Veo que ya estáis por aquí. Encantado de recibiros en ésta, la visita obligada a ca'l Sulito de finales de año. No hay estrenas, que lo sepáis. Pero si una lista de exquisiteces que tiene más valor alimentando alma y espíritu. Este año he hecho los deberes pronto y con ello, este espacio muerto que zozobra por la blogosfera como si del Derelict se tratara, cobra vida por unas horas. Ya podéis abrir los huevos de xenomorfo. No sé si encontraréis lo que veníais buscando. Ya os aviso que no están ni Ty Segall, ni Sunflower Bean, ni Rosalía, ni Motrik, ni Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs Pigs, ni Loyle Carner, ni Ichiko Aoba, ni Los Yolos, ni Juana Molina, ni Destroyer, ni Little Simz, ni Swans, ni Lucrecia Dalt, ni The Lemonheads, ni Bonnie “Prince” Billy, ni Cameron Winter (en solitario), ni Wednesday, ni Alan Sparhawk with Trampled By Turtles, ni Neko Case, ni Stereolab, ni otros tantos. Estoy seguro que todos ellos hicieron méritos para estar, pero a mí no me da la vida para llegar a todo… Y si no os gusta, puerta... Estos son todos los que están aunque no estén todos los que son o algo así o yo que sé…
Bon Nadal!
1. Nation of Language | “Dance Called Memory”
Una puta gozada de álbum. Anacrónico, pero sumamente actual, como el estilo de su front-man. Pura nostalgia merced al uso de una fórmula que remite a otra época y a otras bandas o estilos. Lo cierto es que el trío de Brooklyn mantiene el gusto por los sintetizadores vibrantes y ritmos electrónicos, pero incorporando ahora un mayor número de elementos instrumentales en relación con trabajos anteriores. Luego está ese delicioso halo de melancolía, que no es óbice para que el desarrollo de muchos de los temas derive a una suerte de sabrosura suave, más bailongueable que canturreable. A ver, tampoco es que estemos ante un disco con el que transgredan sobre lo esperado. Vaya, que no es que se hayan puesto a plantar caquis donde antes había un campo de melones, pero sí que innovan en el sentido de lo que el gran Jorge Wagensberg entendía por innovar y me refiero a aquello de “cualquier cosa que deja de ser una cosa cualquiera.” Con todo “Dance Called Memory” es lo mejor que han grabado hasta la fecha sin ningún género de dudas. Elevando el mentón ante todas esas referencias despreciativas que les vienen acompañando desde que aparecieran allá por... Que sí, que ya lo sé, que no estamos hablando aquí del descubrimiento de la rueda y de su impacto. Sacarse de la manga esa suerte de pieza circular que gira alrededor de un eje, permitiendo mover cargas pesadas con menor esfuerzo y facilitando el transporte. Más que nada porque eso ya fue inventado hace demasiado. Lo hicieron New Order o Kraftwerk u OMD, y lo actualizaron LCD Soundsystem… Siendo más o menos la misma rueda que luego calzaron los carros de The xx o Beach House. Pero ahora mismo y con este cuarto trabajo sobre la chepa, estamos obligados a reconocer que la de estos chicos es la rueda que mejor rueda. La más redonda, ligera y resistente que dirían en un comercial de Firestone. Y aun sin ser ingeniero de pista en la F1 ni ganas, ya que me importa una higa ese pseudo deporte de flipaos, añadiría que esta rueda también es la más eficiente. La más bella de todas, se pongan como se pongan Jamie, Romy, Victoria o hasta tú.
2. L.A. WITCH | “DOGGOD”
Tercer álbum de unas tías a las que, inexplicablemente, tenía absolutamente fuera de radar. Y tiene delito porque contiene demasiadas de esas cosas que me hacen feliz, tanto dentro como fuera de este mundillo de acordes y desacuerdos. Porque estamos ante un disco tremebundo. Con ese machaqueo gélido a la par que sabrosón, por momentos casi erótico, que en algún punto recuerda a Savages, en otras a Soft Kill o a los putos Drab Majesty. También a Lebanon Hanover con esa especie de sprechgesang lánguido y penetrante que se gasta Sade Sánchez, e incluso a la manera que tienen Drahla de encarar el post punk, aquí con sexo pero sin saxo. ¡Y con unas líneas de guitarra que parecen sacadas directamente del “Seventeen Seconds” de The Cure! Si bien, por encima de todo, lo mejor son esas atmósferas con marcado toque de inspiración gótica que, de alguna forma, rinden tributo al inmenso legado de Black Sabbath. Y es que, aunque pueda parecer otra cosa y a riesgo de que penséis que estoy como una cabra (¡que lo estoy!), todo esto hiede más a aquella cosa oscura y pesada que caracterizaba a la banda de Birmingham que el sobaco de Ozzy (D.E.P.) después de un show. Y poco más queda por decir. Bueno, que son un trío. Y de Los Angeles. Como los protas de “Nightcrawler” o “Drive”, referentes absolutos de esa luminiscente oscuridad angelina, en su caso en forma de imágenes y secuencias. También está por ahí la residencia de Courtney Love desde hace ya que ni se sabe… Creo que llegó a compartirla con el Kurco, así que… ¿Referencia gratuita? Seguro. Aunque aquel punk primigenio de la banda liderada por la viuda del grunge, o al menos su espíritu y me refiero específicamente a lo que se respira en el infravaloradísimo “Pretty on the Inside”, también se podría hocicar por aquí. Y ahora sí que, en buen chileno, me fui al chancho.
3. Gazella | “Vías”
Gente bonica la que está al frente de Gazella. Todo lo bueno que les pase me parecerá poco. Pero no es solo que a este menda le caigan bien, por paisanaje y porque, de alguna forma, me haya ido cruzando con ellos desde antes de la gestación de este proyecto musical conjunto, sino porque lo hacen realmente bien. Siendo una de esas nuevas bandas que, en un escaso periodo de tiempo, han sido capaces de abrirse camino a través o desde esa densa niebla shoegazer que lo engulle casi todo. Porque viniendo de ahí, lo cual queda muy presente en su estimable álbum de debut, han sabido dejar esa droga. Y si bien aquel crepitar aun aparece en “Vías”, lo hace como algo bastante lejano. En el disco, además, se aprecia una deriva clara hacia el espacio en el cual confluyen el dream pop, la electrónica experimental y el paisajismo a la manera de las bandas de 4AD en los ochenta. Y me refiero a antes de que el culto desembocase en notoriedad y la consecuente incorporación al sello de otras formaciones y paletas de sonido. Neu, Spiritualized, Slowdive, Yo la Tengo, Lisa Gerrard y hasta Triana se sentirán muy orgullosos de esta disco. Yo más. Un trabajo mucho más sólido y cohesionado que aquel con el que se nos presentaran a finales de 2023. Lástima que Raquel abandone el proyecto en enero. Que le vaya bonito a ella y a ellos.
4. Viagra Boys | “viagr aboys”
Quien nos iba a decir que uno de los mejores álbumes en la trayectoria de los Sleaford Mods iba a venir firmado por esta panda de escandinavos locos. Pero así con la vida maifrén. Y es que el “sencillo y estúpido” nuevo álbum del combo sueco, el cuarto ya de la banda comandada por el (ex) politoxicómano Sebastian Murphy, sobrepasa aquel post punk de antaño incorporándole ribetes mucho más poppies. Evocando al mencionado dúo de Nottingham, pero también al “Parklife” de Blur y manteniendo algo de su faceta tabernaria, acercándose a como la ejecutan los Titus Andronicus cuando estos deciden coger por esa senda. El caso es que aquello que comenzó como un experimento exclusivamente ruidoso y cervecero ha terminado en esto, un trabajo repleto de composiciones más floreadas y bullangueras. Y más reflexivas, pese a lo jugoso del conjunto. Encerrando una verdad que entronca con lo último publicado por los IDLES hace poco más de un año. El amor es la cosa, proclamaban los bristolianos en “TANGK”. Es lo único que evitará que perdamos la cabeza ante los horrores de la realidad, añaden estos seis aquí. Una verdad absoluta, creo. Espero. ¿Aspiro? En fin… e se non è vero, è ben trovato.
5. Horsegirl | “Phonetics on and on”
Álbum deliciosamente minimalista, haciendo honor a su portada. También cálido a su manera y sumamente delicado. Además, contradiciendo aquella máxima cinematográfica que afirma que segundas partes nunca fueron buenas. Y es que este trabajo es bastante mejor que el de debut, que ya era bueno, aunque bastante diferente, desde luego más indie rock signifique eso lo que signifique. Volviendo al principio, lo que no contradice en absoluto es a aquella otra sentencia atribuida a Mies Van der Rohe de que menos, es más. Sobre todo, porque en la búsqueda de nuevos sonidos, el trío de Chicago ha reducido la fórmula a un sonido pop que oscila exiguamente entre lo arty y lo psicodélico. Y al final les ha quedado un trabajo tan sencillo como hermoso, repleto de miniaturas dibujadas con un bajo-guitarra-batería de toda la vida, más la aportación puntual de un violín discordante. Si bien, lo más destacado es el juego de voces Cheng- Lowenstein y el uso y hasta abuso de esa fantásticas onomatopeyas que uno no puede dejar de remedar. Se suele decir que el minimalismo es sinónimo de simplicidad y antónimo de lo complejo. La tendencia a reducir a lo esencial, lo útil y lo embellecedor sin decorar de más. Benditas sean por ello.
6. Deafheaven | “Lonely People with Power”
Ya iba siendo hora de que su banda blackmetalera de confianza compareciera en este espacio. Precisión: Esto no es black metal, porque el black no es un género musical sino más bien un movimiento, incluso una vanguardia artística. Posiblemente la “última vanguardia europea” y en esto me adhiero a la opinión de Javier Calvo. Además, caso de que lo fuera, aquellos locos noruegos agrupados en torno al inner circle y congregados en el sótano de la mítica tienda Helvete en Oslo sonaban regulinchi, un tanto por impericia y un mucho por elección. Sin embargo, estos cinco tiarrones suenan de cojones. Y en este disco condensan todo lo bueno que han ido desarrollando en tres lustros de existencia. Peña solitaria con poder (“ellos tieenen podeeeee ♬ ♪…”), el sexto disco en su trayectoria, bebiendo los vientos por Burzum, Wolves in the Throne Room y el blackgaze francés, pero también por los ambientes y las atmósferas del shoegaze. Abrumador. Una de sus mejores obras, sino la mejor hasta la fecha.
