocer que una mujer anónima ha perdido su empleo después de verter un comentario terrible sobre Inés Arrimadas en twitter.
Comentaba el murciano que si alguien se ofende contigo por lo que cuelgues en las redes, te linchará digitalmente. Aunque no lo haga él directamente. Se bastará de sus acólitos quienes te insultarán una vez hayan reconocido la diana que tienes pintada en la frente. Si hace falta, hasta recogerán firmas para que te despidan. Para echarte del trabajo, que es exactamente lo que le ha pasado a una usuaria de twitter por culpa de un tuit machista y violento que no pienso reproducir aquí. En este, como en demasiados casos, la justicia la han dictado las redes y todos tan contentos. Y perdonadme si me acojona vivir en un país en el cual una turba de mónguers anónimos tras un teclado es quién dicta las sentencias. Debe ser por deformación profesional.
Quizás no recuerde demasiadas cosas de cuando estudiaba en la facultad, pero sí tengo grabado alguna cosita. Simplezas y naderías, como aquella que reza que en un país serio y democrático, la justicia la dictan los jueces y que los castigos deben ser proporcionales al delito cometido. Esto último se llama principio de proporcionalidad penal y exige un juicio de ponderación donde se valora tanto la gravedad de la pena como el fin que se persigue con ella. En definitiva, que un despido laboral por poner un tuit en tu perfil personal durante tu tiempo libre, por muy terrible que este sea, por muy execrable que sea lo que en el se manifieste, no es admisible para un Estado que se jacta de ser de derecho cada cuarto de hora.
Y luego hay otra cosa. Tiene que ver con otro comentario vertido en la misma red por un eminente miembro del PP el mismo día. Otro repugnante tuit, en este caso racista, dirigido al teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona a cuentas de su ascendencia argentina. No seré yo quien propugne un linchamiento digital y las consiguientes consecuencias en forma de cese o expulsión de este impresentable. Pero sí me llama la atención como aquí la maquinaria ha funcionado de forma diferente. Supongo que esto va un poquito más allá de lo que explica Soto Ivars en su libro. Un complemento al mismo que tiene que ver con las relaciones de poder. Aquello que decía Foucault de que la verdad la dictan los que mandan.
En un conocido pasaje de “Alicia a través del espejo”, la protagonista de la historia se sorprende de que las palabras puedan significar cosas tan diferentes. “La cuestión -zanjó Humpty Dumpty- es saber quién es el que manda…, eso es todo.” Pues eso. Y que miedo da todo, tú.
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