7. ELLIS.D | “Spill”
El nuevo vertido de este artista de Brighton bautizado, o no, como Ellis Dickson (queda prohibido hacer bromas con apellidos ajenos) es, por encima de todo, un álbum de guitarras. Y es que más allá de esa omnipresente teatralidad en la que podríamos vislumbrar el rollo aquel hacia el que apuntaron Muse en los comienzos, o sea, antes de que Matthew Bellamy se asfixiara con su propio semen, lo más destacado y molón de “Spill” son esos arrebatos, revelados a contrapié, con los que el amic consigue volarnos la chola en un trillón de pedazos. Bueno, eso y unos aporreos absolutamente orgásmicos, además de las declamaciones enloquecidas que por momentos me devuelven a los primeros dos mil y a la figura del locazo de Cregg Rondell y a sus BoyHitsCar. Estamos pues ante un trabajo explosivo de apenas siete composiciones complejas, pero siempre urgentes. Todo aquí funciona a modo de torrentera musical en cuyo flujo desfilan componentes propios del glam rock, del punk, del garage, de la psicodelia y hasta de la cosa oscura. Ecos a peñica rica como el chalao de David Byrne, “el camaleón del rock”, The Artist Formerly Known as Prince, e incluso el puto Syd Barrett.
8. Wet Leg | “moisturizer”
Wet Leg siguen molando tanto o más que en aquel 2022, cuando aupé su álbum de debut hasta el primer puesto en el ranking de los mejores del año. El combo liderado por Rhian Teasdale y Hester Chambers siguen mostrando esa molonez que convierte sus creaciones en algo sumamente especial, para goce y disfrute de la familia Cecchi-Resmes. Y es que, como ya os conté en aquella ocasión, por aquí somos fanáticos de esta muchachada. Especialmente la cría, que tiene como primer disco favorito en su joven historieta musical al citado debut. Dejando de lado las obras completas de Mazapán, “Mi Perro Chocolo”, los “Canticuénticos” o las versiones de Dj Butoni. Yendo a lo importante, se supone que este segundo trabajo es casi una reinvención, dándole una vuelta de tuerca a su capacidad para componer, afinando su visión y mostrándose más serias que antaño. A ver, tampoco es absolutamente así. Es cierto que el disco muestra una cara algo más seria de la banda. En este sentido, me imagino que el tiempo no pasa en balde y en tres años pueden acontecer mogollón de cosas. Buenas y no tanto. Pero en general, su propuesta aun resulta fresca, irreverente y sumamente divertida. De hecho, esta sensación permanece intacta y, por encima de intrahistorias o de ciertas ironías y otras que seguro se me escapan, siguen de dulce en el arte de facturar ganchos con estribillos memorables. Esa mezcla entre el universo Lewis Carroll y las milongas de los Arctic Monkeys, que le escuché decir a algún gurú... Y todo desde la Isla de Wight, al sur de Inglaterra, bien apartadita y rural, con sus vacas y pajares… Perfecto escenario para rodar ese folk horror tan en boga. Con banda sonora de Wet Leg. Lo firmo.
9. Delivery | “Force Majeure”
Garage punk aussie. Así pues, todo bien muchachos. Acelerados, melódicos y feroces por igual. Combinando el pavoneo del garage con la furia del punk, pero sin caer en el mínimo común denominador, ni en ser la copia de la copia de la copia de... Y a dos voces, más ruidosos cuando le toca a él y más melódicos cuando es el momento de ella. ¡Ah! Y graznando con ese glorioso acento que convierte al inglés en una suerte de idioma ininteligible emparentado con las lenguas élficas inventadas por Tolkien en sus archiconocidas narraciones épicas. Un álbum que hará las delicias del fan más gourmet de peña como los Crocodiles, Parquet Courts, Bad//Dreems, Omni o hasta Rosalía ya puestos. O sin ponernos, que somos padres y hay que cuidarse.
10. Spiderwebs & Foam | “Something Sometime”
¿Fleet Foxes meets Radiohead? Pues un poco por ahí va lo que proponen estos cuatro zamarros de Frankfurt del Meno, la ciudad que casi vio nacer a este menda y eso que salieron ganando los francforteses y perdiendo los ‘mussaferos. Este “Something Sometime” (no confundir con la maravillosa serie “Somebody Somewhere”), por añadidura tercer largo de la banda alemana, supone un viaje inmersivo a través de melodías evocadoras, melancolía, ritmos sincopados, polifonías y riffs de guitarra. Buenas sesiones las que me he pegado con esas composiciones extendidas, espatarrao en el sofá, abstrayéndome de la realidad circundante… Sumergiéndome en unos mundos imaginarios en un estado de felicidad narcoléptica tremendamente necesaria en los tiempos que corren, con los Netayanhu, Trump o Ayuso en clave nacional marcando la agenda. Por cierto que, respecto a esta última, una adelantada a su tiempo, diré aunque no venga a cuento, que aún carecemos de la tecnología necesaria para desentrañar las razones de lo putísimo subnormal que es... En fin… Lo siento, pero tenía que decirlo. Y sí, ya sé que hay otras maneras de evadirse y hasta de ser feliz, pero la verdad es que no conozco ninguna mejor que escuchar música. O bueno sí, pero tengo una niña pequeña y no me apetece el que tenga que visitarme en Picassent.
11. The Horrors | “Night Life”
El último álbum de la banda de Southend en sus casi veinte años de trayectoria, es lóbrego y sombrío as usual. Ahora con sus toques industriales y de bailongueo contenido, o quizás no tanto, como demostró el Faris con sus contoneos imposibles evocando a un insecto palo controlando esfínteres, en su paso por el Cap i Casal. Algunas influencias son obvias y sin embargo fueron obviadas por todo aquel plumilla que dedicó algo de tiempo a analizar este trabajo. Y es que de todas las nuevas influencias que se aprecian en “Night Life” y se citan en artículos, entrevistas y demás mandangas, sorprende que nadie mencione a Orgy. Principalmente a sus dos primeros álbumes. Fantásticos. Un silencio que resulta atronador. Y que sí, soy consciente que los angelinos hicieron deméritos suficientes como para que hoy día nadie se atreva a reivindicar nada. ¡Pero hostias, que también publicaron “Candyass” panda de moelnos de chichinabo! Pero bueno, a lo que íbamos, el sexto disco de The Horrors. Confirma algo tremendamente positivo de ellos y sobre la forma de afrontar su carrera: Siguen yendo a su puta bola. Y es que puede afirmarse que no han hecho un disco igual al anterior. Y sí, los tienen peores y mejores. Ninguno malo. A este lo sitúo en la parte alta. Y no es cosa menor. Cómo la cerámica de Talavera según Eme Punto Rajoy.
12. Wes Parker | “Splinter EP” | “fantom EP”
Este colega, del que no tenía noticias aun cuando forma o formaba parte de Camp Howard, banda con un par de cançonetes incluidas en alguna de mis interminables listas, viene desde su Richmond natal a presentarnos un más que estimable debut en solitario. ¡Y por partida doble! Sendos epés se nutren de influencias variopintas que van desde Radiohead a Rufus Wainwright según el mismo reconoce, pero también del rock noventas practicado por bandas como Catherine (¡y yo lo flipo!). De hecho, ese noventerismo, en el que también incluyo a cantautores como Jeff Buckley, parecen la fuente fiable e inspiración de un trabajo que destaca por las guitarras, las melodías y esa portentosa voz del amigo Wes. Hay pasajes que recuerdan a los Muse de “Showbiz”, pero también al último disco de Cory Hanson. Quizás, si bien de forma un tanto forzada, se perciba algo del espíritu del insigne, ilustre y egregio Brendan Benson. Lo cierto es que el señorito, a poco que continue en la senda trazada y parece que sí, al menos en vista de la retahíla de temarros sueltos que ha ido presentándonos durante este 2025, va a construir una carrera digna de ser tomada en consideración. Con estos pergaminos…
13. Worlds Worst | “American Muscle”
Esto es noventerismo escuela Built to Spill, pero también grunge del de ahora y hasta una mijita de West Coast hardcore. A la par de lo ofrecido por bandas actuales como Ovlov (Grandaddy con esteroides), Momma (Veruca Salt con maquineta), Milly (más Sunny Day Real Estate que Sunny Day Real Estate) o Been Stellar (lo milloret de la fornaeta). “American Muscle” son vitaminas para todos aquellos fans del rock alternativo y distorsionado de los noventa que aun quedamos por aquí. ¡Levanten la mano! Y es que, sin necesidad de inventar la pólvora, ni de experimentos que maltraten una fórmula sencilla pero efectiva, este festín de guitarrazos energizantes, estribillos granulados y melodías guarrindongas hará las delicias de todos los que estén dispuestos a celebrar la vigencia de aquello por lo que se agotaron las existencias de camisas de cuadros y gorros de pescador en Galerías Preciados. ¡Hace la friolera ya de tres décadas! Cómo pasa el tiempo putamare…
14. Lux Interna | “New Wilderness Gospel”
Doce años les ha tomado sacar nuevo álbum a estos gachones. Casi cuatro mil cuatrocientos días en los que hemos asistido a las muertes de Mandela, el papa Bergoglio, Fidel, García Márquez, Panero, “el guapo” Redford, Genesis P. Orridge, Paco de Lucía, MF Doom, Chandler Bing, Limónov, Bowie, Seymour Hoffman, Galeano, Di Stéfano, Gabi Delgado-López o David Berman entre otros. También a la abdicación de Juancar y a la coronación del “Preparado I de España” y la reputísima madre que los parió. En los que nos hemos comido la jodida pandemia, las putas guerras de Siria, de Yemen o del Congo, la invasión de Ucrania, el genocidio palestino, el nacimiento y caída (¿?) del DAESH y sus sangrientas derivadas, como el atentado de la sala Bataclan con banda sonora de Eagles of Death Metal. También la elección y reelección de Trump asalto al Capitolio mediante, el Black Lives Matter, el movimiento #MeToo, la caída de Harvey Weinstein, el caso Epstein, el Brexit de los cojones, la sentencia de “La Manada”, el incendio y posterior reapertura de Notre Dame de París… O el preocupante auge de los fascismos aquí, allá y acullá, con el añadido de la peluca voladora de Milei y su motosierra de cartón piedra, Bukele y su séquito de cryptobros, los youtubers andorranos y la pléyade de analfabetos que les veneran, pero también el estallido social en Chile, lo de Greta Thunberg, la aparición del ChatGPT y la IA generativa… Más de aquí tuvimos la disolución definitiva y oficial de ETA, la artificiosa polémica en torno a la “Ley del solo sí es sí” y como no, la barrancá ocasionada por la DANA con la dimisión forzada del Poc Honorable Marqués del Ventorro… Y todo eso y hasta muchísimas cosas más han ido aconteciendo, mientras Kathryn y Joshua Gentzke se hacían los suecos luciendo su apellido alemán. Desaparecidos en combate. Eludiendo una batalla que estaban obligados a dar. Que el culto a la Iglesia gótica no se hace solo, ¡cabrones! Eso hasta este 2025 en el que retoman una senda que jamás debieron abandonar. Publicando el que es su quinto álbum de estudio. Un trabajo que se desenvuelve entre los mismos márgenes que anteriores, construyendo estampas sombrías, tranquilas, sumamente bellas. En la línea de ese dark folk con copyright adornado aquí con matices propios del blues del desierto, el folk de los Apalaches y hasta el góspel. Muy bueno, xé. Se les perdona la larga tocada de huevos y ovarios. Parcialmente. Y solo por esta vez.
15. Snocaps|s/t
¡Wow! Y es que, corroborando aquello de que las cosas más inesperadas suelen ser las mejores, nos topamos con este frasquito rebosante de indie rock adictivo y emocional. Así de sopetón y sin que medie una mega campaña publicitaria que nos bombardee a través de plataformas y algoritmos enloquecidos, ni que resulte necesario disfrazarse de la prima cocainómana de la Virgen María. Que tampoc fea falta tant Rosalía!!! Se trata del nuevo proyecto colaborativo a cuatro mamellas entre las gemelas Crutchfield. Bueno, también andan por ahí las pistolas del majete de MJ Lenderman y del prolífico Brad Cook. Lo primero que firman juntas desde que dejaran morir el proyecto P.S. Eliot, hace ya una década. Pero sin revivir aquella marca por motivos evidentes. Y es que, hay aquí una más que evidente intencionalidad depurativa de ese pasado familiar compartido. Apelando a lo estrictamente musical, lo mejor que puede decirse de estas trece canciones es que suenan como un disco de Waxahatchee. Iba a decir que uno de los buenos, pero esa condición es indisociable a toda su obra. Afinando más, podríamos concretarlo en uno que situaríamos en la época de tránsito de Katie tras dejar atrás su adicción al alcohol. Cuando rescatara las influencias de la música country que escuchaba en el hogar familiar. Entre “Ivy Tripp” y el enorme “Tigers Blood”, para ser más finos. Así pues, maravillosa e inesperada propuesta impregnada del savoir faire atesorado por Katie y el resto de miembros y miembras. Destacando por esos toques de introspección que resultan coherentes con la, según parece, promesa de una vida breve. Y esto último, aunque seguramente sea lo mejor para las chiquillas, es una putada para los fans. “Carpe diem, quam minimum credula postero”. Esta última mierda hay que aplicársela siempre.
16. Momma | “Welcome to My Blue Sky”
Otra banda de guitarras liderada por muchachas y que, cuatro álbumes después y más vale tarde que nunca, llaman a la puerta de este humilde espacio. Álbum cañerete que destaca por su melodiosa distorsión y que rezuma nostalgia de aquel Seattle años noventa, cuando “Todo el mundo adora nuestra ciudad” en palabras de Mark Yarm. Con todo y a expensas de introducirme en la obra previa del cuarteto, no parece que su propósito sea el de añadir su nombre a la larga lista de bandas cómodamente instaladas en el ejercicio revivalista. Las chicas beben del grunge sin disimulo, quizás en su versión más amable, pero también coquetean con el shoegaze, la cosa indie rocker y hasta el dream pop actual. Referentes obvios: los Smashing Pumpkins, Liz Phair y sobre todo Veruca Salt. El caso es que añoro a Nina y a Louise, lo reconozco. También mis veintitantos y el no saber qué coño es la resaca, ¡nos ha jodido!
17. Galore | “Dirt”
Hubo un tiempo en el que estuve a punto de vivir en la Bahía de San Francisco. Aunque bueno, de forma un tanto discontinua podría decirse que llegué a morar por aquellos pagos. Más o menos entre la propia capital y la ciudad de mis adorados Golden State Warriors, una frente a la otra y unidas por un puente gigantesco. Por cuestiones que no vienen al caso también eché horas en Berkeley y sobre todo en el entorno de su famosa Universidad. Y fue deambulando por aquellos carrerones y maltrechos parques, rodeado de estudiantes, hippies trasnochados, activistas variados, punkis de postal y herederos de la burbuja puntocom, cómo me topé con un buen número de músicos emergentes. A veces fantaseo con lo que hubiera sido de mi vida si me hubiese quedado por allí, echando raíces en el país de las barras y estrellas. Supongo que, en algún punto, me habría encontrado con estas cuatro chavalas. Seguramente tocando en cualquier garito de birras a doce dólares, o rasgando y aporreando sus instrumentos en alguno de los muchos espacios abiertos de la ciudad o de las muchas tiendas de discos que la trufan. Presentándonos el fruto de aunar esfuerzos, en el cual participan de igual a igual para crear este bonito indie pop de guitarras, repleto de armonías sinuosas y melodías cristalinas. También mola esa desgana de tintes loureedescos que se gastan. Al final nos quedamos en Frisco menos tiempo del esperado y mucho mejor así. El caso es que las tipas son tan buenas y lo que ofrecen es tan chulo que hasta aquí que nos ha llegado el eco. Cruzando el charco con suficiencia, vaya. En definitiva, que este “Dirt” es un rotundo sí. Y aquello, pues para visitarlo, no está mal… La cerveza cara, eso sí.
18. VVV[Trippin’you] | “MECHARADIO”
Maravillosa vuelta de tuerca a esa particular manera de endosarnos beats fríos y sintéticos propia de la zagalada madrileña. Saliéndose por momentos del matraqueo del cual vienen haciendo gala y compatibilizándolo con el espíritu de unos primeros Crystal Castles, los de la gran Alice Glass, y la dark wave patria de referentes como Décima Víctima. Todo ello manteniendo la intensidad de principio a fin, mientras transitan por esa suerte de universo postapocalíptico en el que se sienten cómodos. Además de introducir sus pullitas a aquellos imbéciles performativos, tal como los definió el antropólogo David Graeber, que consiguen engañar a otros aún más imbéciles para que estos se vean reflejados y los voten creyéndose que son uno de ellos. “¿Quieres defender Europa? ¿Temes al enemigo? ¿Quieres acabar con él sin salir de casa? Suscríbete al Ejército. Desde 19,99 al mes podrás ser un buen patriota sin moverte del sofá. Con tu suscripción compraremos drones y mechas que exterminarán a esas ratas en tu nombre. Suscríbete a la libertad, suscríbete al ejército”. Suscríbete a la libertad dice el menda... En fin, glorioso meneo... ¿Disco de música electrónica? Sí, pero no solo eso. O mejor dicho, eso y mucho más.
19. Pumuky | “No Sueltes lo Efímero”
Escribía Dioni López en alguno de sus ensayos, que la meritocracia son los padres, el código postal, la formación privada y, en España, el haber nacido en el bando ganador. No podría haberlo expresado mejor. Porque si la meritocracia fuese ese maravilloso sistema donde la posición social y el acceso a los recursos viniesen determinados por el mérito y el esfuerzo, en lugar de por esos otros factores, otro gallo cantaría. Así de entrada, si esta patraña divulgada por sociópatas y comprada por una amplia gama de subnormales fuese cierta, el último disco de Pumuky, el que hace once ya en una larga trayectoria de supervivencia, lo estaría petando. Y eso os lo dice alguien que, reconoce, nunca fue especialmente fan de la banda tinerfeña. Por supuesto que le tenía un respeto absoluto a ese slowcore isleño con incursiones en la indietrónica, que configura su sonido desde los tiempos en que Julio Ruiz nos los dio a conocer con la primera maqueta. También es cierto que, a lo largo de todos estos años, ha habido momentos en los que he disfrutado de algunos de los temas que se incluyen dentro de su amplia discografía. Pero nada de lo que habían grabado hasta ahora me había interpelado como lo han hecho los temas de “No sueltes lo efímero”. Precioso compendio de salmos y letanías que, sorprendentemente, abona el camino hacia la esperanza, signifique eso lo que sea. Gran regreso pues el de unos tipos a los que la longevidad les sienta la mar de bien. Aunque, pensándolo bien, no puede haber retorno porque nunca se acabaron de ir. A pesar de que la meritocracia cañí de los cojones los mantenga sepultados bajo toneladas de mediocridad en forma de imitadores de bandas cutres, fauna festivalera, dioses del autotune y peña que hace música para reels.
20. Lambrini Girls | “Who Let the Dogs Out”
A falta de Amy Taylor y sus esnifadores este 2025 nos ha traído el debut de estas chicas, también desde Brighton, como otros insignes miembros de esta colección de revitalizadores del punkarreo y no me refiero a los Brighton 64 que ni son nuevos ni de por allí. La cosa va aquí de crítica social y hasta antisocial, mala leche por doquier y berreando que es gerundio. Honrando aquella máxima inculcada por el Sr. Miyagi a Daniel San a base de “dar cera, pulir cera”. Y es que las gachonas se quedan a gusto repartiendo mandobles, la putamare… Hostias a mano abierta para todo Dios. Como se decía antes, de esas que te visten de torero. Siguiendo con la cosa de dar y pulir, en lo musical no hay más cera que la que arde aparte del mencionado reparto. En cuanto a referentes y evocaciones, resulta imposible no ver en ellas la sombra de las riot grrrls, con las Bikini Kill en Olympia o las Huggy Bear que también eran Brighton a la cabeza. Si bien, me huelo que el primer disco de Hole y la discografía completa de L7 o las Babes in Toyland también son fuentes de inspiración. Así pues, aguanten chicas. Sigan embutiendo el cuerpo de Cristo al personal. Y al que se queje, dos veces y más fuerte.
21. Ex-Vöyd | “In Love Again”
Me parece que es a Ramón y Cajal a quien se le atribuye aquello de que la sorpresa puede pasar por delante de tus ojos, pero debes estar preparado para poder verla. Pues bien, un poco de eso es lo que debió pasarme cuando me topé con el debut de esta pareja de miembros de Joanna Gruesome (desde hace un tiempo compaginando sus labores con The Tubs, quienes también aparecen en esta lista y cuya referencia es necesaria y no solo por la coincidencia). De ahí que lo dejase pasar como si fuese cualquier cosa, sin que mis pabellones auditivos funcionaran como es debido y me advirtiesen de tamaño error. Porque auditado ahora aquello, resulta sorprendente que sucediera como si nada. ¡Menudo álbum! Consuelo, si es que lo hay… Pues que no es tan bueno como este “In Love Again” con el que Ex-Vöyd regresan. La continuación y el motivo de que estemos juntando palabras aquí. Una colección estupenda de temas donde las guitarras sucias y potentes se fusionan con las melodías más poperas. Con un sonido un tanto más pulido que en su debut, amén de la incorporación a su fórmula powerpopera de influencias provenientes del country, del shoegaze y hasta del indie rock noventas. Vaya, que igual te recuerdan a los Byrds o a Big Star y por supuesto a Teenage Fanclub, como a Dinosaur Jr y a R.E.M. Si bien, por encima de todo está un delicioso juego de voces que bien vale un Potosí… Así pues, qué gozo el darle la razón al Premio Nobel aragonés estando, ahora sí, preparado para verlos, escucharlos, oírlos y sobre todo disfrutarles. También para llorar por la perdida y eso no lo dijo don Santiago. Y es que acabo de enterarme de que se disuelven. Nos han durado menos que un cubo de hielo en pleno agosto sevillano. Que li anem a fer?
22. Ethel Cain | “Willoughby Tucker, I’ll Always Love You”
Me ha sorprendido para bien la producción estajanovista de la Srta. Hayden Silas Anhedönia durante el ejercicio. Y es que tanto este trabajo, como el epé “Perverts”, han sido parte importante de la banda sonora de los Cecchi – Resmes este 2025. Alguno de sus temas ha sonado muchísimo y suerte que la cosa del inglés todavía no es el fuerte del monicaco, porque telita con las historias… Debo indicar que, contraintuitivamente, ya me gustó bastante su disco de 2022. Lo traigo a colación porque ahí ya se introducía al personajillo que resulta central en la narrativa musical del álbum y al que la muchacha jura amor eterno desde el mismo título. También porque ya apuntaba hacia todo lo bueno que viene condensado en este, ahora sensiblemente mejorado. Me refiero al gótico sureño particular que tan bien combina con una paleta sonora que se contonea entre el slowcore, el shoegaze, el synth pop o el mundo de las bandas sonoras. Esas atmósferas cargadas, desarrollos lentos, interludios ambientales y un rollo cinematográfico en el que resulta evidente la influencia del binomio Lynch – Badalamentti. También hay ecos a la versión 2025 de Sharon Van Etten, reseñada un poquito más abajo. Un álbum que exige tiempo y atención, pero merece la pena dárselo.
23. Michel Cloup Trio | “Catharsis en pièces détachées”
El indomable gabache resurge con su habitual virulencia y esa admirable negativa a tragar con cualquier cosa. Menos aún en estos tiempos oscuros en los que solo nos queda resistir y en la medida de lo posible, combatir. “El que pueda hacer, que haga”, que proclamaba el psicópata del bigotito y los abdominales... Pero haciendo nuestra la frase y dirigiendo los esfuerzos hacia donde toca y contra quien corresponde. El caso es que, para esta nueva pieza de catálogo, el ex Diabologum ha preferido estar acompañado y eso se nota en las composiciones. Si bien, sigue pilotando la nave con solvencia y marcando todas las esquinas. Y es en estas como nos topamos con esta suerte de catarsis en trocitos. Revuelta en clave punk contra la actualidad de mierda, aquí, allá y acullá. Quince temas teñidos de oscura ironía en los que el artista se explaya a través de esa forma tan reconocible de expresarse, modulando el ruido y el caos. Alarmas, repeticiones molestas, sonidos estridentes, guitarrazos repentinos, electro machaque, spoken word… C'est délicieux, monsieur Cloup!
24. Geese | “Getting Killed”
Disco del año para un buen puñado de personas y webzines sobrevivientes a las que sigo y respeto. Se trata del tercer álbum de este peculiar cuarteto neoyorquino que hará las delicias tanto de los fans de Talking Heads como de Pavement y asimilados. A mí es que me gusta todo... Definirlo como un ejercicio artístico libérrimo sería quedarse muy corto. ¿Suena extraño? Mucho. Compararlo con sus dos estimables precedentes, tampoco sirve. Ni siquiera con el disco en solitario que su líder, Cameron Winter, ha publicado este mismo año. Salvo en lo que tiene que ver con el aspecto vocal y esa dicción somnolienta tan habitual en él. La cosa pinta rara desde esa portada con una foto a contraluz, con un tipo tocando la trompeta mientras nos apunta directamente con un revolver. Ahí ya nos podíamos esperar casi cualquier cosa. ¿Pero qué es esto? ¿Rock? ¿Americana? ¿Post punk? ¿Free jazz? ¿Psicodelia, kraut, experimentación…? Pues supongo que es todo eso y hasta mucho más. Y es que la metamorfosis de la banda este 2025 nos ha dado uno de los mejores y más extravagantes, pero también más convincentes, discos del año.
25. Squid | “Cowards”
En alguna de mis habituales turras, no recuerdo bien si en forma de lista, o en la crítica de alguno de sus álbumes anteriores, o hasta en la crónica concierteril tras asistir a su brutal directo aquí en la capital del Turia, comenté que lo de esta peña es una suerte de monumento que va entre lo festivo, lo febril, lo lisérgico y lo puramente destroyer. Pues bien, parece que hay que añadirle ingredientes a esa coctelera. Y es que, si por algo destaca el nuevo material de la agrupación de Brighton, es por la marcada tendencia hacia el lado oscuro. Se percibe incluso la angustia. Y sí, claro, sigue habiendo de todo lo anterior, o sea de ese sonido característico que combina elementos de post punk, krautrock y hasta el jazz, pero todo resulta aquí más insano. La sensación general es asfixiante. Además de que, resulta evidente la incorporación en su paleta de influencias de aspectos propios de la experimentalidad entendida a la manera de Radiohead. Así pues y pese a ser su álbum menos accesible hasta la fecha, siguen consolidándose como una de las propuestas más interesantes y menos complacientes de la música actual. Pero os advierto: Entras en el disco por la cuestión jaranesca y llega un momento que, como como decía aquel, “todo fueron risas hasta que nos dimos cuenta de que lo que el tartamudo quería era jamón”. Ya lo entenderéis.
26. Ben Kweller | “Cover the Mirrors”
El nuevo álbum de este texano de adopción contiene colaboraciones con Kathy Crutchfield, MJ Lenderman, Wayne Coyne o el puto Jason Schwartzman (sí, ese mismo que estáis pensando). Además, viene dedicado a su hijo Dorian, tristemente fallecido en un accidente de tráfico, incluyendo una bonita canción que invoca su recuerdo a modo de cierre. “Cuando Dorian murió en 2023, me invadió la necesidad de hacer música. No me importaba lo que saliera de mí porque era la única forma en que podía encontrar la paz en mi dolor devastador. Es difícil no centrarse en todo lo que he perdido, pero en lo más profundo de mi dolor, me di cuenta de que había ganado algo”. Secamos la lagrimilla y nos ahorramos las bromas. Séptimo disco en la trayectoria de Ben. Perfecto compendio de lo que es la música de Kweller, en donde tienen cabida elementos propios de la cosa indie rock, del folk más o menos movidito, del country y hasta del power pop.
27. Chat Pile - Hayden Pedigo | “In the Earth Again”
¿Pero que es esta maravilla? ¿De dónde ha surgido tamaña genialidad? ¿Quién pergeñó esta locura? El amigo Hayden ahí con su Stetson embutido y la guitarrita al costado, junto a esta panda de mamonazos ruidosos… Homenajeando de alguna forma a aquella extraña y gloriosa anomalía que fue la colaboración entre Jesu y Sun Kil Moon del 2016. Uno de los mejores largos publicados durante aquel año y que tampoco vimos venir. ¡Pero ni jartos de vino, ni puestos de clenchas, ni hinchaos a petazetas! Y al igual que ocurría entonces, el todo acaba siendo mucho más que la suma de las partes. Aunque así de primeras no lo acabéis de ver. Hacedme caso y enfrascaos en esta locura con los pabellones auditivos y la quijotera abierta de par en par. Y aplicaos las enseñanzas del maestro Jedi Erwin Schrödinger cuando sentencia que “la tarea no es tanto ver lo que nadie ha visto, sino pensar lo que nadie ha pensado sobre aquello que todos vemos”. Así pues, pequeño padawan, disfruta de un artefacto sorprendentemente fluido en el que una banda de sludge metal y el principito del fingerpicking se empujan mutuamente hacia territorios desconocidos. Deberías fliparlo. Lo vas a flipar, que te lo digo yo.
28. Sharon Van Etten | “Sharon Van Etten & the Attachment Theory”
El séptimo álbum de estudio de la cantautora de New Jersey, el primero junto a esta peculiar banda de acompañamiento, es un episodio más en una transformación que la ha trasportado desde Lucinda a Siouxsie y ya veremos si hasta más allá. Y es que la incorporación de nuevos elementos sintéticos y electrónicos a su música, desarrollo marcado desde hace un par de lanzamientos, alcanza aquí su cénit. Aunque bueno, como he deslizado, el futuro será quien dictará sentencia y sorprendería una vuelta a atrás. Lo cierto es que ahora mismo se hace dificil referirnos a ella como una cantautora, que lo fue y de las buenas. Ya no lo es. Porque la cosilla folkie ha desaparecido por completo e incluso en aquellos cortes en los que recupera las cuerdas, el rasgado de guitarra evoca mucho más al post punk primigenio que al sonido de las Grandes Llanuras. En definitiva y como le leí a quien firmaba la crítica en el Mondosonoro, a Sharon Katharine “no se le han acabado las cosas que decir, pero ha encontrado otra manera de decirlas”. Y con esta nueva realidad, reflejo de una evolución constante para darle la razón a Darwin, alejándose cada vez más de aquel punto de partida chica-con-guitarrita y adaptándose merced a sus imperfecciones, honrando las enseñanzas de Telmo Pievani, le está dando lustre a un repertorio cada vez más jugosito. Por ahora la muchacha no ha pinchado en hueso. Y sigue molando cantidad.
29. My Morning Jacket | “is”
A mí es que todo lo que haga Jim James me parece bien y por eso, cualquier cosa publicada por el músico de Louisville con cualesquiera acompañantes, reclama mi absoluta atención. Ese sutil trasfondo psicodélico que impregna toda su obra me vuelve loco y así resultaba imposible dejar pasar éste, el décimo álbum del amigo Jim con la banda madre… Eso sin contar epés, directos y recopilaciones. Es cierto que tras veinticinco años creando música juntos, los My Morning Jacket han construido mejores cosas. Lo cual no quita que la escucha reposada de este “is”, álbum variadito pero cohesionado y repleto de bucles hipnóticos que cautivan hasta al oyente más exigente, suponga una experiencia encantadora. James y Beam, los dos Jim que siempre me hacen feliz. Siempre en mi equipo. No como Fran García que es malísimo.
30. Possible Humans | “Stading Around Alive”
Austraaaalia Patria queridaaaaaaaaaaaaa… Austraaalia de mis amoreeeees… ¡Quién estuviera en Australia en todas las ocasioneeees! ¡¡¡Escuchando cuerdas y tamboreeeees!!! Y es que estamos ante un discarral inopinado que viene facturado por otra de esas bandas de las que no había oído hablar hasta anteayer. Provenientes de la verdadera isla de Avalon, que es Australia y no la de la leyenda, se pongan como se pongan los mitógrafos, estudiosos, académicos y expertos que analizan mitos y leyendas de todo tiempo y lugar. “El lugar de las islas británicas donde los manzanos dan frutas sabrosas durante todo el año y habitan nueve reinas hadas…”. Que estoy seguro serán las mismas nueve musas de la mitología griega, hijas del todopoderoso Zeus, entre ellas la bella Euterpe, a la sazón figura protectora de la música y la lírica. ¿Pero qué es lo que nos ofrecen estos mendas? Piensa en los primeros R.E.M., en The Feelies o en The Bats, pero también en Built to Spill o incluso en The Tubs. ¡¡¡Te pués cagar pol.la pata’pa’bajo!!! En definitiva, indie rock de Melbourne, melódico y vibrante, en el que destacan sus guitarras nítidas y una sección rítmica sencillamente brutal. Segundo álbum en su corta historia grupal y que viene compuesto de nueve cortes que se mueven por unos derroteros que nunca distan de ese punto dulce donde la calidez se encuentra con la tensión. ¿He dicho ya que el disco es una barbaridad? ¡Ah! ¿Qué no?
31. Rachid B | “El Ghorba”
Como pasaba en el transcurso de tantísimos domingos de Carrusel Deportivo, “¡salta la sorpresa en Las Gaunas!”. Y es que, ¿quién iba a decirme que iba a meter un disco como éste en mi lista de los mejores del año? De entrada, no tenía ni idea de quién pollas era Rachid B hasta hace cuatro días. Mucho menos de su historia, musical o de la otra, ni tampoco de aquello que siente y padece. Ahora a toro pasao sí sé algo más de él. Sobre todo, en lo que respecta al tema de las emociones, el sufrimiento y las dudas existenciales. Obviamente adquirido tras pasar horas dejándome arrullar por los trece cortes que integran “El Ghorba”. Entrando así en un mundo nuevo que, pese a responder a otras coordenadas, no se siente para nada extraño. Es lo que tiene no tener ni zorra de las referencias usadas por el amigo. También el no hablar ni papa de tamazight. Porque ahora sé y es porque lo he buscado, que el tal Rachid es marroquí y vive en España a donde llegó como pintor gracias a una muestra de arte de por allá. Si bien, con el tiempo, fue derivando su talento hacía la creación de aquello que tan bien protegió la musa. Comenzando a construir canciones como las incluidas en este álbum, de marcado cariz intimista, embriagador, con sus buenas dosis de melancolía y un evidente halo de misterio. Composiciones que lo mismo nos acercan a la mediterraneidad, como al blues del desierto, pasando por la canción de autor semidesnuda y recurriendo a la electrónica mínima cuando se tercia. Las referencias a Ry Cooder, a Bill Callahan, quizás a Dominique A y también a José González parecen evidentes. No tanto otras, aunque imagino que habrá alguna voz del Atlas que servirá de mejor referencia que las antes expuestas. Yo lo desconozco. ¡Penitenziagite! que proclamaría el amigo Salvatore.
32. Hesse Kassel | “La Brea”
Hete aquí con los Black Country, New Road, de Matucana 100. O con unos Maruja bien santiaguinos no sé si de Sanhattan o de Santiasco no es Chile, elija su propia aventura. Porque sí, se trata de seis cuicos provenientes de Chilito lindo y de la hermandad de los disfrutones sobre los tablaos. O sea, de los que se divierten para que tú lo goces, siendo cosa tuya el que lo consigas que a mí me la pela. Al modo en el que lo hicieran Congreso en sus tiempos, pero sin sonar ni de cerca a lo que sonaban los quilpueínos. Estamos hablando aquí de unas formas más próximas a lo que ofrecerían actualmente los Cómo Asesinar a Felipes, rascando alguna influencia aceptable desde el punto de vista geotemporal. “La Brea” es un impactante debut que transita por donde ya lo hicieran otros: math rock, post punk, la cosa arty y dos huevos duros, parafraseando aquí al Sr. X haciéndose el graciosillo mientras recordaba aquella descacharrante escena de “Una noche en la Ópera”. No sé si el nombre de la banda guarda relación con don Carlos I de Hesse-Kassel y su interés por las bellas artes o con el histórico y efímero principado que regentó. Lo que sí tengo claro es que esos cambios de estructura, subibajas a traición y los desarrollos instrumentales en donde cada guitarra, bajo, batería, piano o saxofón van a su puta bola, son una auténtica delicia. Eso y las letras, siempre en chilensis, los arreglos en una suerte de esperanto y los instrumentos en inglés de Inglaterra y casi de Cambridge (guiño guiño).
33. Anna von Hausswolff | “Iconoclasts”
De Anna von Hausswolff me flipan “Dead Magic”, álbum del 2018 con el que la conocí, y “The Miraculous”, del año 2015, al que accedí tarde pero bien. Por aquel entonces, la organista sueca andaba enfrascada en la construcción de una suerte de liturgia dark folk a su manera. Muy en línea, por cierto, con aquellos esperanzadores comienzos de Chelsea Wolfe. Con el tiempo, la compositora sueca fue evolucionando y dejó atrás las referencias a Varg Vikernes o al neofolk escuela Cold Meat Industry. Chelsea también tiró para otra parte. También es verdad que la sombra de todo eso aún permanece en el sonido de ambas, al que se han ido incorporando otras cosas. En el caso de Anna, desde las “Murder Ballads”, a la épica “Gladiator”, el drone, lo experimental y Swans. En lo que concierne a este “Iconoclasts”, la propia nota de presentación nos habla de despojarse de las cualidades metálicas que han caracterizado su sonido y abrir las puertas a un mundo sonoro cálido, rico en posibilidades orgánicas y resplandecientes. El resultado es superlativo. Un disco en el cual hay calma, tensión, épica y locura. Sobre todo, merced a ese saxofón enloquecido que va pululando por entre los temas y que los lleva hasta una dimensión inesperada. Además, contiene colaboraciones muy chulas y diversas al cargo de Ethel Cain e Iggy Pop.
34. Ezra Furman | “Goodbye Small Head”
No es mi pieza favorita dentro de la excelsa colección de álbumes facturados por la señorita, pero no por ello deja de ser un disco de Ezra Furman, con todo lo que eso significa. Dicho de otra forma, podría tratarse de un álbum menor si aceptamos que, esa consideración, no quita el que venga envuelto en todas esas virtudes que acompañan a la Srta. Furman desde los comienzos. Debo matizar lo de álbum menor. Porque algo menor en la trayectoria de uno de los mayores artistas surgidos durante los últimos tiempos, no es cualquier cosa. Ezra sigue mostrando que es una compositora brillante. Aquí, su inspiración surge fruto de la disrupción. Viéndose encamada durante meses al sobrevenirle una extraña enfermedad, decidió parir lo que la propia artista describe como “doce variaciones sobre la experiencia de perder completamente el control”. Lo que, al final de la carrera, parece una bonita forma de recordar a Ian Curtis y a los Joy Division, no sé si intencionadamente. Por lo demás, sigue ahondando en esa manera tan particular de interpretar el rock de corte clásico, con su toque glam, ecos a la Velvet y, en esta ocasión, también a Television. Como novedad, además, incorpora secciones de cuerda en varios temas. Larga vida pues…
35. DITZ | “Never Exhale”
Más gente de Brighton haciendo esa cosas típicas de las gentes de Brighton. No sé qué mierdas lleva la brisa de la costa de Sussex, pero tela marinera… Y a esta misma lista de estimables brebajes, añada 2025, me remito. Álbum muy en la línea de la puesta de largo del quinteto allá por el 2022 y de sus continuaciones en formato reducido. A saber: Progresiones de bajo, disonancias y ruido a mansalva. Hardcore experimental y una suerte de post punk en el que el estruendo importa más que la oscuridad. Destilando aromas que apuntan directamente al legado de bandas de ayer y de hoy. Hablamos por supuesto de los Nine Inch Nails, Daughters, Pitchshifter, IDLES, The Mars Volta, Atari Teenage Riot...
36. La Plata | “Interzona”
Nuevo disco de estos paisanos. Una de las bandas insignia de mi ciudad, a la que rinden homenaje llamándose como un conocido barrio que nada tiene que ver con la capital de la provincia de Buenos Aires. Aunque bueno, con los recientes cambios demográficos del Cap i Casal… La Plata se erigen como estandarte de todo lo bueno, incluso muy bueno, que viene brotando por aquí últimamente. Y es que, no todo iban a ser xorissos, fardatxos, filldeputes o milhòmens. También es cierto que, tratándose de su tercer disco de estudio, no es hasta ahora que su rollo me ha llamado la atención. Supongo que se debe a que con la “Interzona”, el quinteto amplia horizontes y se aleja de aquel revival post punk de tintes proto-festivaleros en el apenas entré. Sin embargo, aquí tenemos una estimable docena de temas con guitarras, teclados y sintetizadores, voces más o menos reposadas con o sin estribillos, dibujando paisajes eléctricos y atmósferas etéreas con las que definir a este nuevo hije de “el sonido de valencia”. Altamente adictivo. Meleta.
37. Patterson Hood | “Exploding Trees & Airplane Screams”
Aquello que se afirma tantas veces de clásico inmediato o clásico absoluto sin que de verdad lo sea, en este caso sí que lo es. Absoluta e inmediatamente. Un decálogo de canciones en el que cada una de ellas resulta genial per se, sin que sea necesario darle muchas vueltas al plástico para percatarse. “All killer, no filler” que proclaman los sajones para referirse a aquellas obras excelsas de principio a fin, sin material de relleno. Cuarto álbum en solitario del líder de los Drive-by Truckers, que en parte suena a la banda madre, ¿cómo no?, pero que también se aleja lo suficiente de aquello. Fundamentalmente, merced a esas gotitas de psycho-rock que decoran esta colección de áridos medios tiempos. También por obra y gracia de las colaboraciones. Y es que por ahí aparecen Lydia Loveless, Katie Crutchfield, Kevin Morby o la chavalada de Wednesday entre otros, para actualizar la particular visión del mundo del músico de Alabama. Crónica de un sesentón que cada vez soporta menos un país, el suyo, que se desmorona entre huracanes, incendios, adictos al fentanilo y populismos baratos... Visto desde la otra parte del océano, me da pánico el que, en una próxima gira del gachón con eventual parada en la piel de toro, sus conciertos comiencen con un lacónico “vengo del futuro… os voy a contar…” Ufff.
38. Agriculture | “The Spiritual Sound”
Delicioso brutalismo. Primorosa burricie. Bellos a la manera en que resultan serlo las criaturas estudiadas por la teratología. Como aquellas niñas de la portada del “Siamese Dream”. O los inolvidables personajes reales o inventados que trufan la filmografía de Tod Browning, Georges Franju, David Lynch y David Cronenberg. Individuos naturales que se salen del patrón común. Como en el caso de esta banda angelina de black metal que tampoco es black metal y aquí me remito a lo dicho en la nota al último disco de Deafheaven, sino post metal, blackgaze y otras tantas cosas más. Siempre en los marcos del metal extremo, por supuesto. Un segundo álbum con el que amplían en cierto grado su paleta estilística y que les acerca, en mi poco humilde opinión a la época “Sunbather” o “New Bermuda” de los ya mencionados Deafheaven. La brillante estela que siguen con la convicción de un converso, para goce y disfrute de este personaje.
39. La Paloma | “Un Golpe de Suerte”
Pica, pica, pica i repica… Tot un món circular i del que no pots eixir que diría el gran Jakob Von Uexküll si el eminente etólogo estonio se hubiese dedicado a la literatura infantil… O a la crítica musical y se topara con lo nuevo de estos muchachos. Porque siguen en la pelea, que se decía antaño, dentro de ese mundo de “asco, pena y miedo” en el que habitan. Si bien, ahora mucho mejor posicionados. Continúan manejándose como pez en el agua en la inmediatez, facturando canciones con alma de single, afiladas y siempre directas. “Un Golpe de Suerte” es un disco de carácter continuista, lo cual no quita para que el combo haya optado por eliminar parte de la suciedad presente en el sonido de antaño. Y así es como lo nuevo de La Paloma suena más popero que nunca. Por otra parte, es cierto que, en el desarrollo de alguno de los temas, transitan peligrosamente por el borde del acantilado. Y si cayeran sería un puto drama… Por ahí abajo habitan Izales y Danimartines de la vida. Peña muy chunga. ¡Y con seguidores aún peores! Festivarrachos kalbos y divorciados, yatuzabe... Pero no pasará, tranquis. Creo que hay trellat. Y banda para rato. Crucemos los dedos por si acaso...
40. M(h)Aol | “Something Soft”
No sé and’andarían M(h)Aol hace un par de años cuando publicaron su álbum de debut, pero sí sé dónde estaba yo y no era precisamente escuchándolos. Y es una pena ya que la gavilla dublinesa ofrece algo que, dentro de los márgenes del post punk, si es que estos existen, resulta bastante “novedoso”. Desde luego muy sugestivo y esto sí que va sin comillas. Moviéndose de maravilla entre el post punk de corte beligerante y de estética cuasi industrial, manipulando las estructuras de sus canciones y jugueteando con paisajes sonoros carentes de una tonalidad definida. Con una frialdad que nunca llega a congelar y que en algún punto puede recordarnos a coetáneos de la cosa como Heartworms y, en menor medida, a DITZ, también habituales de este espacio. Hasta que ellos quieran.
41. Heavy Lungs | “Caviar”
Segundo disco de estudio firmado por estos cuatro hijos de puta provenientes de la pérfida Albión. Vecinos y muy coleguitas de IDLES, admirados por el mismísimo Iggy, y que se mueven como pez en el agua entre la cosa post punk y el hardcore de nueva generación. Con un directo brutalísimo, cómo tuve la suerte de comprobar, en el que brilla con luz propia su líder, el tal Danny Nedelko. Un tipo que podría ser la versión guiri de Patrick Kindlon de Drug Church, pero también el hijo secreto de “La Iguana”, una burda reinona cabaretera, el maestro de ceremonias al frente de una formación de Goth Country y hasta un profe de Body Combat o cualquier mierda de esas. Los tipos son ruidosos e insolentes, pero también cachondos. En esto no se alejan demasiado de lo que proponen sus amiguetes bristolianos. Golpeos a trayón -y mira que me gusta a mí usar esta expresión infantiloide-, guitarrazos salvajes y berreos sin resuello cuando se tercia. Caviar, como su propio título indica. Pero no de cualquier tipo, sino del más caro: Caviar beluga albino de Irán. Eso sí, refregado en pan Bimbo y con mayonesa de bote, que es lo que se merece esa mierda negra sobrevalorada.
42. BRUIT ≤ | “The Age of Ephemerality”
Cuarteto de gabachos que tiran por el rollo experimental, el post rock, la cosa neoclásica y que en el mismo corte lo mismo derivan hacia algo similar a lo que ofrecían Fuck Buttons en “Slow Focus”, como a la brutalidad de Will Haven, los ambientes ruidistas de Radiohead, la matraca desenfrenada de Architects y el blackgaze a lo Deafheaven, pero con cuerdas raras de fondo y sin vocalistas. Toulousarras de Toulouse. “¿Has dicho etarras?” No Isabel, tú estate tranquila y a las cañitas, a “Malinche, el musical”, a chuscarte al Pelucas y a trincar de la Quirón.
43. YUNGBLUD | “Idols”
'enga va! Reconozco que llevaba tiempo queriendo meteros algo de este palomo. Y es que el tipo me cae francamente bien. Aún os diré más, creo que es un referente bueno para la chavalería. Con una actitud muy punki, metiéndose en fregaos necesarios e implicándose en cuestiones que otros coetáneos suyos esquivan con escaso disimulo. Situándose (casi) siempre en el lado bueno de la historia que diría el gran Thibout… Y yo que me alegro. De lo del arquero belga también. Ok, vale, tampoco vamos a elevar su figura a la categoría de faro que nos guía en la oscuridad, pero sí que, al menos, pareciera que el muchacho está medianamente ubicado. Lo cual se agradece. Más aun dadas las circunstancias actuales y me refiero al páramo de desolación en lo que se han convertido las redes y casi cualquier canal a través del cual se nutren culturalmente las nuevas generaciones. Yendo a lo importante, “the song not the singer”, el tío me parece un compositor más que correcto. Capaz de encajar en su fórmula, bastante actual y con buena cosa de devaneos en el marco de las nuevas sonoridades urbanas, los guiños al heavy, al glam, la ópera rock y el grande rock llena estadios de antaño. Así que nada, celebremos esta anomalía generacional ensalzando este álbum, el cuarto de Dominic, con el que honra a sus ídolos musicales. Una suerte de homenaje a la música de la que se nutrió. Se cita por ahí a bandas como Led Zeppelin, the Verve o U2, aunque esta última referencia no la acabo de ver. Por el contrario, resultan más que evidentes los ecos a Queen, a T. Rex o a The Darkness, por apuntar hacia algo más reciente. El resultado final es esta trabajo vibrante y energético a la par que comercial. Y bien que me parece. Que la gente joven se vea arrastrada a escuchar unas canciones que no nacieron para morir sepultadas entre los cientos de miles de mierdas expandidas como la peste a través de tiktoks y demás polladas tecno-modernas, resulta una auténtica bendición.
44. Turnstile | “Never Enough”
A ver, pongámonos serios y sobrepongámonos al hype, va. Sé que es difícil, eh… Que a mí también me ha costado... Ahora todo son parabienes para con la banda de Baltimore. Porque la recepción de este, su cuarto álbum de estudio no es que haya sido favorable, es que pareciera que Turnstile acabasen de publicar el “Sgt. Pepper’s…” y tampoco es eso. Lo cierto es que lo que comenzó como una banda de hardcore punk, otra más, ha acabado por transformarse en algo más complejo, merced a un sonido que ha virado hacia algo mucho más amplio y emocional. También accesible, porque no decirlo. Sin desdeñar la caña. Con todo y aun cuando este álbum confirma su papel como una de las bandas más interesantes del rock actual, creo que la mezcla de estilos les quedó más redondita en su disco anterior. Impactando por lo sorpresivo, sobre todo. Sin embargo, debo reconocer que estoy disfrutando bastante más de éste de lo que disfruté de aquel. Sin asombros ni sobresaltos. Siendo un trabajo no exento de sus puntitos de brillantez y que resulta apto tanto para fans del hardcore como para nuevos oyentes provenientes de espacios más reposados. Sense castell las fallas también se viven y sino que me lo digan a mí… Y los puristas, pues a enfurruñarse y a apretar puñitos.
45. Car Seat Headrest | “The Scholars”
He gozado menos de esta suerte de ópera rock lo-fi de lo que quizás ameritaba. Sobre todo, porque inicialmente le dediqué muy poquito tiempo. Me echó para atrás el propio concepto operístico, asociándolo a otras bandas, tiempos y lugares. También y porque no decirlo, la cosa requería de otro apetito. Y no es que en este año haya andado desganado precisamente, pero estaba más tentado de comer chino que peruano, aun cuando el chef fuera el mismísimo Gastón Acurio. La verdad es que temía que fuese un trabajo con un contenido diferente y no uno en que, por encima de las referencias a The Who, a Pink Floyd o incluso a Mozart, los temas presentaran idénticas virtudes y los escasos defectos que hay en cualquier otro de los álbumes anteriores de la banda. Y es que al final, la única diferencia real en “The Scholars” es la temática. Trata sobre ocho personajes que son estudiantes y profesores antropomorfos que pululan por una Universidad. Y cada uno de ellos nos cuenta su versión sobre el estado de las cosas a través de la voz de Will Toledo. Uno por tema. Todos compuestos por el comandante de la banda, quien también es responsable del desarrollo de personajes. Lo usual. Así pues, otro buen disco de Car Seat Headrest que suena como debe sonar un disco de Car Seat Headrest. Puestos a afinar, uno que podríamos situar a medio camino entre el “Teens of Style” y “Teens of Denial”.
46. Montero de Halcones | s/t
Para quienes somos acólitos al trovador del Port de Sagunt es solo una sorpresa relativa esta curiosa colaboración junto al multiinstrumentista Jesse Sparhawk. El creador de los fantásticos “Arco Mediterráneo” o “Puerto Príncipe” es un geniecillo para minorías selectas al que no se reivindica lo suficiente. Del norteamericano no puedo decir nada, ya que desconozco todos sus proyectos previos, por más que me insisten en que le pegue una oída a “Palmaria Palmata” o a su participación con The Valerie Project. Ya les hincaré el diente. La verdad es que “Montero de Halcones” es un proyecto bien particular. Se trata de un dialogo musical entablado a la distancia y desarrollado con paciencia a lo largo de unos cuantos años. Es Alberto quien pone la voz y los arreglos a una música previamente creada por el músico de Philadelphia. Y todo discurre de forma fluida y natural, pese a la enorme distancia física que les separa. Al final les ha quedado un bonito compilado de temas en el que se trasparenta un refinado gusto por la psicodelia de Canterbury, el pop progresivo de corte beatlemaniaco, más la rama pastoral ejemplificada en Vainica Doble o la mediterraneidad intrínseca al cincuenta por ciento de este proyecto.
47. Las Ligas Menores | “A esta altura”
A ver, no estamos exactamente ante un debut, pero como si lo fuera. Y es que bajo el paraguas del nombre de la formación que cofundó y con la que alcanzó cierta fama y no sé cuanta fortuna, está doña Anabella Cartollano. La única integrante supérstite tras enviar a escaparrar al resto de miembros originales de la banda bonaerense. Ofreciéndonos aquí una bonita colección de temas firmados por ella misma. Además de compartir la producción, los arreglos y hasta diseñar el envoltorio. Diez canciones atravesadas por guitarras melódicas, distorsiones, cambios de tempo y esa forma de cantar pa’dentro tan propia de la neuquina, que al final es el principal punto de enganche de este nuevo proyecto con todo lo anterior. Cosa que celebramos con fanfarrias, vítores, fuegos artificiales y aplausos sinceros. Las polémicas relacionales y el salseo lo dejamos para programas de Marujas y Manolos. ¡Que ardan las redes! Ya se apagarán.
48. Architects | “The Sky, The Earh & All Between”
No sé vosotros, pero aquí se echan de menos las ruedas de prensa postpartido de Ancelotti. Y por varios motivos. El principal, aquellas míticas alusiones a la “eneryia”. Expresado tal que así, en esa suerte de itañol allá maniera di Carlo del cual se servía el míster emiliano para justificar todos sus cambios. Pues bien, si hay algo de lo que nunca ha mancado la música de esta formación británica de metalcore es de eso. Merced a ese sonido en llamas que los acompaña desde los comienzos, en su Brighton natal, con otro vocalista y aun todos sus fundadores entre los vivos. El caso es que, más de veinte años después, peinando canas y con cambios de formación obligados, Architechts ha facturado la que es, en mi opinión, su obra más completa. El álbum número once en su trayectoria, que se dice pronto… Un triunfo absoluto y en gran medida, por salirse del marco. Con esa producción rebosante de detalles, desde tambores estridentes hasta capas de ambientación flotantes, melodías pop, desarrollos a modo de catarsis lírica… Más allá de la consabida y mencionada energía que nunca debe faltar. Amén. Y cuánto se echa de menos a Don Carlo…
49. Will Johnson | “Diamond City”
Esto es lo de siempre. Los monaguillos de este espacio sabéis de mi adoración por este sujeto. Figura clave del indie rock noventero y el alt country, con una creación rica y variada que abarca décadas, registros emocionales y hasta géneros. Así pues, me remito a todo lo ya relatado a lo largo de los años de vida de este blog y que guarda relación con la vida, obra y milagros del artista texano. Añadiendo con este “Diamond City” una serie de nuevas historias a ese mundo de fantasmas, caminos de grava, corazones rotos y revelaciones que conforman el extraordinario catálogo de un hombre del renacimiento ataviado con camisas Lee y pantalones Wrangler. Tremendo cantante, brillante compositor, ávido multiinstrumentista, curioso pintor, incansable viajero, filósofo sin cátedra, notable fabulador, beisbolista frustrado, domador de mustangs y aprendiz de cowboy. Y es que en el culto willjohnsoniano se entra, pero no se sale. Will Johnson es mi Señor. Con él nada me falta.
50. Militarie Gun | “God Save the Gun”
Álbum absolutamente catártico. Esto lo digo en el sentido de purificador, liberador y hasta esclarecedor, aunque eso sea darle una significación al término que excede a la propia R.A.E. Eso sí, siempre sin salirse de los marcos de ese hardcore triunfante y melódico, con algún toquecillo al skate punk de los primeros dos mil, que ya informaba el sonido de la banda angelina. Además, con una utilización del sonido y la artesanía lírica a modo de purgante que nos retrotrae a los mejores momentos de aquel emo del midwest. Principalmente a los seminales The Get Up Kids, cuyo aroma se respira en no pocos momentos de este “God Save the Gun”. ¡Poquísima broma! El machaqueo, la matraca y hasta burricie cuando se tercia, se mantienen firmes. Las bonitas melodías y el halo de tristeza también, aunque quizás con un pelín más de intensidad que antaño. Y es que, si ya eran ingredientes de la fórmula original, y me refiero al sonado debut del combo, ahora son el fundamento que le da sabor al caldo. Gustosísimo, si me permitís la licencia. Lo disfrutamos.
51. Big Thief | “Double Infinity”
El sexto álbum de estudio de la banda comandada por Adrianne Lenker y Buck Meek, con James Krivchenia pero ya sin Max Oleartchik, es la continuación del alabadísimo “Dragon New Warm Mountain I Believe In You”. Nueve temas para engrosar un currículum musical en el que tienen cabida desde el folk, al country, pasando por el pop rock, la americana y hasta el trip hop. Un álbum que, según parece, fue grabado en vivo, improvisando arreglos y haciendo descubrimientos colectivos, para después aplicar mínimas sobregrabaciones. El resultado es este emocionante conjunto de temas, en los que la calidez, el sosiego, cierta melancolía y por supuesto lo experimental, tienen un papel protagónico. Y si no contiene temazos que sobresalgan es porque todo él resulta sobresaliente. Modelando una especie de conceptualidad que tiene por idea central, como propósito de la narración más allá de las bonitas historias susurradas, la reafirmación grupal por encima de deserciones o expulsiones. La de Max Oleartchik y por “motivos personales”. Si bien, se rumorea que relacionados con posiciones ideológicas del bajista israelí relativas al genocidio en Gaza. Así pues, bon vent i barca nova… Un disco en el que se entra fácil desde la primera escucha y esto lo digo como virtud. No es algo tan común cuando una banda ya consagrada recurre a otras sonoridades y estructuras, apostando por expandir horizontes.
52. The Tubs | “Cotton Crown”
Consagratorio segundo trabajo de la banda galesa con el que confirman esa manera de popear a base de guitarras limpias, brillantes y tintineantes, que lo mismo recuerda a Veronica Falls, como a Sugar y en esta ocasión incluso a los primeros Smiths. Facturando algo con regusto a clásico moderno, que te hace mirar hacia una época pasada, a través de un sonido nuevo, fresco y extrañamente vitalista. “Sonidos alegres para cantarle a la pena y el desencanto” proclaman ellos mismos. Cierto. Porque fueron creadas tras el suicidio de la madre de Owen Williams, líder del combo. Y obviamente eso debe haber influido en el proceso creativo. Comenzando por la bonita portada, fotografía en blanco y negro de un Owen bebé siendo amamantado por su fallecida madre. Colección de hits para minorías selectas que, muy probablemente, en otros tiempos en los que no estábamos tan sometidos a la dictadura del streaming, ni ofuscados por ese acceso instantáneo a millones de canciones que oímos más que escuchamos de forma efímera y fragmentada, hubiese obtenido mayor reconocimiento.
53. Lifeguard | “Ripped and Torn”
Chavalada al rescate, como viene ocurriendo en todos y cada uno de los ejercicios precedentes y a Dios gracias. Y es que si no fuera por ellos… “¡Juventud divino tesoro!”, proclamó Rubén Darío. Largo de debut de un trío de veinteañeros provenientes de Chicago, como las chiquillas de Horsegirl, también presentes en esta lista algo más arriba. Garage, algo de post punk, bastante melodía y mucha más distorsión. Ruido, descontrol, energía y contención, como si los primeros Parquet Courts se hubiesen enfrascado en cualquier proyecto conjunto con Tim Darcy, embelesados todos ellos por los tres primeros álbumes de Wire. Eso, y dos huevos duros (¡repetimos!). O diez.
54. Pile | “Sunshine and Balance Beams”
Lo nuevo de la veterana banda de Boston, tras más de dos décadas en la carretera, parte de esas guitarras abrasivas y ese tono soundgardenesco que ya son marca de fábrica. Inundando los cortes de un álbum que se nos presenta intenso en el fondo y retorcido en la forma. No estoy seguro donde y a quien le escuché que todos nos convertimos en lo que nos aplauden, así que hay que tener cuidado de en qué queremos que nos aplaudan. Estos tipos tomaron buena nota y se lo han aplicado a pies juntillas. Y es que, con el paso del tiempo, han ido transmutándose en aquello que siempre quisieron ser. Ahora incluso introduciendo arreglos orquestales, mellotrones y cuerdas, para disgusto de los puritanos. ¿Hay que aplaudirles por ello? Eso ya es cosa de ca’uno. Pero que sepáis que aquí lo hacemos hasta con las orejas. Mientras tanto nos deleitamos al verlos surfear entre el slowcore de bandas como Cobolt y el emocore noventero de gentes como Twothirtyeight, estos últimos desprovistos del rollazo cristiano que les caracterizó. También incursionan en el mundillo post hardcoreta de referentes como Drive Like Jehu e incluyen ramalazos a lo Sunny Day Real Estate, que son todo lo anterior junto y muchas cosas más… Pero menos de lo que podrían haber sido a poco que hubieran querido (¡Jeremy Enigk hijoputa!).
55. Heartworms | “Glutton for Punishment (The Poetry Edition)”
Es momento de hablar del esperadísimo debut de esta jovencita en forma de nueve canciones de atmósferas densas y esencia oscura. Algunas ya las conocíamos desde hace tiempo, marcando la raíz de un concepto que se contonea entre la cosa gótica, el sonido industrial, las ensoñaciones propias del trip hop y el machaqueo del post punk clasicorro practicado por bandas del antiguo bloque soviético. También revela un curioso corazoncito electrónico que llega a resultar bailongo. Podríamos afirmar que en Jojo Orme, el principio y fin de este proyecto, habita el espíritu de unos The Cure, la fuerza de una Siouxsie, las atmósferas bristolenses de Portishead o Massive Attack, el noise pop de Medicine, el alma negra de la darkwave y la marcialidad autoritaria de Laibach. Sí, he mencionado a la mítica agrupación eslovena, ¿qué qué? Y no gratuitamente. Hay momentos en el álbum en los que pareciera que asistimos a una de esas marchas imperiales tan habituales en la música de estos. ¡Salve oh Jojo!
56. Tropical Fuck Storm | “Fairyland Codex”
Cuarto álbum de este cuarteto de locuelos surgido de entre las cenizas de mis añorados The Drones. Nueva colección de canciones extravagantes y salvajes a añadir a una ya extensísima colección, atesorada en apenas diez años de existencia. Profundizando en los rasgos característicos de esa estética singular que han ido patentado. Pero aportando nuevos elementos al tambor de la lavadora. Y es que, aunque disco tras disco tenemos la sensación de que el aparato está a rebosar, siguen cabiéndole prendas… ¡Y nunca se estropea! Lo importante es que el concepto continúa resultando interesante y sumamente entretenido. Además, me parece que este “Fairyland Codex” incluye su mejor colección de canciones hasta la fecha. Mucho más equilibrada y con una estructura menos deslavazada que en anteriores lanzamientos. Y con una mayor presencia de las chicas de la banda, que son tres y permiten así el lucimiento de la polla mayor del estado de Victoria en dosis que nunca llegan a resultar estomagantes.
57. Maruja | “Pain to Power”
A ver, estos tipos trascienden todas las etiquetas y lo que ofrecen puede ser jazz, punk, hip hop, post rock, metal y a ello añádele la etiqueta de experimental, o no, lo que gustes. Se trata del primer largo del combo mancuniano tras media docena de epés. Grabado en vivo y concebido como un directo tanto en la narrativa como en su desarrollo emocional. La banda cita como influencias a Kendrick Lamar, Little Simz, Swans, Kamasi Washington, Alice Coltrane, Floating Points y Godspeed You! Black Emperor y todas son evidentes, lo cual me parece de puta madre. Pero más allá de todo eso y de que se han dejado a Opus Kink o a los Black Country, New Road de Isaac Wood, esto va de mucha, muchísima rabia contra la máquina. Mostrando una mezcla imposible entre John Coltrane y los Rage Against the Machine. Entre la sensualidad del saxo del genio de Hamlet y la virulencia en el recitado de un Zack de la Rocha adaptado a estos tiempos.
58. bdrmm | “Microtonic”
Hace un par de años y con motivo de la publicación de su segundo álbum, daba buena cuenta del adecuado progreso del combo de Hull. Si bien, también dejé escrito que se apreciaba una clara voluntad de alejarse del shoegaze y del rock noventas que había informado su sonido hasta ese momento y acercarse, quizás en demasía, a los Radiohead de la etapa “Hail to the Thief”. Pues bien, es que ya ni eso. De los postulados que nos llevaron a muchos a ver en ellos una suerte de DIIV británicos, no queda prácticamente nada. De los Radiohead electro - experimentales sí que permanece algo. Con todo siguen interpelándome. Aunque sus caminos vayan hacia lugares inesperados, dejando de lado todo lo que me sedujo en los comienzos. Ahora entran en juego las cajas de ritmos y los sintetizadores. Del shoegaze, el post punk y el krautrock hemos pasado al dream pop y a la pista de baile. Y la verdad es que mola bastante.
59. Die Spitz | “Something to Consume”
Primer largo de estas cuatro veinteañeras asalvajadas provenientes de Austin. Vienen mostrando una rabia punk no exenta de cachondeo escuela Amy Taylor, más un poso de densidad y guarrería en la línea del grunge primigenio enfrascado en el “Bleach” de Nirvana y en casi toda la discografía de Mudhoney. Eso y unas gotitas de punk rock politizado, aunque poner aquí a los Bad Religion sería flipar demasiado. ¡No iban a ser todo vaqueros con guitarrita y post rockers enfurruñados lo que nos llegara desde Texas! Las referencias a la banda que da nombre al propio grupo, The Spits, o a L7 y a las Veruca Salt del “Blow it Out…” parecen obvias. Hasta algo del universo King Gizzard and the Electric Wizard se respira por aquí. ¡Y el trash escuela Motörhead! Con sus riffs ametralladores, baterías contundentes y voces impactantes. Que no sé cuántas son, porque parece que aquí cantan las cuatro, introduciendo matices interesantísimos en cada uno de los cortes. En conclusión, estamos ante un debut brillante y ambicioso en el mejor sentido de la palabra, en el que el trueno, la catarsis y la reivindicación se dan de la mano. Una de las causas más prometedoras del rock actual y que viva el Dios del Trueno, llámese Thor, Zeus, Teshub, o Lemmy Kilmister. Amén.
60. Blankenberge | “Decisions”
Shoegaze, dream pop, una mijita de post rock y mucho ambient desde Rusia con amor. Desde San Petersburgo concretamente, la bellísima capital imperial fundada por Pedro el Grande. Aquel que fuera rescatado del Fontanka por un simple borrachín, al que el emperador concedió la gracia de no volver a pagar por vodka en lo que le quedara de vida. Para probar ese derecho le marcaron en el cuello y así, al entrar a cualquier tugurio, con solo señalar la marca, pues a privar de gañote hasta caer de espaldas. Y ahí tenéis el origen del famoso gesto de los rusos para pedir la mamela. O eso me contaron. Que será mentira, seguro. No lo será el que estos cuatro deben andar más agobiados que Spiderman en un descampado. Y es que la cosa está mu malita para los hijos de Putin por obra y (des)gracia del susodicho. Y todo eso se respira en un álbum que, especialmente en sus momentos de grandilocuencia contenida, recuerda de alguna forma a los putos Sigur Rós. Formulación que, seguramente, les habrá servido para abstraerse de esa realidad de mierda. Un disco bien guapo, del que he disfrutado mi buen número de horas, sentado en el sofá con medio culo fuera y cayéndome la baba como si fuese un tarao. En parte gracias a esa bonita voz etérea que aparece y desaparece como los ojos del Guadiana...
61. The Beths | “Straight Line Was A Lie”
Cuarto trabajo firmado por la banda neozelandesa. Una decena de canciones en las que el talentoso cuarteto liderado por Elizabeth Stokes continúa enfrascado en la labor de sacarle brillo a ese power pop vibrante tan característico. Disco un tanto más maduro y logrado si lo comparamos a los tres anteriores, tanto en lo que afecta a la composición como en las temáticas elegidas. Lo importante es que los ritmos y la vibra siguen fluyendo e impactando en una nueva compilación de canciones aparentemente sencillas pese a la riqueza de los arreglos y la refinada producción. Y aunque unas parezcan más animadas que otras, con esos momentitos de introspección, la sensación general es de divertimento.
62. Candelabro | “Deseo, Carne y Voluntad”
Entre las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana según el economista italiano Carlo Cipolla, la primera establece que cada uno de nosotros subestima el número de estúpidos, que no imbéciles, que circulan por el mundo. La diferencia radica en que el estúpido causa daño a otros sin obtener beneficio propio, incluso perjudicándose, siendo más peligroso que los malosos por cuanto su comportamiento es irracional e impredecible al no actuar por lógica o beneficio. Viene a cuento por lo acontecido este fin de semana en Chile. Donde siete millones y pico de borregos han considerado que era una buena idea dejar el país en manos de un pinochetista descendiente de nazis, con una batería de medidas menos definidas que el televisor de un geriátrico. Más allá de la reflexión política, que podríamos hacer extensible a esta parte del mundo en vista de la que se avecina, el tema era centrar el tiro en Chile. Porque allí residen estos siete magníficos. Responsables de un nuevo y flamante disco de Black Country, New Road, el primero en lengua castellana. Más arriba menciono otro descubrimiento proveniente de idénticas latitudes y también os señalo al combo de Cambridge. Pero lo que allí es una influencia entre otras tantas, aquí adquiere un valor absoluto. Y es que si Black Country, New Road han sacado un nuevo álbum este 2025, ese no es “Forever Howlong”, que vendría a ser otra cosa hecha por otra gente con otro gusto e intenciones, sino este “Deseo, Carne y Voluntad”. Vaya que, si me dicen que Isaac Wood se fue de la banda madre para recalar en Chile, me lo creo. Comentaré que se trata de un álbum que, seguramente, merecería un mejor posicionamiento en mi lista de favoritos. Pero es que no me ha dado tiempo a escucharlo más desde hace tres semanas, cuando mi guía del desfiladero particular me los dio a conocer. Una pena, ya que este cacharro visceral, emocionante, experimental y no exento de una crítica social muy necesaria en Chilito lindo, parece una cosa tremebunda.
T H E E N D
...les cançonetes, ahí a la dreta.






























































